21/06/2025
—No te juntes con la chusma, decía.
Pero colgaba sus calzones al lado de los de Don Ramón.
Así comienza el Síndrome de Doña Florinda.
Un mal que no aparece en hospitales,
pero sí en barrios humildes, chats de vecinos,
y sí… también en redes sociales.
Es cuando alguien que no tiene mucho,
cree que vale más… por pagar la renta puntual,
por hablar bonito,
por colgar cortinas elegantes mientras el agua se le filtra por el techo.
La Doña Florinda de carne y hueso no vive en la televisión.
Vive en tu cuadra.
En el trabajo.
O en Facebook, comentando:
—“La culpa es de los flojos.”
—“Así son los pobres, puros vicios.”
—“Yo por eso no me junto con cualquiera.”
Lo curioso es que…
ella también vive al día.
También compra en ofertas.
También debe la tarjeta.
Pero se cree distinta.
¿Por qué?
Porque su hijo viste con camisa de marca.
Porque tiene 2 mil seguidores.
Porque nunca se ha subido al camión (según ella).
El síndrome no tiene que ver con dinero…
sino con el desprecio.
Y con la necesidad urgente de sentirse superior,
aunque sea por encima del que vive al lado.
Como si limpiar más fuerte o hablar con acento
la volviera menos vecina…
y más “dama respetable”.
Pero la verdad es esta:
Todos vivían en la vecindad.
Todos eran pobres.
Solo que unos lo aceptaban… y otros fingían.
Así que la próxima vez que veas a alguien
criticar al de abajo para sentirse arriba…
Recuerda:
Doña Florinda también colgaba sus calzones junto a los de Don Ramón.
Solo que ella lo hacía con el dedo levantado.