la naturaleza en cada día de tu vida

la naturaleza en cada día de tu vida RELATOS 😈 PROHIBIDOS DE LA SOCIEDAD EN TODO EL🌎ESA ATRACCIÓN POR LO PROHIBIDO QUE ATRAE ADRENALINA QUE ESTREMECE CADA UNO DE LOS SENTIDOS😈😏❤️‍🩹💔🔥😱🫂🙃
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"El ascensor"Llevaba semanas viéndolo en el edificio. Siempre con su traje impecable, su mirada seria, su perfume amader...
09/08/2025

"El ascensor"

Llevaba semanas viéndolo en el edificio. Siempre con su traje impecable, su mirada seria, su perfume amaderado que quedaba flotando en el elevador aún después de que él bajaba. Nunca me hablaba, apenas un leve gesto con la cabeza. Pero yo sí lo observaba… lo deseaba.

Esa noche regresaba tarde del trabajo, con la blusa pegada por la lluvia y los tacones haciéndome maldecir cada paso. Cuando entré al elevador, ahí estaba. Solo. Sujetando su portafolio. Me sonrió por primera vez.

—¿Piso? —preguntó.

—Ocho —respondí, sin sostenerle la mirada.

Pero apenas el ascensor cerró sus puertas, se detuvo. Un parpadeo en las luces… y nada. Atascado.

—Genial… —murmuré.

—Parece que estaremos aquí un rato.

Nos reímos. La tensión se volvió espesa. Y en un impulso que aún no logro explicar, me quité la chaqueta mojada frente a él. Noté su mirada recorrerme, lenta… descarada.

—Siempre me has gustado —soltó de golpe.

No supe qué decir. Solo lo miré. Y cuando él se acercó, no lo detuve.

Su mano tocó mi mejilla con una ternura que contrastaba con la intensidad en sus ojos. Me besó despacio, como quien prueba algo prohibido por primera vez. Pero luego todo se volvió hambre: nuestros labios se buscaban, nuestras manos se atrevían.

Me empujó suavemente contra la pared del ascensor. Sus labios bajaron por mi cuello, mientras mis dedos desabrochaban su camisa. El encierro, el riesgo, el deseo contenido por semanas... todo explotó ahí mismo.

Me alzó con fuerza, sujetándome de las piernas mientras me hacía suya. El eco de nuestros jadeos rebotaba en las paredes metálicas. Su aliento en mi oído, mi boca mordiendo su hombro para no gritar. Fue rápido, intenso, desbordado.

Y justo cuando terminamos, el ascensor volvió a funcionar.

Nos arreglamos en silencio. Él me sonrió, aún agitado.

—Piso ocho —dijo, esta vez con otra intención.

Cuando se abrieron las puertas, salí sin mirar atrás. Pero desde esa noche… siempre tomamos el mismo elevador.

Confesión: “Mientras él dormía”Lo conocí en una comida familiar. Era el esposo de mi prima. Un hombre de esos que parece...
08/08/2025

Confesión: “Mientras él dormía”

Lo conocí en una comida familiar. Era el esposo de mi prima. Un hombre de esos que parecen construidos para el pecado: barba perfectamente descuidada, voz grave, y una mirada que parecía pedir disculpas por lo que provocaba… pero no se detenía.

Durante años fingimos ser indiferentes. Nos saludábamos con un beso seco en la mejilla, con conversaciones superficiales mientras los demás reían a carcajadas. Pero había una tensión entre nosotros, densa como tormenta.

Una noche de diciembre, nos quedamos a dormir todos en la casa del campo, después de una celebración. La casa era pequeña. Me tocó dormir en el sillón, justo frente a la recámara donde ellos dormían. O eso creía.

Él salió en silencio, descalzo, con una copa en la mano.

—No podía dormir —dijo. Ni siquiera me miró. Se sentó a mi lado.

Yo tampoco podía dormir. No desde que llegamos.

Pasaron minutos. Silenciosos. Cómplices. Hasta que lo miré.

Y me besó.

No hubo palabras. Solo sus manos en mi cintura, su aliento en mi cuello, su peso sobre mí. Todo fue rápido, impulsivo… perfecto.

El miedo nos hizo más voraces. Y el pecado, más conscientes de cada roce. De cada jadeo contenido. De cada momento que no debía existir, pero existía.

Cuando terminó, me miró como si supiera que ese momento iba a vivir en mi cuerpo mucho más tiempo del que debía.

—No te preocupes —dijo, antes de volver al cuarto donde su esposa dormía—. Esto se queda entre nosotros.

Y se fue.

A la mañana siguiente, él me sirvió café, como si nada. Yo sonreí. Nadie sospechó. Pero desde entonces, cada vez que alguien menciona su nombre, mi estómago se aprieta y mis piernas tiemblan un poco.

