08/08/2025
Quien verdaderamente te ama, no quiere que dependas de él… quiere que sanes en Dios.
No solo pasa en las relaciones de pareja. También puede suceder con un padre, una madre, un terapeuta, un guía espiritual, un amigo… Cuando una persona tiene poder emocional sobre otra, puede usarlo para bien o para mal: puede acompañar su proceso hacia la libertad, o puede alimentarse de su fragilidad para sentirse necesario.
Pero el amor verdadero nunca busca que otro dependa de él. Porque quien ama de verdad no quiere que te aferres a su presencia, sino que te ancles en Dios. No quiere volverse indispensable, sino ayudarte a caminar hacia tu madurez. No se siente amenazado por tu crecimiento, lo celebra.
Los vínculos sanos no absorben, no atan, no manipulan, no crean dependencia emocional. Acompañan, sostienen, respetan, impulsan. Saben cuándo estar y cuándo hacerse a un lado. Saben cuándo hablar y cuándo callar. Y, sobre todo, saben que la verdadera sanación no está en una persona, sino en Cristo.
Un padre que ama no cría hijos dependientes, sino fuertes y libres. Un terapeuta que te aprecia y respeta no busca generar adicción o dependencia emocional, sino madurez y autonomía. Un guía espiritual que ama no reemplaza la voz de Dios, sino que enseña a escucharla.
Y en el amor de pareja pasa igual: el corazón no fue hecho para aferrarse a otro ser humano como si fuera su salvador. Solo en Dios hay plenitud. Todo lo demás, acompaña el camino, pero no lo sustituye.
Quien te ama en Dios, te ayuda a caminar hacia Él, no hacia sí mismo.