
26/07/2025
No es normal… pero lo aprendiste como si lo fuera.
Y cuando algo se vuelve “normal”, aunque duela, el cuerpo lo repite.
Crecer en entornos donde había gritos, indiferencia, silencios como castigo, o amor condicionado, deja una huella.
Tu sistema nervioso se habitúa a la tensión.
Y un día, sin darte cuenta, buscás esa misma sensación para sentir que hay conexión.
Por eso, cuando encontrás algo sano, al principio puede parecerte “raro” o “aburrido”.
🧠 Desde la neurociencia:
El cerebro aprende por asociación.
Si el afecto venía con picos de conflicto, eso se volvió tu referencia de amor.
El cortisol y la dopamina se mezclan en un ciclo adictivo: la calma se siente incómoda y el drama, estimulante.
Pero esto no es un defecto, es aprendizaje.
Y lo aprendido se puede desaprender.
🧘 Desde el budismo laico:
El sufrimiento nace cuando confundimos lo que duele con lo que nos da identidad.
El primer paso para liberarte no es odiar tu historia, sino mirarla con compasión.
Sanar es reconocer:
“Esto lo aprendí. Esto me protegió. Pero hoy elijo algo nuevo.”
¿Qué podés hacer para salir de estas confusiones?
1. Nombrá lo que no es normal.
Decí en voz alta: “Esto no es amor. Esto es miedo.”
Dar nombre le quita poder al patrón.
2. Aprendé a tolerar la calma.
Al principio el amor sano parece “sin chispa” porque no activa el sistema de alerta. Quedate ahí. Dejá que tu cuerpo se acostumbre.
3. Practicá pausas.
Cuando quieras volver a lo familiar que duele, respirá.
Preguntate: “¿Esto me da paz… o me drena?”
4. Cultivá lo pequeño.
La seguridad se construye con microgestos diarios: respeto, ternura, coherencia
No es fácil.
Pero cada vez que elegís no volver al dolor familiar, tu sistema nervioso aprende algo nuevo: que el amor verdadero no te obliga a desaparecer para ser querido.
Seguime si querés seguir desarmando estos patrones.
Acá hablamos de trauma, neurociencia y budismo laico,
con cuerpo, compasión y verdad.