Porque no fue amor.

Fue debilidad. Fue deseo.
Fue… mientras él dormía con otra.
No olvides seguirnos en la naturaleza en cada día de tu vida

💔Mi MARIDO HIZO ALGO que nunca IMAGINÉ (fin)🤦‍♀️Cuando llegamos a casa, mi marido aún no había vuelto. La tarde caía len...
08/08/2025

💔Mi MARIDO HIZO ALGO que nunca IMAGINÉ (fin)🤦‍♀️

Cuando llegamos a casa, mi marido aún no había vuelto. La tarde caía lenta, con un cielo pesado de nubes que prometían tormenta.

—Bueno, creo que ahora sí voy a ducharme y luego descansar un rato —dijo mi suegra, soltando un suspiro y quitándose los zapatos con un gesto cansado. Los dejó sobre la alfombra, uno ladeado, el otro de pie, como si también ellos hubieran hecho un viaje largo.

—Deberías hacer lo mismo —añadió, mirándome con esa expresión amable. No respondí, solo me limité a sonreír y subí a mi habitación. Cerré la puerta con el pasador, ahora sí me dije a mi misma. El cajón estaba allí, dócil ahora, sin llave y dentro la bendita cajita. La tomé con las manos temblorosas y la abrí.

Lo primero que vi fueron fotos, decenas de ellas. Mi marido y una mujer, sonriendo. Abrazándose, mirándose con una complicidad que hería. En cada imagen parecían hechos el uno para el otro, como si todo el mundo alrededor fuera un escenario inventado solo para ellos. Entre las fotos había cartas con tinta ya un poco gastada, y un diario cubierto con una funda de cuero gastado, con las esquinas dobladas.

No pude evitarlo: y volqué todo sobre la cama. Las imágenes se desparramaron como hojas secas al viento, cayendo sobre la colcha, sobre el suelo, sobre mis rodillas. Me senté al borde de la cama, con las lágrimas empañando mi vista y el sabor salado en los labios.

Entonces escuché pasos en el pasillo, y reconocí el ritmo de sus botas. Y luego tres golpes suaves en la puerta. —Soy yo… —dijo con esa voz que ya no me sonaba agradable. Abrí, y al ver la cajita sobre la cama, él agachó la cabeza, como un pequeño sorprendido en una travesura que no sabe cómo explicar.

—No es lo que te imaginas —susurró—. Eso no es nada cariño… tú sabes que eres tú la única en mi vida. —No —lo interrumpí, con la voz quebrada—, quiero que me digas la verdad. Él suspiró, un suspiro largo, como si soltara un peso que llevaba años cargando.

—Creo que tienes derecho a saberlo… Es que… yo estoy enamorado locamente de ella. Es la que vive en mi mente, día y noche. Sentí un frío recorrerme la espalda. —No te entiendo… —le dije—, ¿Cómo es que no te casaste con ella?

Él titubeó, y sus ojos se oscurecieron, y las palabras salieron como a empujones. Es que… no podía, —¿Por qué no? —insistí. —Porque… —tragó saliva—, Es mi media hermana. Me aferré al marco de la puerta para no perder el equilibrio. El aire se me volvió denso, como si de pronto me hubieran encerrado en una habitación sin ventanas.

—¿Y por qué no te quedaste soltero entonces? ¿Por qué tuviste que dejar que yo me enamorara de ti? Tengo yo acaso culpa de que tú y ella sean medio hermanos, ¿Por qué no fuiste sincero contigo mismo, y conmigo?

Él levantó la vista, pero no para mirarme, sino para perderse en un punto invisible. —Porque… yo no lo sabía hasta que mi madre me lo dijo. Y porque mi padre me advirtió que si no la dejaba, me dejaría sin herencia. Y que la única manera de que él se convencería es que yo me casara con alguien más.

Sentí un latigazo de rabia, —¿Qué has hecho conmigo? Solo fui un disfraz… un adorno para que tú recibieras tu herencia. El corazón me latía tan fuerte que apenas podía escuchar otra cosa. Fui a mi armario, tomé mi maleta y comencé a meter ropa sin mirar.

—Te dejo… —dije, y mi voz sonó más firme de lo que esperaba—. Pero voy a pelear por la mitad de tus bienes. Porque si algo merezco, es al menos una compensación por todo lo que me robaste… y no hablo de dinero. Y aunque logré tener la mitad de todo, mi corazón aún sigue sin la otra mitad.

🤦‍♀️ Mi MARIDO dice una COSA Y HACE OTRA 💔Dice que soy el amor de su vida, y sin embargo, cada vez que suena su teléfono...
06/08/2025

🤦‍♀️ Mi MARIDO dice una COSA Y HACE OTRA 💔
Dice que soy el amor de su vida, y sin embargo, cada vez que suena su teléfono y aparece ese nombre que jamás se borra de su lista de contactos, se le endurece la mirada y a mí se me encoge el alma.

