06/12/2024
Grace iba vestida con una chamarra rosa desgastada, la cual pertenecía a su madre. Esta le llegaba a los tobillos dado que aún era muy pequeña. En conjunto usaba unas botas moradas.
En ese día estaba nevando un poco; Grace sonreía al ver los copos de nieve caer y formar muchísima más nieve. Eran copos de nieve tiernos, decía ella.
—Podría ir a visitar a mi amigo Gus —se dijo para sí mismo, ampliando su sonrisa inocente de niña pequeña.
Su madre se limitaba a observarla con indiferencia; se hallaba ocupada lavando los platos. Enojada tomó uno y lo lanzó de forma furiosa a la pequeña. Grace logró esquivarlo, miro al suelo con terror.
El plato se había hecho pedazos. Había caído cerca de sus botas diminutas, tiernas como sus pies chiquitos, en miniatura; sin embargo, para la madre no parecía evocarle ni una pizca de ternura su propia hija, sino más bien le evocaba un sentir de cólera, de ira y pensamientos totalmente negativos, en busca de dañarla.
Grace levantó la mirada, horrorizada por lo que pensaba en qué podría hacerle su madre, así que huyó, alejándose de la cocina...
A esto, su madre tomó una botella, estrellándola contra el suelo y amenazando con acercársele.
El día de hoy al parecer se encontraba de un muy mal humor; era común su mal humor, pero esto pasaba sus propios límites, si es que los tenía aún.
Grace escapó de casa, y su madre solo suspiró, yendo a rehacer sus pendientes.
—Maldita zorra, ojalá no regreses, no vuelvas hasta más noche o hazme el favor de desaparecer —sentenció.
Fue hacia la alacena, abriendo unos cajones, en los cuales había una caja de píldoras que tomó de golpe y sin pensar. A continuación tomo una botella de cerveza de la refrigeradora, tomando cantidades sorprendentes.
Se colocó en el sofá y prendió el televisor. El canal de siempre, los noticieros de siempre, con asesinatos, violaciones, robos, extorsiones, lo mismo de todos los días, se dijo para sí misma la señora.
''Si esa niña se muriera de una vez por todas, no tendría que fingir preocuparme cada vez que sale''.
Grace se hallaba en la calle confundida por la actitud de su madre. Sospechaba que tal vez no había fumado ese día o había peleado con su padre.
Pero si no me he portado mal, he ordenado mis juguetes y todo, pensó.
Se dirigió hacia una vivienda de colores turquesas con ventanas decoradas con aves celestes a juego.
—Gus, ábreme, soy yo —llamó.
Un hombre de al rededor de los 25 años de edad abrió la puerta, bajando la mirada para ver a la pequeña Grace. Gustavo, o sea Gus, tenía puesto un pantalón desgastado, casi roto, un polerón de alguna banda desconocida, y en manos una botella de zumo de naranja.
Arrojó la botella al sofá e hizo señas para que Grace pasara.
—¿Cómo estás, hermosa? —le acariciaba el cabello mientras preguntaba.
- Bien, Gus.
—Ten, lo compré esperando a que llegaras.
Gus sacó un libro para colorear y crayolas de un estante; los dejó en una mesita.
—Oh, gracias, Gus, realmente eres el mejor amigo de todos.
Grace se deshizo de la chamarra por el calor en la sala de Gus.
Gustavo se detuvo a observar con detalle el cuerpo delgado y poco desarrollado de la niña, con lujuria.
Su polo grande sin mangas dejaba ver los botones de sus senos sin formar, que en unos años serían grandes, candentes, se decía Gus.
Dejo de observar, para analizar cada parte del cuerpo de Grace, quien solo pintaba distraída.
Admiraba de forma asquerosa la anatomía de la infante.
Grace tenía otra marca nueva en la muñeca. Sus ma***tos padres la habían lastimado otra vez. Gustavo sentía rabia y frustración por nunca poder hacer nada.
Se veían cicatrices y pequeñas manchas moradas en el rostro fino de Grace.
La podía oír sollozar en las madrugadas debido a las discusiones de sus padres y por las golpizas que a esta le daban.
Tenía marcas de cigarro en la piel; sus pequeños brazos regordetes tenían mordeduras, pellizcos y quemaduras.
Él creía que si ella viviera con él sería todo mucho mejor, se decía constantemente. Su mente estaba retorcida, como todo lo demás en el mundo.
Observó los muslos de la niña, se tentó, tuvo una erección fuerte en los pantalones. Esta era más fuerte que todas las que tuvo antes gracias a solo la presencia de la criatura inocente.
La niña lo miró y sonrió.
Gus, mi único amigo, él es bueno, no es como mis padres que solo paran amargos conmigo todo el tiempo. Se decía Grace a si misma alegre.
Eran amigos hacía años, desde que el padre de Grace comenzó a beber más alcohol de lo debido y su madre a drogarse.
—Gus, gracias por ser mi amigo —dijo ella esbozando una sonrisa.
Oh, no, esa sonrisa; soy un id**ta al querer pensar en quitarle la virginidad a una niña, se decía en su mente. En especial a ella, pensó.
—De nada, pequeña —dijo.
Es solo una niña, Gustavo, por favor, se repetía. Observó como la tela de la ropa vieja de la niña se caía hacia abajo, dejando ver su cuerpecito indefenso. ¿Por qué eso le parecía "sexy", si solo era una niña?
No puedo controlarme, a la mi**da; conmigo será feliz, no con esos ma***tos. Yo la haré sentirse feliz, una mujercita, ja, ja. ¿No? Yo te voy a cuidar, dicho esto en su loca mente, se levantó.
