03/07/2025
*Hades*, el Señor del Inframundo
En la vasta mitología griega, entre los dioses nacidos del titán Cronos y la titánide Rea, se encontraba Hades, hermano de Zeus y Poseidón. Tras la gran guerra contra los titanes —la Titanomaquia— los tres hermanos se repartieron el universo: Zeus recibió el cielo, Poseidón el mar, y Hades, el reino de los mu***os. Así se convirtió en el gobernante absoluto del Inframundo, un lugar invisible a los ojos de los mortales, sombrío y profundo, donde residían todas las almas tras dejar el mundo de los vivos.
Hades no era un dios malvado, como a veces se lo presenta en tiempos modernos. Los antiguos griegos lo veían como un soberano imparcial, serio y justo, aunque temido por su relación con la muerte. Rara vez se pronunciaba su nombre, y cuando se hacían ofrendas en su honor, eran solemnes y discretas, muchas veces depositadas en fosas o grietas en la tierra, como si quisieran alcanzarlo en su mundo subterráneo.
Su reino, también llamado Hades, no era un in****no de castigos eternos, sino un vasto y complejo lugar con varias regiones. Los héroes y virtuosos descansaban en los Campos Elíseos, un paraíso de paz; los malvados sufrían eternamente en el Tártaro, un abismo oscuro; y la mayoría de las almas vagaban en los Campos Asfódelos, donde reinaba el olvido y la monotonía. Este orden era mantenido con rigor, y Hades era su guardián implacable.
Uno de los relatos más célebres sobre este dios es el mito de Perséfone, hija de Deméter, diosa de la agricultura. Hades se enamoró de ella y la raptó para convertirla en su esposa, llevándola a su reino. El dolor de Deméter fue tan grande que hizo que la tierra dejara de producir, sumiendo al mundo en un invierno sin fin. Ante esto, Zeus intervino y logró un acuerdo: Perséfone pasaría una parte del año con su madre, y otra parte con su esposo en el inframundo. Así nacieron las estaciones: la primavera y el verano marcaban su regreso al mundo de los vivos, mientras que el otoño y el invierno señalaban su partida al reino de Hades.
Con el tiempo, los romanos lo conocieron como Plutón, un nombre que resalta otro de sus aspectos: el de dios de las riquezas que brotan de la tierra, como el oro, la plata y las gemas. Esta doble naturaleza —señor de los mu***os y portador de tesoros ocultos— hizo de Hades una figura ambigua, temida y reverenciada a la vez.
Así era Hades según los antiguos: un dios que reinaba sin pasión ni crueldad, cuya existencia recordaba a los mortales que todo termina, y que incluso la muerte tiene su propio orden, su justicia y su misterio.