Directorio En Zacatlán

Directorio En Zacatlán Directorio turístico y cultural de Zacatlán de las manzanas pueblo mágico (Puebla)
(2)

https://www.facebook.com/share/p/16Zp8fro6A/?mibextid=wwXIfr
07/05/2025

https://www.facebook.com/share/p/16Zp8fro6A/?mibextid=wwXIfr

Zacatlán se prepara para una noche inolvidable

Lazcano Malo llega este 21 de junio con un concierto lleno de emociones y buena música 🎙️.
¡No te lo puedes perder!

Gracias a eventos_hr por hacerlo posible.

🎫Adquiere tus boletos al 561 312 5861 o llama al 797 975 4949

🍎

🎩 𝐏𝐀𝐋𝐀𝐁𝐀𝐑𝐄𝐒: 𝐀𝐜𝐫𝐨𝐛𝐚𝐜𝐢𝐚𝐬 𝐝𝐞𝐥 𝐋𝐞𝐧𝐠𝐮𝐚𝐣𝐞 𝐜𝐨𝐧 𝐏𝐚𝐜𝐨 𝐑𝐮𝐛𝐢́𝐧 🎩por Nathalie Erika LangnerUn espectáculo que no es espectáculo, si...
02/05/2025

🎩 𝐏𝐀𝐋𝐀𝐁𝐀𝐑𝐄𝐒: 𝐀𝐜𝐫𝐨𝐛𝐚𝐜𝐢𝐚𝐬 𝐝𝐞𝐥 𝐋𝐞𝐧𝐠𝐮𝐚𝐣𝐞 𝐜𝐨𝐧 𝐏𝐚𝐜𝐨 𝐑𝐮𝐛𝐢́𝐧 🎩
por Nathalie Erika Langner

Un espectáculo que no es espectáculo, sino
𝐩𝐚𝐥𝐚𝐛𝐚́𝐜𝐮𝐥𝐨, (mezcla de palabra + espectáculo → un show hecho de palabras.)
𝐯𝐞𝐫𝐬𝐢́𝐜𝐮𝐥𝐨 𝐜𝐢𝐫𝐜𝐞𝐧𝐬𝐞, (juego con versículo (parte de un poema o texto sagrado) y circense (del circo) → como si los versos hicieran acrobacias.)
𝐩𝐨𝐞𝐦𝐚𝐠𝐢𝐚 𝐬𝐨𝐧𝐨𝐫𝐚.( fusión de poesía, magia y sonido → alude a que Paco crea algo mágico con las palabras y su ritmo.)

📚💥¿𝐐𝐮𝐞́ 𝐞𝐬 𝐞𝐬𝐭𝐨? ¿𝐏𝐨𝐞𝐬𝐢́𝐚? ¿𝐒𝐡𝐨𝐰? ¿𝐂𝐥𝐚𝐬𝐞? ¿𝐇𝐞𝐜𝐡𝐢𝐳𝐨?
¡Sí! ¡No! ¡Todo! ¡Nadaverso!
Es POEscénica, es lengua que salta la cuerda, verbo que hace equilibrio sin red, rima que camina por la cuerda floja del sinsentido... y cae en sentido pleno.

👅⚙️ 𝐏-𝐋-𝐎-𝐍-𝐊:
Palabra que rebota.
𝐏-𝐋-𝐀-𝐓:
Plato de letras con salsa fonética.
𝐏-𝐋-𝐈-𝐍:
Poesía que se disfraza de juego para saltarte directo al cerebro y hacerte reír por dentro y por lengua.

𝐏𝐚𝐜𝐨 𝐑𝐮𝐛𝐢́𝐧 𝐧𝐨 𝐫𝐞𝐜𝐢𝐭𝐚:
Des-recita. (destruye el acto tradicional de recitar.)
De-recita. (lo deshace, lo vuelve a formar.)
Re-cita. (vuelve a citar, o a recitar.)
In-cita. (incita al público.)
Ex-cita. (genera entusiasmo.)

Te invita al circo del sonido, al teatro del sentido, al 𝐜𝐚𝐫𝐧𝐚𝐯𝐚𝐥 𝐝𝐞𝐥 𝐬𝐢𝐧-𝐭𝐨𝐧-𝐧𝐢-𝐬𝐨𝐧, donde cada frase se dobla, cada verbo se estira, cada sustantivo se hace el payaso.

🌪️ 𝐀𝐪𝐮𝐢́ 𝐥𝐚𝐬 𝐩𝐚𝐥𝐚𝐛𝐫𝐚𝐬 𝐧𝐨 𝐬𝐞 𝐩𝐨𝐫𝐭𝐚𝐧 𝐛𝐢𝐞𝐧.
Se portan verso.
Se portan rima.
Se portan con... portavoz.
Y Paco, maestro de ceremonia, Poestragón de lengua, las lanza al aire como clavas fonéticas, y tú —sí, tú— atrapas con tus oídos lo que tus ojos no pueden leer.

💌 𝐏𝐚𝐥𝐚𝐛𝐚𝐫𝐞𝐬 𝐞𝐬:
𝐄𝐬 𝐮𝐧 𝐬𝐚𝐥𝐭𝐢𝐦𝐛𝐚𝐧𝐪𝐮𝐢 𝐝𝐞 𝐬𝐢́𝐥𝐚𝐛𝐚𝐬.
𝐔𝐧𝐚 𝐩𝐢𝐫𝐮𝐞𝐭𝐚 𝐬𝐢𝐧𝐭𝐚́𝐜𝐭𝐢𝐜𝐚.
𝐔𝐧 𝐜𝐢𝐫𝐜𝐨 𝐝𝐞 𝐬𝐞𝐧𝐭𝐢𝐝𝐨𝐬 𝐪𝐮𝐞 𝐧𝐨 𝐧𝐞𝐜𝐞𝐬𝐢𝐭𝐚 𝐫𝐞𝐝 𝐩𝐨𝐫𝐪𝐮𝐞 𝐲𝐚 𝐯𝐮𝐞𝐥𝐚 𝐩𝐨𝐫 𝐥𝐚𝐬 𝐧𝐮𝐛𝐞𝐬 𝐝𝐞𝐥 𝐥𝐞𝐧𝐠𝐮𝐚𝐣𝐞.

🧠👄🌀
¡Ven a brincar el abecedario con Paco Rubín y su domador de diccionarios!

¡𝐋𝐞𝐧𝐠𝐮𝐚 𝐞𝐧 𝐫𝐢𝐬𝐭𝐫𝐞, 𝐯𝐞𝐫𝐛𝐨 𝐞𝐧 𝐯𝐢𝐥𝐨 𝐲 𝐩𝐨𝐞𝐬𝐢́𝐚 𝐞𝐧 𝐭𝐫𝐚𝐣𝐞 𝐝𝐞 𝐠𝐚𝐥𝐚 (𝐨 𝐝𝐞 𝐟𝐫𝐚𝐜, 𝐨 𝐝𝐞 𝐣𝐞𝐚𝐧𝐬, 𝐨 𝐝𝐞 𝐟𝐥𝐨𝐫𝐢𝐩𝐨𝐧𝐝𝐢𝐨𝐬 𝐬𝐞𝐦𝐚́𝐧𝐭𝐢𝐜𝐨𝐬)!

SIGA PACO AQUÍ: https://www.facebook.com/paco.rubin.1

𝐏𝐞𝐝𝐫𝐨 𝐆𝐢𝐮𝐧𝐭𝐢: 𝐝𝐞𝐣𝐚𝐫𝐥𝐨 𝐭𝐨𝐝𝐨 𝐞𝐧 𝐥𝐚 𝐞𝐬𝐜𝐞𝐧𝐚, 𝐪𝐮𝐞𝐝𝐚𝐫𝐬𝐞 𝐜𝐨𝐧 𝐥𝐨 𝐞𝐬𝐞𝐧𝐜𝐢𝐚𝐥Por Nathalie Erika LangnerNo fue una entrevista convenc...
30/04/2025

𝐏𝐞𝐝𝐫𝐨 𝐆𝐢𝐮𝐧𝐭𝐢: 𝐝𝐞𝐣𝐚𝐫𝐥𝐨 𝐭𝐨𝐝𝐨 𝐞𝐧 𝐥𝐚 𝐞𝐬𝐜𝐞𝐧𝐚, 𝐪𝐮𝐞𝐝𝐚𝐫𝐬𝐞 𝐜𝐨𝐧 𝐥𝐨 𝐞𝐬𝐞𝐧𝐜𝐢𝐚𝐥
Por Nathalie Erika Langner

No fue una entrevista convencional. No hubo café, ni micrófono entre nosotros. Solo un intercambio prolongado de mensajes de voz y texto entre rodaje y rodaje. Pedro Giunti respondió con una honestidad que me sorprendió desde el primer mensaje: sin rodeos, sin poses, como si la conversación fuera una extensión de su forma de estar en el mundo.

Hay algo en él que desarma. Quizá sea la manera en que pone en palabras sus procesos sin adornarlos, o esa claridad con la que habla de lo que hace sin intentar convencer a nadie.

Me dijo: “𝐻𝑒 𝑝𝑎𝑠𝑎𝑑𝑜 𝑝𝑜𝑟 𝑚𝑢𝑐ℎ𝑎𝑠 𝑒𝑡𝑎𝑝𝑎𝑠, 𝑝𝑒𝑟𝑜 𝑠𝑖𝑒𝑚𝑝𝑟𝑒 ℎ𝑒 𝑠𝑖𝑑𝑜 𝑓𝑖𝑒𝑙 𝑎 𝑚𝑖𝑠 𝑐𝑜𝑛𝑣𝑖𝑐𝑐𝑖𝑜𝑛𝑒𝑠. 𝐸𝑠𝑜 𝑚𝑒 ℎ𝑎 𝑚𝑎𝑛𝑡𝑒𝑛𝑖𝑑𝑜 𝑐𝑟𝑒𝑎𝑡𝑖𝑣𝑜, 𝑐𝑜𝑛 𝑔𝑎𝑛𝑎𝑠 𝑑𝑒 𝑠𝑒𝑔𝑢𝑖𝑟, 𝑖𝑛𝑐𝑙𝑢𝑠𝑜 𝑐𝑢𝑎𝑛𝑑𝑜 ℎ𝑎 𝑠𝑖𝑑𝑜 𝑑𝑖𝑓𝑖́𝑐𝑖𝑙”.

𝐒𝐮 𝐬𝐢𝐧𝐜𝐞𝐫𝐢𝐝𝐚𝐝 𝐧𝐨 𝐛𝐮𝐬𝐜𝐚 𝐢𝐦𝐩𝐚𝐜𝐭𝐨, 𝐞𝐬 𝐩𝐚𝐫𝐭𝐞 𝐝𝐞 𝐬𝐮 𝐧𝐚𝐭𝐮𝐫𝐚𝐥𝐞𝐳𝐚.

Cuando le pregunté por aquel momento en el que regresó a casa después de un aparente éxito, emocionalmente agotado y sin un peso, no dudó en abrirse. “𝐶𝑜𝑟𝑟𝑖́ 𝑎 𝑚𝑖 𝑐𝑎𝑚𝑎 𝑦 𝑙𝑙𝑜𝑟𝑒́ 𝑦 𝑙𝑙𝑜𝑟𝑒́. 𝑃𝑒𝑛𝑠𝑎𝑏𝑎: ‘¿𝑝𝑜𝑟 𝑞𝑢𝑒́ 𝑙𝑜 𝑡𝑒𝑛𝑖́𝑎 𝑦 𝑦𝑎 𝑛𝑜 𝑙𝑜 𝑡𝑒𝑛𝑔𝑜?’”.
Sin embargo, esa caída le reveló algo fundamental: “𝐸𝑙 𝑒́𝑥𝑖𝑡𝑜 𝑟𝑎𝑑𝑖𝑐𝑎 𝑒𝑛 ℎ𝑎𝑐𝑒𝑟 𝑙𝑜 𝑞𝑢𝑒 𝑎𝑚𝑎𝑠 𝑠𝑖𝑛 𝑛𝑒𝑐𝑒𝑠𝑖𝑑𝑎𝑑 𝑑𝑒 𝑝𝑟𝑒𝑔𝑢𝑛𝑡𝑎𝑟𝑡𝑒 𝑝𝑜𝑟 𝑞𝑢𝑒́ 𝑙𝑜 ℎ𝑎𝑐𝑒𝑠”.

Pedro ha trabajado en algunas de las series más vistas de los últimos años: Narcos: México, El Chema, Hotel Co***ne, S.W.A.T., El Señor de los Cielos. Podría hablar desde ahí, pero lo hace desde otro lugar.

“𝐍𝐨 𝐦𝐞 𝐢𝐧𝐭𝐞𝐫𝐞𝐬𝐚 𝐬𝐞𝐫 𝐟𝐚𝐦𝐨𝐬𝐨. 𝐌𝐞 𝐢𝐧𝐭𝐞𝐫𝐞𝐬𝐚 𝐪𝐮𝐞 𝐞𝐥 𝐩𝐮́𝐛𝐥𝐢𝐜𝐨 𝐬𝐞 𝐜𝐨𝐧𝐞𝐜𝐭𝐞 𝐜𝐨𝐧 𝐞𝐥 𝐩𝐞𝐫𝐬𝐨𝐧𝐚𝐣𝐞. 𝐐𝐮𝐞 𝐬𝐮𝐜𝐞𝐝𝐚 𝐚𝐥𝐠𝐨. 𝐐𝐮𝐞 𝐞𝐧𝐭𝐫𝐞𝐧 𝐚 𝐥𝐚 𝐟𝐢𝐜𝐜𝐢𝐨́𝐧. 𝐒𝐢 𝐝𝐞𝐬𝐩𝐮𝐞́𝐬 𝐧𝐨 𝐫𝐞𝐜𝐮𝐞𝐫𝐝𝐚𝐧 𝐦𝐢 𝐧𝐨𝐦𝐛𝐫𝐞 𝐩𝐞𝐫𝐨 𝐬𝐢́ 𝐥𝐨 𝐪𝐮𝐞 𝐬𝐞𝐧𝐭𝐢́𝐚𝐧 𝐚𝐥 𝐯𝐞𝐫 𝐥𝐚 𝐡𝐢𝐬𝐭𝐨𝐫𝐢𝐚, 𝐞𝐧𝐭𝐨𝐧𝐜𝐞𝐬 𝐥𝐨 𝐥𝐨𝐠𝐫𝐞́”.

Cuando habla de sus personajes, lo hace desde la construcción interna, no desde el artificio. “𝑆𝑖𝑒𝑚𝑝𝑟𝑒 𝑚𝑒 𝑝𝑟𝑒𝑔𝑢𝑛𝑡𝑜: ¿𝑐𝑜́𝑚𝑜 𝑠𝑒𝑟𝑖́𝑎 𝑃𝑒𝑑𝑟𝑜 𝑠𝑖 𝑓𝑢𝑒𝑟𝑎 𝑒𝑠𝑡𝑒 𝑝𝑒𝑟𝑠𝑜𝑛𝑎𝑗𝑒? 𝑁𝑜 𝑙𝑜𝑠 𝑗𝑢𝑧𝑔𝑜. 𝐿𝑜𝑠 𝑐𝑜𝑛𝑠𝑡𝑟𝑢𝑦𝑜 𝑑𝑒𝑠𝑑𝑒 𝑙𝑎 ℎ𝑢𝑚𝑎𝑛𝑖𝑑𝑎𝑑 𝑞𝑢𝑒 𝑙𝑜𝑠 ℎ𝑎𝑏𝑖𝑡𝑎, 𝑎𝑢𝑛𝑞𝑢𝑒 𝑛𝑜 𝑙𝑎 𝑐𝑜𝑚𝑝𝑎𝑟𝑡𝑎𝑠”.
Ese enfoque lo ha llevado a interpretar papeles duros, incluso violentos, sin dejar de imprimirles una profundidad que trasciende el estereotipo.

𝐋𝐚 𝐦𝐢𝐬𝐦𝐚 𝐞𝐧𝐭𝐫𝐞𝐠𝐚 𝐪𝐮𝐞 𝐭𝐢𝐞𝐧𝐞 𝐜𝐨𝐧 𝐬𝐮𝐬 𝐩𝐞𝐫𝐬𝐨𝐧𝐚𝐣𝐞𝐬, 𝐥𝐚 𝐚𝐩𝐥𝐢𝐜𝐚 𝐚 𝐬𝐮 𝐩𝐫𝐞𝐩𝐚𝐫𝐚𝐜𝐢𝐨́𝐧. “𝑬𝒍 𝒂𝒄𝒕𝒐𝒓 𝒅𝒆𝒃𝒆 𝒔𝒆𝒓 𝒖𝒏 𝒂𝒕𝒍𝒆𝒕𝒂 𝒅𝒆𝒍 𝒄𝒖𝒆𝒓𝒑𝒐 𝒚 𝒅𝒆 𝒍𝒂 𝒎𝒆𝒏𝒕𝒆. 𝑬𝒔𝒕𝒂𝒓 𝒂𝒍𝒆𝒓𝒕𝒂. 𝑬𝒔𝒂 𝒆𝒔 𝒍𝒂 𝒄𝒍𝒂𝒗𝒆. 𝑬𝒔𝒕𝒂́𝒔 𝒂𝒉𝒊́ 𝒑𝒂𝒓𝒂 𝒍𝒐 𝒒𝒖𝒆 𝒗𝒆𝒏𝒈𝒂, 𝒑𝒂𝒓𝒂 𝒍𝒐 𝒒𝒖𝒆 𝒍𝒂 𝒆𝒔𝒄𝒆𝒏𝒂 𝒏𝒆𝒄𝒆𝒔𝒊𝒕𝒆”.

Me habló de días de rodaje de madrugada, de secuencias físicas exigentes, de lanzarse de un risco sujeto a un arnés, o de repetir un monólogo más de veinte veces.
“𝑁𝑜 𝑠𝑒 𝑡𝑟𝑎𝑡𝑎 𝑑𝑒 𝑎𝑔𝑢𝑎𝑛𝑡𝑎𝑟 𝑝𝑜𝑟 𝑜𝑟𝑔𝑢𝑙𝑙𝑜, 𝑠𝑖𝑛𝑜 𝑝𝑜𝑟𝑞𝑢𝑒 𝑢𝑛𝑜 𝑒𝑙𝑖𝑔𝑒 𝑒𝑠𝑡𝑎𝑟 𝑎ℎ𝑖́. 𝑃𝑜𝑟𝑞𝑢𝑒 𝑒𝑠𝑒 𝑒𝑠 𝑒𝑙 𝑛𝑖𝑣𝑒𝑙 𝑑𝑒 𝑐𝑜𝑚𝑝𝑟𝑜𝑚𝑖𝑠𝑜 𝑞𝑢𝑒 𝑠𝑒 𝑛𝑒𝑐𝑒𝑠𝑖𝑡𝑎”.

