Jube Vázquez - Oficial

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20/06/2025

¿Dónde está Dios?

18/06/2025

17/06/2025

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20/05/2025

Título: La Llave en la Mano: Vigilantes en el Umbral de la Voz de Dios

Texto base: “Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; pruébame y conoce mis pensamientos. Y ve si hay en mí camino de perversidad, y guíame en el camino eterno.”
(Salmo 139:23–24)

Reflexión:

Albert Einstein tenía una costumbre inusual: se sentaba a descansar con una llave en la mano, suspendida sobre una placa metálica. Justo cuando el sueño comenzaba a vencerlo —en esa fase misteriosa entre la vigilia y el dormir— la llave caía, el sonido lo despertaba y con ello capturaba destellos fugaces de inspiración.

No era simple rareza. Einstein, como otros genios creativos, había aprendido que en los márgenes de la conciencia humana —ese momento llamado “hipnagógico”— brotan ideas brillantes que normalmente se desvanecen en el olvido si no se vigilan con intención.

¿No ocurre algo parecido en la vida espiritual?

Dios muchas veces habla no en el ruido de la rutina, sino en los silencios. No en medio del frenesí, sino en los bordes del día: al despertar, al dormir, al meditar. Pero en lugar de sostener con vigilancia la “llave” de nuestra atención, nos dormimos con el celular, el entretenimiento o la apatía espiritual en la mano.

Mientras el Espíritu Santo busca encender en nosotros pensamientos eternos —convicción, consuelo, dirección—, nosotros cambiamos el umbral de la sabiduría por el letargo de la distracción.

Cristo nos llama a la vigilancia espiritual. “Velad y orad” fue su mandato repetido (Mateo 26:41), porque el alma que se adormece pierde más que creatividad: pierde sensibilidad, discernimiento y hambre de Dios.

Einstein usaba una llave para no perder su chispa. ¿Y nosotros? ¿Qué herramienta nos mantiene espiritualmente alertas?

La Palabra de Dios es esa llave. La oración constante, la meditación diaria, la comunión con los santos… esas disciplinas no son pesos, sino placas metálicas que despiertan el alma justo cuando se iba a dormir.

Aplicación:

Comienza tu día con momentos de silencio santo. Sostén la llave de la Escritura al despertar.

Al anochecer, en vez de rendirte al entretenimiento, interrumpe el sueño con oración.

Sé vigilante en los márgenes del día: allí el Señor puede hablarte, reprenderte o revelarte Su voluntad.

Oración:

> Señor, no permitas que el sueño del alma me robe la voz de Tu Espíritu.
Hazme vigilante, atento en la oración, ferviente en la meditación, sensible a Tu Palabra.
Que no cambie la llave de la sabiduría por el peso mu**to de la distracción.
Despiértame cada día a Tu gloria, y guíame en el camino eterno. Amén.

Jubentino Vázquez Ventura

17/05/2025

TÍTULO: GUARDIA ESPIRITUAL

Texto: “Pues a sus ángeles mandará acerca de ti, Que te guarden en todos tus caminos.” (Salmo 91:11)

Introducción:
Imagina un niño caminando entre los carros de una autopista sin saber el peligro que lo rodea. No ve, no entiende, no se detiene. De pronto, un brazo fuerte lo sujeta y lo saca del camino de la muerte. Ese brazo es invisible para el niño, pero decisivo. Así es la protección de Dios. No siempre la ves, pero sin ella no vivirías un día.

Este versículo, mal usado por Satanás pero glorioso en su verdad, revela la majestad del cuidado divino, la presencia real de los ángeles y el corazón paternal de Dios. Hoy veremos cinco columnas sobre las que descansa esta promesa celestial.

I. “Pues a sus ángeles mandará”: Dios es absolutamente soberano
¿Quién manda? ¿Quién decide? ¿Quién ordena a los ángeles?
¡No es el hombre! ¡No son los méritos humanos! ¡No es la circunstancia!
Es Dios quien manda.

Aquí la Escritura nos hace mirar al trono, no al suelo. Como un general que dirige sus ejércitos con sabiduría infalible, Dios, el Señor de los ejércitos, ordena a sus ángeles. No hay acción celestial sin Su voz.

