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Música de nombradasCésar Rito Salinas'Porque nunca el silencio sustituye'En la calle de los aguaceros espera sobre la ba...
05/07/2025

Música de nombradas

César Rito Salinas

'Porque nunca el silencio sustituye'

En la calle de los aguaceros espera
sobre la banca de tablas en hilo
esta guitarra prieta (maja que narra).

Puedo sentir el cielo que barrunta,
aguaceros en diálogos de lejana infancia.

De fiesta y tristeza saben, de amores (el aire crece,
esperas regresos de la mano bajo la comba).

Guitarra y banca saben de guerra y paz, asaltos.

Narran historias, instantes de principio y final.

Juntas vieron el lento carruaje de Juárez,
el brillo afilado de Porfirio Díaz.

Para mí que guitarra y banca están en la esquina
desde antes del relámpago que anuncia,
desde los tiempos en que los mayores salían a la banqueta
para darse entre vecinos y desconocidos las buenas tardes
mientras leían novelas, revistas de otro país.

Instrucciones de Eusebio Ruvalcaba para habitar la montañaCésar Rito Salinas‘Descolgar su rumor de los muros’ Ana Franco...
03/07/2025

Instrucciones de Eusebio Ruvalcaba para habitar la montaña

César Rito Salinas

‘Descolgar su rumor de los muros’
Ana Franco Ortuño, ‘Diarios de la peste’

El poeta Eusebio Ruvalcaba dijo: busca la forma, un sonido, la forma que contenga el sonido, la cuerda que guía; cuando la encuentres, respira, repítela.
Mal alumno que soy, busqué pendencias por mares e islas; con los besos de la botella encontré el sonido, la forma.

Principio del principio

Ella me llevó una mañana, muy de mañana
a la tienda de don Cirino.
En la mesa del patio pude ver
los restos de alcohol
sobre vasos.
Ella se apretó a mi hombro,
pidió dos panes, dijo:
este es mi esposo.
Recorrimos la calle Kava Teku,
Yo con el pecho henchido de orgullo,
Ella, clara, sostenida a la bolsa
con los panes.

El camino de vuelta

La mujer sube la cuesta con un tercio de leña pegado a la cabeza. Sobre el silencio hondo corre la tarde en el bosque.
—Adiós, buena mujer, ¡apúrate, se hace tarde para la cena!
En el camino vimos un árbol podrido donde creció un carnoso hongo. ¿Cómo saber si los hongos causarán nuestro mal? La vida se expone con los alimentos. Subimos por el recio hongo, pensamos que de su carne podría salir la buena cena. ¿Cómo saberlo? El bosque está lleno de frutos y duendes que se convierten en hongos de copa pinta. Al llegar al pueblo preguntamos a la mujer que cargaba la leña si aquel hongo era comestible. ¡No!, dijo alarmada. ¡Van a correr, van a morir si comen ese hongo! A veces digo que la sabiduría anda así por el camino, con su tercio de leña en la cabeza.

Antes que ella saliera al trabajo, día de lluvia —pasadas las fiestas patrias—, bebo su s**o. La lluvia pareja contra la ventana. Ella recostada en las sábanas —yo había tomado la precaución de tender la cama—, con la falda arriba, las pantaletas azul verde, las piernas abiertas. Claridad de la mañana, gotitas de lluvia escurren sobre el húmedo cristal de la ventana. Lluvia fina, lenta agua al inicio de la semana, con el frío terrible; rodaron las gotitas de lluvia antes de que ella saliera al trabajo.

La bicicleta de Malcom Lowry

El viejo ebrio cuenta con una bicicleta
que rueda sobre la única calle del pueblo.
Sopla, resopla. Sube la cuesta
con pena Malcolm Lowry,
montado en su bicicleta.
En lo alto, frente al edificio
de la agencia municipal
hace cabriolas, piruetas
sobre el manubrio.
Todos aplauden.
Con los minutos Malcolm Lowry se enfada de sus
demostraciones, baja a beber mezcal con don Cirino.
Tarde noche de todos los recuerdos:
no beber es bueno, dice Malcolm Lowry frente a su copa.
Pasadas las horas, recuperado el aliento afirma:
pero beber es mucho mejor.