𝐘 𝐚𝐥 𝐦𝐢𝐬𝐦𝐨 𝐭𝐢𝐞𝐦𝐩𝐨, 𝐬𝐚𝐛𝐞 𝐬𝐚𝐥𝐢𝐫 𝐝𝐞 𝐞𝐬𝐜𝐞𝐧𝐚 𝐜𝐨𝐧 𝐥𝐚 𝐦𝐢𝐬𝐦𝐚 𝐟𝐢𝐫𝐦𝐞𝐳𝐚 𝐜𝐨𝐧 𝐥𝐚 𝐪𝐮𝐞 𝐞𝐧𝐭𝐫𝐚. “𝐴 𝑚𝑖́ 𝑚𝑒 𝑒𝑛𝑠𝑒𝑛̃𝑎𝑟𝑜𝑛 𝑞𝑢𝑒 𝑙𝑎 𝑒𝑠𝑐𝑒𝑛𝑎 𝑠𝑒 𝑞𝑢𝑒𝑑𝑎 𝑎ℎ𝑖́. 𝑇𝑒𝑟𝑚𝑖𝑛𝑎 𝑙𝑎 𝑓𝑢𝑛𝑐𝑖𝑜́𝑛, 𝑡𝑒𝑟𝑚𝑖𝑛𝑎 𝑒𝑙 𝑙𝑙𝑎𝑚𝑎𝑑𝑜, 𝑦 𝑣𝑢𝑒𝑙𝑣𝑜 𝑎 𝑠𝑒𝑟 𝑃𝑒𝑑𝑟𝑜. 𝑀𝑒 𝑣𝑜𝑦 𝑎 𝑐𝑎𝑠𝑎, ℎ𝑎𝑔𝑜 𝑐𝑎𝑓𝑒́, ℎ𝑎𝑏𝑙𝑜 𝑑𝑒 𝑜𝑡𝑟𝑎𝑠 𝑐𝑜𝑠𝑎𝑠. 𝑁𝑜 𝑝𝑢𝑒𝑑𝑒𝑠 𝑙𝑙𝑒𝑣𝑎𝑟𝑡𝑒 𝑎𝑙 𝑝𝑒𝑟𝑠𝑜𝑛𝑎𝑗𝑒 𝑎 𝑙𝑎 𝑣𝑖𝑑𝑎 𝑐𝑜𝑡𝑖𝑑𝑖𝑎𝑛𝑎. 𝑆𝑒𝑟𝑖́𝑎 𝑑𝑒𝑣𝑎𝑠𝑡𝑎𝑑𝑜𝑟”.
Esa división no lo desconecta, lo protege. Y le permite seguir, sin perderse a sí mismo en el proceso.

𝐄𝐧 𝐂𝐨𝐬𝐭𝐢𝐥𝐥𝐚, 𝐬𝐮 𝐨𝐛𝐫𝐚 𝐦𝐚́𝐬 𝐩𝐞𝐫𝐬𝐨𝐧𝐚𝐥, esa claridad se traduce en texto. Escrita durante una etapa compleja de su vida, Pedro creó una pieza cargada de memoria afectiva y mirada crítica hacia el oficio artístico. “𝐸𝑠𝑡𝑎́ 𝑐𝑜𝑛𝑠𝑡𝑟𝑢𝑖𝑑𝑎 𝑐𝑜𝑛 𝑎𝑛𝑒́𝑐𝑑𝑜𝑡𝑎𝑠 𝑟𝑒𝑎𝑙𝑒𝑠. 𝐸𝑠 𝑢𝑛𝑎 𝑓𝑖𝑐𝑐𝑖𝑜́𝑛, 𝑠𝑖́, 𝑝𝑒𝑟𝑜 𝑐𝑎𝑑𝑎 𝑙𝑖́𝑛𝑒𝑎 𝑡𝑖𝑒𝑛𝑒 𝑎𝑙𝑔𝑜 𝑞𝑢𝑒 𝑣𝑖𝑣𝑖́ 𝑐𝑜𝑚𝑜 ℎ𝑖𝑗𝑜, 𝑐𝑜𝑚𝑜 𝑛𝑖𝑒𝑡𝑜, 𝑐𝑜𝑚𝑜 𝑎𝑟𝑡𝑖𝑠𝑡𝑎. 𝐸𝑠 𝑢𝑛𝑎 𝑜𝑏𝑟𝑎 𝑠𝑜𝑏𝑟𝑒 𝑒𝑙 𝑞𝑢𝑒 𝑠𝑒 𝑣𝑎, 𝑝𝑒𝑟𝑜 𝑡𝑎𝑚𝑏𝑖𝑒́𝑛 𝑠𝑜𝑏𝑟𝑒 𝑒𝑙 𝑞𝑢𝑒 𝑠𝑒 𝑞𝑢𝑒𝑑𝑎”.

Le pregunto qué significa llevarla ahora a Zacatlán, donde tiempo atrás filmó Testigos. “𝑉𝑜𝑙𝑣𝑒𝑟 𝑐𝑜𝑛 𝑒𝑠𝑡𝑎 𝑜𝑏𝑟𝑎 𝑚𝑒 𝑒𝑚𝑜𝑐𝑖𝑜𝑛𝑎. 𝐸𝑠 𝑢𝑛 ℎ𝑜𝑚𝑒𝑛𝑎𝑗𝑒 𝑎 𝑛𝑢𝑒𝑠𝑡𝑟𝑎𝑠 𝑟𝑎𝑖́𝑐𝑒𝑠, 𝑎 𝑛𝑢𝑒𝑠𝑡𝑟𝑎 𝑐𝑢𝑙𝑡𝑢𝑟𝑎, 𝑎 𝑡𝑜𝑑𝑜 𝑙𝑜 𝑞𝑢𝑒 𝑛𝑜𝑠 𝑓𝑜𝑟𝑚𝑎 𝑎𝑢𝑛𝑞𝑢𝑒 𝑛𝑜 𝑙𝑜 𝑛𝑜𝑡𝑒𝑚𝑜𝑠”.

Mientras me llegaban sus respuestas, entre pausas de filmación y entrenamientos, pensé en lo extraordinario que es cuando alguien puede contar tanto sin necesidad de levantar la voz.

𝐏𝐞𝐝𝐫𝐨 𝐧𝐨 𝐚𝐜𝐭𝐮́𝐚 𝐩𝐚𝐫𝐚 𝐥𝐮𝐜𝐢𝐫𝐬𝐞.

Actúa para contar, para conectar. “𝑇𝑜𝑑𝑜 𝑠𝑒 𝑎𝑝𝑟𝑒𝑛𝑑𝑒, 𝑡𝑜𝑑𝑜 𝑠𝑒 𝑑𝑖𝑠𝑓𝑟𝑢𝑡𝑎”, me dijo. Y tal vez en eso está su mayor fortaleza: en mirar de frente, en nombrar lo que otros callan, en sostener su oficio con el cuerpo entero y aún así tener espacio para una palabra generosa, un mensaje de madrugada o una reflexión inesperada.

𝐃𝐞𝐧𝐭𝐫𝐨 𝐲 𝐟𝐮𝐞𝐫𝐚 𝐝𝐞 𝐞𝐬𝐜𝐞𝐧𝐚 𝐏𝐞𝐝𝐫𝐨 𝐆𝐢𝐮𝐧𝐭𝐢 𝐬𝐨𝐬𝐭𝐢𝐞𝐧𝐞 𝐞𝐥 𝐦𝐢𝐬𝐦𝐨 𝐜𝐨𝐦𝐩𝐫𝐨𝐦𝐢𝐬𝐨: 𝐞𝐬𝐭𝐚𝐫 𝐩𝐫𝐞𝐬𝐞𝐧𝐭𝐞, 𝐜𝐨𝐧 𝐚𝐭𝐞𝐧𝐜𝐢𝐨́𝐧, 𝐜𝐨𝐧 𝐫𝐢𝐠𝐨𝐫, 𝐜𝐨𝐧 𝐚𝐮𝐭𝐞𝐧𝐭𝐢𝐜𝐢𝐝𝐚𝐝.

Cuando por fin lo encontré frente a frente, no hubo distancia entre el actor y el hombre.

𝐄𝐫𝐚 𝐞𝐥 𝐦𝐢𝐬𝐦𝐨: 𝐜𝐥𝐚𝐫𝐨, 𝐠𝐞𝐧𝐞𝐫𝐨𝐬𝐨, 𝐬𝐢𝐧 𝐟𝐢𝐥𝐭𝐫𝐨𝐬.
𝐘 𝐞𝐬𝐚 𝐜𝐨𝐡𝐞𝐫𝐞𝐧𝐜𝐢𝐚 —𝐭𝐚𝐧 𝐫𝐚𝐫𝐚, 𝐭𝐚𝐧 𝐯𝐚𝐥𝐢𝐨𝐬𝐚— 𝐞𝐬 𝐪𝐮𝐢𝐳𝐚́ 𝐬𝐮 𝐟𝐨𝐫𝐦𝐚 𝐦𝐚́𝐬 𝐡𝐨𝐧𝐞𝐬𝐭𝐚 𝐝𝐞 𝐚𝐜𝐭𝐮𝐚𝐫.
𝐓𝐚𝐦𝐛𝐢𝐞́𝐧, 𝐝𝐞 𝐞𝐬𝐭𝐚𝐫.

Instagram: https://www.instagram.com/pgiunti/

𝐀𝐫𝐦𝐚𝐧𝐝𝐨 𝐓𝐫𝐞𝐣𝐨: 𝐄𝐥 𝐡𝐨𝐦𝐛𝐫𝐞 𝐪𝐮𝐞 𝐡𝐚𝐜𝐞 𝐝𝐞𝐬𝐚𝐩𝐚𝐫𝐞𝐜𝐞𝐫 𝐬𝐮 𝐜𝐮𝐞𝐫𝐩𝐨 𝐩𝐚𝐫𝐚 𝐪𝐮𝐞 𝐚𝐩𝐚𝐫𝐞𝐳𝐜𝐚 𝐞𝐥 𝐜𝐮𝐞𝐧𝐭𝐨Por Nathalie Erika Langner(Crónica co...
30/04/2025

𝐀𝐫𝐦𝐚𝐧𝐝𝐨 𝐓𝐫𝐞𝐣𝐨: 𝐄𝐥 𝐡𝐨𝐦𝐛𝐫𝐞 𝐪𝐮𝐞 𝐡𝐚𝐜𝐞 𝐝𝐞𝐬𝐚𝐩𝐚𝐫𝐞𝐜𝐞𝐫 𝐬𝐮 𝐜𝐮𝐞𝐫𝐩𝐨 𝐩𝐚𝐫𝐚 𝐪𝐮𝐞 𝐚𝐩𝐚𝐫𝐞𝐳𝐜𝐚 𝐞𝐥 𝐜𝐮𝐞𝐧𝐭𝐨
Por Nathalie Erika Langner
(Crónica contada desde la voz de quien escuchó)

La palabra, para Armando Trejo, no es sólo sonido: es puente, es ritual, es responsabilidad. 𝐀 𝐦𝐢𝐬 𝐩𝐫𝐞𝐠𝐮𝐧𝐭𝐚𝐬, 𝐞́𝐥 𝐧𝐨 𝐫𝐞𝐬𝐩𝐨𝐧𝐝𝐢́𝐚: 𝐜𝐨𝐧𝐭𝐚𝐛𝐚. Narraba incluso sus respuestas con la precisión del que ha hecho de la oralidad no una herramienta, sino una forma de vida.

“𝐶𝑜𝑛𝑡𝑎𝑟 𝑛𝑜 𝑒𝑠 𝑎𝑐𝑡𝑢𝑎𝑟 𝑛𝑖 𝑑𝑒𝑐𝑙𝑎𝑚𝑎𝑟 —me dijo—. 𝐸𝑙 𝑛𝑎𝑟𝑟𝑎𝑑𝑜𝑟 𝑛𝑜 𝑟𝑒𝑝𝑟𝑒𝑠𝑒𝑛𝑡𝑎: 𝑠𝑢𝑔𝑖𝑒𝑟𝑒. 𝑁𝑜 𝑠𝑒 𝑑𝑖𝑠𝑓𝑟𝑎𝑧𝑎: 𝑒𝑣𝑜𝑐𝑎.”

Y entonces entendí: frente a mí no había un artista que buscaba reconocimiento, sino un hombre que aprendió a hacerse invisible para que las historias respiren.
Lo dijo claramente:
“𝐶𝑢𝑎𝑛𝑑𝑜 𝑐𝑢𝑒𝑛𝑡𝑜, 𝑦𝑜 𝑡𝑒𝑛𝑔𝑜 𝑞𝑢𝑒 𝑑𝑒𝑠𝑎𝑝𝑎𝑟𝑒𝑐𝑒𝑟. 𝑄𝑢𝑒 𝑒𝑙 𝑝𝑢́𝑏𝑙𝑖𝑐𝑜 𝑑𝑒𝑗𝑒 𝑑𝑒 𝑣𝑒𝑟𝑚𝑒 𝑎 𝑚𝑖́ 𝑦 𝑒𝑚𝑝𝑖𝑒𝑐𝑒 𝑎 𝑣𝑒𝑟 𝑙𝑜𝑠 𝑝𝑒𝑟𝑠𝑜𝑛𝑎𝑗𝑒𝑠, 𝑙𝑎𝑠 𝑎𝑡𝑚𝑜́𝑠𝑓𝑒𝑟𝑎𝑠. 𝑀𝑖 𝑝𝑟𝑒𝑠𝑒𝑛𝑐𝑖𝑎 𝑒𝑠𝑡𝑎́, 𝑠𝑖́, 𝑝𝑒𝑟𝑜 𝑙𝑜 𝑒𝑠𝑒𝑛𝑐𝑖𝑎𝑙 𝑒𝑠 𝑞𝑢𝑒 𝑎𝑝𝑎𝑟𝑒𝑧𝑐𝑎 𝑒𝑙 𝑐𝑢𝑒𝑛𝑡𝑜 𝑒𝑛 𝑒𝑙 𝑖𝑚𝑎𝑔𝑖𝑛𝑎𝑟𝑖𝑜 𝑑𝑒𝑙 𝑜𝑡𝑟𝑜.”

La entrevista fue también un acto de lectura mutua. Yo, tratando de hilar sus pensamientos y de sostener el hilo invisible de sus evocaciones. Él, leyéndome como si fuese un teatro lleno. “𝑁𝑢𝑛𝑐𝑎 ℎ𝑎𝑦 𝑢𝑛𝑎 𝑐𝑢𝑎𝑟𝑡𝑎 𝑝𝑎𝑟𝑒𝑑 𝑒𝑛 𝑙𝑎 𝑛𝑎𝑟𝑟𝑎𝑐𝑖𝑜́𝑛 𝑜𝑟𝑎𝑙 —me aclaró—. 𝑌𝑜 𝑡𝑒𝑛𝑔𝑜 𝑞𝑢𝑒 𝑙𝑒𝑒𝑟 𝑎𝑙 𝑝𝑢́𝑏𝑙𝑖𝑐𝑜. 𝑆𝑢 𝑠𝑖𝑙𝑒𝑛𝑐𝑖𝑜, 𝑠𝑢 𝑚𝑖𝑟𝑎𝑑𝑎, 𝑠𝑢 𝑝𝑜𝑠𝑡𝑢𝑟𝑎, 𝑚𝑒 𝑒𝑠𝑡𝑎́𝑛 ℎ𝑎𝑏𝑙𝑎𝑛𝑑𝑜. 𝑌 𝑦𝑜 𝑑𝑒𝑏𝑜 𝑟𝑒𝑠𝑝𝑜𝑛𝑑𝑒𝑟.”

𝐂𝐨𝐧𝐭𝐚𝐫, 𝐩𝐚𝐫𝐚 𝐞́𝐥, 𝐧𝐨 𝐞𝐬 𝐬𝐨́𝐥𝐨 𝐮𝐧 𝐚𝐜𝐭𝐨 𝐚𝐫𝐭𝐢́𝐬𝐭𝐢𝐜𝐨: 𝐞𝐬 𝐮𝐧 𝐚𝐜𝐭𝐨 𝐜𝐨𝐦𝐮𝐧𝐢𝐜𝐚𝐭𝐢𝐯𝐨 𝐢𝐧𝐭𝐞𝐠𝐫𝐚𝐥. 𝐂𝐮𝐞𝐫𝐩𝐨, 𝐯𝐨𝐳, 𝐬𝐢𝐥𝐞𝐧𝐜𝐢𝐨, 𝐩𝐚𝐮𝐬𝐚… 𝐭𝐨𝐝𝐨 𝐢𝐦𝐩𝐨𝐫𝐭𝐚. 𝐓𝐨𝐝𝐨 𝐜𝐨𝐦𝐮𝐧𝐢𝐜𝐚.

“𝑈𝑛𝑎 𝑝𝑎𝑙𝑎𝑏𝑟𝑎 𝑝𝑢𝑒𝑑𝑒 𝑡𝑒𝑛𝑒𝑟 𝑢𝑛𝑎 𝑖𝑛𝑡𝑒𝑛𝑐𝑖𝑜́𝑛, 𝑝𝑒𝑟𝑜 𝑠𝑖 𝑒𝑙 𝑐𝑢𝑒𝑟𝑝𝑜 𝑛𝑜 𝑙𝑎 𝑟𝑒𝑠𝑝𝑎𝑙𝑑𝑎, 𝑝𝑖𝑒𝑟𝑑𝑒 𝑓𝑢𝑒𝑟𝑧𝑎. 𝐻𝑎𝑦 𝑞𝑢𝑒 𝑠𝑒𝑟 𝑐𝑜𝑛𝑔𝑟𝑢𝑒𝑛𝑡𝑒 𝑐𝑜𝑛 𝑙𝑜 𝑞𝑢𝑒 𝑠𝑒 𝑑𝑖𝑐𝑒, 𝑐𝑜́𝑚𝑜 𝑠𝑒 𝑑𝑖𝑐𝑒… 𝑦 𝑐𝑜́𝑚𝑜 𝑠𝑒 ℎ𝑎𝑏𝑖𝑡𝑎.”

Ese verbo, “habitar”, parece resonar en todo lo que hace. Habita los cuentos. Habita las memorias de otros. Habita su propio cuerpo como instrumento y, al mismo tiempo, lo deja a un lado cuando es necesario.