Así como el sol no brilla sin la orden del Creador, así los ángeles no se mueven sin Su mandato. ¿Cómo puedes temer si el Rey del cielo ha decretado tu cuidado? En 2 Reyes 6, Eliseo estaba rodeado por un ejército sirio. Su siervo temblaba de miedo. Pero Eliseo oró: “Señor, abre sus ojos.” Y vio carros y caballos de fuego rodeando el monte. ¿Quién los había enviado? Dios. No es una posibilidad. Es un decreto. No es una esperanza vaga. Es una promesa firme. ¡El cielo obedece al Dios que te ama! Entonces, ¡ríndete al Soberano! ¡Deja de querer controlar tu vida! ¡Confía en el Rey que manda a miles por amor a uno!

II. Los Ángeles: Instrumentos del Gran Obrero
Los ángeles son mensajeros, no dioses. No son el centro, son las manos del que sí lo es. Dios usa medios: la lluvia para hacer crecer la tierra, la medicina para sanar el cuerpo, y los ángeles para guardar el alma. Son como los hilos invisibles que sostienen una carpa en medio del viento. No los ves, pero sin ellos, todo colapsa. Así actúan los ángeles. Firmes, fieles, silenciosos. El ángel que cerró la boca de los leones en el foso de Daniel (Dn 6:22). ¿Fue Daniel valiente? Sí. Pero fue Dios quien mandó al ángel. El mundo cree que el poder está en los tanques, buques submarinos, misiles hipersónicos o supersonicos, en los bancos, en los votos… ¡pero el creyente camina con ejército invisible! No pongas tu fe en lo que puedes tocar. ¡Confía en lo que Dios ha enviado! ¡Adora al Dios que usa instrumentos eternos!

III. El Cuidado Paternal de Dios: “Acerca de ti”
El Dios que dirige el universo no olvida tu nombre. Él no es un Dios lejano, sino un Padre cercano. Como una madre que se despierta con el más leve suspiro de su bebé, así es Dios con sus hijos. Él ve, Él oye, Él ordena. En Éxodo 23:20, Dios prometió enviar su ángel delante del pueblo en el desierto. En cada paso, su presencia iba delante de ellos, como columna de nube y de fuego. ¿Has sentido soledad en la noche? ¿Temor en una sala de hospital? ¿Ansiedad por tus hijos? Dios dice: "Mi amor no delega, comisiona. Mis ángeles cuidan porque mi corazón cuida." Tú eres guardado no por ser digno, sino por ser amado. Recíbelo con fe. ¡Cree que Él te cuida más de lo que tú puedes imaginar! ¡Descansa, alma temerosa, en el regazo del Padre eterno!

IV. Protección en “Todos tus caminos” – Pero bajo su plan
La promesa no dice que no habrá espinas, sino que no caminarás solo. “Todos tus caminos” no significa todos tus caprichos, sino todos los caminos donde Él te lleva. Como un pastor que guía por el valle de sombra, no para evitarlo, sino para atravesarlo con sus ovejas. El ángel no evita la tormenta, camina contigo en ella. Pablo, preso y azotado, fue fortalecido por un ángel (Hechos 27:23–24). No fue librado del naufragio, pero fue guardado en medio de él. El mundo promete placer sin dolor. Dios promete presencia en el dolor. ¡No huyas de tu desierto! Si Él te guía, los ángeles también van contigo.

V. Humildad y Dependencia: El Dios que manda, no el ángel que actúa ¡Escucha esto con todo tu ser! ¡No adores a los mensajeros! ¡No ores a los ángeles! ¡No pongas tu confianza en visiones, sueños o experiencias! Dios es el autor, ellos son el correo. ¿Quién honra al sobre y olvida la carta? Confiar en los ángeles y no en Dios es como agradecerle a la cuchara por la sopa. Ellos sirven, pero no son la fuente. Dios es tu escudo. Dios es tu torre fuerte. Dios es tu pastor. Dios es quien manda. Dios es quien protege. Dios es quien salva. ¡No hay seguridad fuera de Cristo! ¡No hay refugio más allá de su cruz! ¡Ni todo el ejército de ángeles puede salvar a quien rechaza al Hijo! Humíllate. Vuelve a Cristo. Camina por fe. Y alaba, no al mensajero, sino al Dios que da el mensaje de gracia.

Conclusión:
Este versículo es una joya que brilla en cinco facetas gloriosas:

Soberanía: Dios manda.

Providencia: Dios usa ángeles.

Paternidad: Dios cuida personalmente.

Protección realista: Dios guarda, no ilusiona.

Adoración centrada: Dios es digno.

