05/08/2025
El no tiene poder, que tú si sea un sí, y tú no un no, tremenda moraleja!
—Papá, ¿me prestas la camioneta?
No era la primera vez que lo pedía. Ya era costumbre: salía, la devolvía con el tanque a la mitad, llena de basura, sin una sola vez haberla limpiado.
Ese día lo miré serio, sin rodeos, y le dije:
—No.
Se quedó helado. Como si le hubiera dicho que ya no lo quería.
—¿Cómo que no? ¿Y cómo voy a ir a la escuela? ¿O a salir con mis amigos?
—No es un castigo —le respondí—. Es una consecuencia.
Te di algo que no era tuyo, y no lo cuidaste. No lo valoraste. Ahora, no lo usas más.
Se enojó. Se encerró en su cuarto. Pasaron varios días sin que me hablara.
Y sí… me dolió más de lo que creí.
Soy papá soltero. De los que hacen desayuno, esperan despiertos en la madrugada, y abrazan sin preguntar.
Pero también soy papá… y educar a veces duele.
Días después, sin decir nada, limpió la casa entera.
Cada rincón. Cada vidrio. Cada plato.
Luego se me acercó, bajó la mirada y me dijo:
—Perdón, papá. No estuve bien.
Me abrazó fuerte. Y después, otra vez me lo pidió:
—¿Puedo usar la camioneta?
Y aunque mi corazón me gritaba que sí… lo miré y le dije:
—No, hijo. Porque te amo demasiado como para rendirme.
Porque si cedo, te enseño que todo tiene precio.
Y yo no quiero que crezcas creyendo que todo se arregla con favores.
Quiero que entiendas que las acciones traen consecuencias,
y que hay cosas en la vida que no se negocian.
Educar no siempre es abrazar. A veces es sostener un “no” con el alma hecha pedazos.
Pero dormir sabiendo que hiciste lo correcto… también es amor.
Quizás hoy me vea como el malo…
Pero algún día, cuando tenga sus propios hijos, sabrá por qué lo hice. Y me dará las gracias.