𝐋𝐚 𝐢𝐧𝐟𝐚𝐧𝐜𝐢𝐚 𝐜𝐨𝐦𝐨 𝐫𝐚𝐢́𝐳
Hay un momento de la entrevista que no puedo olvidar. Es cuando habla de su infancia. Su voz, ya de por sí pausada, se volvió aún más íntima. Su memoria se transformó en paisaje:

“𝐶𝑢𝑎𝑛𝑑𝑜 𝑠𝑎𝑙𝑖́𝑎𝑚𝑜𝑠 𝑑𝑒 𝑚𝑖𝑠𝑎 𝑎 𝑙𝑎𝑠 𝑐𝑖𝑛𝑐𝑜 𝑑𝑒 𝑙𝑎 𝑚𝑎𝑛̃𝑎𝑛𝑎, 𝑒𝑙 𝑝𝑢𝑒𝑏𝑙𝑜 𝑒𝑠𝑡𝑎𝑏𝑎 𝑐𝑢𝑏𝑖𝑒𝑟𝑡𝑜 𝑑𝑒 𝑛𝑒𝑏𝑙𝑖𝑛𝑎. 𝑆𝑜𝑙𝑜 𝑣𝑒𝑖́𝑎𝑚𝑜𝑠 𝑠𝑜𝑚𝑏𝑟𝑎𝑠. 𝐸𝑠𝑜 𝑡𝑎𝑚𝑏𝑖𝑒́𝑛 𝑙𝑜 𝑐𝑢𝑒𝑛𝑡𝑜. 𝐸𝑠 𝑝𝑎𝑟𝑡𝑒 𝑑𝑒 𝑚𝑖 𝑖𝑑𝑒𝑛𝑡𝑖𝑑𝑎𝑑.”

Y no lo dice por nostalgia. Lo dice porque ese niño que escuchaba escondido detrás de las puertas cuando los adultos conversaban, es el mismo que hoy sabe que una historia bien contada puede transformar a quien la escucha.

𝐔𝐧𝐚 𝐯𝐢𝐝𝐚 𝐞𝐧𝐭𝐫𝐞 𝐩𝐮́𝐛𝐥𝐢𝐜𝐨𝐬 𝐲 𝐬𝐢𝐥𝐞𝐧𝐜𝐢𝐨𝐬
“𝑀𝑒 𝑐𝑜𝑠𝑡𝑜́ 𝑚𝑢𝑐ℎ𝑜 ℎ𝑎𝑏𝑙𝑎𝑟 𝑒𝑛 𝑝𝑢́𝑏𝑙𝑖𝑐𝑜 —𝑐𝑜𝑛𝑓𝑒𝑠𝑜́ 𝑐𝑜𝑛 ℎ𝑜𝑛𝑒𝑠𝑡𝑖𝑑𝑎𝑑—. 𝑉𝑒𝑛𝑔𝑜 𝑑𝑒 𝑢𝑛𝑎 𝑔𝑒𝑛𝑒𝑟𝑎𝑐𝑖𝑜́𝑛 𝑒𝑛 𝑙𝑎 𝑞𝑢𝑒 𝑎 𝑙𝑜𝑠 𝑛𝑖𝑛̃𝑜𝑠 𝑛𝑜 𝑠𝑒 𝑛𝑜𝑠 𝑝𝑒𝑟𝑚𝑖𝑡𝑖́𝑎 𝑖𝑛𝑡𝑒𝑟𝑣𝑒𝑛𝑖𝑟 𝑒𝑛 𝑙𝑎𝑠 𝑐𝑜𝑛𝑣𝑒𝑟𝑠𝑎𝑐𝑖𝑜𝑛𝑒𝑠. 𝑃𝑒𝑟𝑜 𝑛𝑜𝑠 𝑒𝑛𝑐𝑎𝑛𝑡𝑎𝑏𝑎 𝑒𝑠𝑐𝑢𝑐ℎ𝑎𝑟.”

𝐄𝐧 𝟑𝟕 𝐚𝐧̃𝐨𝐬 𝐡𝐚 𝐜𝐨𝐧𝐭𝐚𝐝𝐨 𝐜𝐮𝐞𝐧𝐭𝐨𝐬 𝐞𝐧 𝐦𝐚́𝐬 𝐝𝐞 𝐝𝐢𝐞𝐳 𝐩𝐚𝐢́𝐬𝐞𝐬. Ha trabajado con niños en Cuba, adultos mayores en Guadalajara, jóvenes universitarios silenciados por la era digital, comunidades trans y trabajadores sexuales a los que ha ofrecido espacio, palabra y presencia.

“𝐿𝑎 𝑛𝑎𝑟𝑟𝑎𝑐𝑖𝑜́𝑛 𝑜𝑟𝑎𝑙 𝑡𝑎𝑚𝑏𝑖𝑒́𝑛 𝑒𝑠 𝑢𝑛𝑎 ℎ𝑒𝑟𝑟𝑎𝑚𝑖𝑒𝑛𝑡𝑎 𝑑𝑒 𝑟𝑒𝑠𝑖𝑠𝑡𝑒𝑛𝑐𝑖𝑎. 𝐷𝑒 𝑖𝑛𝑐𝑙𝑢𝑠𝑖𝑜́𝑛. 𝐷𝑒 𝑑𝑖𝑔𝑛𝑖𝑑𝑎𝑑.”

𝐘 𝐥𝐨 𝐝𝐢𝐜𝐞 𝐬𝐢𝐧 𝐭𝐨𝐧𝐨 𝐩𝐚𝐧𝐟𝐥𝐞𝐭𝐚𝐫𝐢𝐨. 𝐋𝐨 𝐝𝐢𝐜𝐞 𝐝𝐞𝐬𝐝𝐞 𝐥𝐚 𝐞𝐱𝐩𝐞𝐫𝐢𝐞𝐧𝐜𝐢𝐚, 𝐝𝐞𝐬𝐝𝐞 𝐞𝐥 𝐭𝐞𝐫𝐫𝐢𝐭𝐨𝐫𝐢𝐨 𝐜𝐨𝐧𝐪𝐮𝐢𝐬𝐭𝐚𝐝𝐨 𝐜𝐨𝐧 𝐥𝐚 𝐯𝐨𝐳.

𝐋𝐚 𝐞́𝐭𝐢𝐜𝐚 𝐝𝐞𝐥 𝐧𝐚𝐫𝐫𝐚𝐝𝐨𝐫
En un mundo donde muchos buscan el chiste fácil o el impacto inmediato, Armando sostiene otra bandera: la de la responsabilidad ética del que narra. “𝑃𝑢𝑒𝑑𝑜 𝑐𝑜𝑛𝑡𝑎𝑟 𝑢𝑛 𝑐𝑢𝑒𝑛𝑡𝑜 𝑠𝑜𝑏𝑟𝑒 𝑚𝑎𝑐ℎ𝑖𝑠𝑚𝑜, 𝑝𝑒𝑟𝑜 𝑛𝑜 𝑝𝑢𝑒𝑑𝑜 𝑎𝑝𝑟𝑜𝑏𝑎𝑟𝑙𝑜. 𝑁𝑜 𝑐𝑜𝑚𝑜 𝑛𝑎𝑟𝑟𝑎𝑑𝑜𝑟 𝑜𝑟𝑎𝑙. 𝑃𝑜𝑟𝑞𝑢𝑒 𝑐𝑢𝑎𝑛𝑑𝑜 ℎ𝑎𝑏𝑙𝑜, ℎ𝑎𝑏𝑙𝑜 𝑐𝑜𝑛 𝑚𝑖 𝑣𝑜𝑧. 𝑁𝑜 𝑠𝑜𝑦 𝑢𝑛 𝑝𝑒𝑟𝑠𝑜𝑛𝑎𝑗𝑒. 𝑆𝑜𝑦 𝑦𝑜.”

Para él, un cuento tiene que importarle. Tiene que dolerle o hacerle reír o emocionarlo. No cuenta nada que no atraviese su cuerpo y su conciencia. “𝑈𝑛𝑜 𝑛𝑜 𝑝𝑢𝑒𝑑𝑒 𝑐𝑜𝑛𝑡𝑎𝑟 𝑝𝑜𝑟 𝑒𝑛𝑐𝑎𝑟𝑔𝑜. 𝑁𝑜 𝑠𝑒 𝑡𝑟𝑎𝑡𝑎 𝑑𝑒 𝑚𝑒𝑚𝑜𝑟𝑖𝑧𝑎𝑟. 𝑆𝑒 𝑡𝑟𝑎𝑡𝑎 𝑑𝑒 𝑎𝑝𝑟𝑜𝑝𝑖𝑎𝑟𝑠𝑒.”

Y así lo transmite a quienes forma —porque también ha dado más de mil trescientos cursos en nueve países—. Les enseña que no hay trucos. Que no se cuenta para agradar. Que el silencio del público no es amenaza, sino señal de que están viviendo la historia por dentro.

“𝐿𝑎 𝑝𝑎𝑢𝑠𝑎 𝑦 𝑙𝑎 𝑚𝑖𝑟𝑎𝑑𝑎 𝑠𝑜𝑛 𝑚𝑎́𝑠 𝑝𝑜𝑑𝑒𝑟𝑜𝑠𝑎𝑠 𝑞𝑢𝑒 𝑐𝑢𝑎𝑙𝑞𝑢𝑖𝑒𝑟 𝑔𝑒𝑠𝑡𝑜 𝑒𝑠𝑡𝑟𝑖𝑑𝑒𝑛𝑡𝑒. 𝑆𝑖 𝑙𝑜𝑔𝑟𝑎𝑠 𝑙𝑎 𝑎𝑡𝑒𝑛𝑐𝑖𝑜́𝑛 ℎ𝑖𝑝𝑛𝑜́𝑡𝑖𝑐𝑎 𝑑𝑒𝑙 𝑠𝑖𝑙𝑒𝑛𝑐𝑖𝑜, 𝑦𝑎 𝑛𝑜 𝑒𝑠𝑡𝑎́𝑠 𝑡𝑢́: 𝑒𝑠𝑡𝑎́ 𝑒𝑙 𝑐𝑢𝑒𝑛𝑡𝑜.”

𝐃𝐞𝐥 𝐞𝐬𝐜𝐞𝐧𝐚𝐫𝐢𝐨 𝐚𝐥 𝐜𝐨𝐫𝐚𝐳𝐨́𝐧
En algún momento le pregunté si prefiere contar con niños o con adultos. Y me respondió con una precisión lingüística que dice mucho de él:
“𝑵𝒐 𝒄𝒐𝒏𝒕𝒂𝒎𝒐𝒔 𝒑𝒂𝒓𝒂 𝒏𝒊𝒏̃𝒐𝒔 𝒏𝒊 𝒑𝒂𝒓𝒂 𝒂𝒅𝒖𝒍𝒕𝒐𝒔. 𝑪𝒐𝒏𝒕𝒂𝒎𝒐𝒔 𝒄𝒐𝒏 𝒆𝒍𝒍𝒐𝒔.

Esa palabra lo define: con. Armando no se sube a un escenario para tener un público. Lo hace para construir un vínculo, aunque sea por unos minutos. Por eso mira a los ojos. Por eso evita la sala a oscuras. Por eso su voz es firme, pero amable. Cercana. De carne y hueso.

𝐋𝐚 𝐩𝐚𝐧𝐝𝐞𝐦𝐢𝐚: 𝐧𝐚𝐫𝐫𝐚𝐫 𝐝𝐞𝐭𝐫𝐚́𝐬 𝐝𝐞 𝐮𝐧 𝐜𝐫𝐢𝐬𝐭𝐚𝐥
Hubo un momento en que su oficio, su esencia misma, estuvo en pausa. La pandemia le robó lo que más necesitaba: la mirada del otro. “𝘛𝘶𝘷𝘪𝘮𝘰𝘴 𝘲𝘶𝘦 𝘤𝘰𝘯𝘵𝘢𝘳 𝘥𝘦𝘵𝘳𝘢́𝘴 𝘥𝘦 𝘶𝘯 𝘱𝘭𝘢́𝘴𝘵𝘪𝘤𝘰 𝘵𝘳𝘢𝘯𝘴𝘱𝘢𝘳𝘦𝘯𝘵𝘦, 𝘤𝘰𝘯 𝘶𝘯𝘢 𝘴𝘢𝘭𝘢 𝘷𝘢𝘤𝘪́𝘢 𝘰 𝘤𝘰𝘯 𝘵𝘳𝘦𝘪𝘯𝘵𝘢 𝘱𝘦𝘳𝘴𝘰𝘯𝘢𝘴 𝘴𝘦𝘱𝘢𝘳𝘢𝘥𝘢𝘴 𝘱𝘰𝘳 𝘣𝘢𝘯𝘤𝘢𝘴 𝘷𝘢𝘤𝘪́𝘢𝘴… 𝘍𝘶𝘦 𝘥𝘦𝘴𝘢𝘯𝘨𝘦𝘭𝘢𝘥𝘰”, recordó.

Y sí, lo dijo con una tristeza serena, como quien todavía carga en el cuerpo esa sensación de encierro. La narración oral —me explicó— es un arte de la presencialidad. “𝐿𝑎 𝑣𝑖𝑟𝑡𝑢𝑎𝑙𝑖𝑑𝑎𝑑 𝑛𝑜𝑠 𝑠𝑖𝑟𝑣𝑖𝑜́ 𝑝𝑎𝑟𝑎 𝑠𝑒𝑔𝑢𝑖𝑟, 𝑝𝑒𝑟𝑜 𝑓𝑢𝑒 𝑐𝑜𝑚𝑜 ℎ𝑎𝑏𝑙𝑎𝑟𝑙𝑒 𝑎 𝑢𝑛 𝑒𝑠𝑝𝑒𝑗𝑜. 𝑈𝑛𝑎 𝑝𝑎𝑛𝑡𝑎𝑙𝑙𝑎 𝑡𝑒 𝑑𝑒𝑣𝑢𝑒𝑙𝑣𝑒 𝑡𝑢 𝑖𝑚𝑎𝑔𝑒𝑛, 𝑛𝑜 𝑙𝑎 𝑑𝑒𝑙 𝑜𝑡𝑟𝑜.”

La peor parte, dijo, fue ver a los jóvenes universitarios silenciados. Jóvenes que, aun cuando les hablaba con ternura, apenas podían asentir con la cabeza. “𝑀𝑒 𝑓𝑟𝑢𝑠𝑡𝑟𝑜́. 𝑀𝑒 ℎ𝑖𝑧𝑜 𝑝𝑒𝑛𝑠𝑎𝑟 𝑠𝑖 𝑡𝑜𝑑𝑜 𝑙𝑜 𝑞𝑢𝑒 ℎ𝑎𝑔𝑜 𝑡𝑖𝑒𝑛𝑒 𝑠𝑒𝑛𝑡𝑖𝑑𝑜. 𝐴 𝑣𝑒𝑐𝑒𝑠 ℎ𝑒 𝑑𝑖𝑐ℎ𝑜: ‘𝑁𝑢𝑛𝑐𝑎 𝑑𝑒𝑏𝑖́ 𝑠𝑎𝑙𝑖𝑟 𝑑𝑒 𝑚𝑖 𝑝𝑢𝑒𝑏𝑙𝑜’.”

Pero siguió. Porque también sabe que su voz no es solo suya. Que 𝐬𝐮 𝐭𝐫𝐚𝐛𝐚𝐣𝐨 𝐡𝐚 𝐝𝐚𝐝𝐨 𝐩𝐚𝐥𝐚𝐛𝐫𝐚 𝐚 𝐪𝐮𝐢𝐞𝐧𝐞𝐬 𝐡𝐢𝐬𝐭𝐨́𝐫𝐢𝐜𝐚𝐦𝐞𝐧𝐭𝐞 𝐟𝐮𝐞𝐫𝐨𝐧 𝐬𝐢𝐥𝐞𝐧𝐜𝐢𝐚𝐝𝐨𝐬. 𝐀 𝐥𝐚𝐬 𝐦𝐮𝐣𝐞𝐫𝐞𝐬 𝐭𝐫𝐚𝐧𝐬𝐠𝐞́𝐧𝐞𝐫𝐨, 𝐚 𝐥𝐨𝐬 𝐚𝐝𝐮𝐥𝐭𝐨𝐬 𝐦𝐚𝐲𝐨𝐫𝐞𝐬, 𝐚 𝐥𝐨𝐬 𝐧𝐢𝐧̃𝐨𝐬 𝐡𝐨𝐬𝐩𝐢𝐭𝐚𝐥𝐢𝐳𝐚𝐝𝐨𝐬, 𝐚 𝐥𝐚𝐬 𝐜𝐨𝐦𝐮𝐧𝐢𝐝𝐚𝐝𝐞𝐬 𝐝𝐞 𝐥𝐨𝐬 𝐦𝐚́𝐫𝐠𝐞𝐧𝐞𝐬.

“𝑌𝑜 𝑛𝑜𝑚𝑏𝑟𝑜 𝑑𝑒𝑠𝑑𝑒 𝑑𝑜𝑛𝑑𝑒 𝑣𝑒𝑛𝑔𝑜. 𝑌𝑜 𝑚𝑒 𝑛𝑜𝑚𝑏𝑟𝑜 𝐴𝑟𝑚𝑎𝑛𝑑𝑜 𝑇𝑟𝑒𝑗𝑜 𝑑𝑒 𝑍𝑎𝑐𝑎𝑡𝑙𝑎́𝑛 𝑑𝑒 𝑙𝑎𝑠 𝑀𝑎𝑛𝑧𝑎𝑛𝑎𝑠. 𝐸𝑠𝑎 𝑒𝑠 𝑚𝑖 𝑖𝑑𝑒𝑛𝑡𝑖𝑑𝑎𝑑. 𝑌 𝑙𝑎 𝑝𝑎𝑙𝑎𝑏𝑟𝑎 𝑒𝑠 𝑚𝑖 ℎ𝑒𝑟𝑟𝑎𝑚𝑖𝑒𝑛𝑡𝑎 𝑝𝑎𝑟𝑎 𝑛𝑜𝑚𝑏𝑟𝑎𝑟 𝑦 𝑑𝑖𝑔𝑛𝑖𝑓𝑖𝑐𝑎𝑟 𝑎 𝑜𝑡𝑟𝑜𝑠.”

𝐄𝐥 𝐡𝐮𝐦𝐨𝐫 𝐜𝐨𝐦𝐨 𝐡𝐞𝐫𝐫𝐚𝐦𝐢𝐞𝐧𝐭𝐚, 𝐧𝐨 𝐜𝐨𝐦𝐨 𝐛𝐮𝐫𝐥𝐚
Habla también del humor. Lo usa, sí. Lo disfruta. Pero lo diferencia con firmeza del recurso fácil. “𝑁𝑜 𝑠𝑒 𝑝𝑢𝑒𝑑𝑒 ℎ𝑎𝑐𝑒𝑟 𝑟𝑒𝑖́𝑟 𝑟𝑖𝑑𝑖𝑐𝑢𝑙𝑖𝑧𝑎𝑛𝑑𝑜 𝑙𝑜 ℎ𝑢𝑚𝑎𝑛𝑜. 𝑁𝑜 𝑢𝑠𝑎𝑚𝑜𝑠 𝑒𝑙 𝑚𝑎𝑐ℎ𝑖𝑠𝑚𝑜, 𝑛𝑖 𝑒𝑙 𝑟𝑎𝑐𝑖𝑠𝑚𝑜, 𝑛𝑖 𝑙𝑎 𝑏𝑢𝑟𝑙𝑎 𝑐𝑟𝑢𝑒𝑙. 𝐸𝑠𝑜 𝑛𝑜 𝑒𝑛𝑟𝑖𝑞𝑢𝑒𝑐𝑒. 𝐸𝑠𝑜 𝑛𝑜 𝑡𝑟𝑎𝑛𝑠𝑓𝑜𝑟𝑚𝑎.”