Esta mañana tomé el teléfono de mi Pareja cuando él se duchaba, y lo que encontré me dejó helada: un mensaje reciente, enviado por él, que decía “Te soñé otra vez… no he dejado de pensar en ti”, y ella había respondido con un simple “yo también”.

Cuando salió de la ducha le reclamé sin rodeos: “¿Cómo puedes jurarme que me amas, mientras todavía le escribes como si ella fuera tu dueña?” Él me miró, sorprendido, empapado aún por el v***r del baño, y en lugar de negarlo, se sentó al borde de la cama, con la toalla colgando a medias, y dijo: “No sé cómo dejar de amarla, pero tampoco quiero perderte a ti, contigo todo es diferente, más real… pero hay cosas que no sé enterrar.”

Intenté irme, y él me detuvo: “No es lo que parece, te lo juro, ella me escribe, y a veces yo respondo por costumbre, pero tú… tú eres lo que quiero ahora.” “¿Ahora?”, le dije, sintiendo cómo se me partía algo por dentro.

“¿solo ahora? ¿Y mañana, cuando ella se canse de jugar y diga que te quiere de vuelta? ¿También me vas a guardar como contacto con un nombre sin importancia y un corazón apagado?” Él no supo qué decir. Me abrazó por la cintura, me besó la mano como si eso fuera a borrar el desprecio que sentí al ver cómo me ocultaba, cómo vivía conmigo como si viviera en pecado.

No me presentó a su familia, no me mostró a sus amigos, jamás publicó una sola foto nuestra, y cada vez que alguien nos veía juntos, decía con naturalidad: “Es una amiga muy cercana”. Y mientras tanto yo cocinaba en su casa, lavaba su ropa, ponía mis cremas en su baño y mis ilusiones en su almohada.

Cuando le dije que quería terminar todo, que ya no soportaba vivir como una sombra más en su vida, se arrodilló con un anillo que no compró para mí, lo reconocí porque tenía grabadas las iniciales de ella en el interior, y me dijo: “Este era para ella, sí, pero contigo quiero cambiar el destino, tú me haces querer borrar el pasado, por eso te lo doy, para que lo resignifiques.”

Yo no pude evitar soltar una carcajada amarga. “¿Y qué hago con algo que huele a abandono, que fue pensado para otra? ¿Lo acepto como quien hereda lo que otro ya no quiere?” Me levanté, le puse el anillo en la mesa y le dije: “Cuando dejes de actuar como un pequeño, cuando me presentes como algo más que un reemplazo o un secreto, hablamos.

Pero si para amarme necesitas borrar a otra, entonces aún no me amas a mí.” Salí de su apartamento con el corazón temblando y una determinación que me dolía más que la traición misma.

Y entendí algo que no quiero que se me olvide: cuando alguien te ama de verdad, no te esconde, no te da migajas, no conserva reliquias de su dolor pasado como trofeos.

💔 Mi COMPADRE Salió GANANDO con la RENTA🤦‍♀️Pues comadre, solo sería que usted le dé una manita de gato —dijo el compadr...
05/08/2025

💔 Mi COMPADRE Salió GANANDO con la RENTA🤦‍♀️
Pues comadre, solo sería que usted le dé una manita de gato —dijo el compadre, pasándose un pañuelo por la frente sudada—, porque como ve… hace ya un buen tiempo que no rento este lugar.

La casa crujía con cada paso que dábamos, y el eco de nuestras voces rebotaba en las paredes húmedas, como si despertáramos a los fantasmas dormidos del abandono. Afuera, el viento movía las ramas secas del almendro y traía consigo el sonido lejano de un gallo que parecía no haber entendido que ya era media tarde.

—Ay compadre… de eso no se preocupe —le respondí, apretando contra mi pecho el bolso raído que era ahora todo lo que me quedaba—. Yo con gusto arreglo aquí, lo que más me importa ahora es tener un rincón donde descansar… donde esconderme un poco de la vergüenza. Porque ya ve lo que me pasó, mi marido no solo me dejó sola, sino que también me dejo todas sus deudas y por eso perdí mi casa.

Pero usted sabe compadre, que lo que se siembra eso mismo se cosecha. Y como no es un secreto de que él se fue con una mujer más joven, es cuestión de tiempo para que ella se canse de él. Yo por lo menos ya lo conocía muy bien, sabía sus gustos, sus disgustos y hasta lo que afecta su salud.

