30/05/2025
Akira Kurosawa: Arquitecto del Cine Moderno
Akira Kurosawa (1910–1998) es, sin lugar a dudas, uno de los cineastas más influyentes del siglo XX. Su obra no solo redefinió el cine japonés, sino que marcó profundamente la evolución del lenguaje cinematográfico a nivel mundial. Con una carrera que abarcó más de cinco décadas, Kurosawa consolidó una estética narrativa única, basada en una profunda comprensión de la condición humana, una rigurosa composición visual y una ética narrativa heredera tanto del pensamiento filosófico oriental como del canon literario occidental.
Kurosawa debutó como director en 1943 con Sanshiro Sugata, una cinta sobre el judo que ya prefiguraba su inclinación por los héroes morales en busca de identidad y sentido. Sin embargo, fue Rashomon (1950), ganadora del León de Oro en Venecia y del Óscar Honorario a la mejor película extranjera, la que lo catapultó a la escena internacional. Este filme introdujo al mundo la estructura narrativa del “testimonio múltiple”, influenciando décadas de guionismo contemporáneo.
El cine de Kurosawa se caracteriza por su síntesis entre el humanismo universal y la tradición estética japonesa. Obras como Ikiru (1952), una meditación sobre la muerte y el sentido de la vida, o Shichinin no Samurai (Los siete samuráis, 1954), con su despliegue coral y estructura épica, muestran su maestría narrativa. Esta última película fue adaptada en múltiples versiones, incluyendo el célebre western The Magnificent Seven (1960).
Además de ser un consumado narrador, Kurosawa fue un innovador técnico. El uso de la cámara en movimiento, el teleobjetivo, los filtros para controlar la luz natural y su dominio del montaje rítmico fueron revolucionarios. Su estrecha colaboración con actores como Toshiro Mifune y Takashi Shimura y su detallado trabajo con los storyboards (dibujados por él mismo) son muestra de su enfoque integral como autor total.
La relación de Kurosawa con Occidente fue compleja pero fructífera. Admirado por directores como Federico Fellini, Ingmar Bergman, George Lucas, Francis Ford Coppola y Martin Scorsese, Kurosawa sirvió de puente entre culturas. A su vez, su amor por Dostoievski, Shakespeare y Gorki se refleja en adaptaciones como Ran (1985), inspirada en El Rey Lear, o The Idiot (1951).
Aunque sufrió una crisis creativa y económica en los años 70, Kurosawa vivió un renacimiento con el apoyo de la industria internacional. Kagemusha (1980), financiada por Coppola y Lucas, ganó la Palma de Oro en Cannes. Ran reafirmó su genio a escala épica, y películas como Dreams (1990) y Madadayo (1993) revelaron una faceta introspectiva y poética en su vejez.
Akira Kurosawa dejó un legado imperecedero: una filmografía que dialoga con la historia, la filosofía, el arte y la emoción humana. Su cine es espejo, brújula y archivo del alma.