Para él, el humor tiene que ser respetuoso, ingenioso, limpio. Como los cuenteros de antes, como los abuelos que podían mantener a un grupo de personas riendo con una anécdota cotidiana, sin que nadie se sintiera menos.
“𝑌𝑜 𝑝𝑢𝑒𝑑𝑜 𝑏𝑢𝑟𝑙𝑎𝑟𝑚𝑒 𝑑𝑒 𝑚𝑖́ 𝑚𝑖𝑠𝑚𝑜, 𝑝𝑒𝑟𝑜 𝑛𝑢𝑛𝑐𝑎 𝑑𝑒 𝑙𝑎 𝑐𝑜𝑛𝑑𝑖𝑐𝑖𝑜́𝑛 𝑑𝑒𝑠𝑓𝑎𝑣𝑜𝑟𝑎𝑏𝑙𝑒 𝑑𝑒𝑙 𝑜𝑡𝑟𝑜.”

𝐘 𝐚𝐬𝐢́ 𝐬𝐞 𝐦𝐚𝐧𝐭𝐢𝐞𝐧𝐞. 𝐅𝐢𝐫𝐦𝐞 𝐞𝐧 𝐬𝐮 𝐞́𝐭𝐢𝐜𝐚. 𝐅𝐢𝐫𝐦𝐞 𝐞𝐧 𝐬𝐮 𝐞𝐬𝐭𝐞́𝐭𝐢𝐜𝐚. 𝐂𝐨𝐧𝐭𝐚𝐧𝐝𝐨 𝐜𝐮𝐞𝐧𝐭𝐨𝐬 𝐜𝐨𝐦𝐨 𝐪𝐮𝐢𝐞𝐧 𝐫𝐢𝐞𝐠𝐚 𝐮𝐧𝐚 𝐩𝐥𝐚𝐧𝐭𝐚: 𝐧𝐨 𝐩𝐚𝐫𝐚 𝐪𝐮𝐞 𝐜𝐫𝐞𝐳𝐜𝐚 𝐫𝐚́𝐩𝐢𝐝𝐨, 𝐬𝐢𝐧𝐨 𝐩𝐚𝐫𝐚 𝐪𝐮𝐞 𝐜𝐫𝐞𝐳𝐜𝐚 𝐟𝐮𝐞𝐫𝐭𝐞.
𝐍𝐚𝐫𝐫𝐚𝐫 𝐞𝐬 𝐫𝐞𝐬𝐢𝐬𝐭𝐢𝐫

Cuando terminábamos, Armando dijo una frase que se me quedó en el pecho:
“𝐶𝑜𝑛𝑡𝑎𝑟 𝑐𝑢𝑒𝑛𝑡𝑜𝑠 𝑒𝑛 𝑒𝑠𝑡𝑎 𝑒́𝑝𝑜𝑐𝑎 𝑒𝑠 𝑐𝑜𝑛𝑣𝑒𝑟𝑡𝑖𝑟 𝑎𝑙𝑔𝑜 𝑜𝑟𝑑𝑖𝑛𝑎𝑟𝑖𝑜 —ℎ𝑎𝑏𝑙𝑎𝑟— 𝑒𝑛 𝑎𝑙𝑔𝑜 𝑒𝑥𝑡𝑟𝑎𝑜𝑟𝑑𝑖𝑛𝑎𝑟𝑖𝑜.”

Y sí. Armando es eso: 𝐮𝐧 𝐚𝐥𝐪𝐮𝐢𝐦𝐢𝐬𝐭𝐚 𝐝𝐞 𝐥𝐚 𝐯𝐨𝐳. 𝐔𝐧 𝐡𝐨𝐦𝐛𝐫𝐞 𝐪𝐮𝐞 𝐜𝐨𝐧𝐯𝐢𝐫𝐭𝐢𝐨́ 𝐬𝐮 𝐭𝐢𝐦𝐢𝐝𝐞𝐳 𝐞𝐧 𝐡𝐞𝐫𝐫𝐚𝐦𝐢𝐞𝐧𝐭𝐚, 𝐬𝐮 𝐢𝐧𝐟𝐚𝐧𝐜𝐢𝐚 𝐞𝐧 𝐛𝐚𝐧𝐝𝐞𝐫𝐚, 𝐬𝐮 𝐜𝐮𝐞𝐫𝐩𝐨 𝐞𝐧 𝐩𝐫𝐞𝐬𝐞𝐧𝐜𝐢𝐚, 𝐬𝐮 𝐩𝐚𝐥𝐚𝐛𝐫𝐚 𝐞𝐧 𝐫𝐞𝐟𝐮𝐠𝐢𝐨. 𝐔𝐧 𝐧𝐚𝐫𝐫𝐚𝐝𝐨𝐫 𝐪𝐮𝐞 𝐧𝐨 𝐧𝐞𝐜𝐞𝐬𝐢𝐭𝐚 𝐝𝐢𝐬𝐟𝐫𝐚𝐜𝐞𝐬, 𝐧𝐢 𝐥𝐮𝐜𝐞𝐬, 𝐧𝐢 𝐦𝐮́𝐬𝐢𝐜𝐚. 𝐒𝐨𝐥𝐨 𝐮𝐧 𝐜𝐮𝐞𝐧𝐭𝐨. 𝐘 𝐚𝐥𝐠𝐮𝐢𝐞𝐧 𝐝𝐢𝐬𝐩𝐮𝐞𝐬𝐭𝐨 𝐚 𝐞𝐬𝐜𝐮𝐜𝐡𝐚𝐫𝐥𝐨.

𝐏𝐨𝐫𝐪𝐮𝐞 𝐜𝐨𝐧𝐭𝐚𝐫, 𝐞𝐧 𝐬𝐮𝐬 𝐦𝐚𝐧𝐨𝐬, 𝐞𝐬 𝐮𝐧𝐚 𝐟𝐨𝐫𝐦𝐚 𝐝𝐞 𝐭𝐞𝐫𝐧𝐮𝐫𝐚.
𝐔𝐧 𝐚𝐜𝐭𝐨 𝐩𝐨𝐥𝐢́𝐭𝐢𝐜𝐨.
𝐔𝐧 𝐫𝐞𝐳𝐨 𝐥𝐚𝐢𝐜𝐨.
𝐔𝐧 𝐞𝐜𝐨 𝐝𝐞 𝐥𝐨𝐬 𝐠𝐫𝐢𝐨𝐭𝐬 𝐚𝐟𝐫𝐢𝐜𝐚𝐧𝐨𝐬, 𝐝𝐞 𝐥𝐨𝐬 𝐜𝐡𝐚𝐦𝐚𝐧𝐞𝐬, 𝐝𝐞 𝐥𝐨𝐬 𝐚𝐛𝐮𝐞𝐥𝐨𝐬 𝐪𝐮𝐞 𝐧𝐨𝐬 𝐜𝐨𝐧𝐭𝐚𝐛𝐚𝐧 𝐚𝐧𝐭𝐞𝐬 𝐝𝐞 𝐝𝐨𝐫𝐦𝐢𝐫.

Y mientras él siga contando, habrá historias que nos salven del olvido, y un silencio que, en vez de apagar, nos haga imaginar.

𝐏𝐨𝐫𝐪𝐮𝐞 𝐝𝐨𝐧𝐝𝐞 𝐡𝐚𝐛𝐥𝐞 𝐀𝐫𝐦𝐚𝐧𝐝𝐨 𝐓𝐫𝐞𝐣𝐨, 𝐞𝐥 𝐦𝐮𝐧𝐝𝐨 𝐯𝐮𝐞𝐥𝐯𝐞 𝐚 𝐞𝐬𝐜𝐮𝐜𝐡𝐚𝐫.

𝐋𝐮𝐢𝐬 𝐈𝐠𝐧𝐚𝐜𝐢𝐨 𝐒𝐚́𝐢𝐧𝐳: 𝐥𝐚 𝐥𝐮𝐜𝐢𝐝𝐞𝐳 𝐜𝐨𝐦𝐨 𝐟𝐨𝐫𝐦𝐚 𝐝𝐞 𝐫𝐞𝐬𝐢𝐬𝐭𝐞𝐧𝐜𝐢𝐚por Nathalie Erika Langner.Ensayista, crítico cultural y figura...
30/04/2025

𝐋𝐮𝐢𝐬 𝐈𝐠𝐧𝐚𝐜𝐢𝐨 𝐒𝐚́𝐢𝐧𝐳: 𝐥𝐚 𝐥𝐮𝐜𝐢𝐝𝐞𝐳 𝐜𝐨𝐦𝐨 𝐟𝐨𝐫𝐦𝐚 𝐝𝐞 𝐫𝐞𝐬𝐢𝐬𝐭𝐞𝐧𝐜𝐢𝐚
por Nathalie Erika Langner.

Ensayista, crítico cultural y figura clave del pensamiento artístico contemporáneo en México, Luis Ignacio Sáinz ha construido una trayectoria marcada por la erudición, el rigor conceptual y una profunda desconfianza hacia la banalización del arte y del pensamiento. Autor de numerosos textos sobre estética, literatura y música, ha sido profesor universitario, editor, y una voz lúcida en defensa del pensamiento crítico. En abril de 2025 participó como conferencista invitado en el festival Camino al Tlalocan, celebrado en Zacatlán, Puebla, donde compartió algunas de sus reflexiones más representativas sobre arte, memoria y sensibilidad.

Hablar con/Leer Sáinz es asomarse a un territorio donde la escritura no solo comunica, sino también implica una ética. En su obra no hay espacio para la complacencia ni para el lugar común: escribir es, para él, un acto de responsabilidad, precisión e inteligencia. Sus reflexiones sobre infancia, belleza y crítica cultural operan como un manifiesto contra el empobrecimiento simbólico de la vida contemporánea.

Su estilo, deliberadamente exigente, responde a una visión del ensayo como arte de la composición y del pensamiento como forma de resistencia.

“𝑀𝑒 𝑎𝑖́𝑠𝑙𝑜 𝑑𝑒𝑙 𝑠𝑜𝑛𝑖𝑑𝑜 𝑎𝑚𝑏𝑖𝑒𝑛𝑡𝑒 𝑦 𝑚𝑒 𝑧𝑎𝑚𝑏𝑢𝑙𝑙𝑜 𝑒𝑛 𝑙𝑎 𝑒𝑠𝑐𝑟𝑖𝑡𝑢𝑟𝑎, 𝑏𝑢𝑠𝑐𝑎𝑛𝑑𝑜 𝑢𝑛 𝑒𝑞𝑢𝑖𝑙𝑖𝑏𝑟𝑖𝑜 𝑒𝑛𝑡𝑟𝑒 𝑙𝑎 𝑝𝑟𝑒𝑐𝑖𝑠𝑖𝑜́𝑛 𝑐𝑜𝑛𝑐𝑒𝑝𝑡𝑢𝑎𝑙 𝑦 𝑒𝑙 𝑟𝑖𝑡𝑚𝑜 𝑙𝑖𝑡𝑒𝑟𝑎𝑟𝑖𝑜”.

Para Sáinz, el texto no debe limitarse a comunicar, sino que debe atravesar al lector. Cada frase debe superar lo que él llama “la prueba de fuego”: la lectura en voz alta, en busca de una eufonía que favorezca la comprensión de una escritura rigurosa.

Alejado de cualquier visión romántica de la inspiración, confía en el trabajo meticuloso. El silencio interior que precede a la creación no lo rompe una musa, sino la investigación y la información: escribir, para él, no es un acto emocional, sino de conciencia.

Detrás de ese rigor hay, sin embargo, una relación intensamente emocional con el arte. Desde niño, ciertas imágenes lo marcaron: el Zócalo capitalino como un espacio inmenso y misterioso; el antiguo mapa de Juan de la Cosa, que le fascinó sin saber que era un plano; o un concierto de Saint-Saëns, que lo llevó a obsesionarse con el exotismo musical. La sensibilidad estética aparece así como una forma de apertura, de asombro y de comprensión del mundo.

Cuando habla del poder del arte, no lo idealiza ni lo mitifica: no dice que lo cura, sino que lo alimenta. La música de Bach o de Machaut, la pintura de Velázquez, la poesía de Quevedo o los fragmentos de Heráclito son, para él, una forma de sobrevivir:

“𝐶𝑢𝑎𝑙𝑞𝑢𝑖𝑒𝑟 𝑚𝑎𝑛𝑖𝑓𝑒𝑠𝑡𝑎𝑐𝑖𝑜́𝑛 𝑎𝑟𝑡𝑖́𝑠𝑡𝑖𝑐𝑎 𝑚𝑒 𝑝𝑟𝑜𝑡𝑒𝑔𝑒 𝑑𝑒 𝑙𝑎 𝑏𝑎𝑛𝑎𝑙𝑖𝑑𝑎𝑑, 𝑙𝑎 𝑒𝑠𝑡𝑢𝑙𝑡𝑖𝑐𝑖𝑎 𝑦 𝑙𝑎 𝑓𝑟𝑖𝑣𝑜𝑙𝑖𝑑𝑎𝑑”.

Crítico con su tiempo, Sáinz no titubea al señalar la “educación deficiente” y la “cultura embrionaria” de una sociedad que ha sido embrutecida por políticas que temen a la crítica:

“𝐿𝑎 𝑛𝑢𝑒𝑠𝑡𝑟𝑎 𝑒𝑠 𝑢𝑛𝑎 𝑠𝑜𝑐𝑖𝑒𝑑𝑎𝑑 𝑐𝑜𝑛 𝑒𝑑𝑢𝑐𝑎𝑐𝑖𝑜́𝑛 𝑑𝑒𝑓𝑖𝑐𝑖𝑒𝑛𝑡𝑒, 𝑐𝑢𝑙𝑡𝑢𝑟𝑎 𝑒𝑚𝑏𝑟𝑖𝑜𝑛𝑎𝑟𝑖𝑎 𝑦 𝑒𝑚𝑏𝑟𝑢𝑡𝑒𝑐𝑖𝑑𝑎 𝑝𝑜𝑟 𝑙𝑎𝑠 𝑝𝑜𝑙𝑖́𝑡𝑖𝑐𝑎𝑠 𝑔𝑢𝑏𝑒𝑟𝑛𝑎𝑚𝑒𝑛𝑡𝑎𝑙𝑒𝑠 𝑞𝑢𝑒 𝑑𝑒𝑠𝑒𝑎𝑛 𝑖𝑛𝑜𝑐𝑢𝑙𝑎𝑟 𝑙𝑎 𝑐𝑟𝑖́𝑡𝑖𝑐𝑎”.

No cree que el artista deba ser defendido, sino leído, interpretado, comprendido: “𝐸𝑙 𝑎𝑟𝑡𝑖𝑠𝑡𝑎 𝑛𝑜 𝑛𝑒𝑐𝑒𝑠𝑖𝑡𝑎 𝑠𝑒𝑟 𝑑𝑒𝑓𝑒𝑛𝑑𝑖𝑑𝑜, 𝑠𝑖𝑛𝑜 𝑙𝑒𝑖́𝑑𝑜, 𝑒𝑠𝑐𝑢𝑐ℎ𝑎𝑑𝑜, 𝑖𝑛𝑡𝑒𝑟𝑝𝑟𝑒𝑡𝑎𝑑𝑜, 𝑜𝑏𝑠𝑒𝑟𝑣𝑎𝑑𝑜, 𝑐𝑜𝑛𝑠𝑡𝑟𝑢𝑖𝑑𝑜”. Su apuesta está en una reflexión crítica que vaya más allá de ideologías: “𝐸𝑙 𝑖𝑛𝑡𝑒𝑙𝑒𝑐𝑡𝑜 𝑦 𝑙𝑎 𝑐𝑜𝑛𝑐𝑖𝑒𝑛𝑐𝑖𝑎 𝑠𝑜𝑛 𝑖𝑛𝑠𝑒𝑝𝑎𝑟𝑎𝑏𝑙𝑒𝑠; 𝑓𝑜𝑟𝑚𝑎𝑛 𝑢𝑛 𝑐𝑜𝑛𝑡𝑖𝑛𝑢𝑢𝑚 𝑞𝑢𝑒 𝑛𝑜𝑠 𝑏𝑟𝑖𝑛𝑑𝑎 𝑎𝑙 𝑠𝑢𝑗𝑒𝑡𝑜 𝑐𝑟𝑒𝑎𝑑𝑜𝑟”.

También se muestra firme frente a la censura disfrazada de corrección política. Reivindica a figuras complejas como Ezra Pound o Céline, recordando que la obra debe enfrentarse sin prejuicios, incluso cuando su autor resulta incómodo: “𝑁𝑢𝑛𝑐𝑎 𝑑𝑒𝑗𝑎𝑟𝑎́𝑛 𝑑𝑒 𝑠𝑒𝑟 𝑢𝑛 𝑝𝑜𝑒𝑡𝑎 𝑒𝑥𝑡𝑟𝑎𝑜𝑟𝑑𝑖𝑛𝑎𝑟𝑖𝑜 𝐸𝑧𝑟𝑎 𝑃𝑜𝑢𝑛𝑑 𝑜 𝑡𝑟𝑒𝑚𝑒𝑛𝑑𝑜𝑠 𝑒𝑠𝑐𝑟𝑖𝑡𝑜𝑟𝑒𝑠 𝑅𝑜𝑔𝑒𝑟 𝑀𝑎𝑟𝑡𝑖𝑛 𝑑𝑢 𝐺𝑎𝑟𝑑 𝑜 𝐿𝑜𝑢𝑖𝑠-𝐹𝑒𝑟𝑑𝑖𝑛𝑎𝑛𝑑 𝐶𝑒́𝑙𝑖𝑛𝑒”.

Cuando se le pregunta si alguna vez ha practicado la autocensura, responde con contundencia: “𝑁𝑜, 𝑛𝑢𝑛𝑐𝑎 𝑚𝑒 ℎ𝑒 𝑐𝑒𝑛𝑠𝑢𝑟𝑎𝑑𝑜 𝑝𝑜𝑟 𝑛𝑖𝑛𝑔𝑢𝑛𝑎 𝑟𝑎𝑧𝑜́𝑛”.