Las fiestas de Independencia

Escribo con seudónimo, pasado un tiempo ardo en deseos de salir a contárselo.

Visita nuestro sitio web y lee al bloguero CRS
02/07/2025

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César Rito Salinas Un secreto. Un mensaje. Una palabra. Furia Rocío Cerón, Incisión La mañana está muy lejos, pero ya pasan las luces del camión urbano.Conmigo están el aire, la dolorida banqueta, …

Las letras del mezcal***De ti sí puedes escribir.Witold Gombrowicz, ‘Diario (1953-1969)'***El mezcal se hizo carne en lo...
01/07/2025

Las letras del mezcal

***

De ti sí puedes escribir.
Witold Gombrowicz, ‘Diario (1953-1969)'

***

El mezcal se hizo carne en los pueblos cuando empobrecidos productores enfrentaron el embate atroz, caníbal, de los inspectores de comercio llegados de la capital que subían por la contribución para el gobierno.
Mezcal, tasajo, pan, pera. La gente ocultó el traguito, fue negado.

La primera lucha entre el cerro y la ciudad fue por un decreto impositivo, el territorio de letras y leyes; la segunda, por las palabras, para ocultar lo cotidiano.

Meke.

Nunca podremos apropiarnos de la presencia —geografía, entorno— si no somos capaces de enunciarla, eludirla, referirnos a ella, imaginarla a partir de letras y sonidos que conforman de su nombre.

Marro, marrito.

Andar como ebrio de mezcal por las calles de la colonia. Así, sin dinero en la cartera. Sólo con el Diablo, una moneda en la bolsa de los pantalones. Sin una foto tuya en la camisa. Sin oficio ni beneficio; sin ganas de aprender uno.

Con el mezcal acodado en el hombro izquierdo, muy padrote. El mezcal con su cara de niño. Y el sol sobre la calle, sin banquetas. Y el viento fuerte, grande, amplio desde mi infancia. Y el puente del arroyo que llama sin descanso mis pasos de solo. Y esa mancha de borrachos de mezcal que sale a mi camino, consuetudinaria.

Que me llamen con el Diablo, una moneda puesta en el piso. Para que llame a más monedas, para que trabaje sobre la gente y junte el dinero del alcohol. Y se junte con mi Diablo, la moneda que traigo en la bolsa izquierda de mis pantalones. Dos Diablos puestos a dar su mejor esfuerzo. Dos Diablos pesan más que uno. Palabras.

¿Cuántas formas hay para decir mezcal?

Mecate.

Buen mezcal, padre de los empobrecidos, no sé invocar tu nombre sin solicitar tu presencia; si no puedo mencionar las letras de tu nombre me tirarás de tu Gracia.

Chínguere.

Una pregunta hierve: ¿cuántas formas habrá para decir mezcal?

Juido.

Hablo de las primeras décadas del siglo pasado, tiempo de la prohibición. ¿Cómo se llamaría el trago cuando los maestros mezcaleros sufrieron persecución y cárcel?

Nunca llegaremos a saberlo.

Salsipuedes.

Ensayo, arrojo palabras, versiones, como espejos que revelan el pasado.

Chingadazo.

Lo que espera la gente del poeta es grande, sin medida. Que el poeta le salve la vida (el poeta sólo es un hombre puesto contra el viento, a la mitad de los caminos), que escudriñe el alma (el poeta sólo sabe hacer brincos en una sola pierna y eso, a veces, cuando la tristeza se lo permite), que aclare el tiempo por venir (el poeta sólo quiere tener un perro, desde la infancia).

La pura verdad es que el poeta no sabe a veces por dónde sale el sol ni leer el letrero del camión urbano, guiar sus pasos hasta la esquina. Lo que espera la gente del poeta es grande y el poeta olvida el rayo que sale de sus orejas, entre papeles y recuerdos.

