25/10/2025
De un hijo ISHANQUINO 🤍 que comparte Con emoción El sentido de pertenencia y vivencias de su Tierra 👏.//
El caserío de Ishanca de los Cochucos!!
Un lugar conocido también como la “Ciudad de las Ortigas”, es un pequeño pero significativo pueblo ubicado en la provincia Carlos Fermín Fitzcarrald, en el entrañable Callejón de Conchucos, región Áncash. Su realidad geográfica, social, cultural y económica refleja la esencia de una comunidad campesina trabajadora, que a pesar de las adversidades, mantiene viva su identidad y su espíritu de lucha.
Desde tiempos antiguos, Ishanca ha sido un pueblo eminentemente agrícola y ganadero. Su gente, humilde y perseverante, se ha dedicado al cultivo de productos de pan llevar, al pastoreo de vacas, borregos, cabras y chanchos, actividades que sustentan su economía familiar y fortalecen la unión comunitaria. En sus fértiles campos crecen diversos cereales como el trigo, el maíz y la cebada, que constituyen el alimento diario y la base de su subsistencia. Pero, sin duda, el producto más representativo es la papa, en sus múltiples variedades: huayro, amarilla, negra, blanca, entre otras, siempre listas y ricas para “parar la olla” de cada familia. Gracias a la papa, a los cereales y a los frutos secos, el pueblo ha logrado sobrevivir a las inclemencias del tiempo y a las dificultades de la vida rural. Los Ishanquinos, hombres y mujeres de temple fuerte, se han mantenido sanos y vigorosos gracias a su consumo de productos naturales y orgánicos, así como de la ancestral hoja de coca y las bebidas alcohólicas elaboradas de los productos de la Pacha mama, que les da energía y fortaleza para enfrentar las largas jornadas de trabajo en el campo.
Una de las actividades más valiosas que fortalece la organización y el sentido solidario del pueblo son las faenas comunales. En Ishanca, todos los comuneros participan con entusiasmo en el mantenimiento de los caminos de herradura, los puentes, las acequias y las cochas o reservorios de agua, elementos esenciales para la vida agrícola y ganadera. También se realizan faenas para mantener limpias las calles, la pequeña e histórica plaza del caserío, así como para cuidar los espacios públicos más concurridos, entre ellos: la iglesia o capilla de Ishanca, el local comunal y el panteón, donde descansan los antepasados que dejaron como legado el orgullo de ser campesinos, hombres y mujeres de pie y de lucha. Estas jornadas de trabajo compartido no sólo embellecen el pueblo, sino que refuerzan los lazos de hermandad y el compromiso colectivo.
La vida social y cultural de Ishanca está profundamente marcada por la fe, la tradición y el idioma. Los pobladores son herederos directos del pueblo Quechua, y por ello, el quechua sigue siendo el idioma del corazón, de la familia y de la comunidad. En Ishanca, al llegar, el visitante deja de hablar castellano y se sumerge en la dulzura y encanto del quechua, que se practica con respeto y cariño. En las mañanas,las tardes o durante el día, en las faenas, reuniones, festividades y asambleas comunales, las conversaciones en quechua fluyen con naturalidad, especialmente con los ancianos o Yachaqs, los sabios del pueblo, guardianes de la memoria colectiva. Así, el idioma no sólo comunica, sino que une, enseña y transmite el saber ancestral que sostiene la identidad ishanquina.
La religiosidad popular también ocupa un lugar central en la vida del caserío. Las festividades tradicionales se viven con devoción y alegría: la Navidad de aquellos tiempos para revivir nuestra fe borrando nuestros pecados y limpiando muestras taqra almas; los Carnavales de febrero o marzo donde bailan o mejor bailaban también hasta los cawallus y caballeros al escuchar la flauta y la caja de don *Llashi*, que hoy seguro descansa en paz; el famoso "Judas saqmay" que es santo remedio para curar el susto y estrés de infancia; la copiosa fiesta patronal de *Tayta Santa Cruz de Ishanca* , cada 21 de septiembre dónde se goza y se baila con las mejores danzantes con prosa de Anti Capitana y las negritas; también se vive la gran emoción al ver y g***r con los danzantes del género masculino como el Paso Huanquilla, los negros, los contrahuanquillas, patsa cawallu y otros quienes a veces hasta se pasan de copas y duermen en en la misma plaza de Ishanca; la fiesta del Señor de Mayo y la fiesta de Todos los Santos con su churaakuy. En éstas y tantas celebraciones que hay en este mágico pueblo, la comunidad entera se reúne para compartir, cantar, bailar y rezar, en un ambiente de fe y esperanza. Estas fiestas son un reflejo del alma colectiva del pueblo: creyente, humilde y profundamente unida.
En las festividades y faenas, la gastronomía ihanquina es motivo de orgullo. Se preparan platos típicos como el picante de cuy, el picante de papa y su chocho, el picante de mote de maíz o trigo pelado con tantakshu (tortilla de harina de trigo dorado con huevo), la rica cancha de maíz y las mazamorras de almidón, toqushy frutas dulces. Las bebidas tradicionales como la chicha de jora, la chicha de molle o la chicha de caña con su rakrakshu(alcohol) acompañan los momentos de celebración. No podemos olvidar que durante los meses de junio a octubre, se disfruta del exquisito chicharrón de chancho serrano que es para chuparse los dedos, y los fines de semana o cuando las familias tienen visitas especiales, comparten el caldo de cabeza de borrego o el mejor mocho ranqueado, símbolo de unión y abundancia.
Desde la niñez, los hijos del pueblo se forman en el pastoreo de animales y en el trabajo agrícola, aprendiendo el valor del esfuerzo, el respeto por la naturaleza y la importancia del trabajo compartido. En los campos, entre el sonido del río Tranka y Aquy, y el perfume de los eucaliptos, la vida transcurre sencilla pero plena. Esos árboles, plantados por los antepasados en los contornos de las chacras y algunas parcelas, donde cabe mencionar al macanudo y hombre galante *Shishiku* *Calixto* que en vida ninguno le mentó y nadie se igualó(Q.E.P.D). Los árboles cada vez más crecen hoy como testigos fuertes de los hombres valientes de la historia y como símbolo de continuidad, aunque su abundancia a veces oculte la vista del pueblo, que parece empequeñecido frente a la inmensidad de los bosques que él mismo sembró.
A pesar de ser un pueblo pequeño y casi escondido entre las montañas, Ishanca tiene historia e identidad. Es símbolo del hombre andino que trabaja, que cree, que sueña y que resiste. Sin embargo, la migración constante de sus hijos hacia las grandes ciudades, especialmente Lima, ha hecho que hoy queden principalmente los adultos mayores cuidando el legado y la fe del pueblo. Ojalá algún día los hijos de Ishanca retornen para reconstruir lo que dejaron sus pujantes abuelos, y para demostrar verdaderamente que siguen amando su tierra. Porque Ishanca no sólo es un lugar, es un sentimiento y es una historia viva. Es un pueblo solidario, unido y sobresaliente, aunque en los últimos tiempos haya sido tocado por la mentalidad capitalista, que ha traído consigo divisiones y marginaciones entre algunos sectores del caserío. Es momento de reflexionar y meditar, de recordar que la verdadera riqueza está en la unión, en la tradición y en el amor por la tierra que nos vio nacer. Sólo así, caminando juntos en un mismo rumbo, los ishanquinos seguirán cultivando su historia, su idioma, su fe y su esperanza para las generaciones venideras.
Con añoranza,
Vuestro hijo Wilmer Calixto Chegni.
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