11/07/2025
| A mitad de la oscura noche, se ve llegar a una chica a una solitaria y oscura parada de taxis. Se trata de Alejandra.
Al sentarse, se da cuenta de que su teléfono se ha quedado sin batería y se apaga.
—¡Chin! Se apagó esta cosa y mi taxi aún no llega… —dijo con voz molesta y asustada.
De pronto, aparece Óscar, un chico que se veía buena onda y coqueto. Al llegar, se queda en la orilla, observándola de reojo, acechando a quien pronto sería su víctima...
Alejandra, ya desesperada, se asoma a ver si su taxi se acerca, pero no logra distinguir nada en la penumbra. Es entonces cuando Óscar ve la oportunidad de acercarse.
—¡Hola! Soy Óscar, ¿cómo te llamas? —le dice con una sonrisa coqueta.
—Hola… —responde ella brevemente, más preocupada porque su teléfono no enciende.
Al volver a sentarse en la oscura parada, Alejandra siente una extraña sensación. Junto a ella se sienta otra chica, quien le dice:
—¿Y tú? ¿De dónde vienes a esta hora? ¿Ya vas a tu casa? Me llamo Andrea.
Alejandra solo la mira. Un escalofrío le recorre la espalda, lo que la impulsa a seguir intentando encender su teléfono, aumentando su ansiedad.
Observamos que, extrañamente, en la parada solo están Óscar y Alejandra. En ese momento, Alejandra responde al coqueteo de Óscar con una mirada y una sonrisa pícara, a pesar del miedo y la angustia que siente.
¿Es acaso momento para esto? ¿No intuye inseguridad y peligro?
Andrea reaparece diciendo con voz firme y temerosa:
—¡No deberías estar sola a estas horas! ¡Aquí está muy oscuro!
—Mis amigas no quisieron acompañarme. Vine con ellas a una fiesta, pero se fueron con sus novios. Mi familia no sabe que estoy aquí —responde Alejandra, mientras sigue intercambiando miradas con Óscar sin conocer sus verdaderas intenciones.
Al no parecerle importante lo que Andrea decía, Alejandra la ignora:
—¡Ya es muy tarde y el taxi no llega!
Se asoma de nuevo a la orilla, esperando ver llegar su taxi en la penumbra.
—Es muy de noche para que una chica tan bonita esté sola aquí. ¿Eres de por aquí? ¿De dónde vienes? —pregunta Óscar al notar su preocupación.
Alejandra, cediendo al juego, responde:
—Gracias… Caminé hasta aquí. Vine a una fiesta con mis amigas, pero se fueron y me dejaron. No debí venir… Mi familia no sabe que estoy aquí.
—Si quieres, te acompaño a tu casa. ¡Es muy peligroso aquí! Más adelante hay una parada con más luz y los taxis pasan más rápido. ¡Puedo ir contigo, si gustas! ¿Qué dices? ¿Vamos?
Alejandra, dudando y con la curiosidad de ver qué le deparaba la noche, responde:
—¡No lo sé! Mi taxi debería recogerme aquí…
—¡Eres muy bonita! No deberías estar sola —insiste Óscar.
Temerosa y con dudas, Alejandra se vuelve a sentar. Andrea, persistente, le advierte:
—¿Te gusta él? ¡No seas ingenua! ¡No vayas con él! ¡Espera tu taxi! ¡Ya no debe tardar!
Alejandra, algo molesta, responde:
—¿Y a ti qué te importa?
—¡Yo puedo quedarme contigo! ¡El taxi está cerca, lo sé! —insiste Andrea.
Mientras esta discusión extraña continúa, Óscar toma su teléfono y hace una llamada misteriosa:
—¡Encontré a alguien! Ya saben qué hacer…
Alejandra, aún sin saber lo que realmente ocurre y molesta con Andrea, le dice:
—¡Tú no me conoces! ¿Qué te pasa? ¡Aléjate!
Se levanta y se coloca junto a Óscar, quien aprovecha para convencerla:
—¿Entonces? ¿Qué dices? ¿Vamos a la otra parada?
—¡No lo sé…! —responde Alejandra.
—¡Vamos! Hablé con unos amigos. Dicen que si quieres, te podemos llevar a tu casa, para que no estés sola aquí.
Eso termina por convencer a Alejandra, que acepta ir con él a un lugar que cree más seguro.
—Quizá mi taxi ya no venga. ¡Ya es tarde! ¡Vamos!
—¿Ves? Vamos. Mis amigos y yo somos buena onda, ¡te van a caer bien! —afirma Óscar.
Alejandra asiente con la cabeza y, al caminar junto a él, le dice:
—Gracias. Y tú también eres muy guapo.
Óscar sabe que está logrando su objetivo. Alejandra le ha respondido al coqueteo.
Pero, al alejarse un poco de la parada, ella escucha una voz que la estremece:
—¡Alejandraaaaaaaa! —grita Andrea, con un tono entre miedo y urgencia—. ¡Llegó tu taxi!
Alejandra, sorprendida y con un extraño alivio, se detiene. Sabe que ese era su momento de irse a casa. Voltea hacia Óscar.
—Gracias, fuiste muy amable, pero ya me tengo que ir.
Sube al taxi y, una vez dentro, nota que Andrea ya no está. Se pregunta:
—¡Nunca le dije cuál era mi nombre…! —exclama, con un escalofrío y temerosa.
Óscar solo observa cómo se aleja el taxi que llevaba lo que para él era su objetivo. Su blanco perfecto, evitado tan solo por una víctima más de él…
¡Andrea!
Autor: Gustavo Gutiérrez
Esto Pasa En Leon