Papila, besito.

En este milenio el mezcal lleva su connotación de clase social, harta de dinero.

Trago fifí.

Viento que se lleva el viento, viento fuerte del mar. Norte. Viento que nace en el patio de la casa de mis padres. Norte que malogra la flor. Viento que arrastra con todo: la pantalla de manta percudida del cine callejero.

Viento que deja zopilotes sobre el cable de la luz que atraviesa mi barrio. Aire sin juicio que arrastra con todo: viento que deja al baño sin ventana, abierto a los ojos de todo el mundo. Viento, suspiro de mujer enamorada. Viento que deja al baño sin techo, para que los luceros vean tu cuerpo cuando lo enjabonas.

Viento que arrastra todo, tendederos y vagones. Camiones de carga que caen en carretera fulminados por el aire. Viento mal agüero, acarreador del mal fario. Viento padre. Viento madre. Viento hermano que nos llama a jugar canicas en el patio.
Viento que juega trompo y balero mientras pasa el mal tiempo. Viento niño que corre por los cuartos de la casa. Aire adolescente que besa tus senos en un callejón oscuro del puerto.

Lumbre sin nombre.

En agencias y colonias pulula un ejército de hambrientos de alcohol, el Escuadrón de la Muerte. Arrastran su mala estrella, nombran la bebida: marro.

Pierde Almas. Maldita felicidad.

—Le pido por favor que me cuide este poema, ya anda ebrio.

—Claro, estaremos al pendiente de su seguridad.

Malcolm Lowry***—Sí, así me dijeron que se llamaba.Juan Rulfo, ‘Pedro Páramo’César Rito Salinas —¿Vas querer que lo anot...
30/06/2025

Malcolm Lowry

***
—Sí, así me dijeron que se llamaba.
Juan Rulfo, ‘Pedro Páramo’

César Rito Salinas

—¿Vas querer que lo anote a tu cuenta?

La mujer que atiende la tasca habla con la cinta de sus cabellos quieta entre sus manos.

Ella sabe de la venta de mezcal a crédito.

¿Quién le fía trago a los ebrios?

El hombre se queda con el rostro metido entre pequeños vasos de veladora que hacen las veces de copas, “más valdría no haber nacido”, repite entre sueños.

Lleva días en la cantina, en Parián, bebe mezcal junto a los obreros desempleados del ferrocarril mientras cae el sol de la tarde. Duerme y despierta, entre sollozos. Duerme.

Tarde bermeja. El Farolito, tendajo de muros altos de adobe.

El ebrio despierta, grita. La mujer que atiende se acerca, en una mano lleva un plato con semillas de calabaza, en la otra sostiene la cinta de sus cabellos. El ebrio llora, vuelve a dormir.

La mujer que atiende las mesas sonríe. Arroja una sonrisa a las sombras, se aleja a servir más copas de mezcal entre hombres taciturnos.

—La lista es larga, mi abuela inició la venta; el primer cliente fue un tal Malcolm Lowry.

El Farolito de PariánCésar Rito Salinas***Ninguno va allí.Sólo los que no tienen a nadie.Malcolm Lowry, ‘Bajo el volcán’...
29/06/2025

El Farolito de Parián

César Rito Salinas

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Ninguno va allí.
Sólo los que no tienen a nadie.
Malcolm Lowry, ‘Bajo el volcán’

***

I
Las palabras no bajan, no puedo hablar; el pasado llega entre imágenes congeladas porque no hay nada más que decir. Yo no debiera hablar, estuve frente a la desgracia, pude evitar el final, la muerte.

Al silencio le debo la vida. Hago los días en el silencio de los mu***os. Sólo le doy vuelta a las frases, no alcanzo a superar el miedo, las ganas de beber que me dejó aquel amor.

