15/06/2025
Lacrónica de Martín Caparrós… mi libro no firmado.
Fui un domingo antes a la feria del libro de Madrid en el parque del Retiro. Me equivoqué de día. Regresé hoy y también fui caminando. Ir en metro y caminar significan en tiempo, lo mismo.
Ya en la feria pude ver que había largas filas de personas esperando una firma en alguno de los “stands” de las distintas librerías que anunciaban a sus autores, en más de una ocasión tuve que comprobar que no se trataba del autor que yo buscaba. Los libros que servían de abanicos me lo confirmaban.
Me adelanté a comprar el mío unos días antes en la cafetería donde el personaje también ha dado charlas. En él, además de crónicas, narra cómo se inició en el periodismo: por accidente. Igual que muchos de nosotros que nos aferramos a la profesión como quien no pierde la esperanza y el optimismo. Un escritor, por ejemplo. Alguien que todos los días piensa que al finalizar su obra, será leída.
Llego por fin al lugar de las firmas, hay en la fila unas 10 personas máximo. Martín Caparrós está ahí en el pasillo en su silla de ruedas. La enfermedad no lo deja despojarse de ella. Un maestro en el máster me ha dicho que la enfermedad no cede y que este evento así como el taller para periodistas que imparte, tendrá como sede un lugar cómodo para él y evitarle molestias de desplazamiento.
Caparrós está platicando con quien parece ser la representante de la librería, o algo parecido. Se ve molesto. Nos voltea a ver. Espero prudentemente, no quiero adelantarme. Ha pasado media hora desde que en teoría tendría que estar en el pequeño cubículo con una mesa plegable y algunos de sus libros encima, firmando.
Es la segunda vez que lo veo. La primera en un foro para periodistas, en una plática posterior a la que dio Jorge Volpi. Le hice una foto con él a una chica que me lo pidió. No me animé a pedirle una. Desde que conviví con algunos artistas, me di cuenta que la figura de “groupie” no me gusta. No cuando la foto está forzada, es como invadir su espacio.
Seguimos abanicándonos con los libros. El sudor corre por la espalda, no hay viento que refresque los 33 grados que se sienten como 40, pero vale la pena esperar. Cruzar unos minutos de charla. Quiero decirle que me gusta como escribe y que entiendo porque muchos periodistas queremos descifrar su fórmula procurando obtener los mismos resultados, seguirle los pasos. Pero lo veo marcharse. Estoy confundida. Pienso que “va y viene”. Tal vez busca un refugio, una sombra en lo que llegan más personas a la fila. Pero eso no sucede. La chica que antes platicaba con él, regresó para decirnos que no va a volver. El motivo: no hay rampa para que pueda subir con su silla de ruedas al cubículo. No lo podemos creer. En México, perdón, pero somos expertos en resolver… te lanzas a un stand donde haya una rampa (basta con voltear al piso… observar pues), la pides prestada y la devuelves, al finalizar el evento repites la acción. Esto antes de esperar a que quien sea que organice, lo haga.
La señora formada delante de mí pide el reembolso del libro que acaba de comprar, argumenta que lo leyó en electrónico y que ahora no le sirve de nada el libro. ¡Claro señora!, la entiendo, tener libros firmados son parte del tesoro de cualquier propietario de una biblioteca (no importan sus dimensiones, por algo se empieza). Ya lo decía Lydia Cacho: lo que más le dolió es haber tenido que dejar su biblioteca atrás. La misma que fue rechazada por alguna universidad que argumentaba que las bibliotecas no se donan y reciben así nada más, por mucho autógrafo que tuviesen los libros.
El señor detrás de mí se muestra comprensivo y se despide sin más. Se nos “avisará” si seguimos la red social de “debate”, es el último anuncio de la misteriosa chica.
Total que hoy me voy sudada, sin charla, sin la firma y con la siguiente pregunta: ¿se justifica lo que el autor hizo?
La única certeza que me llevo es: que formarte en el stand donde regalan árboles para que los plantes, tiene una rampa que nadie está utilizando. Bueno hay otras certezas que se puede uno llevar del parque del Retiro: siempre ofrece música en vivo y en esta época del año, un par de traseros al aire (sí, sin bikini), tomando el sol.