30/06/2025
No fue el permiso… fue mi miedo lo que se salió de control.
Cuando tu hijo te pide salir, viajar o asistir a una reunión, tu primera respuesta puede ser un “¡NO!” rotundo, cargado de nerviosismo, gritos o frases como “¡Ni lo sueñes!” o “¡Mientras vivas bajo este techo…!”. Pero muchas veces, lo que realmente estalla no es la norma: es el miedo.
Miedo a que le pase algo.
Miedo a no tener el control.
Miedo a que tome malas decisiones.
El miedo sin contención se convierte en agresión disfrazada de autoridad.
Una negativa dada desde el pánico no enseña a decidir con criterio… solo refuerza el miedo y la distancia.
No fue el permiso. Fue tu ansiedad lo que rompió el momento.
🧩 Ejemplo real:
Sebastián, 16 años, le pide permiso a su madre para ir a una fiesta con amigos. Ella, sobresaltada, grita:
—“¡Tú no tienes edad para eso! ¡Te crees grande y ni siquiera limpias tu cuarto! ¡Olvídalo!”
El hijo se encierra, decepcionado, sin una explicación ni alternativa.
Testimonio de Sebastián:
“No entendí por qué tanto grito. Solo quería saber si podía ir… pero todo fue un escándalo. No fue un no con razones. Fue un no que parecía castigo. Me sentí como si estuviera haciendo algo malo… solo por querer salir con mis amigos.”
✍️ Ejercicio para padres:
1. Reconoce el miedo detrás de tu reacción: ¿A qué le temías realmente?
2. Pregúntate: ¿es una norma o una respuesta impulsiva?
3. Reflexiona: ¿podías haber explicado mejor tu posición sin escalar el conflicto?
✅ Consejo práctico – ¿Cómo responder sin explotar?
1. Pon pausa al impulso:
“Dame un momento para pensarlo y hablamos.”
2. Reconoce tu emoción:
“Me asusté… no por ti, sino porque quiero cuidarte.”
3. Establece condiciones claras:
“Si vas, necesito saber con quién, dónde y a qué hora vuelves. Te llevo y te busco. Así puedo estar tranquilo.”
4. Si el permiso se niega, que sea con razones:
“Hoy no será posible. No porque no confíe en ti, sino porque estas son mis razones…”
Esto transforma el miedo en guía, y la norma en enseñanza.
❤️ Tu hijo no necesita gritos para entender un límite.
Necesita razones, respeto y conexión.
No fue solo por el permiso. Fue por la forma. Fue por el miedo no gestionado, que se vistió de autoridad.
Pero cuando ese miedo se transforma en conversación, creas algo más fuerte que un “sí” o un “no”:
Un vínculo que enseña a decidir, incluso cuando la respuesta no es la que el esperaba.
Y eso… eso sí educa.
Ni tú como padre, ni tu hijo como adolescente son culpables de lo que sienten.
Ambos están aprendiendo a convivir, a confiar, a soltar y a acompañar.
No hay culpa…
Pero sí hay responsabilidad compartida:
tú de guiar con firmeza y amor,
y él de crecer con conciencia y respeto.
Cuando esa responsabilidad se toma sin culpas y con diálogo, cada permiso negado o aprobado se convierte en una oportunidad para construir confianza, no para destruirla.