Llamado final:
¿Estás bajo el abrigo del Altísimo? ¿Eres tú el “tú” de este texto? Porque no todos tienen esta promesa. Solo los que están en Cristo. Solo los que han nacido de nuevo. ¡Ven a Cristo! Si no estás en Cristo, este texto no te protege, te confronta. ¡Corre a los brazos del Salvador hoy! Si estás en Él, vive con valor, porque el cielo tiene órdenes eternas a tu favor.

Oración:
Oh Dios, Padre soberano, que ordenas a tus ángeles por amor a los tuyos, enséñanos a confiar, a caminar, a descansar en Ti. Gracias por tu cuidado que nunca duerme. En el nombre de Jesús, nuestro Mediador. Amén.

Jubentino Vázquez Ventura.

16/05/2025

REFLEXIÓN BÍBLICA DE EFESIOS 1:3
Texto: “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo.” (Efesios 1:3, RVR1960)

El versículo marca el inicio de una doxología (Efesios 1:3–14), una oración que alaba la obra trinitaria en la salvación. El participio “bendijo” (gr. eulogēsas) está en tiempo aoristo, denotando una acción completa y definitiva en el pasado, apuntando al decreto eterno de Dios. “Toda bendición espiritual” se refiere a dones del Espíritu, en contraste con bendiciones materiales, y estas son “en los lugares celestiales”, es decir, en la esfera espiritual donde Cristo reina (cf. Ef. 2:6).

1. Dios como fuente de toda bendición (Soli Deo Gloria)

Pablo comienza con eulogētos ho Theos, una doxología que pone a Dios como el origen y fin de todo bien. La gloria de Dios es el principio rector: Él es digno de alabanza no por lo que simplemente nos da, sino por quién es. El fin principal del hombre es “glorificar a Dios y g***r de Él para siempre”.

2. La Bendición como fruto del Decreto Eterno

Las “bendiciones espirituales” no son fruto del azar ni de méritos humanos, sino del pacto de gracia eterno, fundamentado en la elección incondicional de Dios. Como expresa Efesios 1:4, estas bendiciones nos fueron dadas “antes de la fundación del mundo”. Aquí resuena la enseñanza de la elección incondicional, fundada únicamente en el beneplácito de la voluntad de Dios, no en la fe prevista ni en obras.

3. Las bendiciones en Cristo: la unión con Él (Unión Mistica)

La frase “en Cristo” aparece repetidamente en Efesios 1 y es central para la teología paulina. Toda bendición espiritual es mediada por Cristo. Como enseñan Calvino y Turretin, nuestra justificación, adopción, santificación y glorificación derivan de nuestra unión vital con Cristo. El Catecismo de Heidelberg (P&R 1) declara que nuestra única esperanza es que “pertenecemos en alma y cuerpo, en vida y en muerte, a nuestro fiel Salvador Jesucristo”.

4. La naturaleza espiritual de la bendición (Regeneración y Vida en el Espíritu)

Estas bendiciones son espirituales, no carnales. Pablo habla de regeneración, adopción, perdón de pecados, y el sello del Espíritu. Este énfasis corresponde a la obra del Espíritu Santo en aplicar la redención. Como enseña la CFW XIII, la santificación es obra del Espíritu mediante la Palabra. Es también una evidencia del llamado eficaz, por el cual el pecador es traído irresistiblemente a la fe.

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1. Doctrina: Toda bendición espiritual proviene del Padre, en Cristo, y se recibe por la obra del Espíritu Santo. El creyente no es un mendigo espiritual, sino heredero de toda bendición en los cielos.

2. Reprensión: ¿No es acaso una queja constante del alma el que nos sentimos vacíos, pobres, necesitados? Esto muestra cuán ciegos somos a las riquezas espirituales que ya se nos han concedido. Al no meditar en Cristo, vivimos como siervos cuando somos hijos.

3. Exhortación: Mirad a Cristo. Las bendiciones espirituales no son obtenidas por obras, sino por la fe que nos une a Él. Glorificad al Padre, buscad al Hijo, vivid en el Espíritu.

“Así como el sol derrama su luz y calor sin que el campo lo merezca, así el Padre nos ha bendecido con toda gracia celestial no por lo que somos, sino por lo que Cristo es en nosotros.

Efesios 1:3 es un diamante doctrinal que brilla con las glorias de la Trinidad, el pacto eterno de redención, y la centralidad de Cristo. El creyente debe ser llevado a la adoración, reconociendo que toda bendición celestial ya le pertenece, no por obras, sino en Cristo Jesús.