Me senté en una de las sillas desvencijadas junto a la ventana. El aire olía a madera vieja y a recuerdos olvidados. Lo miré, pues el compadre tenía esa forma de mirar que no tocaba, pero ardía. Se acercó y sin decir palabra, me abrazó. Su camisa olía a jabón y a perfume seco. Sus manos se movían en mi espalda en círculos suaves, casi hipnóticos.

Por un instante me sentí como una pequeña otra vez, protegida y segura entre sus brazos. Pero el calor que me subió por la columna me trajo de vuelta. Me separé con disimulo, como quien se aleja del borde de un precipicio al sentir vértigo.

En ese momento, el chirrido del portón trasero nos sacó del trance. Hola, donde andan, ¿Hay alguien por aquí? —preguntó una voz femenina, que venía acompañada del leve chapoteo de líquidos en un pichel de aluminio.

—Sí comadre estamos aquí —respondí rápido, quizá demasiado rápido. Ella entró cargando el pichel con limonada y dos vasos de vidrio, con dibujos de sandías descoloridas. Y el hielo tintineaba dentro como campanitas tímidas. Me ofreció uno con una sonrisa fatigada y luego le dio el otro a su marido.

El compadre temblaba, y apenas logró sostener el vaso, usando ambas manos. Yo fingí mirar hacia afuera, pero no pude evitar notar la gota de sudor que rodó por su cuello hasta perderse en el cuello de su camisa.

Sacudí la cabeza, intentando ahuyentar las ideas. Es solo el calor, me dije, sí el calor y el cansancio… o tal vez esa forma de abrazar tan lenta, tan distinta. Pero era imposible no pensarlo: el compadre, a pesar de sus años, seguía siendo un hombre de presencia fuerte. Y en su mirada había algo que no estaba ahí antes… o que yo nunca me atreví a ver.

Tomé la limonada, y mientras el ácido me raspaba por la garganta, supe que el verdadero peligro no estaba en la calle… sino en esa casa, donde el silencio hablaba, y hasta los objetos parecían respirar secretos.

🙋‍♀️“Déjame cerrar bien la puerta y te continuó contando, ¡Te parece!”. 😘

Donde nadie sospechaNunca imaginé que algo así me fuera a pasar. Que entre todas las personas, sería él quien me haría s...
04/08/2025

Donde nadie sospecha

Nunca imaginé que algo así me fuera a pasar. Que entre todas las personas, sería él quien me haría sentir viva de nuevo. Que me atrevería a hacer algo tan arriesgado, tan fuera de lo que siempre creí que era yo.

Todo comenzó una tarde cualquiera. Yo iba manejando sin rumbo fijo, cansada de los mismos silencios en casa, de la rutina, de sentirme invisible. Lo vi parado junto a su coche, a la orilla de la carretera vieja, esa por la que casi nadie pasa. Me detuve sin pensar demasiado. Fue una coincidencia… o eso me repetí durante semanas.

Él subió a mi coche como si lo hubiera estado esperando. Me miró de una forma que me hizo sentir deseada, vista, incluso culpable… pero viva. Desde entonces, empezamos a vernos ahí, en ese mismo punto. Yo dejaba mi auto bajo los árboles, siempre al mismo lado de la curva, como si el viento supiera guardar secretos. Luego me subía al suyo, sin mirar atrás.

No hablábamos mucho, pero nuestras miradas lo decían todo. Sabíamos que lo que hacíamos estaba mal. Él era parte de la familia. Mucho más joven que yo. Y sin embargo, cuando estábamos juntos, el mundo dejaba de importar.

La adrenalina de ese sitio —tan abierto, tan solitario— se mezclaba con lo prohibido. El murmullo lejano de los autos pasando era lo único que nos recordaba que el tiempo seguía corriendo, que la vida allá afuera no se detenía por nosotros. Pero mientras él me miraba con esa mezcla de atrevimiento y ternura, yo me sentía como si tuviera veinte años otra vez.

Volvía a casa con el corazón latiéndome fuerte. Me miraba al espejo antes de entrar. Me arreglaba el cabello, me borraba las huellas que él dejaba, las que solo yo podía ver. Mi esposo nunca notaba nada. Y eso era lo más triste de todo.

Pero yo sí notaba. Notaba cada vez que él me tomaba de la mano, cada vez que se detenía en la misma curva, cada vez que me decía sin palabras que también le costaba irse.

A veces me pregunto cuánto tiempo más podrá durar esto. Si algún día alguien nos seguirá. Si la carretera será testigo de nuestro final… o nuestro comienzo.

El cielo estaba nublado, y el aire tenía ese olor a tierra mojada que me pone nostálgica. Dejé mi coche como siempre, bajo el árbol que tiene una rama seca apuntando al cielo, como señalando nuestra culpa. Me retocaba los labios en el retrovisor cuando lo vi llegar. Su coche frenó despacio, con la misma suavidad con la que me sonreía.