En su visión del mundo, lo que más teme perder no es una estética, sino una ética: “𝐿𝑎 𝑑𝑖𝑔𝑛𝑖𝑑𝑎𝑑, 𝑒𝑙 𝑑𝑒𝑟𝑒𝑐ℎ𝑜 𝑎 𝑙𝑎 𝑑𝑖𝑓𝑒𝑟𝑒𝑛𝑐𝑖𝑎, 𝑙𝑎 𝑝𝑎𝑟𝑡𝑖𝑐𝑖𝑝𝑎𝑐𝑖𝑜́𝑛 𝑐𝑖𝑢𝑑𝑎𝑑𝑎𝑛𝑎 𝑦 𝑠𝑜𝑐𝑖𝑎𝑙 𝑒𝑛 𝑙𝑜𝑠 𝑎𝑠𝑢𝑛𝑡𝑜𝑠 𝑝𝑢́𝑏𝑙𝑖𝑐𝑜𝑠”. La escritura y el pensamiento se convierten entonces en formas de preservar ese horizonte.

En tiempos de inmediatez y gratificación superficial, Luis Ignacio Sáinz se planta como un escritor que exige otra relación con la cultura: una más lenta, más reflexiva, más comprometida.

𝐍𝐨 𝐞𝐬𝐜𝐫𝐢𝐛𝐞 𝐩𝐚𝐫𝐚 𝐞𝐧𝐭𝐫𝐞𝐭𝐞𝐧𝐞𝐫, 𝐬𝐢𝐧𝐨 𝐩𝐚𝐫𝐚 𝐝𝐞𝐬𝐚𝐟𝐢𝐚𝐫.
𝐏𝐚𝐫𝐚 𝐫𝐞𝐜𝐨𝐫𝐝𝐚𝐫𝐧𝐨𝐬, 𝐭𝐚𝐥 𝐯𝐞𝐳, 𝐪𝐮𝐞 𝐩𝐞𝐧𝐬𝐚𝐫 𝐬𝐢𝐠𝐮𝐞 𝐬𝐢𝐞𝐧𝐝𝐨 𝐮𝐧 𝐚𝐜𝐭𝐨 𝐮𝐫𝐠𝐞𝐧𝐭𝐞.

- Nathalie Erika Langner -

𝐑𝐨𝐝𝐫𝐢𝐠𝐨 𝐏𝐥𝐚́ 𝐲 𝐋𝐚𝐮𝐫𝐚 𝐒𝐚𝐧𝐭𝐮𝐥𝐥𝐨: 𝐥𝐚 𝐞́𝐭𝐢𝐜𝐚 𝐝𝐞 𝐧𝐚𝐫𝐫𝐚𝐫 𝐬𝐢𝐧 𝐚𝐫𝐭𝐢𝐟𝐢𝐜𝐢𝐨𝐬Por Nathalie Erika LangnerEn el cine de Rodrigo Plá y L...
23/04/2025

𝐑𝐨𝐝𝐫𝐢𝐠𝐨 𝐏𝐥𝐚́ 𝐲 𝐋𝐚𝐮𝐫𝐚 𝐒𝐚𝐧𝐭𝐮𝐥𝐥𝐨: 𝐥𝐚 𝐞́𝐭𝐢𝐜𝐚 𝐝𝐞 𝐧𝐚𝐫𝐫𝐚𝐫 𝐬𝐢𝐧 𝐚𝐫𝐭𝐢𝐟𝐢𝐜𝐢𝐨𝐬
Por Nathalie Erika Langner

En el cine de Rodrigo Plá y Laura Santullo no hay artificios innecesarios. No hay personajes que existan para cumplir funciones narrativas, ni escenas diseñadas para provocar lágrimas fáciles.
Lo que hay, más bien, es una profunda conciencia de 𝐜𝐨́𝐦𝐨 𝐬𝐞 𝐟𝐢𝐥𝐦𝐚 𝐞𝐥 𝐝𝐨𝐥𝐨𝐫 𝐬𝐢𝐧 𝐭𝐫𝐚𝐢𝐜𝐢𝐨𝐧𝐚𝐫𝐥𝐨, 𝐜𝐨́𝐦𝐨 𝐬𝐞 𝐜𝐮𝐞𝐧𝐭𝐚 𝐥𝐚 𝐢𝐧𝐣𝐮𝐬𝐭𝐢𝐜𝐢𝐚 𝐬𝐢𝐧 𝐬𝐢𝐦𝐩𝐥𝐢𝐟𝐢𝐜𝐚𝐫𝐥𝐚, 𝐲 𝐜𝐨́𝐦𝐨 𝐬𝐞 𝐜𝐨𝐧𝐬𝐭𝐫𝐮𝐲𝐞𝐧 𝐡𝐢𝐬𝐭𝐨𝐫𝐢𝐚𝐬 𝐪𝐮𝐞 𝐚𝐛𝐫𝐞𝐧 𝐩𝐫𝐞𝐠𝐮𝐧𝐭𝐚𝐬 𝐞𝐧 𝐥𝐮𝐠𝐚𝐫 𝐝𝐞 𝐜𝐥𝐚𝐮𝐬𝐮𝐫𝐚𝐫𝐥𝐚𝐬 𝐜𝐨𝐧 𝐫𝐞𝐬𝐩𝐮𝐞𝐬𝐭𝐚𝐬.

La pareja —unida tanto en la vida como en el arte— ha trabajado de forma inseparable desde hace más de dos décadas.

𝐄𝐧 𝐞𝐥 𝐦𝐚𝐫𝐜𝐨 𝐝𝐞𝐥 𝐅𝐞𝐬𝐭𝐢𝐯𝐚𝐥 𝐝𝐞 𝐀𝐫𝐭𝐞 𝐲 𝐂𝐮𝐥𝐭𝐮𝐫𝐚 𝐂𝐚𝐦𝐢𝐧𝐨 𝐚𝐥 𝐓𝐥𝐚𝐥𝐨𝐜𝐚𝐧, 𝐑𝐨𝐝𝐫𝐢𝐠𝐨 𝐩𝐫𝐞𝐬𝐞𝐧𝐭𝐚 𝐥𝐚 𝐩𝐞𝐥𝐢́𝐜𝐮𝐥𝐚 "𝐔𝐧 𝐦𝐨𝐧𝐬𝐭𝐫𝐮𝐨 𝐝𝐞 𝐦𝐢𝐥 𝐜𝐚𝐛𝐞𝐳𝐚𝐬", 𝐝𝐢𝐫𝐢𝐠𝐢𝐝𝐚 𝐩𝐨𝐫 𝐏𝐥𝐚́ 𝐲 𝐛𝐚𝐬𝐚𝐝𝐚 𝐞𝐧 𝐥𝐚 𝐧𝐨𝐯𝐞𝐥𝐚 𝐞𝐬𝐜𝐫𝐢𝐭𝐚 𝐩𝐨𝐫 𝐒𝐚𝐧𝐭𝐮𝐥𝐥𝐨.

En ella, como en sus anteriores obras, el tono contenido y la mirada ética son piezas fundamentales del lenguaje.
“𝑁𝑜 𝑚𝑒 𝑒𝑛𝑡𝑢𝑠𝑖𝑎𝑠𝑚𝑎 𝑠𝑢𝑏𝑟𝑎𝑦𝑎𝑟 𝑜 𝑟𝑒𝑠𝑎𝑙𝑡𝑎𝑟 𝑙𝑎𝑠 𝑒𝑚𝑜𝑐𝑖𝑜𝑛𝑒𝑠 𝑐𝑜𝑛 𝑟𝑒𝑐𝑢𝑟𝑠𝑜𝑠 c𝑖𝑛𝑒𝑚𝑎𝑡𝑜𝑔𝑟𝑎́𝑓𝑖𝑐𝑜𝑠 𝑞𝑢𝑒 𝑚𝑒 𝑟𝑒𝑠𝑢𝑙𝑡𝑎𝑛 𝑎𝑟𝑡𝑖𝑓𝑖𝑐𝑖𝑜𝑠𝑜𝑠 ”, afirma Rodrigo Plá.

“𝑃𝑟𝑒𝑓𝑖𝑒𝑟𝑜 𝑒𝑠𝑞𝑢𝑖𝑣𝑎𝑟 𝑙𝑜𝑠 𝑔𝑜𝑙𝑝𝑒𝑠 𝑏𝑎𝑗𝑜𝑠. 𝑇𝑒𝑛𝑔𝑜 𝑙𝑎 𝑖𝑚𝑝𝑟𝑒𝑠𝑖𝑜́𝑛 𝑑𝑒 𝑞𝑢𝑒 𝑎𝑙 ℎ𝑎𝑐𝑒𝑟𝑙𝑜 𝑑𝑒 𝑒𝑠𝑡𝑎 𝑚𝑎𝑛𝑒𝑟𝑎, 𝑙𝑎𝑠 𝑒𝑚𝑜𝑐𝑖𝑜𝑛𝑒𝑠 𝑞𝑢𝑒 𝑝𝑢𝑑𝑖𝑒𝑟𝑎 𝑠𝑒𝑛𝑡𝑖𝑟 𝑒𝑙 𝑒𝑠𝑝𝑒𝑐𝑡𝑎𝑑𝑜𝑟 𝑒𝑠𝑡𝑎́𝑛 𝑚𝑒𝑛𝑜𝑠 𝑖𝑛𝑡𝑒𝑟𝑣𝑒𝑛𝑖𝑑𝑎𝑠 𝑜 𝑚𝑎𝑛𝑖𝑝𝑢𝑙𝑎𝑑𝑎𝑠.”

La película narra la historia de Sonia Bonet, una mujer que atraviesa un sistema de salud frío e inhumano en busca de justicia para su esposo enfermo. Las decisiones del personaje bordean la ilegalidad, pero nunca se pierde de vista su humanidad.

Para Plá, esa es una línea importante que no debe cruzarse como narrador: “𝑴𝒆 𝒑𝒂𝒓𝒆𝒄𝒆 𝒊𝒎𝒑𝒐𝒓𝒕𝒂𝒏𝒕𝒆 𝒏𝒐 𝒋𝒖𝒛𝒈𝒂𝒓 𝒂 𝒍𝒐𝒔 𝒑𝒆𝒓𝒔𝒐𝒏𝒂𝒋𝒆𝒔, 𝒔𝒊𝒏𝒐 𝒎𝒂́𝒔 𝒃𝒊𝒆𝒏 𝒄𝒐𝒍𝒐𝒄𝒂𝒓𝒍𝒐𝒔 𝒆𝒏 𝒔𝒊𝒕𝒖𝒂𝒄𝒊𝒐𝒏𝒆𝒔 𝒅𝒐𝒏𝒅𝒆 𝒔𝒆 𝒗𝒆𝒂𝒏 𝒆𝒍𝒍𝒐𝒔 𝒎𝒊𝒔𝒎𝒐𝒔 𝒐𝒃𝒍𝒊𝒈𝒂𝒅𝒐𝒔 𝒂 𝒄𝒖𝒆𝒔𝒕𝒊𝒐𝒏𝒂𝒓 𝒔𝒖𝒔 𝒑𝒓𝒐𝒑𝒊𝒐𝒔 𝒗𝒂𝒍𝒐𝒓𝒆𝒔 𝒆́𝒕𝒊𝒄𝒐𝒔 𝒚 𝒎𝒐𝒓𝒂𝒍𝒆𝒔 𝐶𝑜𝑚𝑝𝑎𝑟𝑡𝑖𝑚𝑜𝑠 𝑐𝑜𝑛 𝐿𝑎𝑢𝑟𝑎 𝑙𝑎 𝑖𝑑𝑒𝑎 𝑑𝑒 𝑞𝑢𝑒 𝑛𝑜𝑠 𝑔𝑢𝑠𝑡𝑎𝑛 𝑙𝑜𝑠 𝑝𝑒𝑟𝑠𝑜𝑛𝑎𝑗𝑒𝑠 𝑞𝑢𝑒 𝑠𝑒 𝑒𝑞𝑢𝑖𝑣𝑜𝑐𝑎𝑛.”

𝐄𝐬𝐚 𝐯𝐢𝐬𝐢𝐨́𝐧 𝐞𝐬 𝐩𝐚𝐫𝐭𝐞 𝐝𝐞𝐥 𝐜𝐨𝐫𝐚𝐳𝐨́𝐧 𝐝𝐞 𝐬𝐮 𝐩𝐫𝐨𝐜𝐞𝐬𝐨 𝐜𝐫𝐞𝐚𝐭𝐢𝐯𝐨. 𝐒𝐚𝐧𝐭𝐮𝐥𝐥𝐨 𝐞𝐬𝐜𝐫𝐢𝐛𝐞 𝐥𝐚𝐬 𝐡𝐢𝐬𝐭𝐨𝐫𝐢𝐚𝐬, 𝐥𝐚𝐬 𝐯𝐢𝐯𝐞, 𝐥𝐚𝐬 𝐩𝐢𝐞𝐧𝐬𝐚 𝐣𝐮𝐧𝐭𝐨 𝐚 𝐑𝐨𝐝𝐫𝐢𝐠𝐨, 𝐲 𝐥𝐚𝐬 𝐝𝐞𝐟𝐢𝐞𝐧𝐝𝐞 𝐬𝐢𝐧 𝐢𝐦𝐩𝐨𝐧𝐞𝐫𝐥𝐚𝐬.

En palabras de ella:
“𝑇𝑟𝑎𝑏𝑎𝑗𝑎𝑟 𝑒𝑛 𝑐𝑜𝑛𝑗𝑢𝑛𝑡𝑜 𝑡𝑒 𝑣𝑢𝑒𝑙𝑣𝑒 𝑚𝑎́𝑠 𝑛𝑒𝑔𝑜𝑐𝑖𝑎𝑑𝑜𝑟 𝑒𝑛 𝑒𝑙 𝑚𝑒𝑗𝑜𝑟 𝑑𝑒 𝑙𝑜𝑠 𝑠𝑒𝑛𝑡𝑖𝑑𝑜𝑠. 𝑇𝑖𝑒𝑛𝑒𝑠 𝑞𝑢𝑒 𝑎𝑟𝑔𝑢𝑚𝑒𝑛𝑡𝑎𝑟, 𝑐𝑜𝑛𝑐𝑒𝑝𝑡𝑢𝑎𝑙𝑖𝑧𝑎𝑟 𝑏𝑖𝑒𝑛 𝑝𝑎𝑟𝑎 𝑐𝑜𝑛𝑣𝑒𝑛𝑐𝑒𝑟… 𝑝𝑒𝑟𝑜 𝑡𝑎𝑚𝑏𝑖𝑒́𝑛 𝑛𝑒𝑐𝑒𝑠𝑖𝑡𝑎𝑠 𝑠𝑒𝑟 𝑐𝑎𝑝𝑎𝑧 𝑑𝑒 𝑐𝑒𝑑𝑒𝑟, 𝑑𝑒 𝑑𝑒𝑗𝑎𝑟𝑡𝑒 𝑝𝑒𝑟𝑚𝑒𝑎𝑟 𝑝𝑜𝑟 𝑙𝑎 𝑜𝑝𝑖𝑛𝑖𝑜́𝑛 𝑑𝑒𝑙 𝑜𝑡𝑟𝑜. 𝑷𝒆𝒏𝒔𝒂𝒎𝒐𝒔 𝒔𝒊𝒆𝒎𝒑𝒓𝒆 𝒆𝒏 𝒍𝒐 𝒒𝒖𝒆 𝒆𝒔 𝒎𝒆𝒋𝒐𝒓 𝒑𝒂𝒓𝒂 𝒍𝒂 𝒑𝒆𝒍𝒊́𝒄𝒖𝒍𝒂.”

Al escucharlos, se percibe una calma poco común. No imponen, no presumen. Rodrigo Plá y Laura Santullo parecen estar más interesados en conversar que en convencer, y esa actitud, tan distante de lo esperado, deja una marca difícil de ignorar.

Rodrigo confiesa que, emocionalmente, no lo afectan tanto las historias que filma, sino más bien los momentos en los que no hay historias por contar:
“𝐿𝑎 𝑝𝑟𝑒𝑔𝑢𝑛𝑡𝑎 𝑒𝑛 𝑟𝑒𝑎𝑙𝑖𝑑𝑎𝑑 𝑒𝑠 𝑐𝑜́𝑚𝑜 𝑐𝑢𝑖𝑑𝑜 𝑚𝑖 𝑠𝑎𝑙𝑢𝑑 𝑒𝑚𝑜𝑐𝑖𝑜𝑛𝑎𝑙 𝑐𝑢𝑎𝑛𝑑𝑜 𝑛𝑜 𝑒𝑠𝑡𝑜𝑦 𝑓𝑖𝑙𝑚𝑎𝑛𝑑𝑜 𝑢𝑛𝑎 𝑝𝑒𝑙𝑖́𝑐𝑢𝑙𝑎 𝑦 𝑛𝑜 𝑡𝑒𝑛𝑔𝑜 𝑡𝑟𝑎𝑏𝑎𝑗𝑜, 𝑗𝑒, 𝑗𝑒. 𝑷𝒂𝒓𝒕𝒆 𝒅𝒆 𝒎𝒊 𝒍𝒂𝒃𝒐𝒓 𝒄𝒐𝒎𝒐 𝒄𝒊𝒏𝒆𝒂𝒔𝒕𝒂 𝒄𝒐𝒏𝒔𝒊𝒔𝒕𝒆 𝒆𝒏 𝒅𝒆𝒋𝒂𝒓𝒎𝒆 𝒕𝒐𝒄𝒂𝒓 𝒆𝒎𝒐𝒄𝒊𝒐𝒏𝒂𝒍𝒎𝒆𝒏𝒕𝒆 𝒑𝒐𝒓 𝒍𝒐 𝒒𝒖𝒆 𝒓𝒆𝒕𝒓𝒂𝒕𝒐… 𝒀 𝒆𝒔𝒂 𝒑𝒐𝒔𝒊𝒃𝒊𝒍𝒊𝒅𝒂𝒅 𝒏𝒐 𝒎𝒆 𝒂𝒔𝒖𝒔𝒕𝒂, 𝒎𝒂́𝒔 𝒃𝒊𝒆𝒏 𝒎𝒆 𝒈𝒖𝒔𝒕𝒂.”

