03/11/2025
✍️ | URGENTE NECESIDAD DE ADECENTAR LA POLÍTICA EN EL PERÚ
El Perú se encuentra nuevamente en vísperas de un proceso electoral crucial. Con las elecciones generales programadas para abril de 2026, los partidos políticos intensifican sus preparativos, incluyendo las elecciones primarias internas. Este momento, que debería inspirar esperanza, innovación y un verdadero compromiso con el futuro nacional, se ve empañado una vez más por la persistencia de figuras recicladas, discursos huecos y prácticas corruptas que han erosionado la confianza ciudadana durante décadas.
En vez de emergentes liderazgos con visiones frescas y soluciones concretas para desafíos como la pobreza, la inseguridad y la desigualdad económica, presenciamos el retorno obstinado de personajes que tratan el poder como un patrimonio familiar o un negocio perpetuo, en lugar de un servicio público temporal y de progreso. Agravando esta realidad, al menos 15 precandidatos de nueve partidos enfrentan procesos judiciales por casos de corrupción, según reportes recientes, lo que evidencia una crisis sistémica donde la impunidad parece ser la norma. Ejemplos notorios incluyen exfuncionarios inhabilitados que intentan regresar, como Martín Vizcarra, postulado a la vicepresidencia pese a sanciones por corrupción, o partidos como Perú Libre, que han generado escándalos con presidentes vacados y líderes prófugos.
Más alarmante aún es la normalización del abuso de recursos estatales para fines partidarios. Un caso reciente en Trujillo ilustra esta decadencia: Keiko Fujimori, aspirante presidencial con larga trayectoria, utilizó cámaras del Congreso —bienes públicos inventariados— durante el lanzamiento de su cuarta candidatura, lo que ha desencadenado una investigación parlamentaria por uso indebido. Este incidente no es un desliz aislado, sino un síntoma de una ética deteriorada que prioriza el beneficio personal sobre el bien común, perpetuando ciclos de corrupción que cuestan al país miles de millones en recursos malversados y oportunidades perdidas.
El Perú no puede permitirse más esta degradación. Adecentar la política implica no solo sancionar estos actos, sino reconstruirla sobre pilares de integridad, transparencia y meritocracia. Requiere reformas urgentes, como endurecer las vallas electorales para excluir a condenados por corrupción —un debate pendiente en el Congreso— y fomentar mecanismos independientes de fiscalización. Porque quien viola las normas antes de acceder al poder, inevitablemente las manipulará una vez en él, profundizando la crisis moral, económica y social que nos aqueja.
En este contexto, el voto ciudadano adquiere un peso histórico. No debe ser un acto de inercia, amnesia colectiva o clientelismo, sino una herramienta de transformación. Los peruanos debemos exigir candidatos limpios, con trayectorias intachables y propuestas viables, que prioricen el interés nacional por encima de ambiciones personales o partidarias. Aquellos que han contribuido a nuestra inestabilidad no merecen otra oportunidad para administrar el destino colectivo.
El desafío es: romper con el pasado vicioso, demandar honestidad y apostar por la decencia como prerrequisito innegociable para gobernar. Solo así, la política peruana podrá renacer como un verdadero instrumento de servicio público, en lugar de un escenario de oportunismo y desfalco. El futuro de nuestra democracia depende de esta reflexión y acción inmediata.
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