15/10/2025
💔🕊️“A mi hijo lo m* to su 'mejor amigo', y hoy sigue libre en la calle.“
Yo soy mamá de Eric Antonio Ruiz Mata, el era un joven de apenas 17 que soñaba con ser médico. Han pasado nueve años, pero para mí el tiempo se detuvo aquel día. Desde entonces, ya no hay vida, ni planes, ni alegría. Tengo otros dos hijos, sí, pero cuando te arrancan a uno, se te acaba el alma. Mi hijo era un muchacho noble, respetuoso, estudioso. No tomaba, no se dr* gaba, no salía de noche. Siempre me avisaba dónde estaba, siempre dormía en su casa. Y el muchacho que le quitó la vida, yo lo conocía. Venía a mi casa, comía con nosotros, lo recibí como un hijo más. Yo sabía que no hay amigos verdaderos, pero preferí tenerlo cerca, “porque es mejor saber dónde tienes al enemigo que no saber dónde está”. Desafortunadamente, ese enemigo estaba dentro de mi casa.
Ese domingo salió a jugar fútbol, y nunca regresó. Salió al mediodía con su amigo Roberto Carlos. Iban al Lago de Guadalupe, decían. Pasaron las horas y no volvía. A las cinco no llegó, a las siete tampoco. Me llené de miedo. Fui a buscarlo. Lo primero que hice fue ir a la casa de ese muchacho, de Roberto, que lo consideraba su hermano. Lo encontré muy tranquilo, con una frialdad que me heló el alma. Me dijo que no sabía nada, que no lo había visto. Le pedí que me acompañara a buscarlo, y aceptó. En el camino me mintió una y otra vez. Me llevó con otro joven, con Eduardo, a quien yo nunca había visto. Ese muchacho me dijo que sí, que había estado con mi hijo, pero que “lo agarró la patrulla” y que Eric echó a correr. Supe entonces que algo no estaba bien.
Fui al Ministerio Público, a hospitales, a la Cruz Roja. Nadie sabía nada. Pegaba fotos, gritaba su nombre, me metí hasta en los matorrales del lago. A las autoridades les pedí ayuda y me respondían con desprecio: “seguro se fue con la novia”, me decían. Pero yo conocía a mi hijo, y sabía que algo malo había pasado.
Me cansé de que me ignoraran. Cerramos calles para que me hicieran caso. Tuve que suplicarles. Nadie me ayudaba. Hasta que cerramos la glorieta de Bosques del Lago con mi mamá, mis hijos y algunos vecinos. Nos insultaron, pero fue la única forma de que las autoridades voltearan a vernos. Así, me llevaron con la fiscal Sol Salgado, la única persona que me trató con humanidad. Ella fue la que pidió que cerraran las compuertas del lago, que metieran perros, que hicieran lo que desde el primer día debieron hacer.
Mi hijo me habló… y me dijo dónde estaba. Mi mamá, su abuela, soñó con él. Dijo que la acostara sobre el pasto, que él le iba a decir dónde buscar. Cerró los ojos y de pronto gritó: “¡Ahí está mi niño!”. Nadie le creyó. Incluso una ministerial se burló, le dijo “pobre loca”. Pero en ese instante, el agua se movió… y mi hijo salió del lago. Parado. No flotando, no de lado. Parado. Como si me estuviera esperando.
Ese momento me rompió el corazón. Lo sacaron del agua, no me dejaron acercarme. Se lo llevaron para hacerle la necropsia. Había m* erto por asfixia por estr* ng* lamiento, con g* lpes en la cabeza y el cuerpo. Lo habían tenido una semana en el agua. Cuando lo vi en la funeraria, ya no era mi hijo: lo habían c* rtado para la autopsia. Mi niño, que siempre estaba limpio, peinado, bien vestido… ya no era él. Fue el momento más duro de mi vida. Lo velamos solo unas horas, porque su cuerpo ya estaba muy dañado. Lo enterramos el 17 de abril. Desde ese día, una parte de mí m* rió con él.
A Eduardo, al amigo que no conocía, lo condenaron a 40 años, pero su mamá tiene dinero y metió amparos para sacarlo. Al otro, al supuesto amigo, nunca lo atraparon. Como era menor, su denuncia prescribió. Y yo me pregunto: ¿qué justicia es esa? ¿Por qué si mi hijo fue as* sinado, ellos pueden seguir caminando libres? A mí me dejaron con el miedo, con las am* nazas y con el dolor. Las autoridades me dieron la espalda. Nadie me protegió. Me cerraron todas las puertas.
Roberto Carlos, quien lo invito a jugar, ese muchacho comía en mi mesa, dormía en mi casa. Yo lo recibí porque mi hijo lo consideraba como su hermano. Y al final fue él quien lo llevó a la m* erte
Después de esto, ya nada es igual. He estado enferma. Me dio colitis nerviosa, ansiedad, insomnio. Mi mamá también se enfermó. En la tumba de Eric, me rompen sus floreros, me tiran las flores, me quiebran los vidrios de su capillita. A veces la gente se ríe de las madres que buscan, pero no saben lo que es. No saben lo que es ver a tu hijo dentro de una caja, tener que seguir respirando cuando lo que más amas ya no está. No se burlen. No hay dolor más grande que este.
Yo no quiero venganza, quiero justicia. Y mientras yo viva, voy a seguir contando su historia, para que nadie olvide a mi hijo, mi amigo, mi orgullo, mi razón de seguir levantándome cada día."
🕊️😢 Erika Mata, madre buscadora, a 9 años del as* sinato de su hijo Eric Antonio Ruiz Mata, Lago de Guadalupe, Estado de México.