𝐏𝐨𝐫 𝐬𝐮 𝐩𝐚𝐫𝐭𝐞, 𝐋𝐚𝐮𝐫𝐚, 𝐞𝐬 𝐚𝐭𝐞𝐧𝐭𝐚 𝐚 𝐥𝐨𝐬 𝐝𝐞𝐬𝐭𝐢𝐧𝐨𝐬 𝐝𝐞 𝐬𝐮𝐬 𝐩𝐞𝐫𝐬𝐨𝐧𝐚𝐣𝐞𝐬, aún se pregunta qué fue de Alejandro, el joven protagonista de La Zona, otra de sus colaboraciones más recordadas:
“𝐴 𝑣𝑒𝑐𝑒𝑠 𝑚𝑒 𝑝𝑟𝑒𝑔𝑢𝑛𝑡𝑜 𝑠𝑖 𝑙𝑒 ℎ𝑎𝑏𝑟𝑒𝑚𝑜𝑠 𝑑𝑎𝑑𝑜 𝑠𝑢𝑓𝑖𝑐𝑖𝑒𝑛𝑡𝑒𝑠 ℎ𝑒𝑟𝑟𝑎𝑚𝑖𝑒𝑛𝑡𝑎𝑠 𝑝𝑎𝑟𝑎 𝑠𝑎𝑙𝑖𝑟 𝑎𝑙 𝑚𝑢𝑛𝑑𝑜. 𝑀𝑒 𝑖𝑛𝑡𝑒𝑟𝑒𝑠𝑎𝑟𝑖́𝑎 𝑠𝑎𝑏𝑒𝑟 𝑞𝑢𝑒́ 𝑙𝑒 𝑝𝑎𝑟𝑒𝑐𝑖𝑜́ 𝑒𝑠𝑒 𝑚𝑢𝑛𝑑𝑜 𝑑𝑒 𝑎𝑓𝑢𝑒𝑟𝑎.”

Me es imposible no sentir que el cine, para Plá y Santullo, es un puente: una forma de acercarse al otro con respeto, con ternura, con una genuina disposición a escuchar. Más que contar historias, da la impresión de que lo que realmente hacen es caminar junto a ellas.

“𝐿𝑎 𝑒𝑥𝑐𝑢𝑠𝑎 𝑑𝑒𝑙 𝑐𝑖𝑛𝑒 𝑚𝑒 𝑝𝑒𝑟𝑚𝑖𝑡𝑒 ℎ𝑎𝑐𝑒𝑟 𝑖𝑛𝑚𝑒𝑟𝑠𝑖𝑜𝑛𝑒𝑠 𝑒𝑛 𝑟𝑒𝑎𝑙𝑖𝑑𝑎𝑑𝑒𝑠 𝑞𝑢𝑒 ℎ𝑎𝑠𝑡𝑎 𝑒𝑛𝑡𝑜𝑛𝑐𝑒𝑠 𝑚𝑒 𝑒𝑟𝑎𝑛 𝑎𝑗𝑒𝑛𝑎𝑠… 𝒀𝒐 𝒅𝒊𝒓𝒊́𝒂 𝒒𝒖𝒆 𝒍𝒐 𝒒𝒖𝒆 𝒎𝒆 𝒎𝒖𝒆𝒗𝒆 𝒂 𝒉𝒂𝒄𝒆𝒓 𝒄𝒊𝒏𝒆 𝒆𝒔 𝒆𝒔𝒂 𝒑𝒐𝒔𝒊𝒃𝒊𝒍𝒊𝒅𝒂𝒅 𝒅𝒆 𝒄𝒐𝒏𝒐𝒄𝒆𝒓 𝒚 𝒂𝒑𝒓𝒆𝒏𝒅𝒆𝒓 𝒆𝒏 𝒆𝒍 𝒑𝒓𝒐𝒄𝒆𝒔𝒐”, concluye Plá.

𝐄𝐧 𝐭𝐢𝐞𝐦𝐩𝐨𝐬 𝐝𝐞 𝐧𝐚𝐫𝐫𝐚𝐭𝐢𝐯𝐚𝐬 𝐮𝐫𝐠𝐞𝐧𝐭𝐞𝐬 𝐲 𝐝𝐢𝐬𝐜𝐮𝐫𝐬𝐨𝐬 𝐩𝐨𝐥𝐚𝐫𝐢𝐳𝐚𝐝𝐨𝐬, 𝐞𝐥 𝐜𝐢𝐧𝐞 𝐝𝐞 𝐑𝐨𝐝𝐫𝐢𝐠𝐨 𝐏𝐥𝐚́ 𝐲 𝐋𝐚𝐮𝐫𝐚 𝐒𝐚𝐧𝐭𝐮𝐥𝐥𝐨 𝐞𝐥𝐢𝐠𝐞 𝐮𝐧𝐚 𝐯𝐢́𝐚 𝐦𝐚́𝐬 𝐬𝐮𝐭𝐢𝐥: 𝐥𝐚 𝐝𝐞 𝐥𝐚 𝐨𝐛𝐬𝐞𝐫𝐯𝐚𝐜𝐢𝐨́𝐧, 𝐥𝐚 𝐝𝐮𝐝𝐚, 𝐥𝐚 𝐡𝐮𝐦𝐚𝐧𝐢𝐝𝐚𝐝 𝐜𝐨𝐦𝐩𝐥𝐞𝐣𝐚.

𝐘 𝐞𝐧 𝐞𝐬𝐚 𝐞𝐥𝐞𝐜𝐜𝐢𝐨́𝐧 𝐫𝐞𝐬𝐢𝐝𝐞 𝐬𝐮 𝐟𝐮𝐞𝐫𝐳𝐚.

JUEVES 24 DE ABRIL 2025
4 PM
GR CINEMAS Zacatlán

PARA OBTENER PASES DE ACCESOS/BOLETOS - GRATUITOS
https://www.facebook.com/profile.php?id=61573563530706
Asimismo, se instalará un módulo en el centro de Zacatlán, ubicado entre el café El Turista y el Palacio Municipal, en el cual se distribuirán los pases gratuitos.

“𝐀𝐧𝐚, 𝐚𝐧𝐭𝐞𝐬 𝐝𝐞 𝐪𝐮𝐞 𝐧𝐨𝐬 𝐠𝐮𝐚𝐫𝐝𝐞𝐬”Por Nathalie Erika LangnerLa noche descendió con dedos de hilo sobre el taller. Afuera, l...
23/04/2025

“𝐀𝐧𝐚, 𝐚𝐧𝐭𝐞𝐬 𝐝𝐞 𝐪𝐮𝐞 𝐧𝐨𝐬 𝐠𝐮𝐚𝐫𝐝𝐞𝐬”
Por Nathalie Erika Langner

La noche descendió con dedos de hilo sobre el taller. Afuera, la ciudad se recogía en sí misma como un telón que cae al final del día. 𝐀𝐝𝐞𝐧𝐭𝐫𝐨, 𝐞𝐧 𝐜𝐚𝐦𝐛𝐢𝐨, 𝐚𝐥𝐠𝐨 𝐚𝐩𝐞𝐧𝐚𝐬 𝐧𝐚𝐜𝐢́𝐚: 𝐮𝐧 𝐬𝐮𝐬𝐮𝐫𝐫𝐨, 𝐮𝐧𝐚 𝐯𝐢𝐛𝐫𝐚𝐜𝐢𝐨́𝐧 𝐭𝐞𝐧𝐮𝐞 𝐞𝐧 𝐥𝐨𝐬 𝐞𝐬𝐭𝐚𝐧𝐭𝐞𝐬 𝐝𝐨𝐧𝐝𝐞 𝐫𝐞𝐩𝐨𝐬𝐚𝐛𝐚𝐧 𝐜𝐮𝐞𝐫𝐩𝐨𝐬 𝐢𝐧𝐦𝐨́𝐯𝐢𝐥𝐞𝐬 𝐝𝐞 𝐦𝐚𝐝𝐞𝐫𝐚, 𝐫𝐞𝐬𝐢𝐧𝐚 𝐲 𝐭𝐞𝐥𝐚.

Ana, la que sabe escuchar lo que no suena, preparaba las maletas del viaje. Una a una, revisaba a sus criaturas con la precisión de un ritual: el brazo bien hilado, el vestido sin arrugas, el gesto intacto.

𝐌𝐚𝐧̃𝐚𝐧𝐚 𝐩𝐚𝐫𝐭𝐢𝐫𝐢́𝐚𝐧 𝐚 𝐙𝐚𝐜𝐚𝐭𝐥𝐚́𝐧, 𝐚𝐥 𝐟𝐞𝐬𝐭𝐢𝐯𝐚𝐥 𝐂𝐚𝐦𝐢𝐧𝐨 𝐚𝐥 𝐓𝐥𝐚𝐥𝐨𝐜𝐚𝐧. 𝐔𝐧𝐚 𝐟𝐮𝐧𝐜𝐢𝐨́𝐧 𝐦𝐚́𝐬, 𝐨𝐭𝐫𝐚 𝐡𝐢𝐬𝐭𝐨𝐫𝐢𝐚 𝐪𝐮𝐞 𝐛𝐫𝐨𝐭𝐚𝐫𝐢́𝐚 𝐝𝐞𝐥 𝐬𝐢𝐥𝐞𝐧𝐜𝐢𝐨.

Las marionetas estaban quietas, como siempre lo estaban cuando el telón caía. Pero esa noche, algo cambió.

Ella se detuvo. Miró alrededor, sin miedo, 𝐜𝐨𝐦𝐨 𝐬𝐢 𝐡𝐮𝐛𝐢𝐞𝐫𝐚 𝐞𝐬𝐩𝐞𝐫𝐚𝐝𝐨 𝐞𝐬𝐞 𝐦𝐨𝐦𝐞𝐧𝐭𝐨 𝐝𝐞𝐬𝐝𝐞 𝐬𝐢𝐞𝐦𝐩𝐫𝐞.

“¿𝑄𝑢𝑖𝑒́𝑛 𝑒𝑟𝑒𝑠 𝑡𝑢́, 𝐴𝑛𝑎, 𝑐𝑢𝑎𝑛𝑑𝑜 𝑛𝑎𝑑𝑖𝑒 𝑡𝑒 𝑣𝑒 𝑑𝑒𝑡𝑟𝑎́𝑠 𝑑𝑒𝑙 𝑡𝑒𝑙𝑜́𝑛?”

La mujer se sentó en su banquito de madera, el mismo desde donde tantas veces bordó miradas sobre rostros inmóviles. Cerró los ojos un instante. Luego habló.

“𝑆𝑜𝑦 𝐴𝑛𝑎 𝐹𝑙𝑜𝑟𝑒𝑠 𝑂𝑟𝑡𝑒𝑔𝑎. - 𝑑𝑖𝑗𝑜 𝑐𝑜𝑛 𝑣𝑜𝑧 𝑑𝑒 ℎ𝑖𝑙𝑜𝑠 𝑠𝑢𝑎𝑣𝑒𝑠 - 𝐿𝑙𝑒𝑔𝑢𝑒́ 𝑎𝑞𝑢𝑖́ 𝑠𝑖𝑛 𝑠𝑎𝑏𝑒𝑟 𝑞𝑢𝑒 𝑢𝑠𝑡𝑒𝑑𝑒𝑠 𝑒𝑥𝑖𝑠𝑡𝑖́𝑎𝑛. 𝐸𝑟𝑎 𝑙𝑎 𝑐ℎ𝑖𝑐𝑎 𝑑𝑒 𝑙𝑎𝑠 𝑙𝑙𝑎𝑚𝑎𝑑𝑎𝑠, 𝑙𝑜𝑠 𝑐𝑜𝑛𝑡𝑟𝑎𝑡𝑜𝑠, 𝑙𝑎𝑠 𝑓𝑢𝑛𝑐𝑖𝑜𝑛𝑒𝑠. 𝐻𝑎𝑠𝑡𝑎 𝑞𝑢𝑒 𝑢𝑛 𝑑𝑖́𝑎 𝑙𝑜𝑠 𝑣𝑖 𝑐𝑎𝑚𝑖𝑛𝑎𝑟… 𝑦 𝑠𝑒𝑛𝑡𝑖́ 𝑞𝑢𝑒 𝑎𝑙𝑔𝑜 𝑚𝑒 ℎ𝑎𝑏𝑙𝑎𝑏𝑎 𝑑𝑒𝑠𝑑𝑒 𝑎𝑑𝑒𝑛𝑡𝑟𝑜.”

Las marionetas descendieron poco a poco. No saltaron ni chirriaron. Bajaron flotando, como si el taller se hubiera vuelto agua y ellas peces de otro mundo.

La caballita nueva, aún con la pintura fresca en las patas, se acercó temblorosa.
“¿𝑁𝑜𝑠 𝑠𝑜𝑛̃𝑎𝑠𝑡𝑒 𝑎𝑛𝑡𝑒𝑠 𝑑𝑒 𝑞𝑢𝑒 𝑛𝑜𝑠 ℎ𝑖𝑐𝑖𝑒́𝑟𝑎𝑚𝑜𝑠 𝑐𝑢𝑒𝑟𝑝𝑜?”

Ana asintió.
“𝐶𝑎𝑑𝑎 𝑢𝑛𝑜 𝑑𝑒 𝑢𝑠𝑡𝑒𝑑𝑒𝑠 𝑛𝑎𝑐𝑖𝑜́ 𝑒𝑛 𝑚𝑖 𝑐𝑎𝑏𝑒𝑧𝑎 𝑐𝑜𝑚𝑜 𝑢𝑛 𝑡𝑒𝑚𝑏𝑙𝑜𝑟. 𝑈𝑛 𝑛𝑖𝑛̃𝑜 𝑣𝑎𝑙𝑖𝑒𝑛𝑡𝑒. 𝑈𝑛 𝑝𝑒𝑟𝑟𝑖𝑡𝑜 𝑐𝑎𝑛𝑡𝑜𝑟. 𝑈𝑛𝑎 𝑝𝑟𝑖𝑛𝑐𝑒𝑠𝑎 𝑞𝑢𝑒 𝑛𝑜 𝑒𝑠𝑝𝑒𝑟𝑎 𝑠𝑒𝑟 𝑟𝑒𝑠𝑐𝑎𝑡𝑎𝑑𝑎. 𝑌𝑜 𝑛𝑜 𝑙𝑜𝑠 𝑖𝑛𝑣𝑒𝑛𝑡𝑜… 𝑙𝑜𝑠 𝑟𝑒𝑐𝑢𝑒𝑟𝑑𝑜.”

“¿𝑌 𝑝𝑜𝑟 𝑞𝑢𝑒́ 𝑡𝑒 𝑞𝑢𝑒𝑑𝑎𝑠𝑡𝑒?” preguntó el payasito, que sabía lo difícil que era ser amado sin voz.

“𝑃𝑜𝑟𝑞𝑢𝑒 𝑢𝑠𝑡𝑒𝑑𝑒𝑠 𝑚𝑒 𝑒𝑛𝑠𝑒𝑛̃𝑎𝑟𝑜𝑛 𝑎 𝑑𝑒𝑐𝑖𝑟 𝑠𝑖𝑛 ℎ𝑎𝑏𝑙𝑎𝑟. 𝑀𝑒 𝑒𝑛𝑠𝑒𝑛̃𝑎𝑟𝑜𝑛 𝑞𝑢𝑒 𝑒𝑙 𝑎𝑚𝑜𝑟 𝑡𝑎𝑚𝑏𝑖𝑒́𝑛 𝑝𝑢𝑒𝑑𝑒 𝑠𝑒𝑟 𝑑𝑒 𝑚𝑎𝑑𝑒𝑟𝑎, 𝑦 𝑞𝑢𝑒 𝑙𝑎 𝑒𝑚𝑜𝑐𝑖𝑜́𝑛 𝑝𝑢𝑒𝑑𝑒 𝑐𝑜𝑙𝑔𝑎𝑟 𝑑𝑒 𝑢𝑛 ℎ𝑖𝑙𝑜. 𝑃𝑜𝑟𝑞𝑢𝑒 𝑒𝑛 𝑐𝑎𝑑𝑎 𝑛𝑖𝑛̃𝑜 𝑞𝑢𝑒 𝑙𝑜𝑠 𝑣𝑒, 𝑒𝑛 𝑐𝑎𝑑𝑎 𝑝𝑎𝑝𝑎́ 𝑞𝑢𝑒 𝑙𝑙𝑜𝑟𝑎 𝑎𝑙 𝑟𝑒𝑐𝑜𝑛𝑜𝑐𝑒𝑟𝑡𝑒, 𝑝𝑎𝑦𝑎𝑠𝑖𝑡𝑜, 𝑠𝑒 𝑒𝑛𝑐𝑖𝑒𝑛𝑑𝑒 𝑎𝑙𝑔𝑜 𝑞𝑢𝑒 𝑚𝑒 𝑟𝑒𝑐𝑢𝑒𝑟𝑑𝑎 𝑞𝑢𝑒 𝑣𝑎𝑙𝑒 𝑙𝑎 𝑝𝑒𝑛𝑎.”

La princesa caminó hasta sus pies. “¿𝑌 𝑐𝑢𝑎𝑛𝑑𝑜 𝑙𝑜𝑠 ℎ𝑖𝑙𝑜𝑠 𝑠𝑒 𝑒𝑛𝑟𝑒𝑑𝑎𝑛, ¿𝑞𝑢𝑒́ ℎ𝑎𝑐𝑒𝑠?”

“𝑆𝑜𝑛𝑟𝑖́𝑜,” dijo Ana. “𝑈𝑛𝑎 𝑣𝑒𝑧 𝑚𝑒 𝑙𝑜 𝑑𝑖𝑗𝑒𝑟𝑜𝑛: ‘𝑃𝑎𝑠𝑒 𝑙𝑜 𝑞𝑢𝑒 𝑝𝑎𝑠𝑒, 𝑡𝑢́ 𝑠𝑖𝑒𝑚𝑝𝑟𝑒 𝑠𝑜𝑛𝑟𝑖́𝑒’. 𝑃𝑜𝑟𝑞𝑢𝑒 𝑒𝑙 𝑠ℎ𝑜𝑤 𝑛𝑜 𝑒𝑠 𝑝𝑒𝑟𝑓𝑒𝑐𝑡𝑜. 𝑃𝑒𝑟𝑜 𝑒𝑠 𝑠𝑖𝑛𝑐𝑒𝑟𝑜.”

El silencio se estiró como una cuerda tensa. 𝐍𝐨 𝐞𝐫𝐚 𝐞𝐥 𝐬𝐢𝐥𝐞𝐧𝐜𝐢𝐨 𝐝𝐞 𝐬𝐢𝐞𝐦𝐩𝐫𝐞. 𝐄𝐫𝐚 𝐮𝐧𝐨 𝐝𝐞𝐧𝐬𝐨, 𝐜𝐚𝐫𝐠𝐚𝐝𝐨. 𝐂𝐨𝐦𝐨 𝐬𝐢 𝐡𝐚𝐬𝐭𝐚 𝐥𝐚 𝐦𝐚𝐝𝐞𝐫𝐚 𝐞𝐬𝐭𝐮𝐯𝐢𝐞𝐫𝐚 𝐞𝐬𝐜𝐮𝐜𝐡𝐚𝐧𝐝𝐨.