Me subí sin decir palabra. Ya nos habíamos dicho todo antes. Cerré la puerta, y él me miró de reojo, como preguntándome si estaba lista. Yo asentí con la cabeza. Esa vez no arrancó. Solo se inclinó hacia mí.

Su mano rozó mi pierna por encima del vestido. Yo cerré los ojos y me dejé llevar por el calor que empezó a recorrerme, despacio, como una corriente que me despertaba por dentro. No había música. Solo nuestras respiraciones, entrecortadas.

Reclinó un poco el asiento, y me atrajo hacia él. Sentí su pecho latiendo, tan fuerte como el mío. Sus labios me recorrieron el cuello, y sus dedos me apretaron con una necesidad que yo también sentía. Ahí, en ese coche detenido, con las ventanas empañándose poco a poco, nos perdimos el uno en el otro.

No hacía falta quitarse todo. Solo acomodar lo justo. Solo ceder lo necesario para que nuestros cuerpos hablaran en ese lenguaje que nos habíamos inventado. Mis manos buscaron su rostro, mis piernas temblaban apenas, y por un instante, el mundo desapareció.

Al final, me recosté sobre su pecho, respirando profundo, como si hubiera corrido una maratón de emociones. Afuera, el cielo seguía gris, pero dentro del auto el aire estaba cálido, cargado de nosotros.

Él me acarició el cabello y no dijo nada. Yo tampoco. Solo nos miramos, y en ese silencio había más verdad que en todos los años de matrimonio que yo llevaba a cuestas.

Minutos después, cuando me bajé de su coche, mis piernas aún temblaban. Volví al mío como si todo fuera normal. Me miré en el espejo, igual que siempre, pero esa vez no quise borrar nada. Esa vez, me quedé con sus huellas… aunque nadie más pudiera verlas.

🤦‍♀️El NOVIO de mi CUÑADA y mi MARIDO💔El novio de mi Cuñada estaba todas las mañanas en casa. Y Yo estaba a punto de ent...
02/08/2025

🤦‍♀️El NOVIO de mi CUÑADA y mi MARIDO💔
El novio de mi Cuñada estaba todas las mañanas en casa. Y Yo estaba a punto de entrar a la cocina cuando el sonido de las cucharas en las tazas de café me detuvo. La voz de mi cuñada se filtró desde el comedor, —No sé, pero hay quienes no te han hecho nada, y aun así, no caen nada bien —dijo ella, con ese tono de veneno que sabía camuflar bajo una aparente ligereza.

Su novio, que parecía tener siempre la voz templada por la cordura, respondió mientras hacía sonar el respaldo de la silla al recostarse: —Y eso cariño… nunca te había visto tan incómoda. Guardé silencio, paralizada y con la mano aún en el marco de la puerta.

Un rayo de sol se colaba entre los visillos y caía justo sobre el frutero, haciendo brillar la piel de una manzana como si estuviera recién lustrada. La cafetera aún humeaba sobre la estufa, soltando un aroma denso que se mezclaba con el de la canela que alguien había dejado en una bolsita sobre la mesa.

—¿Y quién es esa persona que te tiene así? —preguntó él con suavidad, casi con ternura. —¿Pues quién más va a ser? ¡Mi cuñada!, respondió ella, y el cubierto que sostenía cayó sobre el plato con un sonido metálico y seco—. No sé cómo mi hermano, habiendo tenido tantas novias bonitas y agradables… tuvo que elegirla a ella.

Sentí un calor que me subió desde el pecho hasta las orejas. Allí estaba yo, de pie, escuchando cómo alguien me reducía a un error de su hermano. El reloj antiguo del comedor dio dos campanadas sordas, como un eco del desprecio que acababa de escuchar.

—Y lo peor de todo es que él la trata como a una diosa —añadió con un dejo de asombro agrio. Hubo una pausa, y pude imaginarlo mirándola con ese gesto que mezcla razón y resignación, tomando su taza entre las manos, intentando traerla de vuelta al centro.

—Cariño… debes aprender a convivir con ella. Recuerda que ahora es la mujer de tu hermano, y de seguro van a quedarse a vivir juntos. Esta casa es enorme… podrían hacer hasta una colonia aquí. Una silla se arrastró y su voz se acercó más. —La verdad, yo solo la he visto de lejos, no la he tratado. Tú lo que tienes que hacer es acercarte a ella, y quizá conociéndola cambies de opinión.

Sentí un n**o en la garganta, y mis manos estaban heladas, y sin embargo, me ardían por dentro. En el pasillo, una flor caída del florero del día anterior yacía boca abajo sobre la alfombra. Me agaché a recogerla, quizás solo para tener algo que hacer con las manos, quizás para no llorar.

