
06/07/2025
Un organismo sin cerebro diseñó una red tan eficiente como el metro de Tokio
Parece increíble, pero es real: un ser vivo sin sistema nervioso logró replicar una de las redes de transporte más complejas del mundo. Todo sucedió en un laboratorio japonés en 2010, cuando un equipo liderado por el investigador Atsushi Tero, de la Universidad de Hokkaido, llevó a cabo uno de los experimentos más sorprendentes de la biología computacional moderna.
El protagonista fue Physarum polycephalum, un moho mucilaginoso —ni planta, ni hongo, ni animal— que vive en ambientes húmedos y sombreados. A pesar de no tener neuronas, ha demostrado una capacidad extraordinaria para resolver problemas de optimización espacial.
El equipo de Tero colocó este organismo en el centro de una placa de Petri, representando la estación central de Tokio. Luego distribuyeron pequeños copos de avena —su alimento favorito— en posiciones que imitaban la ubicación geográfica real de las estaciones del área metropolitana de Tokio. Lo que buscaban era observar cómo se extendería el moho para conectar los puntos de alimento.
Y lo que ocurrió fue asombroso.
Con el tiempo, Physarum comenzó a expandirse y formar conexiones entre los copos de avena. No lo hizo al azar: construyó una red de túneles ramificados que no solo conectaba todas las “estaciones”, sino que lo hacía de forma eficiente, minimizando la distancia total y manteniendo redundancias útiles en caso de “bloqueos”, tal como lo haría un ingeniero de transporte al diseñar un sistema resiliente.
Al comparar el resultado con el verdadero trazado del metro de Tokio, los investigadores encontraron una sorprendente similitud estructural. El organismo había generado, sin guía externa, una red optimizada en tiempo y recursos, muy parecida a la construida por humanos tras décadas de planificación.
Este experimento, publicado en la revista Science (vol. 327, núm. 5964, 2010), demostró que incluso sin cerebro, algunos organismos pueden “calcular” soluciones complejas gracias a propiedades emergentes de su biología. Hoy, este tipo de investigaciones se estudian en el campo de la biocomputación, donde se exploran métodos alternativos de procesamiento de información inspirados en la naturaleza.