“¿𝑄𝑢𝑒́ ℎ𝑎𝑟𝑒𝑚𝑜𝑠 𝑚𝑎𝑛̃𝑎𝑛𝑎 𝑒𝑛 𝑍𝑎𝑐𝑎𝑡𝑙𝑎́𝑛?” preguntó la marioneta más pequeña, con un botón en vez de corazón.

“𝐶𝑜𝑛𝑡𝑎𝑟𝑒𝑚𝑜𝑠 𝑢𝑛 𝑐𝑢𝑒𝑛𝑡𝑜 𝑛𝑢𝑒𝑣𝑜. 𝑈𝑛𝑜 𝑞𝑢𝑒 𝑒𝑠𝑐𝑟𝑖𝑏𝑖𝑚𝑜𝑠 𝑒𝑛𝑡𝑟𝑒 𝑡𝑜𝑑𝑜𝑠. 𝐼𝑟𝑒𝑚𝑜𝑠 𝑎𝑙 𝑓𝑒𝑠𝑡𝑖𝑣𝑎𝑙 𝑐𝑜𝑚𝑜 𝑞𝑢𝑖𝑒𝑛 𝑐𝑟𝑢𝑧𝑎 𝑢𝑛 𝑢𝑚𝑏𝑟𝑎𝑙: 𝑐𝑜𝑛 𝑎𝑙𝑒𝑔𝑟𝑖́𝑎, 𝑐𝑜𝑛 𝑟𝑒𝑠𝑝𝑒𝑡𝑜, 𝑐𝑜𝑛 𝑢𝑛 𝑝𝑜𝑐𝑜 𝑑𝑒 𝑝𝑜𝑙𝑣𝑜 𝑚𝑎́𝑔𝑖𝑐𝑜 𝑒𝑛 𝑙𝑜𝑠 𝑧𝑎𝑝𝑎𝑡𝑜𝑠.”

𝐀𝐧𝐚 𝐜𝐨𝐦𝐞𝐧𝐳𝐨́ 𝐚 𝐚𝐜𝐨𝐦𝐨𝐝𝐚𝐫𝐥𝐚𝐬 𝐮𝐧𝐚 𝐚 𝐮𝐧𝐚 𝐞𝐧 𝐬𝐮𝐬 𝐦𝐚𝐥𝐞𝐭𝐚𝐬. 𝐍𝐨 𝐜𝐨𝐦𝐨 𝐪𝐮𝐢𝐞𝐧 𝐠𝐮𝐚𝐫𝐝𝐚 𝐨𝐛𝐣𝐞𝐭𝐨𝐬, 𝐬𝐢𝐧𝐨 𝐜𝐨𝐦𝐨 𝐪𝐮𝐢𝐞𝐧 𝐞𝐧𝐯𝐮𝐞𝐥𝐯𝐞 𝐨𝐫𝐚𝐜𝐢𝐨𝐧𝐞𝐬. A cada una le dedicó un segundo más de lo necesario. Un gesto, una sonrisa, una palabra sin sonido.

Cuando la última marioneta —la caballita nueva— se detuvo en el umbral de la caja, giró lentamente la cabeza de madera hacia ella. No dijo nada. No hizo falta.

Entonces ocurrió.
Sin previo aviso, sin que nadie lo ordenara, todas las marionetas, desde sus posiciones imposibles, comenzaron a aplaudir.
Unos con palmas diminutas. Otros con alas de cartón. Algunos apenas rozándose los dedos pintados. Pero todos… todos aplaudían.

𝐀𝐩𝐥𝐚𝐮𝐝𝐢́𝐚𝐧 𝐧𝐨 𝐩𝐨𝐫 𝐞𝐥 𝐞𝐬𝐩𝐞𝐜𝐭𝐚́𝐜𝐮𝐥𝐨 𝐪𝐮𝐞 𝐞𝐬𝐭𝐚𝐛𝐚 𝐩𝐨𝐫 𝐯𝐞𝐧𝐢𝐫, 𝐬𝐢𝐧𝐨 𝐩𝐨𝐫 𝐞𝐥 𝐪𝐮𝐞 𝐬𝐢𝐞𝐦𝐩𝐫𝐞 𝐡𝐚𝐛𝐢́𝐚 𝐞𝐬𝐭𝐚𝐝𝐨 𝐨𝐜𝐮𝐫𝐫𝐢𝐞𝐧𝐝𝐨: 𝐞𝐥 𝐝𝐞 𝐀𝐧𝐚, 𝐦𝐨𝐯𝐢𝐞𝐧𝐝𝐨 𝐬𝐮𝐬 𝐡𝐢𝐥𝐨𝐬 𝐜𝐨𝐧 𝐩𝐚𝐜𝐢𝐞𝐧𝐜𝐢𝐚. 𝐄𝐥 𝐝𝐞 𝐥𝐚 𝐜𝐫𝐞𝐚𝐝𝐨𝐫𝐚 𝐪𝐮𝐞 𝐧𝐮𝐧𝐜𝐚 𝐛𝐮𝐬𝐜𝐨́ 𝐬𝐞𝐫 𝐯𝐢𝐬𝐭𝐚. 𝐄𝐥 𝐝𝐞 𝐥𝐚 𝐦𝐮𝐣𝐞𝐫 𝐪𝐮𝐞 𝐬𝐮𝐩𝐨 𝐞𝐬𝐜𝐮𝐜𝐡𝐚𝐫 𝐞𝐥 𝐚𝐥𝐦𝐚 𝐬𝐢𝐧 𝐧𝐞𝐜𝐞𝐬𝐢𝐝𝐚𝐝 𝐝𝐞 𝐯𝐨𝐳.

Aplaudían por haber sido miradas. Por haber sido soñadas. Por ser, al fin y al cabo, parte de algo más grande que ellas mismas.

Y Ana… Ana no supo si llorar o reír. Solo cerró la última maleta con las dos manos, como si guardara dentro un pequeño universo.

𝐄𝐬𝐚 𝐧𝐨𝐜𝐡𝐞, 𝐞𝐥 𝐭𝐚𝐥𝐥𝐞𝐫 𝐪𝐮𝐞𝐝𝐨́ 𝐞𝐧 𝐜𝐚𝐥𝐦𝐚.
𝐘 𝐧𝐨 𝐡𝐢𝐳𝐨 𝐟𝐚𝐥𝐭𝐚 𝐪𝐮𝐞 𝐮𝐧𝐚 𝐬𝐨𝐥𝐚 𝐩𝐚𝐥𝐚𝐛𝐫𝐚 𝐯𝐨𝐥𝐯𝐢𝐞𝐫𝐚 𝐚 𝐜𝐫𝐮𝐳𝐚𝐫 𝐞𝐥 𝐚𝐢𝐫𝐞. 𝐁𝐚𝐬𝐭𝐚𝐛𝐚 𝐜𝐨𝐧 𝐞𝐥 𝐥𝐞𝐯𝐞 𝐞𝐬𝐭𝐫𝐞𝐦𝐞𝐜𝐞𝐫 𝐝𝐞𝐥 𝐩𝐨𝐥𝐯𝐨 𝐬𝐨𝐛𝐫𝐞 𝐥𝐨𝐬 𝐞𝐬𝐭𝐚𝐧𝐭𝐞𝐬, 𝐜𝐨𝐧 𝐥𝐚 𝐥𝐮𝐳 𝐪𝐮𝐞 𝐬𝐞 𝐧𝐞𝐠𝐨́ 𝐚 𝐚𝐩𝐚𝐠𝐚𝐫𝐬𝐞 𝐝𝐞𝐥 𝐭𝐨𝐝𝐨, 𝐜𝐨𝐧 𝐞𝐥 𝐦𝐮𝐫𝐦𝐮𝐥𝐥𝐨 𝐢𝐧𝐯𝐢𝐬𝐢𝐛𝐥𝐞 𝐝𝐞 𝐮𝐧𝐨𝐬 𝐡𝐢𝐥𝐨𝐬 𝐚𝐮𝐧 𝐯𝐢𝐛𝐫𝐚𝐧𝐝𝐨.

𝐏𝐨𝐫𝐪𝐮𝐞 𝐜𝐮𝐚𝐧𝐝𝐨 𝐞𝐥 𝐬𝐢𝐥𝐞𝐧𝐜𝐢𝐨 𝐬𝐞 𝐚𝐩𝐥𝐚𝐮𝐝𝐞, 𝐞𝐬 𝐪𝐮𝐞 𝐞𝐥 𝐚𝐥𝐦𝐚 𝐡𝐚 𝐬𝐢𝐝𝐨 𝐭𝐨𝐜𝐚𝐝𝐚.

https://marionetaslemus.com/
“El Circo de las Marionetas Lemus”
TEATRO INFANTIL: 2 FUNCCIONES GRATUITAS
VIERNES 25 DE ABRIL 2025
12.45 PM
SABADO 26 DE ABRIL 2025
11 AM
Teatro de la Ciudad de Zacatlán 133 (Antiguo CERESO

PARA OBTENER PASES DE ACCESOS/BOLETOS - GRATUITOS
https://www.facebook.com/profile.php?id=61573563530706
Asimismo, se instalará un módulo en el centro de Zacatlán, ubicado entre el café El Turista y el Palacio Municipal, en el cual se distribuirán los pases gratuitos.

23/04/2025
𝐁𝐫𝐚𝐧𝐝𝐨𝐧 𝐋𝐨́𝐩𝐞𝐳: 𝐞𝐥 𝐚𝐜𝐭𝐨𝐫 𝐪𝐮𝐞 𝐜𝐮𝐚𝐥𝐪𝐮𝐢𝐞𝐫 𝐝𝐢𝐫𝐞𝐜𝐭𝐨𝐫 𝐝𝐞𝐛𝐞𝐫𝐢́𝐚 𝐭𝐞𝐧𝐞𝐫 𝐞𝐧 𝐥𝐚 𝐦𝐢𝐫𝐚Por Nathalie Erika LangnerSi algún día alguien ...
23/04/2025

𝐁𝐫𝐚𝐧𝐝𝐨𝐧 𝐋𝐨́𝐩𝐞𝐳: 𝐞𝐥 𝐚𝐜𝐭𝐨𝐫 𝐪𝐮𝐞 𝐜𝐮𝐚𝐥𝐪𝐮𝐢𝐞𝐫 𝐝𝐢𝐫𝐞𝐜𝐭𝐨𝐫 𝐝𝐞𝐛𝐞𝐫𝐢́𝐚 𝐭𝐞𝐧𝐞𝐫 𝐞𝐧 𝐥𝐚 𝐦𝐢𝐫𝐚
Por Nathalie Erika Langner

Si algún día alguien se atreve a escribir un manual sobre lo que significa ser un actor honesto, deberían poner a 𝐁𝐫𝐚𝐧𝐝𝐨𝐧 𝐋𝐨́𝐩𝐞𝐳 en la portada. No por los premios —aunque vaya que los tiene—, sino porque 𝐞𝐬 𝐢𝐦𝐩𝐨𝐬𝐢𝐛𝐥𝐞 𝐞𝐬𝐜𝐮𝐜𝐡𝐚𝐫𝐥𝐨 𝐡𝐚𝐛𝐥𝐚𝐫 𝐲 𝐧𝐨 𝐬𝐞𝐧𝐭𝐢𝐫 𝐪𝐮𝐞 𝐞𝐬𝐭𝐚́ 𝐡𝐞𝐜𝐡𝐨 𝐝𝐞 𝐯𝐞𝐫𝐝𝐚𝐝 𝐩𝐮𝐫𝐚.

“𝑌𝑜 𝑛𝑜 𝑐𝑜𝑛𝑜𝑐𝑖́𝑎 𝑚𝑎́𝑠 𝑞𝑢𝑒 𝑑𝑒 𝑚𝑖 𝑐𝑎𝑠𝑎 𝑎𝑙 𝑡𝑟𝑎𝑏𝑎𝑗𝑜 𝑦 𝑑𝑒𝑙 𝑡𝑟𝑎𝑏𝑎𝑗𝑜 𝑎 𝑙𝑎 𝑒𝑠𝑐𝑢𝑒𝑙𝑎. 𝑇𝑜𝑑𝑜 𝑒𝑠𝑒 𝑡𝑖𝑒𝑚𝑝𝑜 𝑠𝑖𝑒𝑚𝑝𝑟𝑒 𝑠𝑜𝑛̃𝑎𝑏𝑎 𝑐𝑜𝑛 𝑚𝑢𝑐ℎ𝑎𝑠 𝑐𝑜𝑠𝑎𝑠 𝑔𝑟𝑎𝑛𝑑𝑒𝑠,” cuenta Brandon.

“𝑀𝑖 𝑢́𝑛𝑖𝑐𝑜 𝑠𝑢𝑒𝑛̃𝑜 𝑎𝑛𝑡𝑒𝑠 𝑑𝑒 𝐿𝑎 𝑗𝑎𝑢𝑙𝑎 𝑑𝑒 𝑜𝑟𝑜 𝑒𝑟𝑎 𝑏𝑎𝑖𝑙𝑎𝑟 𝑏𝑟𝑒𝑎𝑘 𝑑𝑎𝑛𝑐𝑒 𝑒𝑛 𝑁𝑢𝑒𝑣𝑎 𝑌𝑜𝑟𝑘… 𝑦 𝑛𝑢𝑛𝑐𝑎 𝑝𝑢𝑑𝑒 𝑖𝑟 𝑎 𝑁𝑢𝑒𝑣𝑎 𝑌𝑜𝑟𝑘. 𝑃𝑒𝑟𝑜 𝐿𝑎 𝑗𝑎𝑢𝑙𝑎 𝑚𝑒 𝑙𝑙𝑒𝑣𝑜́ 𝑎 𝑙𝑢𝑔𝑎𝑟𝑒𝑠 𝑚𝑢𝑐ℎ𝑜 𝑚𝑎́𝑠 𝑙𝑖𝑛𝑑𝑜𝑠 𝑑𝑒𝑠𝑝𝑢𝑒́𝑠 𝑑𝑒 𝑒𝑠𝑜.”

Nacido en la zona 3 de la Ciudad de Guatemala —uno de los barrios más duros de la capital—, 𝐁𝐫𝐚𝐧𝐝𝐨𝐧 𝐧𝐨 𝐬𝐞 𝐟𝐨𝐫𝐦𝐨́ 𝐞𝐧 𝐞𝐬𝐜𝐮𝐞𝐥𝐚𝐬 𝐝𝐞 𝐚𝐜𝐭𝐮𝐚𝐜𝐢𝐨́𝐧. 𝐒𝐞 𝐟𝐨𝐫𝐦𝐨́ 𝐞𝐧 𝐥𝐚 𝐯𝐢𝐝𝐚, 𝐞𝐧 𝐞𝐥 𝐭𝐫𝐚𝐛𝐚𝐣𝐨 𝐝𝐮𝐫𝐨, 𝐲 𝐞𝐧 𝐥𝐨𝐬 𝐬𝐮𝐞𝐧̃𝐨𝐬 𝐠𝐢𝐠𝐚𝐧𝐭𝐞𝐬 𝐪𝐮𝐞 𝐬𝐞 𝐚𝐟𝐞𝐫𝐫𝐚𝐧 𝐚 𝐥𝐨𝐬 𝐪𝐮𝐞 𝐛𝐚𝐢𝐥𝐚𝐧 𝐛𝐫𝐞𝐚𝐤 𝐝𝐚𝐧𝐜𝐞 𝐜𝐨𝐧 𝐡𝐚𝐦𝐛𝐫𝐞 𝐝𝐞 𝐦𝐮𝐧𝐝𝐨.

Cuando grabó La jaula de oro, 𝐭𝐞𝐧𝐢́𝐚 𝟏𝟓 𝐚𝐧̃𝐨𝐬. Nunca había estado en un aeropuerto, nunca había salido de su país.

“𝐿𝑎 𝑝𝑟𝑖𝑚𝑒𝑟𝑎 𝑣𝑒𝑧 𝑞𝑢𝑒 𝑣𝑖𝑎𝑗𝑒́ 𝑒𝑛 𝑎𝑣𝑖𝑜́𝑛 𝑓𝑢𝑒 𝑝𝑎𝑟𝑎 𝑔𝑟𝑎𝑏𝑎𝑟 𝑙𝑎 𝑝𝑒𝑙𝑖́𝑐𝑢𝑙𝑎 𝑒𝑛 𝑀𝑒́𝑥𝑖𝑐𝑜. 𝑁𝑜 𝑠𝑎𝑏𝑖́𝑎 𝑞𝑢𝑒́ ℎ𝑎𝑐𝑒𝑟, 𝑛𝑢𝑛𝑐𝑎 ℎ𝑎𝑏𝑖́𝑎 𝑐𝑜𝑛𝑜𝑐𝑖𝑑𝑜 𝑢𝑛 𝑎𝑒𝑟𝑜𝑝𝑢𝑒𝑟𝑡𝑜. 𝑌 𝑒𝑠𝑒 𝑚𝑜𝑚𝑒𝑛𝑡𝑜 𝑓𝑢𝑒 𝑒𝑙 𝑞𝑢𝑒 𝑚𝑎𝑟𝑐𝑜́ 𝑚𝑖 𝑣𝑖𝑑𝑎… 𝑑𝑒𝑠𝑑𝑒 𝑒𝑠𝑒 𝑑𝑖́𝑎 𝑠𝑢𝑝𝑒 𝑞𝑢𝑒 𝑚𝑖 𝑣𝑖𝑑𝑎 𝑖𝑏𝑎 𝑎 𝑐𝑎𝑚𝑏𝑖𝑎𝑟.”

Su interpretación de Juan, ese adolescente guatemalteco que cruza México buscando un futuro, no fue una actuación ligera. “𝑀𝑢𝑐ℎ𝑎𝑠 𝑣𝑒𝑐𝑒𝑠 𝑞𝑢𝑖𝑠𝑒 𝑡𝑖𝑟𝑎𝑟 𝑙𝑎 𝑡𝑜𝑎𝑙𝑙𝑎. 𝑇𝑒𝑛𝑖́𝑎 15 𝑎𝑛̃𝑜𝑠 𝑦 𝑒𝑠𝑡𝑎𝑏𝑎 𝑠𝑜𝑙𝑜, 𝑙𝑒𝑗𝑜𝑠 𝑑𝑒 𝑚𝑖 𝑓𝑎𝑚𝑖𝑙𝑖𝑎. 𝑃𝑒𝑟𝑜 𝑠𝑎𝑏𝑖́𝑎 𝑞𝑢𝑒 𝐽𝑢𝑎𝑛 𝑟𝑒𝑝𝑟𝑒𝑠𝑒𝑛𝑡𝑎𝑏𝑎 𝑎 𝑡𝑜𝑑𝑜𝑠 𝑙𝑜𝑠 𝐽𝑢𝑎𝑛𝑒𝑠 𝑞𝑢𝑒 𝑏𝑢𝑠𝑐𝑎𝑛 𝑎𝑙𝑔𝑜 𝑚𝑒𝑗𝑜𝑟 𝑐𝑎𝑑𝑎 𝑑𝑖́𝑎.”