Jubentino Vázquez Ventura

16/05/2025

TÍTULO: "La Centralidad Absoluta de Dios: De Él, Por Él y Para Él"

TEXTO:

Romanos 11:36
"Porque de él, y por él, y para él, son todas las cosas. A él sea la gloria por los siglos. Amén."

INTRODUCCIÓN:

Amada iglesia del Señor:
Nos encontramos ante uno de los versículos más sublimes de toda la Escritura. El apóstol Pablo, después de un desarrollo doctrinal profundo sobre la justificación, la soberanía divina en la elección, y la dureza de Israel, irrumpe en una doxología gloriosa. Esta no es simplemente una conclusión poética, sino una proclamación teológica que resume toda la cosmovisión reformada: Dios es el origen, el medio y el fin de todo.

Este versículo es como una cumbre nevada desde donde se ve el vasto paisaje del plan redentor de Dios. Es una afirmación que humilla al hombre, exalta la gracia, y centra todo en la gloria de Dios. Aquí encontramos tres declaraciones que forman un trinitario de soberanía:

I. DE ÉL SON TODAS LAS COSAS (ORIGEN DIVINO)

a. La fuente absoluta de todo ser

La preposición “de Él” nos dirige al principio primero de todas las cosas. Dios es la causa primaria de todo cuanto existe. No hay nada que tenga existencia independiente de Dios. Como enseña el Catecismo Mayor de Westminster, P.7, Dios ejecuta Su decreto en la creación y providencia. Todo es fruto de Su voluntad eterna y sabia.

b. Aplicación doctrinal: Sola Gratia

Esto nos recuerda que la salvación no comienza en nosotros, sino en el consejo eterno de Dios. Como afirma el Canon I de Dort, la elección es “según el beneplácito de su voluntad”, no por fe prevista ni mérito humano. El origen de nuestra redención es divino, no humano.

c. Como un río que fluye de una sola fuente, así toda existencia fluye de Dios.

II. POR ÉL SON TODAS LAS COSAS (MEDIO DIVINO)

a. Dios es el sustentador y agente de todo

Todo se mantiene y se ejecuta por medio de Su poder. No solo creó, sino que preserva y gobierna. Esta es la doctrina de la providencia, como lo enseña la Confesión de Fe de Westminster, Cap. V.

b. Cristo, Mediador de la creación y la redención

Colosenses 1:16 dice: “por medio de Él fueron creadas todas las cosas”. Aquí se destaca que Cristo no solo redime, sino que sostiene todas las cosas. La cruz fue obra divina, no una solución de emergencia.

c. Aplicación pastoral

Nuestro vivir, servir y perseverar es por Él. No somos autosuficientes. El creyente debe descansar en la providencia sabia y buena de Dios.

d. Así como una lámpara solo alumbra conectada a la fuente de energía, nuestras vidas sólo tienen luz cuando se sostienen en Dios.

III. PARA ÉL SON TODAS LAS COSAS (FIN SUPREMO DIVINO)

a. El propósito último de todo es la gloria de Dios

Dios no es un medio para nuestro fin, sino el fin mismo. El catecismo de Westminster (Menor, P.1) comienza afirmando: “El fin principal del hombre es glorificar a Dios, y g***r de Él para siempre”. No existe propósito más alto.

b. La gloria de Dios es central en toda la Escritura

Toda la historia de la redención, desde Génesis hasta Apocalipsis, tiene este objetivo: manifestar el peso incomparable de la gloria divina. El rechazo de Israel, la inclusión de los gentiles, la justificación por fe — todo es para la alabanza de Su gloria (Efesios 1:6,12,14).

c. Aplicación eclesiológica

La iglesia no existe para la comodidad del hombre, sino para la gloria de Dios. Nuestra predicación, adoración, disciplina y misión deben tener este sello: "Soli Deo Gloria".

Todo el universo es como una gran sinfonía, y Dios es tanto el compositor, el director y el destinatario del aplauso final.

CONCLUSIÓN:

El versículo termina con una exclamación que es el eco del corazón reformado:
“A Él sea la gloria por los siglos. Amén.”

No hay espacio para el orgullo humano. No hay terreno para el mérito personal. No hay otra finalidad más elevada. Desde el principio hasta el fin, todo es de Dios, por Dios y para Dios.

