
15/07/2025
Un estudio reciente publicado en Proceedings of the National Academy of Sciences desafía una visión que muchos daban por segura: la dominancia masculina rígida en primates no es la regla general.
A partir del análisis de 121 especies y 253 poblaciones de primates, el trabajo revela que sólo el 17% exhibe dominancia masculina marcada, mientras que un sorprendente 13% muestra dominancia femenina. El resto tiene jerarquías más fluidas o compartidas.
Este patrón pone en entredicho la idea de que las desigualdades entre hombres y mujeres sean inevitables o “naturales”.
De hecho, en especies como los bonobos y ciertos lémures, las hembras juegan un papel protagónico en la estructura social, controlando recursos y relaciones reproductivas, lo que sugiere que el poder no está estrictamente atado al s**o sino a factores contextuales y ecológicos.
Por supuesto, la dominancia masculina persiste en otros primates como chimpancés y babuinos, donde el tamaño corporal y la fuerza física otorgan ventajas que favorecen a los machos, confirmando que la biología y selección natural también juegan un papel.
Este hallazgo cuestiona la narrativa extendida del “macho alfa” como una explicación natural y casi inevitable de la jerarquía social humana.
Como explican medios como The Economist, esta visión simplista ignora la complejidad de los sistemas sociales y evolutivos que moldean comportamientos y poder.
Desde la óptica económica y sociológica, la dominancia sexual con argumentos naturalistas ha servido para justificar desigualdades estructurales entre los humanos.
La ciencia avanza hacia un panorama en el que las jerarquías sexuales en primates son fluidas, diversas y condicionadas más por el entorno y las interacciones que por un destino biológico inmutable.
La desigualdad de género, entonces, surge como un problema que puede y debe ser abordado desde la cultura y la política, no sólo desde la biología.