24/05/2025
En medio del bosque, una pequeña oruga avanzaba con esfuerzo por la tierra húmeda. Soñaba en silencio con el cielo, mientras todos a su alrededor la veían solo como un ser lento e insignificante. Un día, un escarabajo con caparazón brillante se le cruzó y dijo con burla: “¿Tú? ¿Volar algún día? No naciste para eso. Mira lo que eres.”
La oruga no respondió. Guardó el dolor en su pecho, pero no dejó que las palabras del escarabajo apagaran su esperanza. “Tal vez no hoy, pero un día volaré”, pensó. Y siguió su camino, paso a paso, sin detenerse.
Cuando el momento llegó, se alejó en silencio y construyó su capullo. Nadie aplaudió. Nadie miró. Pero dentro de ese espacio oscuro y solitario, ocurrió una transformación silenciosa. Días después, emergió una criatura completamente distinta: una mariposa de alas suaves y colores firmes.
El escarabajo la vio volar desde el suelo, incrédulo. Era la misma a la que había despreciado. Pero ahora, ella surcaba el viento, mientras él seguía arrastrándose entre hojas secas.
Nunca subestimes a quien aún está en proceso. Todos tenemos alas, aunque a veces tarden en crecer. Cree en ti, incluso si los demás no lo hacen. Tu momento llegará… y cuando lo haga, volarás más alto de lo que nadie imaginó.