23/09/2025
Bestiario Floral del Género Dracula
En el mundo de las orquídeas, se las conoce como las flores de la pasión. No solo por sus formas exuberantes o sus mecanismos sexuales sofisticados, sino por la intensidad con que seducen a quienes las estudian, cultivan o simplemente las contemplan. Pero hay pasiones que no se manifiestan en luz ni en color: hay pasiones que se arrastran por la sombra, que florecen en la humedad del bosque nublado, que invocan lo monstruoso. Así nace el género Dracula, una transfiguración vegetal que parece haber sido soñada por un botánico gótico. Separadas del género Masdevallia por Carlyle A. Luer en 1978, las Dracula revelaban exigencias morfologías tan singulares —sépalos alargados como colas y estructuras que imitan hongos para atraer dípteros— que pedían un nombre propio, uno que reconociera su teatralidad oscura. Desde entonces, el género ha sido un desfile de criaturas monstruosas:
Dracula vampira: Originaria de los bosques nublados de Ecuador, Dracula vampira despliega flores grandes y sombrías, con sépalos alargados que recuerdan las alas plegadas de un murciélago. Su labelo, carnoso y húmedo, simula la textura de un hongo, atrayendo moscas por mimetismo fúngico en un ritual de engaño vegetal. El nombre “vampira” no es una metáfora ligera: evoca al depredador nocturno de la tradición rumana, al mu**to viviente que regresa de la tumba con sed de sangre, al pariente que vuelve tras ser enterrado, movido por un deseo que no se apaga.
Dracula nosferatu: Nativa de Colombia, esta orquídea lleva en su centro un rostro difuso, como tallado por la niebla. Su nombre homenajea al vampiro de la película alemana de 1922, dirigida por Friedrich Wilhelm Murnau y protagonizada por el enigmático actor Max Schreck, cuya interpretación del Conde Orlok fue tan inquietante que dio origen a leyendas sobre su verdadera naturaleza vampirica. “Nosferatu”, palabra de raíz rumana, se traduce como “no mu**to” o “portador de la peste”, y en esta flor se convierte en símbolo del deseo ma***to, del cuerpo que regresa para traer muerte donde antes hubo vida.
Dracula chiroptera: Esta especie ecuatoriana debe su nombre al orden zoológico de los murciélagos: Chiroptera, del griego cheir (mano) y pteron (ala), literalmente “ala en la mano”. Sus sépalos curvados y oscuros parecen alas plegadas, y su hábitat en bosques húmedos refuerza la analogía con los vuelos silenciosos de la noche. Curiosamente, aunque existen más de mil especies de murciélagos, solo tres son hematófagas —es decir, beben sangre— y pertenecen a la subfamilia Desmodontinae. Esta flor, como ellos, no busca luz ni néctar: se manifiesta en la penumbra, como una criatura que vuela sin moverse, que escucha la noche y florece en el eco
Dracula simia: Conocida por su labelo que recuerda el rostro de un simio, esta especie habita las montañas húmedas de Ecuador y Perú, donde la niebla parece guardar secretos antiguos. Su nombre, “simia”, revela una conexión ancestral con lo primate, como si la selva recordara sus propios gestos, sus propias máscaras. En la mitología hindú, el dios mono Hanuman —símbolo de fuerza, devoción y sabiduría— fue golpeado por el rayo de Indra al confundir el sol con una fruta madura, cayendo mu**to a la Tierra antes de ser resucitado por los dioses. Esta flor parece encarnar ese instante suspendido entre caída y renacimiento, entre animal y espíritu.
Dracula gorgonae: Endémica de Colombia, esta orquídea despliega sépalos que se extienden como tentáculos, evocando formas serpentinas que parecen moverse en la quietud. Su nombre alude a las Gorgonas de la mitología griega: tres hermanas monstruosas —Medusa, Esteno y Euríale— hijas de los dioses marinos Forcis y Ceto. Dotadas de cabellos hechos de serpientes vivas, garras de bronce y colmillos de jabalí, su mirada convertía en piedra a quien osara enfrentarlas. En algunas representaciones arcaicas, sus rostros eran descritos como cadavéricos, en estado de putrefacción, utilizados como amuletos apotropaicos para ahuyentar el mal.
Dracula gorgonae no imita esa imagen: la encarna. No mira, pero vigila. No grita, pero advierte.
Dracula chimaera: De Ecuador, esta especie presenta una morfología cambiante, con estructuras que parecen variar según el ángulo, como si la flor misma se reconfigurara según la mirada que la invoca. Su nombre, “quimera”, refiere a la criatura híbrida de la mitología griega, hija de Tifón y Equidna, engendrada en los abismos primordiales. La Quimera habitaba las regiones montañosas de Licia, en Asia Menor, donde aterrorizaba aldeas enteras, escupiendo fuego y devorando rebaños. Su cuerpo era una amalgama imposible: cabeza de león, lomo de cabra, cola de serpiente —a veces con alas de dragón—, símbolo del caos y la imposibilidad de la armonía. Fue derrotada por el héroe Belerofonte, quien, montado sobre el caballo alado Pegaso, la atravesó con una lanza cubierta de plomo que se fundió al contacto con su aliento ardiente. Dracula chimaera, como su homónima mitológica, no tiene forma fija: es muchas, pero ninguna. Una flor que no se deja clasificar, sino que se transforma
Dracula fafnir: Esta orquídea ecuatoriana lleva el nombre del dragón de la mitología nórdica, símbolo de la avaricia que devora al alma. Fafnir no nació monstruo: fue un enano poderoso, hijo de Hreidmar, que asesinó a su propio padre para quedarse con el tesoro ma***to de Andvari, un oro encantado que incluía el anillo Andvaranaut. La codicia lo transformó —literalmente— en un dragón, criatura solitaria que se reclinaba sobre su tesoro en una llanura desolada, custodiándolo con furia. Su cuerpo se volvió escamoso, su aliento venenoso, su espíritu deformado por el deseo de posesión. Fue finalmente vencido por el héroe Sigurd, quien lo atravesó con una espada mientras bebía agua, y se bañó en su sangre para adquirir el don de entender el lenguaje de los pájaros. Dracula fafnir, como su homónimo mitológico, despliega sépalos escamosos y un centro brillante que parece una joya custodiada. No florece para ser tocada: es la flor que guarda lo que no debe tocarse.