II

Venir hasta esta esquina a esperar la muerte; en la mesa de la tasca, no más que techumbre de obreros desempleados del ferrocarril. El mezcal ilumina la tarde. Sólo le doy vuelta a las frases, esta escritura resulta vieja, de otro tiempo que corre lenta en la tarde bermeja. El Farolito, cantina de Parián. Debajo de este pueblo corre un río de aguas lentas, cada tarde se levantan los recuerdos.

Los obreros esperaban la llegada del pagador de la empresa, que desde hacía tiempo dejó de ser visto por estas tierras. Los hombres viven de lo que pueden, algo siembran, algo levantan de este sitio amargo mientras reproducen la esperanza.

En el Farolito se consumen lentos tragos de mezcal mientras corre el aire frío sobre labios resecos.
Sombra y silencios.

Una y otra vez le doy vuelta a las frases.

La mujer que atiende escribe la cuenta del consumo en una libreta de tapas gastadas, lleva los cabellos atados con una cinta azul. Ella también espera la llegada del pagador de la compañía, en la mesa del fondo un hombre ebrio murmura, menciona los tiempos de la revolución.

Más valdría no haber nacido –dijo.

El Parián de Malcolm LowryCésar Rito Salinas ***Al leer, debemos fijarnos en los detalles, acariciarlos.Vladimir Nabokov...
28/06/2025

El Parián de Malcolm Lowry

César Rito Salinas

***
Al leer, debemos fijarnos en los detalles, acariciarlos.

Vladimir Nabokov, ‘Curso de literatura europea’
***

Trabajar con el crédito hace la esperanza.

La mujer que atiende a los ebrios
camina entre las mesas,
la cinta de sus cabellos entre las manos
(parece que está por abandonar el lugar, pero nunca abandona a los ebrios).

Mientras atiende a la clientela escucha historias sobre la grandeza del ferrocarril.

Sirve platos con semillas de calabaza tostadas en el comal.
—pasa la vida entre recuerdos, y nunca alcanza a distinguir los hechos que hacen esos recuerdos—dijo Malcolm Lowry.

Con la clarividencia del teporochoCésar Rito SalinasUn secreto. Un mensaje. Una palabra. Furia Rocío Cerón, ‘Incisión’ *...
27/06/2025

Con la clarividencia del teporocho

César Rito Salinas

Un secreto. Un mensaje. Una palabra. Furia
Rocío Cerón, ‘Incisión’

***
La mañana está muy lejos,
pero ya pasan las luces del camión urbano.

Conmigo están el aire, la dolorida banqueta,
las puntuales manecillas del reloj.

Anoche aullaron los perros, me acosó la sed.

¿Qué sueño vendrá entre ladridos?

La piedra labrada.
¿Podré descifrar esa escritura?

Luces de cumbia amanecen entre autos.

¿Puedo interpretar la cumbia como signo del destino?

Escucho los pasos de Monte Albán.

El largo tranco sobre cinco escalones
en la ciudad antigua.

Antes del alba el abrigo que me cubre sueña con monedas.

¡Cómo extraño los periódicos ochenteros!; o qué lector-veedor-escucha no soyRenato Galicia Miguel Paso de ver en redes a...
27/06/2025

¡Cómo extraño los periódicos ochenteros!; o qué lector-veedor-escucha no soy

Renato Galicia Miguel

Paso de ver en redes a Chumel Torres, Luisito Comunica, Alazraki, Carlos Loret de Mola, Javier Alatorre, Joaquín López Dóriga, Ciro Gómez Leyva, Carmen Aristegui, Anabel Hernández y tantos clones más.

Si llego a detenerme en ellos es porque quiero escribir un texto para criticarlos destructivamente.

Nunca se me ocurriría, ni borracho, escribirles un comentario. Cómo para qué o por qué, diría.

Si ni a quien leo o veo-escucho con cierta atención, esté de acuerdo o no, le escribiría salvo que fuera absolutamente necesario, por qué le enviaría un comentario a alguien cuya credibilidad es baja o nula desde mi reflexión con conocimiento de causa.

