22/08/2025
"A mí también me hicieron eso… y me morí | Historia real en Jerez"
"En Jerez, Zacatecas… hay un hotel que guarda más que simples recuerdos de viajeros. Entre sus muros, el tiempo parece detenido, y de noche… hay quienes dicen que las risas, susurros y pasos pertenecen a huéspedes que nunca hicieron check-out. Hoy conocerás la historia de una mujer que, sin querer, provocó que una niña… una que ya no pertenece a este mundo… se manifestara para contarle cómo murió."
Algunas personas cuentan con algo llamado “el tercer ojo” … y a nuestra protagonista de hoy, esta cualidad se le ha desarrollado de forma particular. Desde pequeña ha vivido experiencias paranormales, y de todas ellas, hoy nos comparte una que todavía siente como si hubiera pasado ayer.
Jerez, Zacatecas. Hace aproximadamente 10 años, cuando trabajaba en una institución que se encarga de realizar encuestas —ya saben a cuál me refiero— le tocó vivir algo que hasta la fecha le sigue erizando la piel.
En estos trabajos, cuando se organizan los equipos, se buscan hospedajes, ya sea en hoteles o casas que nos prestan o rentan temporalmente las personas del lugar. Hay ocasiones que toca trabajar en localidades alejadas, y se batalla mucho, pero en esa ocasión, el destino fue la cabecera municipal de Jerez, donde abundaban las opciones para quedarse. Siempre se procura ahorrar y “viaticar”, así que encontramos un hotel por la calle Valentín Gómez Farías, muy cerca de los famosos burritos de la Jerez. La gente de allí sabrá exactamente cuál hotel es.
Omitiré muchos detalles debido a la naturaleza del relato, por cuestiones personales, esa noche no estaba sola. Mi pareja, que tenía unos días libres se decidió a acompañarme, se hospedaba también en el mismo hotel, en la misma habitación, claro de manera clandestina ya que no lo teníamos permitido cuando andábamos de comisión. Durante el día, yo salía a trabajar y por las tardes ambos paseábamos por las calles coloniales, comíamos nieve, cenábamos ricos taquitos… todo parecía perfecto.
Una noche después de caminar por las calles de adoquín, iluminadas con sus farolas amarillas, llegamos al hotel, nos duchamos y nos acostamos en la cama. Entre risas, caricias y abrazos, el momento comenzó a volverse más intenso. No había nada fuera de lo normal… Y comenzamos a tener intimidad, todo parecía ir con normalidad, hasta que de pronto se sintió un cambio repentino en el ambiente.
Era como si el aire se hubiera vuelto pesado y helado al mismo tiempo. Esa sensación familiar, esa alerta que tantas veces viene a mí y me advierte de “algo” que no podía ver, esa sensación volvió con fuerza.
Y de pronto comencé a sentir la presencia de un ser desconocido en la habitación, sabía que no era de este mundo, al menos no vivo, La verdad ya no estaba disfrutando del momento, porque sentía esa presencia parada justo al lado de la cama. La piel se me erizó entera. Y entonces, una voz infantil, clara y directa, rompió el silencio y me susurro al oído:
—A mí también me hicieron eso… y me morí.
El impacto fue inmediato. Me levanté como impulsada de golpe, con el corazón acelerado, mirando hacia el punto donde sentía que alguien estaba de pie. Mi pareja, desconcertado, me preguntó qué pasaba. Al contarle, él comenzó a buscar por toda la habitación: detrás de las cortinas, en el baño, incluso debajo de la cama… Pero no había nada, o nadie.
No sé porque, pero lo que más me inquietó fue lo que vino después: Comencé a sentir una imperiosa necesidad de asomarme por la ventana. Como si algo me jalara hacía allá. Y ahí, en medio del patio, entre los coches estacionados e iluminada por la luz blanquecina de las lámparas ahorradoras, estaba la niña… de pie, con un vestido blanco, con un lazo en forma de moño anudado a su cintura y una pelota en la mano, mirando directamente hacia mi ventana, con una combinación entre inocencia y terror, me hacía sentir como si la frase que había dicho… hubiera sido el comienzo de algo mucho más oscuro.
Me aparté de golpe, cerré la cortina y me cubrí con la cobija, temblando. No pude dormir en toda la noche y creo que mi pareja tampoco. Tiempo después, él me confesó que también sintió una presencia, algo muy frio en la espalda y una sensación de tristeza en el aire, no se podía explicar qué, pero, aunque no llegó a verla, supo que yo no mentía.
Hasta el día de hoy, me pregunto quién era esa niña y qué historia quedó atrapada entre esas paredes. Quizás fue víctima de algo terrible… y su alma sigue vagando, buscando paz, buscando descanso.
© Oscar Vélez (Velezaurio) 2025.