—pero por ahora me acercó yo a ti para que me des un abrazo —dijo él, con esa voz que rompía las tensiones como la brisa rompe la humedad del mediodía—. Porque yo he venido para hablar de nosotros. Y fue entonces cuando me di cuenta: esa casa podía ser enorme, sí… pero incluso los lugares más grandes se pueden llenar de silencios y secretos.

Y yo, por primera vez, empecé a preguntarme cuánto tiempo más podría vivir bajo el mismo techo con alguien que me detestaba… sin jamás haberme mirado de verdad. Pero no lo que no sabía era que el novio de mi Cuñada, sería el que nos llevaría hasta el fondo de esta situación.

“Voy a respirar un poco, porque escuchar esto no es fácil y luego seguimos, ¡“te parece!”.

Hace algún tiempo, mi novio me ha estado pidiendo que viva nuevas experiencias y luego le cuente cómo me sentí. Al princ...
31/07/2025

Hace algún tiempo, mi novio me ha estado pidiendo que viva nuevas experiencias y luego le cuente cómo me sentí. Al principio, me pareció extraño y lo pensé mucho, porque no estaba segura de cómo reaccionaría él. Un día, mientras trabajaba como mesera en una fiesta, llevaba una blusa escotada que resaltaba mi figura. Ahí me encontré con el cuñado de mi jefe, un hombre de unos 50 años (yo tengo 30). Él ya me había enviado mensajes coquetos antes, pero como es casado, nunca le hice caso. Esa noche, él se ofreció a llevarme a casa porque era tarde y el lugar estaba lejos del transporte público. Acepté.
En el camino, paramos a tomar algo y charlamos. En un momento, él puso su mano en mi pierna, y aunque al principio dudé, recordé lo que mi novio me había pedido y dejé que la situación fluyera. Terminamos yendo a un hotel, donde compartimos un momento íntimo. Él fue muy atento, y aunque todo fue rápido, me hizo sentir especial. Durante esos momentos, pensé en mi novio, en cómo reaccionaría si le contara, o incluso en no decirle nada, lo que me hacía sentir una mezcla de emociones. Él quiso repetir la experiencia, pero yo tenía que irme. Ahora no sé si mi novio está loco por querer que le cuente estas cosas o si yo estoy mal por sentirme intrigada por la idea de guardármelo.

Yo soy la otra del dueño del restaurante… ¿y qué?”Sí, soy cocinera. Y no cualquier cocinera. Yo soy la que saca adelante...
31/07/2025

Yo soy la otra del dueño del restaurante… ¿y qué?”

Sí, soy cocinera. Y no cualquier cocinera. Yo soy la que saca adelante el restaurante con mis manos, con mi sazón, con mi carácter. Todos me respetan en la cocina porque saben que si yo me voy, ese lugar se cae. Y el primero que lo sabe… es el dueño.

Se llama Julián. Casado, sí. ¿Y eso qué? Que tenga esposa no ha sido impedimento para que cada vez que entra por esa puerta, no me busque con la mirada como perro en celo. Yo no me hago la difícil, tampoco soy hipócrita. Me gusta. Me encanta. Y me lo echo cuando quiero. Porque sí, cada vez que llega, se encierra conmigo en su oficina… y ahí no se habla de recetas ni de proveedores. Ahí yo me sirvo mi platillo favorito: él.

Sé perfectamente lo que piensan muchos. Que cómo me rebajo a estar con un hombre casado. Pero yo no me rebajo, mi reina. Yo tomo lo que quiero. Porque si su esposa fuera tan buena mujer, tan perfecta como dicen, ¿entonces por qué me desea a mí con locura? ¿Por qué se le nota en los ojos que conmigo se siente vivo?

Julián me dice que tarde o temprano va a dejarla. Y yo le creo. Pero no porque me lo diga bonito, sino porque lo veo: cuando me abraza después de hacernos lo que nos hacemos, cuando me acaricia el cabello como si le importara. A mí no me engaña. Él me quiere. Y cuando se decida a sacar a esa señora de su casa, yo voy a entrar como reina, como lo que soy: la mujer que lo hace temblar.

En la cocina, los demás sospechan. Me miran raro cuando salgo de la oficina con el labial corrido o con la blusa medio mal puesta. Pero no me importa. Que miren. Que hablen. Que inventen. Porque yo sé que no soy cualquier amante escondida. Yo soy la que va a ocupar ese trono. Tarde o temprano, la corona será mía.

Y cuando eso pase, más les vale acostumbrarse a verme sentada en la mesa del fondo, con mi copa, dándole órdenes al mesero, porque la nueva patrona seré yo.