(Igual no le veo el caso responder—trato de no hacerlo, aunque a veces sucumbo— a comentarios que me han tocado, como reportero y editor, en mis sitios web o en mis redes sociales cuando detecto que son descalificaciones o insultos que derivan de que les caigo mal u odian a un colaborador, o que son reacciones debidas a que toqué personajes a los que los suscribientes les son incondicionales por intereses mutuos, o porque me doy cuenta que más bien desean leer lo que a ellos les satisface ideológica, intelectual o éticamente, un sesgo muy común en nuestros días digitales —por cierto, a esto último, Henry Miller ya le dio solución hace muchos años cuando dijo que leyó todo lo que había en su tiempo y, al no encontrar lo que deseaba, mejor decidió escribirlo él mismo).

Brinco en putiza los videos que inician con “noticia de último momento, ¡urgente!, sabías que, rompe el silencio” y expresiones ramplonas similares, sea el tema que sea: la Fórmula Uno o el atentado a Miguel Uribe Turbay, el senador colombiano.

Para mí son materiales de personas —influencers o “creadores de contenido” o genéricos ídem— que no toman en serio el quehacer informativo o de medios que ven al periodismo sólo como negocio, nunca con su razón de ser: un servicio social.

Pongo algo de atención a gente como Julio Astillero, Jairo Calixto Albarrán, Jesús Escobar Tovar, Alfredo Jalife-Rahme cuando habla de geopolítica y otros de ese talante.

Pero no logro encontrar a un medio o un columnista que periodísticamente me satisfaga.

(En el viejo periodismo, el columnista —no el articulista ni tampoco el comentarista— era el mejor periodista, muchas veces sin la posibilidad de publicar información con la fuente debida, pero sí en cambio con la capacidad de filtrarla sin caer en la ilegalidad ni violar la ética profesional: de ahí que sólo algunos elegidos pudieran llegar a ese escalafón tan prestigiado: el del columnista).

Me asusta que no haya en redes sociales periodistas y medios sólidos ética y profesionalmente hablando.

Percibo que hay personas jóvenes, muy jóvenes a veces, que están tratando de hacer las cosas bien, pero que no cuentan con la orientación para lograrlo.

Percibo que hay periodistas veteranos y medios que están haciendo un buen trabajo, pero que no van más allá.

No percibo que los viejos excelentes periodistas, independientemente que algunos se hayan retirado o que se nos adelantaran en el camino, estén haciendo periodismo en redes, lo cual es una tragedia porque significa la pérdida de un conocimiento generacional en forma y fondo, un hecho que tardará muchas décadas en resarcirse.

Y eso también asusta.

En los ochenta era mucho más fácil estar bien informado. Sin bronca, sabías qué y a quién leer. Como estudiante universitario y reportero novel leías ‘La Jornada’ y ‘El Financiero’, y nunca al “Noverdades”, mientras que a ‘El Universal’ lo adquirías sólo cuando necesitabas checar el “Aviso Oportuno”, los anuncios clasificados.

Si querías informarte sobre un conflicto del Medio Oriente comprabas ‘El Día’ porque sabías que traía la mejor sección internacional del país, y si te interesaba entender la coyuntura de un tema latinoamericano buscabas los textos de Gregorio Selser.

Para informarte hoy del conflicto Israel-Irán primero tienes que checar videos hasta la madre, luego ir discriminando, descartando, seleccionando qué ver y qué no, para nada más darle seguimiento a los materiales más o menos verosímiles.

Además, tienes que darte cuenta que la información realmente actual es la que puede estar siendo transmitida en la madrugada, pues sólo en tal caso es posible que las noticias sean las del bendito tiempo real.

Como en los videos no es la regla ubicar primero al lector en tiempo y espacio —en los periódicos nacionales de antes era obligatorio iniciar un texto con el lugar y la fecha cuando se cubría un hecho como enviado—, se utiliza mucho el engaño para buscar el dedazo que registre la visita al sitio respectivo: por eso utilizan tanto frases tipo “información de último momento”.