Durante la filmación incluso se subió a La Bestia, el tren donde viajan cientos de migrantes: “𝑉𝑖𝑎𝑗𝑎𝑚𝑜𝑠 18 ℎ𝑜𝑟𝑎𝑠 𝑒𝑛 𝑢𝑛 𝑡𝑟𝑒𝑛 𝑟𝑒𝑎𝑙. 𝐶𝑜𝑛 𝑚𝑎́𝑠 𝑑𝑒 300 𝑚𝑖𝑔𝑟𝑎𝑛𝑡𝑒𝑠 𝑟𝑒𝑎𝑙𝑒𝑠. 𝑁𝑜𝑠𝑜𝑡𝑟𝑜𝑠 𝑖́𝑏𝑎𝑚𝑜𝑠 𝑎ℎ𝑖́, 𝑐𝑜𝑛 𝑒𝑙𝑙𝑜𝑠. 𝑁𝑜 𝑒𝑟𝑎 𝑎𝑐𝑡𝑢𝑎𝑐𝑖𝑜́𝑛, 𝑒𝑟𝑎 𝑡𝑒𝑠𝑡𝑖𝑚𝑜𝑛𝑖𝑜.”

Y si eso no les da una idea de su integridad artística, escuchen esto: “𝐴𝑢𝑙𝑙𝑖𝑑𝑜 𝑓𝑢𝑒 𝑒𝑙 𝑝𝑒𝑟𝑠𝑜𝑛𝑎𝑗𝑒 𝑞𝑢𝑒 𝑚𝑎́𝑠 𝑚𝑒 𝑚𝑎𝑟𝑐𝑜́. 𝐻𝑎𝑏𝑙𝑎𝑏𝑎 𝑑𝑒 𝑎𝑏𝑢𝑠𝑜 𝑖𝑛𝑓𝑎𝑛𝑡𝑖𝑙. 𝑀𝑒 𝑐𝑜𝑠𝑡𝑜́ 𝑒𝑛𝑡𝑒𝑛𝑑𝑒𝑟𝑙𝑜, 𝑚𝑒 𝑑𝑜𝑙𝑖𝑜́ 𝑟𝑒𝑝𝑟𝑒𝑠𝑒𝑛𝑡𝑎𝑟𝑙𝑜. 𝑃𝑒𝑟𝑜 𝑠𝑢 𝑚𝑒𝑛𝑠𝑎𝑗𝑒 𝑒𝑟𝑎 𝑛𝑒𝑐𝑒𝑠𝑎𝑟𝑖𝑜. 𝐸𝑠𝑎𝑠 ℎ𝑖𝑠𝑡𝑜𝑟𝑖𝑎𝑠 ℎ𝑎𝑦 𝑞𝑢𝑒 𝑐𝑜𝑛𝑡𝑎𝑟𝑙𝑎𝑠.”

Si alguien piensa que el éxito se le subió a la cabeza, basta oír cómo habla de sus amigos: “𝐶𝑢𝑎𝑛𝑑𝑜 𝑟𝑒𝑔𝑟𝑒𝑠𝑒́ 𝑑𝑒 𝐸𝑠𝑡𝑎𝑑𝑜𝑠 𝑈𝑛𝑖𝑑𝑜𝑠, 𝑚𝑖𝑠 𝑎𝑚𝑖𝑔𝑜𝑠 𝑚𝑒 𝑒𝑠𝑡𝑎𝑏𝑎𝑛 𝑒𝑠𝑝𝑒𝑟𝑎𝑛𝑑𝑜. 𝐻𝑖𝑐𝑖𝑚𝑜𝑠 𝑢𝑛𝑎 𝑓𝑖𝑒𝑠𝑡𝑎 𝑚𝑢𝑦 𝑏𝑜𝑛𝑖𝑡𝑎 𝑒𝑛 𝑚𝑖 𝑐𝑜𝑙𝑜𝑛𝑖𝑎. 𝑀𝑖 𝑚𝑎𝑚𝑎́ 𝑐𝑜𝑚𝑝𝑟𝑜́ 𝑐𝑎𝑟𝑛𝑒, 𝐿𝑒𝑠 𝑟𝑒𝑔𝑎𝑙𝑒́ 𝑔𝑜𝑟𝑟𝑎𝑠 𝑞𝑢𝑒 𝑐𝑜𝑚𝑝𝑟𝑒́ 𝑒𝑛 𝑒𝑙 𝑣𝑖𝑎𝑗𝑒. 𝑆𝑖𝑒𝑚𝑝𝑟𝑒 𝑚𝑒 ℎ𝑎𝑛 𝑎𝑝𝑜𝑦𝑎𝑑𝑜. 𝑀𝑖𝑠 𝑎𝑚𝑖𝑔𝑜𝑠 𝑠𝑖𝑒𝑚𝑝𝑟𝑒 ℎ𝑎𝑛 𝑒𝑠𝑡𝑎𝑑𝑜 𝑐𝑜𝑛𝑚𝑖𝑔𝑜. 𝑁𝑢𝑛𝑐𝑎 𝑛𝑜𝑠 𝑠𝑒𝑝𝑎𝑟𝑎𝑚𝑜𝑠.”

Esa lealtad también la tiene con su familia. Habla de sus padres con una ternura que desarma: “𝑀𝑖 𝑝𝑎𝑝𝑎́ 𝑠𝑒 𝑙𝑙𝑎𝑚𝑎 𝐴𝑛𝑖́𝑏𝑎𝑙. 𝑃𝑒𝑟𝑜 𝑡𝑜𝑑𝑜𝑠 𝑙𝑜 𝑐𝑜𝑛𝑜𝑐𝑒𝑛 𝑐𝑜𝑚𝑜 𝐵𝑟𝑢𝑐𝑒. 𝐸𝑛𝑡𝑜𝑛𝑐𝑒𝑠 𝑒𝑠 𝑚𝑖 𝑝𝑎𝑝𝑎́ 𝐵𝑟𝑢𝑐𝑒. 𝑌 𝑚𝑖 𝑚𝑎𝑚𝑎́ 𝑠𝑒 𝑙𝑙𝑎𝑚𝑎 𝐶𝑜𝑛𝑦. 𝐸𝑙𝑙𝑎 𝑓𝑢𝑒 𝑙𝑎 𝑞𝑢𝑒 𝑚𝑒 𝑚𝑒𝑡𝑖𝑜́ 𝑎𝑙 𝑐𝑖𝑛𝑒, 𝑙𝑎 𝑞𝑢𝑒 𝑚𝑒 𝑙𝑙𝑒𝑣𝑜́ 𝑎𝑙 𝑐𝑎𝑠𝑡𝑖𝑛𝑔. 𝑃𝑜𝑟 𝑒𝑠𝑜, 𝑐𝑢𝑎𝑛𝑑𝑜 𝑔𝑎𝑛𝑒́ 𝑒𝑙 𝐴𝑟𝑖𝑒𝑙, 𝑠𝑒 𝑙𝑜 𝑑𝑒𝑑𝑖𝑞𝑢𝑒́ 𝑎 𝑒𝑙𝑙𝑎.”

También le debe mucho a su papá: “𝐸́𝑙 𝑚𝑒 𝑒𝑛𝑠𝑒𝑛̃𝑜́ 𝑎 𝑡𝑟𝑎𝑏𝑎𝑗𝑎𝑟 𝑑𝑒𝑠𝑑𝑒 𝑝𝑒𝑞𝑢𝑒𝑛̃𝑜. 𝐴 𝑒́𝑙 𝑙𝑒 𝑑𝑒𝑏𝑜 𝑡𝑜𝑑𝑜 𝑒𝑛 𝑙𝑜 𝑙𝑎𝑏𝑜𝑟𝑎𝑙. 𝑀𝑖 𝑝𝑎𝑝𝑎́ 𝑚𝑒 𝑒𝑛𝑠𝑒𝑛̃𝑜́ ℎ𝑎𝑠𝑡𝑎 𝑎 𝑏𝑎𝑖𝑙𝑎𝑟 𝑏𝑟𝑒𝑎𝑘 𝑑𝑎𝑛𝑐𝑒. 𝐸𝑠𝑡𝑖𝑙𝑜 𝑜𝑐ℎ𝑒𝑛𝑡𝑎𝑠.”

Brandon también tiene humor, y del bueno.Cuando ganaron el premio en Cannes, “𝐸𝑠𝑡𝑎𝑏𝑎𝑛 ℎ𝑎𝑏𝑙𝑎𝑛𝑑𝑜 𝑒𝑛 𝑓𝑟𝑎𝑛𝑐𝑒́𝑠. 𝑁𝑜𝑠𝑜𝑡𝑟𝑜𝑠 𝑠𝑜𝑙𝑜 𝑒𝑠𝑐𝑢𝑐ℎ𝑎𝑚𝑜𝑠 “𝑅𝑒̂𝑣𝑒𝑠 𝑑'𝑜𝑟” 𝑦 𝑛𝑜 𝑠𝑎𝑏𝑖́𝑎𝑚𝑜𝑠 𝑞𝑢𝑒 𝑒𝑟𝑎 "𝐿𝑎 𝑗𝑎𝑢𝑙𝑎 𝑑𝑒 𝑜𝑟𝑜". 𝑁𝑜𝑠 𝑎𝑝𝑙𝑎𝑢𝑑𝑖́𝑎𝑛 𝑦 𝑛𝑜𝑠𝑜𝑡𝑟𝑜𝑠 𝑠𝑜𝑙𝑜 𝑎𝑝𝑙𝑎𝑢𝑑𝑖́𝑎𝑚𝑜𝑠 𝑡𝑎𝑚𝑏𝑖𝑒́𝑛. 𝐻𝑎𝑠𝑡𝑎 𝑞𝑢𝑒 𝑎𝑙𝑔𝑢𝑖𝑒𝑛 𝑣𝑖𝑛𝑜 𝑎 𝑑𝑒𝑐𝑖𝑟𝑛𝑜𝑠: ‘¡𝐺𝑎𝑛𝑎𝑟𝑜𝑛! 𝑃𝑎𝑠𝑒𝑛 𝑎𝑙 𝑓𝑟𝑒𝑛𝑡𝑒.”

En Cadejo Blanco, Brandon encarna a Damián, un joven envuelto en la violencia de las pandillas. En Temblores, aparece como cobrador, en un mundo de tensiones sociales. En 90 minutos, es Ángel, un futbolista que sueña con vencer las adversidades. Y siempre, siempre, su interpretación tiene una honestidad que corta el aire.

𝐄𝐬𝐞 𝐞𝐬 𝐁𝐫𝐚𝐧𝐝𝐨𝐧. 𝐔𝐧 𝐭𝐢𝐩𝐨 𝐪𝐮𝐞 𝐡𝐚 𝐞𝐬𝐭𝐚𝐝𝐨 𝐞𝐧 𝐂𝐚𝐧𝐧𝐞𝐬, 𝐩𝐞𝐫𝐨 𝐭𝐚𝐦𝐛𝐢𝐞́𝐧 𝐡𝐚 𝐝𝐨𝐫𝐦𝐢𝐝𝐨 𝐞𝐧 𝐞𝐥 𝐬𝐮𝐞𝐥𝐨 𝐝𝐞 𝐮𝐧 𝐯𝐚𝐠𝐨́𝐧 𝐝𝐞 𝐭𝐫𝐞𝐧 𝐜𝐨𝐧 𝐦𝐢𝐠𝐫𝐚𝐧𝐭𝐞𝐬. 𝐔𝐧 𝐚𝐜𝐭𝐨𝐫 𝐪𝐮𝐞 𝐡𝐚 𝐬𝐢𝐝𝐨 𝐩𝐫𝐞𝐦𝐢𝐚𝐝𝐨 𝐞𝐧 𝐞𝐥 𝐦𝐮𝐧𝐝𝐨, 𝐩𝐞𝐫𝐨 𝐪𝐮𝐞 𝐧𝐨 𝐬𝐞 𝐥𝐞 𝐨𝐥𝐯𝐢𝐝𝐚 𝐞𝐥 𝐧𝐨𝐦𝐛𝐫𝐞 𝐝𝐞𝐥 𝐯𝐞𝐜𝐢𝐧𝐨. 𝐔𝐧 𝐬𝐨𝐧̃𝐚𝐝𝐨𝐫 𝐪𝐮𝐞 𝐧𝐨 𝐝𝐞𝐣𝐚 𝐝𝐞 𝐭𝐫𝐚𝐛𝐚𝐣𝐚𝐫 porque —como él mismo dice— “𝐴𝑢́𝑛 𝑛𝑜 𝑚𝑒 𝑚𝑎𝑛𝑡𝑖𝑒𝑛𝑒 𝑒𝑙 𝑐𝑖𝑛𝑒. 𝐻𝑎𝑔𝑜 𝑝𝑢𝑏𝑙𝑖𝑐𝑖𝑑𝑎𝑑, 𝑡𝑟𝑎𝑏𝑎𝑗𝑜 𝑒𝑛 𝑖𝑙𝑢𝑚𝑖𝑛𝑎𝑐𝑖𝑜́𝑛, 𝑡𝑒𝑛𝑔𝑜 𝑚𝑖 𝑡𝑎𝑙𝑙𝑒𝑟 𝑑𝑒 𝑠𝑜𝑙𝑑𝑎𝑑𝑢𝑟𝑎... 𝑦 𝑐𝑜𝑙𝑎𝑏𝑜𝑟𝑜 𝑐𝑜𝑛 𝑢𝑛𝑎 𝑎𝑠𝑜𝑐𝑖𝑎𝑐𝑖𝑜́𝑛 𝑐𝑖𝑣𝑖𝑙 𝑒𝑛 𝑂𝑟𝑖𝑧𝑎𝑏𝑎 𝑞𝑢𝑒 𝑠𝑒 𝑙𝑙𝑎𝑚𝑎 𝑀𝑎𝑛𝑜𝑠 𝑑𝑒 𝐴𝑚𝑜𝑟 𝑒𝑛 𝐴𝑐𝑐𝑖𝑜́𝑛.”

Esa asociación lo ha recibido en México, donde ahora vive como residente temporal. Y con esa misma generosidad con la que lo acogieron, él da charlas a jóvenes. “𝐴 𝑡𝑟𝑎𝑣𝑒́𝑠 𝑑𝑒 𝑚𝑖 𝑎𝑟𝑡𝑒 𝑐𝑟𝑒𝑜 𝑞𝑢𝑒 𝑝𝑢𝑒𝑑𝑜 𝑎𝑦𝑢𝑑𝑎𝑟 𝑎 𝑜𝑡𝑟𝑜𝑠 𝑎 𝑒𝑛𝑐𝑜𝑛𝑡𝑟𝑎𝑟 𝑢𝑛 𝑝𝑟𝑜𝑝𝑜́𝑠𝑖𝑡𝑜. 𝐿𝑒𝑠 𝑑𝑖𝑔𝑜 𝑞𝑢𝑒 𝑙𝑎𝑠 𝑐𝑜𝑠𝑎𝑠 𝑑𝑖𝑓𝑖́𝑐𝑖𝑙𝑒𝑠 𝑠𝑜𝑙𝑜 𝑠𝑜𝑛 𝑡𝑒𝑚𝑝𝑜𝑟𝑎𝑙𝑒𝑠. 𝑌 𝑐𝑢𝑎𝑛𝑑𝑜 𝑢𝑛𝑜 𝑙𝑙𝑒𝑔𝑎 𝑎 𝑢𝑛𝑎 𝑚𝑒𝑡𝑎, 𝑠𝑒 𝑠𝑖𝑒𝑛𝑡𝑒 𝑚𝑢𝑦 𝑏𝑜𝑛𝑖𝑡𝑜.”

𝐏𝐨𝐫 𝐭𝐨𝐝𝐨 𝐞𝐬𝐭𝐨, 𝐩𝐨𝐫 𝐜𝐚𝐝𝐚 𝐩𝐚𝐥𝐚𝐛𝐫𝐚 𝐬𝐮𝐲𝐚 𝐪𝐮𝐞 𝐞𝐬 𝐮𝐧𝐚 𝐜𝐥𝐚𝐬𝐞 𝐝𝐞 𝐡𝐮𝐦𝐚𝐧𝐢𝐝𝐚𝐝, 𝐩𝐨𝐫 𝐜𝐚𝐝𝐚 𝐩𝐚𝐬𝐨 𝐪𝐮𝐞 𝐡𝐚 𝐝𝐚𝐝𝐨 𝐬𝐢𝐧 𝐝𝐞𝐣𝐚𝐫 𝐝𝐞 𝐦𝐢𝐫𝐚𝐫 𝐚𝐭𝐫𝐚́𝐬 𝐩𝐚𝐫𝐚 𝐚𝐠𝐫𝐚𝐝𝐞𝐜𝐞𝐫, 𝐁𝐫𝐚𝐧𝐝𝐨𝐧 𝐋𝐨́𝐩𝐞𝐳 𝐞𝐬 𝐞𝐥 𝐚𝐜𝐭𝐨𝐫 𝐪𝐮𝐞 𝐜𝐮𝐚𝐥𝐪𝐮𝐢𝐞𝐫 𝐝𝐢𝐫𝐞𝐜𝐭𝐨𝐫 𝐜𝐨𝐧 𝐛𝐮𝐞𝐧 𝐨𝐣𝐨 𝐝𝐞𝐛𝐞𝐫𝐢́𝐚 𝐭𝐞𝐧𝐞𝐫 𝐞𝐧 𝐬𝐮 𝐫𝐚𝐝𝐚𝐫.

𝐏𝐨𝐫𝐪𝐮𝐞 𝐬𝐮 𝐭𝐚𝐥𝐞𝐧𝐭𝐨 𝐞𝐬 𝐢𝐧𝐦𝐞𝐧𝐬𝐨, 𝐬𝐢́.
𝐏𝐞𝐫𝐨 𝐥𝐨 𝐪𝐮𝐞 𝐥𝐨 𝐡𝐚𝐜𝐞 𝐢𝐧𝐨𝐥𝐯𝐢𝐝𝐚𝐛𝐥𝐞 𝐞𝐬 𝐬𝐮 𝐚𝐥𝐦𝐚.

Para contactar Brandon:
https://www.instagram.com/brandon_lii22/?hl=es

GR Cinemas

Dirección

LUIS CABRERA SN
Zacatlan De Las Manzanas
73310

Notificaciones

Sé el primero en enterarse y déjanos enviarle un correo electrónico cuando Directorio En Zacatlán publique noticias y promociones. Su dirección de correo electrónico no se utilizará para ningún otro fin, y puede darse de baja en cualquier momento.

Contato La Empresa

Enviar un mensaje a Directorio En Zacatlán:

Compartir