Mientras tanto… seguiré cocinando, seguiré gimiendo en esa oficina, y seguiré esperando. Porque lo mío… lo mío, ya está cocinándose a fuego lento.

Los días seguían igual. Él entrando como patrón, yo esperándolo como reina en la cocina, con el delantal puesto y sin nada debajo. Sabía exactamente qué movimientos hacer, qué decirle al oído y cómo doblarlo con una simple mirada. En la oficina, no existían anillos ni promesas. Sólo él y yo… y las ganas.

Pero un día, la rutina cambió. Julián llegó más serio, más callado. No me saludó con su típico guiño ni me apretó la cintura en la entrada. Se metió directo a su oficina. Ni siquiera volteó a verme. Ahí fue cuando lo supe: la bruja se enteró.

Me reí. De verdad, me reí. Porque ya era hora. Esa mujer tenía años comiendo del plato frío de un matrimonio sin sazón, mientras yo lo tenía caliente, servido, y repetido. Se le fue la oportunidad. Y ahora quería venir a llorar.

Claro que lo confronté. Entré a su oficina, cerré la puerta y me planté frente a él.

—¿Ya se enteró tu mujercita? —le dije, cruzándome de brazos.

Él me miró con esa mezcla de miedo y deseo que siempre tiene cuando sabe que no puede mentirme.

—Sí… alguien le dijo —murmuró, como escuincle regañado.

—¿Y qué? ¿Ahora te vas a esconder? ¿Vas a correr de regreso con la víctima para que te perdone y todo siga igual? —le solté, con la voz firme—. Porque te aviso desde ya: yo no soy un desliz. Yo soy la que te tiene vivo.

Se quedó callado. Y eso me dolió más que mil insultos. Porque su silencio decía lo que yo no quería escuchar. No estaba listo para dejarla. No todavía. No aunque me tuviera sin nada en su escritorio.

Me fui sin decir más. Salí de esa oficina con el corazón duro, como si me hubieran servido un trago amargo. Pero no me caí. Yo no soy de las que se derrumban. Yo me reinvento.

Y desde ese día, cambié el juego.

Ya no lo busqué. Ya no lo esperé. Cuando entraba al restaurante, le daba la espalda como si fuera un cliente más. Y él… se moría por dentro. Se le notaba. Porque los hombres como él no saben vivir sin fuego. Y yo soy incendio.

Las otras cocineras empezaron a notarlo. Él ya no sonreía, ya no se encerraba con nadie. Y yo, más perra que nunca, con mi labial rojo bien puesto y mi orgullo por delante, cocinando como si tuviera el alma en paz, aunque por dentro ardiera.

Pero te lo juro… va a volver. Porque los hombres como Julián siempre vuelven. Y cuando lo haga, ya no voy a ser la otra.

Era un miércoles por la noche, estaba solo en la caseta de vigilancia, esperando cerrar para descansar. A las 10 de la n...
30/07/2025

Era un miércoles por la noche, estaba solo en la caseta de vigilancia, esperando cerrar para descansar. A las 10 de la noche, una señora que conocía de hace tiempo, Mary, me pidió quedarse a charlar porque su esposo no pasaría por ella hasta las 12. Le dije que sí y avisé a mi jefe, quien bromeó diciendo que tuviera cuidado de no hacer ruido. Mary, de unos 39 años, era una mujer alta, con una figura llamativa. Yo, con mis 22 años, siempre la había encontrado atractiva.
Le ofrecí un refresco y unos tacos, y comenzamos a platicar sobre el trabajo y nuestros gustos. Ella mencionó que siempre había querido estar con alguien más joven, y yo, en tono de broma, dije que me gustaban las mujeres mayores con experiencia. Ella se rió y, de pronto, me dio un beso. Nervioso, respondí, y como ya no había movimiento en la caseta, cerré todo. Nos seguimos besando y compartimos un momento muy especial. Ella estaba preocupada por si alguien llegaba, pero le aseguré que no habría problema.
Pasamos la noche juntos, disfrutando de nuestra conexión. Ella bromeó diciendo que si su esposo llamaba, diría que estaba con su hermana. Fue una noche intensa, llena de pasión, y al final, ella me dijo que quería volver a verme el domingo. Yo, emocionado, acepté. Ese domingo, como prometió, llegó preparada para otra noche inolvidable, pero esa es otra historia.

Volver a empezarNunca pensé que mi vida iba a dar un giro tan fuerte. Si me hubieras conocido hace dos años, probablemen...
29/07/2025

Volver a empezar

Nunca pensé que mi vida iba a dar un giro tan fuerte. Si me hubieras conocido hace dos años, probablemente habrías cruzado la calle para evitarme. Yo era de esas mujeres que confundían la libertad con el descontrol, la independencia con el egoísmo… y el amor con cualquier cosa que me hiciera olvidar quién era.