Les vale que cuando la persona vea el video se dé cuenta que trata sobre el primer lanzamiento de misiles, cuando ya van en el onceavo.

Después de varios días que te han vuelto un experto digital, te das cuenta que has invertido demasiado tiempo sólo para estar mal informado —o desinformado, como dicen ahora.

Por eso es que extraño tanto a los periódicos ochenteros.

Va un toque por los inmigrantes (por cierto, por qué decimos que el día está chelero, tequilero o mezcalero, y nunca yer...
26/06/2025

Va un toque por los inmigrantes (por cierto, por qué decimos que el día está chelero, tequilero o mezcalero, y nunca yerbero).

Jose Manuel Arturo Tomás Chao, más conocido como Manu Chao, es un cantautor francés de origen español, de madre vasca y padre gallego, nacido el 21 de junio ...

Costillas de cerdo en salsa verdeCésar Rito Salinas***El eco de la voz, el viento de la mañana y el sol ***La gente cree...
26/06/2025

Costillas de cerdo en salsa verde

César Rito Salinas

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El eco de la voz, el viento de la mañana
y el sol
***

La gente cree hacer el bien cuando tiende la mano al desvalido. Doña Matilde lo sabía.

Los militares pagaron la cuenta, dieron las gracias y se largaron.
Marco seguía con la vista clavada en mi reloj, mudo.

En la empresa dijeron que ese día en la mina sería el movimiento del dinero. Había colocado a una ficha en el restaurante, Menina.

Como dice Onetti, para que se cumpla el amor, uno de los participantes deberá ser sordo, distraído; para que llegue y se marche, surja ese sentimiento de tristeza que nos hace arrastrar la cobija en pleno día, a media calle.

A Menina le pude decir quédate, pero no me salieron las palabras. La volví a encontrar en el restaurante de aquella carretera, sus ojos enormes que todo lo miran sin gestos de sorpresa.

Calculé que el vehículo de los militares había tomado velocidad. Pude escuchar el ruido del motor, poner atención y medir la distancia. Sentado, indiferente.
Para eso me contrataron.

Tardo más en contar la historia que en recordar los hechos. Las letras vuelan sobre el lomo de las letras, puedo escuchar su chillido cuando saltan unas sobre otras, cuando vienen desde lejos y se marchan a un lugar que nadie conoce. No alcanzan a retener el olor, el sabor de la atmósfera.

Había sol, doña Tina puso el plato con carne frita de cerdo en salsa verde, apareció Menina tras la ventana.

La gente guía sus reacciones bajo una noción de la verdad, de lo que ellos creen que es posible que sea la verdad. Nadie acepta que pase un hecho extraordinario en una fracción de segundo. Se paralizan.

Los crecieron con la idea de que la verdad se encuentra antes de que su cerebro ordene sus reacciones. Nos educan en la verdad.

La muerte o la adversidad llegan desde el sitio no verdadero, por eso tanto nos sorprenden.

Los militares salieron del negocio. Habrán pasado uno o dos minutos en carretera, cuando les llegue el mensaje de auxilio. Pasarán otros veinte segundos; en la carretera, tardarán unos tres segundos en dar la vuelta, estarán de regreso en minuto y medio, por muy rápido que vuelvan.

Nadie está dispuesto a aceptar este hecho: los segundos importan porque cambian el rumbo de nuestro ánimo. Para eso me contrata la empresa, para alterar el tiempo.

Los militares aparentan realizar actos de gente normal, pero no son nada normal, cargan fusiles, ¿cómo podría ser normal alguien que va armado hasta la mesa de la comida?

Lo que se tenga que hacer lo despachamos en cuarenta segundos.

—Hay que entrarle— dije.

