27/11/2025
🔵⚫ || : ¿QUIÉN TENDRÁ REALMENTE EL PODER EN EL PERÚ DEL 2026: EL EJECUTIVO O EL NUEVO SENADO?
Por: Dr. Alejandro Flores Pasion
La reactivación de la bicameralidad en el Perú a partir del 2026 no es solo una reforma institucional: es una reconfiguración profunda del equilibrio del poder político. La creación del nuevo Senado -integrado previsiblemente por las primeras cuatro fuerzas políticas del país- abre un escenario inédito en nuestra historia reciente. Este nuevo órgano será más que una “cámara revisora”; será, en la práctica, un contrapeso directo y potente al próximo presidente de la República.
El Senado tendrá facultades que van mucho más allá de revisar proyectos de ley. Podrá aprobar, modificar o rechazar las leyes venidas de la Cámara de Diputados, autorizar la salida del presidente del país, ejercer control político sobre decretos y tratados, elegir al Defensor del Pueblo, al Contralor y a magistrados del Tribunal Constitucional. En otras palabras, el Senado será el núcleo del control institucional del Estado. Su papel no será meramente técnico, sino estratégicamente político.
A diferencia de la Cámara de Diputados, cuyas prioridades estarán marcadas por la agenda regional, el Senado tendrá una visión nacional. Eso lo convierte en el espacio donde se definirá la arquitectura del poder real: fiscalización al Ejecutivo, nombramiento de altas autoridades y arbitraje de las grandes tensiones políticas. Es ahí donde las fuerzas políticas dominantes -las cuatro más votadas- concentrarán influencia de largo alcance.
Frente a esto surge una pregunta inevitable: ¿quién tendrá más poder en el 2026, el nuevo presidente o el nuevo Senado?
El presidente seguirá controlando el aparato estatal y la iniciativa política desde el Ejecutivo. Pero el Senado tendrá la llave de los equilibrios: podrá frenar, condicionar o incluso redefinir las decisiones presidenciales. La experiencia latinoamericana muestra que cuando un Congreso fuerte se cruza con un Ejecutivo debilitado o sin mayoría, el resultado suele ser un gobierno maniatado o permanentemente sometido a presiones.
En el Perú del 2026, donde ningún partido alcanza mayorías sólidas y donde la fragmentación es la regla, es probable que el nuevo Senado se convierta en un actor más poderoso que el propio presidente. No por dominar al Ejecutivo, sino porque podrá modularlo, vigilarlo y, si lo considera necesario, bloquearlo. La gobernabilidad no dependerá solo del liderazgo presidencial, sino de la capacidad del Ejecutivo para negociar con un Senado pluripartidario, con peso nacional y con atribuciones decisivas.
El 2026 inaugurará una nueva arquitectura institucional en la que el poder se repartirá más, pero también se disputará más. La gran incógnita es si esta bicameralidad fortalecerá la democracia o la hará más lenta y conflictiva. Dependerá de las fuerzas políticas que ocupen esos escaños y de su responsabilidad frente al país.
Lo que sí parece claro es que, por primera vez en muchos años, el Perú tendrá un Senado que no será un adorno institucional, sino un actor capaz de definir el rumbo del poder político. En este nuevo equilibrio, el presidente ya no será el centro absoluto. El verdadero peso político, desde el 2026, podría gravitar -si no completamente, sí sustancialmente- en el nuevo Senado de la República.