Mi nombre es Laura. Tengo 31 años y por mucho tiempo mi vida fue una sucesión de fiestas, excesos, amistades vacías y relaciones fugaces que me dejaban más sola de lo que llegaban. Me cansé de todo, pero no sabía cómo salir. Estaba atrapada en mi propio caos.

Todo cambió el día que decidí visitar a mi tía Rosa, en un pueblito perdido entre cerros y caminos de tierra. Ella siempre me decía que fuera a verla, que el aire puro me haría bien, que allá las cosas eran más simples, más sinceras. Me fui sin pensarlo demasiado, con lo poco que tenía y un corazón cansado.

Y ahí fue donde lo conocí: Él.

Se llama Mateo. Un hombre de manos curtidas por el trabajo, mirada serena y sonrisa franca. Tenía 38 años y desde muy joven se dedicaba al campo. Cultivaba tomates, criaba gallinas y hablaba con las plantas como si fueran parte de su familia.

Yo era todo lo contrario a él. Llegué con el cabello teñido, uñas postizas, gafas de sol enormes y un aire de superioridad que no me duró ni dos días. Mateo no me juzgó. Me ofreció un café de olla, me mostró su huerto y me dijo:
—Aquí las cosas no son rápidas ni fáciles, pero son verdaderas.

Al principio me reía de él, de su forma de hablarle al cielo, de su amor por las vacas, de su silencio. Pero con el tiempo… empecé a escucharlo. Y cuando una persona te enseña a quedarte en silencio, también te está enseñando a mirar hacia adentro.

Mateo me invitaba a acompañarlo por las mañanas. Me prestaba una gorra y me ofrecía una fruta recién cortada del árbol. Me explicaba cómo leer el cielo para saber si llovería, cómo se siente la tierra cuando está lista para sembrar. Él no tenía redes sociales, ni prisa, ni máscaras.

Y sin darme cuenta, yo también empecé a quitarme las mías.

Había noches en las que lloraba sola, acostada en la cama que me prestó mi tía. No por tristeza, sino porque por primera vez sentía que estaba viva de verdad. Que no necesitaba maquillaje, ni alcohol, ni la validación de nadie.

Solo necesitaba a alguien que me hablara con la verdad, como Mateo lo hacía.

Y aunque al principio él me trataba con respeto y distancia, con el tiempo… algo empezó a florecer entre nosotros.

No sé en qué momento exacto empezó a cambiar mi forma de mirarlo. Quizá fue aquella tarde en que me llevó a ver el atardecer desde la cima del cerro. Subimos en silencio, solo se escuchaban los grillos, nuestras pisadas en la tierra seca y el viento que soplaba entre los árboles. Cuando llegamos, se sentó sobre una roca y me dijo:

—Mira, Laura… el sol también se va despacito. Nada en la naturaleza tiene prisa, y todo llega a su tiempo.

Me quedé sin palabras. Porque hasta ese momento, yo siempre había corrido. Por miedo, por ansiedad, por no pensar. Pero él me estaba enseñando que también se puede vivir pausado… y que eso no es rendirse, sino todo lo contrario: es empezar a vivir con intención.

Empezamos a compartir más. Me enseñó a plantar lechugas, a ordeñar una vaca, a cocinar tortillas en comal de barro. Yo, que antes ni el microondas sabía usar. Me ponía un sombrero viejo, botas prestadas, y sentía que cada día que pasaba era un poco menos la mujer que fui, y un poco más la que siempre quise ser.

Mateo era diferente a todos los hombres que conocí. Nunca me dijo lo bonita que era… hasta que un día me lo dijo sin decirlo.

Estábamos regando los surcos de maíz al atardecer, y sin mirarme, me dijo:

—Tú eres como esta tierra… solo necesitabas que alguien te cuidara un poco para que volvieras a florecer.

Me temblaron las manos.

Esa noche no pude dormir. Porque me di cuenta que lo quería. Que me enamoré de su calma, de su respeto, de su forma de mirarme como si no importara nada de lo que fui antes. Solo quién era ahora.

Y poco a poco, también empecé a quererme yo.

No fue un romance de película. No hubo promesas grandiosas ni cenas con velas. Pero sí hubo madrugadas preparando café, manos embarradas de tierra, risas compartidas cuando me caía aprendiendo a montar, y silencios que decían más que mil palabras.

Un día, mientras recogíamos calabazas, me tomó de la mano. Solo eso. Y sentí que no necesitaba nada más.

En ese campo, rodeada de naturaleza, entendí que el amor también puede ser suave. Que un hombre bueno no viene a salvarte, sino a acompañarte mientras tú misma te salvas.

Y yo… por fin me estaba salvando.

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