Chile moritaCésar Rito Salinas***Puede ser irrisorio escribir un libro sobre la vozPaul Zumthor, ‘Introducción a la poes...
25/06/2025

Chile morita

César Rito Salinas

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Puede ser irrisorio escribir un libro sobre la voz
Paul Zumthor, ‘Introducción a la poesía oral’

***

Al restaurante llegué despejado —que es la mejor forma para que surjan los acuerdos—, pude escuchar las voces de los militares que se pararon para comer en el negocio de doña Martina.

Cinco elementos bajaron de una camioneta con ropa de campaña, descolorida de tanto sol.

—Buenas tardes— dijo el teniente cuando pasó junto a nuestra mesa.

En el grupo de sardos venía una mujer, una joven que pasó directo al baño. Se quedaron dos de sus compañeros parados junto a la mesa, con el fúsil en la mano, mientras los otros dos tomaron asiento. Pidieron de comer.

Cuando regresó doña Martina con la comida pasaron a lavarse las manos, uno por uno. Pude ver sus rostros quemados de sol, fastidiados de aquella vigilancia del camino.

Hay gente que piensa y se desprecia.

A veces pesan los brazos. Cada que impulso los dedos contra el teclado me pesan las manos, las ideas, los recuerdos.

En mis escritos no busco grandes oraciones, nunca podré escribir ‘oleadas de sangre’, por ejemplo.

Para mí que la luna sólo aparece parea buscar los ojos de Menina. Puedo decir que esta máquina se guía sola, que las imágenes van junto a las palabras que saltan una a una de mis dedos, letras con vida propia, independientes de mi voluntad, de mis recuerdos, de estas ganas de escribir.

Será que los bandidos cuentan la historia y las letras aceptan cualquier pacto. Antes de las tres pasaron los camiones de carga, retumbó la tierra, las moscas seguían ahí, insaciables bajo aquella luz que achicharraba la vista, los ojos, que volvía pesados los párpados.

De la infancia recuerdo la casa de mis padres junto a la carretera, el retumbar de los muebles cuando pasaban los camiones, el sonido del motor.

Hay una soledad grande cuando se vive pendiente del tronar de la tierra, se siente un como alejarse del piso de los objetos o un saber que todo lo que te rodea no tiene importancia.

El que crece junto al camino hace con sus recuerdos un atado y se marcha, sin apego, ligero. Las cosas que se escuchan en la infancia hacen el camino del adulto.

Hay que saber aceptar el desprecio de la suerte; sacarle provecho. En todo esto hay un jugo que se desprecia, aquello que se vierte sin remedio. Desde el desprecio habrá que sacar el destino.

Habitar junto al camino hace que la vida misma no valga la pena. Lo sé desde niño, hay tardes en las que me cae una tristeza honda, inabarcable.

Desde aquellos días cargo el vacío. Como un trapo, un muñeco sin cuerda, arrumbado en la esquina: en esos días soy eficiente.

—¿Refresco o agua fresca?

—¿De qué es el agua?

Me dolía el hígado, pero le entré a la comida, carne frita de cerdo en salsa verde en chile morita.

Espanté las moscas que tomaban una siesta sobre el canasto de las tortillas, muy quitadas de la pena las muy cabronas, apuré un trago de agua de tamarindo —el agua de tamarindo es buena para los que padecen estreñimiento; relaciono el tamarindo con el desalojo del dolor, el vaciado de las tripas, mi madre me curó el empacho con ayunos y agua de tamarindo.

Un militar cuidaba la puerta del baño, había entrado su oficial. Era como su guardaespaldas, lo seguía a todas partes.

—Hay que entrarle— dijo Marco.

Marco clavó la mirada en mi reloj, en sus ojos pude ver el miedo.

Hay gente que junto al peligro crece como un niño con juguete nuevo, ilusionado.

Yo peleaba con las moscas, con la carne de cerdo frita en salsa verde. Para eso me contrataron, para mantener la calma, medir el tiempo. Para llevar la respiración en la más completa calma que se pueda, bajar las pulsaciones al mínimo y contemplar con detenimiento hasta tragar rebanadas de aire.

Hay que saber esperar. En silencio.

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