29/11/2025
¿Los periodistas son seres humanos?
Por Mario Martini
Amado Nervo decía —con humor más oscuro que místico— que para ser un periodista objetivo, imparcial y honesto, era necesario no tener amigos, no tener mujer, no tener hijos y, si se podía, no tener ni madre.
Lo escribió desde Mazatlán, cuando trabajaba en El Correo de la Tarde y descubría que el periodismo no era poesía… pero que dolía igual.
La frase suena exagerada, pero guarda un filo:
el periodista aprende pronto que cualquier afecto puede convertirse en vulnerabilidad.
Por eso se endurece, se encierra, se vuelve ermitaño con libreta.
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El 28 de noviembre anterior asistí a la presentación del mural “Derecho a la Memoria”, levantado en honor a periodistas caídos o desaparecidos.
No lo organizó ninguna institución ni ningún gobierno:
lo hicieron quienes han pagado la factura completa del oficio.
Las viudas —que siguen siendo esposas—,
los huérfanos que crecieron con una silla vacía en la mesa,
y los colegas que tuvieron que seguir escribiendo mientras tragaban dolor.
Ahí comprendí que Nervo, en su provocación, tenía razón a medias:
El periodista sí es humano,
pero se ve obligado a fingir que no lo es.
Detrás del titular hay alguien con miedo.
Detrás de la nota roja hay un estómago revuelto.
Detrás del oficio hay noches sin dormir, relojes detenidos y oraciones silenciosas.
Somos humanos, sí.
Humanos que aprendimos a caminar sobre filo de machete sin hacer ruido. Aprendimos a “Vivir en la Raya”, entre abismos de seducción y amenaza
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Cada nombre escrito en ese mural —cada rostro, cada fecha incompleta— es testimonio de algo que este país todavía no quiere mirar:
que informar puede costar la vida,
y que el silencio también mata.
Mientras escuchaba los testimonios de las familias, recordé mis redacciones donde la risa nerviosa intenta maquillar el miedo; tantos cafés fríos, tantas madrugadas cerrando notas que tal vez no queríamos escribir, pero debíamos.
Porque el periodismo no promete gloria.
Promete verdad —y a veces tumba.
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¿Somos humanos los periodistas?
Más de lo que deberían.
Pero en un país donde decir la verdad es peligroso, el periodista termina siendo una especie rara:
un ser humano que se obliga a sentir menos para poder contar más.
Y aun así, con todo y miedo, seguimos.
Porque alguien tiene que encender la lámpara en medio de la noche.
Porque alguien tiene que nombrar lo que otros prefieren callar.
Porque, aunque Nervo recomiende no tener madre, ni amigos, ni amor,
lo cierto es que sin ellos no habría manera de resistir.
El periodismo se ejerce con cabeza fría, sí…
pero solo sobrevive con un corazón que aún late.
Saludos cordiales
Mario Martini
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