—Grace, te voy a hacer feliz —sonrió.
—Gus, no es necesario, ya lo soy —sonrió inocente.
Gus la observa y la pego al suelo. Al fin cumpliría su podrido deseo de quitarle la virginidad a Grace, la cual fue su amiga por años. Estaba malditamente loco. Era un enfermo desquiciado.
Miro hacia su mesilla. De los cajones cogió un arma. Tumbó a Grace más, colocando su rostro en el suelo y colocó el arma helada en el cuello de Grace.
—¿Gus, qué haces? Aléjate, por favor.
Grace entró en desesperación por lo que sucedía; simplemente no entendía.
—Es un juego, Grace, querida —se deshizo de sus pantalones, tomando luego los muslos de la pobre niña asustada.
—¡Gus! ¡Este juego me está asustando! ¡No es divertido! —gritó llorando la niña—. Para.
Grace no entendía que eran relaciones sexuales, no entendía qué hacía Gus, ni por qué se desnudaba; solo presentía que no se trataba de nada bueno.
Nada en lo que una niña de 9 años debiese estar involucrada.
—¡Basta! —pidió la niña dando golpes al aire y con lágrimas en los ojos.
Gus tomó más fuerte a la niña.
—¡Yo te haré feliz, Grace! —comenzó a reírse a carcajadas mientras metía su miembro entre las piernas de la niña desconcertada; esta expulsó un grito fuerte.
—¡Ahh! ¡Duele, para, Gus! ¡Te lo ruego! No me gusta este juego. —Ella siguió gritando—¡Para!
Sangre escurría de la parte íntima de la niña; sentía ardor, dolor, no solo ahí, en todo.
Estaba desesperada, no entendía nada, quería irse a casa, aunque su madre y padre la humillaran, la insultaran, aunque su vida sea prácticamente a su edad una mi**da inmunda y carente de afecto.
—¡Suéltame! —gritó ella fuerte; se estaba quedando casi sin voz—. Gus, quítate de mí.
Repetía todo lo que había escuchado esos horribles 9 años de vida.
Lo pateo, tratando de huir por la puerta. Gus no era su amigo; era un ma***to pedófilo de mi**da. Un enfermo.
Gus la tomó y le abrió las piernas.
-Siempre desee quitarte la inocencia, pequeña Grace, ¿Y sabes que? hoy es el día— Comenzó a reírse más y más, esto asustaba aun mas a la niña— ja, ja, ja, tú y tu tonta madre son nada mas y menos que unas tristes prostitutas.
Escucho esas palabras, las sintió, y derramo más lagrimas; su vida era tan horrible. Fue.
Metió rápidamente el miembro en la niña; esta gritó de dolor.
—Suéltame, suéltame, ENFERMO DE MI**DA.
Ahora entendía por qué Gustavo no salía con nadie más que ella, porque él la miraba de manera tan extraña y perturbadora a veces, como cuando este le pedía tocar sus tobillos y muslos. Entendía todo finalmente.
Vio su corta vida pasar por un momento. Gritaba de dolor, derramaba lágrimas.
Las risas de sus padres, su hermano cortándose; lo vio suicidándose hace unas semanas, su sangre, su madre tomando dr**as una vez, su padre con una escopeta disparándole a su gato, su otro único amigo en el mundo, este mundo cruel y horrible en el que vivimos.
Sangre, más sangre. Gritos y un enfermo, una niña inocente y la realidad cruel.
Cielos, era solo una niña, una niña de 9 años de edad, recién cumplidos en el mes de marzo. Una pobre niña era solo ella. Una niña que estaba siendo violada por quien creía su mejor amigo y salvador. Hoy se daba cuenta de que no todos tenían buenas intenciones.
—¡Conmigo serás completamente feliz, Grace! —gritó Gustavo.
—NO QUIERO, POR FAVOR— Grito al final cayendo en un cansancio mortal.
Los vecinos oían, pero nadie decía nada; a todos les parecía extraño Gus; no se atrevían a llamar a la policía o algo parecido. La cobardía; la cobardía mataría a una niña.
Gustavo seguía abusando de la niña, pero se dio cuenta de que su cuerpo estaba pálido, su rostro sin sentimiento alguno, y las lágrimas secas en sus ojos desorbitados. Estaba mu**ta.
La observó, se quedó callado por unos segundos, tomó una bolsa y puso su cuerpo ahí.
—Ahora serás feliz, Grace —dijo sonriendo.
Mientras tanto, en la casa de la niña.
—Esa maldita niña no llega aún —mencionó la madre de Grace en el comedor a su esposo.
—Que se muera esa perra —respondió su marido y escupió al suelo.
Oh, personas malditas, su deseo lamentablemente se había hecho realidad.
Nadie se preocuparía nunca por la pobre Grace. No todos tenían buenas intenciones. No todos eran realmente buenas personas. No todos, no todos.
El cuerpo de Grace en una bolsa fue tirado y encontrado en el camión de basura por policías, ya que se reportó el raro olor y forma de la bolsa de basura. Hicieron investigaciones; no se llegó a nada.
Injusticia para Grace, para todos los niños con casos parecidos al de ella.
Una fría noche falleció siendo abusada, Grace, oh Grace. No todo era color de rosas en el mundo, pero Gus pagaría, tarde o temprano. ¿Lo haría?
Por menos casos como los de Grace, esta historia no tiene que ver con algún caso real menos mal, pero no es tan reconfortante mencionar ello, dado que hay muchos casos parecidos a este, solo que este ha sido inventado.
Es triste saberlo.
Las cosas no resultaban como debían de ser; no había justicia.