Dracula polyphemus: Originaria de Colombia, esta orquídea presenta un labelo que sugiere un ojo único, como el del cíclope de la Odisea. Su nombre, “Polyphemus”, proviene del griego Polyphêmos, que significa “el de muchas palabras”, aunque su fama no se debe a su elocuencia, sino a su brutalidad. Polifemo era hijo de Poseidón, dios del mar, y de la ninfa Toosa, y habitaba una isla solitaria donde pastoreaba ovejas y vivía en una cueva. En el canto IX de la Odisea, Odiseo y sus hombres se refugian en su morada, ignorando que el cíclope devoraría a varios de ellos. Embriagado con vino, Polifemo es cegado por una estaca ardiente, y los sobrevivientes escapan atados al vientre de sus ovejas. Pero antes de partir, Odiseo revela su nombre, provocando la maldición del cíclope, que invoca la furia de su padre Poseidón. Dracula polyphemus, como su homónimo mitológico, no ve con claridad, pero vigila con intensidad. Es una flor que observa sin parpadear, un centinela vegetal que recuerda la tragedia de mirar demasiado tarde.
Dracula lemurella: De Ecuador, esta especie lleva un nombre derivado de los lemures, espíritus inquietos de la mitología romana. Los lemures eran las almas de los mu**tos que no habían recibido los debidos ritos funerarios, condenados a vagar entre los vivos como sombras vengativas. Se les temía por su capacidad de traer enfermedad, mala suerte o locura, y su presencia era tan inquietante que los romanos celebraban la Lemuria, un ritual nocturno en mayo para apaciguarlos: el paterfamilias lanzaba habas negras sobre su hombro y golpeaba objetos metálicos para expulsarlos del hogar. Dracula lemurella, con su forma tenue y su coloración apagada, parece flotar entre mundos, como si no perteneciera del todo al reino vegetal ni al de los mu**tos.
Dracula psyche: También ecuatoriana, esta orquídea es delicada, casi incorpórea. Su nombre, “psyche”, proviene del griego psykhē, que originalmente significaba “mariposa” y más tarde “alma”. Los antiguos creían que, al morir, el alma abandonaba el cuerpo como una mariposa al viento, y de esa imagen nació el símbolo Ψ y la palabra “psicología”: el estudio del alma. En la mitología, Psique era una princesa de belleza tan deslumbrante que provocó los celos de Afrodita, quien envió a su hijo Eros (Cupido) para castigarla. Pero Eros, al verla, se enamoró. Dracula psyche es un suspiro botánico, una mariposa vegetal que encarna el alma en tránsito.
Dracula nycterina: Su nombre deriva de Nycteris, un género de murciélagos africanos conocidos como “murciélagos de cara cortada” o “nictéridos”, pertenecientes a la familia Nycteridae. Estas criaturas poseen una estructura facial única, con hoyuelos profundos que se cree ayudan a canalizar el sonido, convirtiéndolos en maestros de la ecolocalización. En la mitología mesoamericana, el murciélago es también símbolo del viento nocturno que viaja entre el inframundo y los cielos sin tocar la tierra
Dracula cutis-bufonis: “Piel de sapo” es su nombre literal, y su textura lo confirma: rugosa, húmeda, anfibia. Esta especie ecuatoriana celebra lo grotesco como forma de belleza. Es la flor que no teme lo repulsivo.
Dracula diabola: Con un nombre que evoca al demonio, esta especie ecuatoriana tiene una forma intensa, casi agresiva. No grita, pero arde. Es la flor que consagra el fuego sin llama.
Al final, lo que florece en el género Dracula no es solo biología: es proyección. La forma en que sus flores evocan rostros, criaturas, gestos —eso que llamamos pareidolia— no es un error de percepción, sino una revelación. Vemos lo que queremos ver, pero también lo que tememos, lo que recordamos, lo que llevamos dentro.
Como dijo el pintor romántico Caspar David Friedrich: “El artista debe pintar no sólo lo que ve delante de él, sino también lo que ve dentro de él”. El botánico que nombra una Dracula nosferatu, el poeta que escribe sobre una Dracula psyche, obedecen al mismo impulso: no clasifican, sino que confiesan. Cada nombre es una máscara que revela tanto del objeto como del que lo nombra. Así, el bestiario vegetal se convierte en espejo. Y en ese espejo, lo monstruoso florece. ¿Y tú, que ves cuando ves una orquídea?
Alexander Jiménez
“Quien con monstruos lucha cuide de no convertirse a su vez en monstruo.
Cuando miras largo tiempo al abismo, el abismo también mira dentro de ti.”
Friedrich Nietzsche