
30/09/2025
Revocación de mandato en Hidalgo: simulación con las manos atadas.
En Hidalgo, la llamada revocación de mandato avanza más como espectáculo que como ejercicio democrático. El Instituto Estatal Electoral (IEEH), a través de su presidenta, María Magdalena González Escalona, presume con entusiasmo que 23 entes públicos ya firmaron la declaratoria para no intervenir en el proceso. Entre ellos, partidos políticos, ayuntamientos y organismos como la CDHEH y la UAEH.
El dato incómodo, sin embargo, es otro: en 25 días apenas se han validado 224 firmas de un mínimo de 236 mil 529 necesarias. Ni siquiera alcanzan el 1%. La consulta que debería reflejar el sentir ciudadano luce destinada a naufragar antes de zarpar.
La gran ausente es la ciudadanía. No participa, quizá porque intuye que la revocación no es más que un montaje; quizá porque, en el fondo, prefiere guardar silencio ante una administración ocupada en obras innecesarias antes que en atender las causas de la miseria. Esa apatía, alimentada por el desencanto, deja claro que la consulta no prende ni en el discurso oficial ni en el ánimo social. Y si a ello se suma que los partidos tienen las manos atadas, la escena es aún más estéril, el PRI y el PAN apenas alcanzan a descalificar el proceso como un gasto infructuoso.
La presidenta del IEEH afirma que “23 es un buen número”. ¿Buen número para qué? Para la foto, tal vez. Porque en términos de participación y credibilidad, la revocación huele a fracaso anunciado.
A todo esto, el dinero tampoco aparece, la Secretaría de Hacienda estatal no libera los 14 millones de pesos que el IEEH requiere para arrancar. La paradoja es grotesca, se anuncian prohibiciones, se firman declaratorias y se lanzan llamados a la “legalidad”, pero no hay recursos ni respaldo real para organizar el proceso.
Y como si no bastara, los partidos políticos arrastran un historial de más de 107 millones de pesos en multas por trampas y abusos de campañas anteriores. El IEEH presume haber recuperado ese dinero para ciencia y tecnología, pero la ciudadanía no se engaña, los mismos partidos reinciden, los gobiernos no rinden cuentas y el árbitro electoral sigue atrapado entre la simulación.