27/09/2025
“Rayados, ¿un equipo de futbol o marketing para FEMSA?"
Columna: El Sociólogo gradista.
27/09/2025.
Hablar del Club de Futbol Monterrey siempre fue hablar de pertenencia. De un equipo que supo reflejar, al menos en el imaginario regio, la dureza del trabajo, el esfuerzo de cantera y la proyección de figuras extranjeras que venían a dejarlo todo en la cancha. En los tiempos del Guille Franco, del “Chupete” Suazo, de Ayoví o del mismo Aldo de Nigris, se imponía un sentido de comunidad, no importaba si el jugador venía de Sudamérica o de Monterrey, había un compromiso con el equipo y la afición.
Hoy la situación es distinta. Lo que vemos es una plantilla de “nombres” que, aunque pesan (algunos) en Europa, parecen poco conectados con la realidad local. Basta mencionar a Sergio Ramos, Anthony Martial, Sergio Canales o el propio portero uruguayo Santiago Mele, quienes más que consolidar una identidad rayada representan una apuesta financiera, un movimiento de mercado que busca atraer reflectores. El problema es que, con ellos en la cancha, Rayados sufrió la peor derrota en más de 20 años (6-2 ante Toluca). No es sólo un marcador, es un símbolo de lo que se está jugando fuera de la cancha.
La directiva parece obsesionada con ser campeones “a la fuerza”. Como si estuviéramos jugando FIFA y llenamos el equipo de europeos, lo metemos en la Liga MX y listo. Pero el futbol no funciona así. El título no se compra tal cual, se construye con identidad, pertenencia y hambre. Cuando uno ve la postura de Ramos o Martial, se percibe cierta distancia, pareciera que miran a Monterrey más como un retiro dorado que como un reto real. Un club de paso, un lugar para estirar su carrera un par de años más, y no como el proyecto de vida que alguna vez representaba ponerse la camiseta rayada.
Además, hay un detalle que no se puede pasar por alto y es el hilo invisible que conecta a Rayados con Sevilla: Sergio Canales, Oliver Torres, Sergio Ramos, Antony Martial, Lucas Ocampos, incluso Tecatito Corona, que por si no recuerdan, para irse a Europa tuvo que pelearse con la directiva, pero pasando por Sevilla mágicamente se soluciona todo, hasta las gestiones que han sonado de otros exjugadores sevillistas. No es casualidad, todo apunta a que hay algo detrás, un promotor con mucha influencia o un negocio que favorece siempre la misma ruta. Es legítimo preguntarse si los fichajes responden realmente a las necesidades deportivas del Monterrey o a un circuito cerrado de intereses que nada tiene que ver con la identidad del club.
El Monterrey de hoy parece obsesionado con un modelo importado de fichajes europeos, jugadores por encima de los 32 años, nombres que en LaLiga tuvieron un pasado relevante, pero que aquí llegan a cobrar más que a construir. Esto genera un desfase entre la institución y su gente. La afición rayada, acostumbrada a un equipo con hambre, con cantera pujante y extranjeros que se jugaban el prestigio, ahora enfrenta un club que se comporta más como franquicia de espectáculo que como institución deportiva con raíces, un espacio para lanzar la carrera musical de ciertos jugadores (Ramos y Salcedo).
Aquí viene la parte irónica, aunque parezca chiste, por favor no se rían, pero el paralelismo con Tigres del 2009 es inevitable. Aquel equipo felino venía de años de inversión, nombres rimbombantes como Walter Gaitán, el “Cuqui” Silvera o Nery Pumpido en el banquillo, pero sin títulos que respaldaran el gasto. Lo que siguió fueron pésimas gestiones, fichajes innecesarios y la amenaza real del descenso, que se resolvió apenas en 2009 con aquel empate ante Morelia que simultáneamente condenó al Necaxa. Tigres estuvo a un paso del abismo antes de vivir su época dorada. Monterrey, hoy, da señales de caminar una ruta parecida, gasto excesivo, fichajes más de nombre que de rendimiento, y una directiva que parece confiar ciegamente en que el respaldo empresarial de FEMSA será eterno.
Pero el fútbol no perdona. Y aquí entra la mirada sociológica: Monterrey ha construido su identidad deportiva en un entorno atípico. El futbol regiomontano es de los pocos en México donde el soporte empresarial parece “garantizado”. Mientras en el resto del país equipos como Querétaro, Atlas, León o Santos han sobrevivido con recursos limitados y modelos de negocio mucho más austeros, en Monterrey se naturalizó la idea de que las empresas privadas siempre sostendrán al equipo. Esa normalización es peligrosa.
¿Qué pasará cuando FEMSA ya no vea rentable el proyecto? ¿Qué sucede si los patrocinadores cuestionan el retorno de inversión en un equipo que gasta como europeo pero se comporta como club de media tabla mexicana? ¿De verdad Rayados puede seguir inflando su nómina y traer fichajes con sueldos de millones de euros en un mercado que no exige lo mismo que Europa ni genera lo mismo que Arabia?
La pregunta no es sólo deportiva, sino cultural: ¿qué significa apoyar a un club que ya no representa a su comunidad sino a un modelo globalizado de consumo? Hoy Rayados está más cerca de equipos como León o Santos en títulos, más cerca de Necaxa en el recuerdo histórico que de los “gigantes” que presume su nómina. Y con el eventual regreso del descenso, lo que hoy parece un escenario apocalíptico podría convertirse en un riesgo real si la gestión no cambia. Hay que ser humildes.
En pocas palabras, rayados ha perdido el sentido de pertenencia y está hipotecando su identidad por un modelo de mercado que no garantiza triunfos. El equipo ya no es aquel Club de Futbol Monterrey, es una franquicia de espectáculo que quiere ser campeón a la fuerza sin verdaderos proyectos deportivos (cuanto no se viene pidiendo un delantero nominal comprobado) además de un sospechoso romance con Sevilla que deja más dudas que certezas.
Es importante mencionarlo, porque cuando el negocio deje de dar, la afición se enfrentará a una pregunta que no está acostumbrada a responder: ¿quién es Rayados sin FEMSA, sin europeos de renombre y sin títulos recientes?