Como proclamó Juan Calvino:

“El hombre jamás se conocerá a sí mismo hasta que haya contemplado la gloria de Dios.”

LLAMADO A LA CONGREGACIÓN:

Tú, que escuchas esta palabra:
Reconoce que todo lo que eres y posees, no es por ti, sino por Él. Rinde tu vida a este Dios soberano, glorioso y suficiente. Vive no para tu comodidad ni tus sueños, sino para Su gloria eterna.

Jubentino Vázquez Ventura

16/05/2025

APOCALIPSIS 1:1 – UNA REVELACIÓN PARA TI, CREYENTE

"La revelación de Jesucristo, que Dios le dio, para manifestar a sus siervos las cosas que deben suceder pronto; y la declaró enviándola por medio de su ángel a su siervo Juan." (Apocalipsis 1:1)

Este libro no comienza con miedo, sino con esperanza revelada. No es un misterio oculto para pocos, sino una revelación gloriosa de Cristo para Sus siervos: tú que crees en Él, tú que le sigues en medio de este mundo caído.

Es Cristo mismo el que se revela. Él no es solo quien envía el mensaje, Él es el mensaje. Su gloria, su gobierno soberano, su victoria sobre la historia, están aquí expuestos para que el creyente viva con confianza, adoración y preparación.

Esta revelación no nace de la especulación, sino del trono de Dios. Del Padre al Hijo, del Hijo a Su ángel, del ángel al apóstol Juan, y de Juan a nosotros. ¡Qué cadena de gracia!

Y todo esto, “para manifestar las cosas que deben suceder pronto”. No para asustar, sino para consolar, edificar y santificar. Las cosas futuras están en manos del Cordero. La Iglesia no está a la deriva; Cristo reina.

Querido hermano, esta revelación es para ti: no para satisfacer curiosidades, sino para afirmarte en la fe. Que cada página de este libro te haga levantar los ojos y decir:
“¡Ven, Señor Jesús!”

Jubentino Vázquez Ventura

¿A quién pertenece tu vida?“En el principio creó Dios los cielos y la tierra.” (Génesis 1:1)Antes de ti.Antes del pecado...
15/05/2025

¿A quién pertenece tu vida?
“En el principio creó Dios los cielos y la tierra.” (Génesis 1:1)

Antes de ti.
Antes del pecado.
Antes del dolor.
Antes del tiempo mismo…
Estaba Dios.

Tú no eres el principio.
Tus emociones no son el principio.
Tus planes, tu historia, tus heridas…
Todo eso vino después.

Dios es el principio.
Y porque Él es el principio, Él es el dueño.

Él te creó.
No por necesidad, sino por soberana voluntad.
No para que vivas para ti, sino para su gloria.

Cada aliento que tomas sin adorarlo es una ofensa.
Cada decisión que haces sin Él es una rebelión.
Cada día que lo ignoras, vives como si tú fueras dios.

Pero no lo eres.

Dios creó los cielos y la tierra.
Y también te creó a ti.
No te hizo para que busques placer sin Él,
sino para que encuentres tu deleite solo en Él.

Hoy…
Él te llama a volver al principio.
No al principio de tu historia,
sino al principio de toda realidad: Dios mismo.

Ríndete. Tiembla. Adora. Arrepiéntete.
Porque delante de este Dios no hay neutralidad.
O vives para su gloria…
o te rebelas contra su trono.

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09/05/2025

¿No es acaso más cercano al Reino aquel que llora su pecado que quien presume de justicia propia?

El reconocimiento de la maldad en el corazón es como la primera grieta en la dura roca del orgullo, por donde comienza a fluir el río de la gracia divina.

Antes que un alma confiese su culpa, se resiste con mil cadenas de soberbia, como si preferiese arder mil veces en fuego eterno antes que doblar la rodilla ante Dios.

Mas cuando el Espíritu Santo quebranta el alma con la ley, y la ilumina con el Evangelio, entonces el pecador ve que su justicia es un harapo inmundo (Isaías 64:6), y corre no a sí mismo, sino a Cristo, el cumplimiento de la justicia perfecta. Allí comienza la verdadera justificación: no por obras, sino por la fe sola; no por mérito humano, sino por la imputación de la justicia de Cristo. Reconocer la propia maldad no es el final, sino el umbral de la gracia soberana que conduce a la vida eterna.

Jubentino Vázquez Ventura.

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