
09/06/2025
Para los lectores 🤗📝📃📖
Hasta que el fuego nos separe”
Capítulo 1: La huida
—¿Estás lista, Luna? —preguntó Elías, su voz apenas un susurro entre los árboles que rodeaban la cabaña abandonada donde se habían refugiado.
Luna asintió. Su rostro estaba bañado por la luz pálida de la luna llena, y sus ojos reflejaban una mezcla de miedo y determinación.
—No podemos volver, Elías. Si lo hacemos… nos matarán.
—Entonces sigamos adelante. Nadie podrá separarnos.
Ambos venían de familias rivales de un pueblo antiguo en el norte, rodeado de montañas y bosques que parecían tener memoria. Los De León y los Márquez: dos clanes enfrentados desde generaciones atrás. Nadie sabía con certeza el origen del odio, pero las consecuencias estaban claras: violencia, traición… fuego.
Se habían conocido en la escuela del pueblo. A escondidas, en pasillos oscuros, entre libros y miradas robadas. Se amaron en silencio hasta que no pudieron más. Así que huyeron.
Capítulo 2: El incendio
No llevaban más que un par de mochilas, algo de dinero, y una vieja camioneta que Elías había reparado durante años. Condujeron sin rumbo hasta llegar a una cabaña oculta en el bosque, que pertenecía a un tío de Elías, mu**to en circunstancias extrañas. Los lugareños decían que era un brujo. Ellos no creían en esas cosas… aún.
En la segunda noche en la cabaña, mientras se abrazaban junto a una pequeña chimenea, un olor a humo los despertó.
—¡Elías, el bosque! —gritó Luna, mirando por la ventana.
Las llamas danzaban entre los árboles, acercándose con una rapidez antinatural. No había viento. No había tormenta. Solo fuego… avanzando hacia ellos como si tuviera un propósito.
Elías abrió la puerta y sintió el calor del in****no mismo. Entre el humo, distinguió sombras humanas… personas… familiares.
—¡Es mi padre… y el tuyo! —dijo con horror—. ¡Están quemando todo para separarnos!
Capítulo 3: El juramento
Lograron escapar por una grieta en la montaña que los llevó a una vieja mina abandonada. Allí, entre escombros y túneles oscuros, encontraron algo inesperado: un altar antiguo, cubierto de símbolos paganos y huesos de animales.
—¿Qué es esto? —preguntó Luna, tocando el altar con reverencia.
—No lo sé… pero algo me dice que aquí se hizo un pacto.
Esa noche, mientras el fuego consumía la cabaña, ambos sellaron su propio pacto. Luna sangró su mano y Elías hizo lo mismo. Unieron sus palmas sobre el altar y juraron:
—"Ni la muerte, ni el fuego nos separarán. Si nuestros padres quieren guerra, se la daremos. Si quieren fuego… conocerán el verdadero in****no."
Y el altar pareció respirar. Las llamas allá arriba se apagaron de golpe.
Capítulo 4: Los perseguidos
Las semanas siguientes fueron un delirio. Elías y Luna comenzaron a tener sueños compartidos: visiones de mujeres encapuchadas, danzando entre llamas, pronunciando sus nombres. Escuchaban voces en el bosque que los guiaban, que les enseñaban a resistir, a devolver el fuego con fuego.
Las familias, por su parte, se volvieron más violentas. El pueblo entero parecía haberse vuelto en su contra. Era como si el odio ancestral despertara en todos… y ardiera.
Una noche, al regresar a la mina, encontraron el altar cubierto con sangre fresca y letras talladas en las paredes:
“Ustedes rompieron el ciclo. Ahora deben enfrentarlo.”
—¿Qué significa eso? —preguntó Luna, con voz temblorosa.
—Significa que esto no es solo un conflicto familiar… es una maldición. Y nosotros… somos la grieta en la maldición.
Capítulo 5: El último incendio
Decidieron volver al pueblo. No para pedir perdón. No para rendirse. Para terminar lo que se había empezado siglos atrás.
La noche que regresaron, una tormenta eléctrica cubría el cielo. Se dirigieron al centro del pueblo, al antiguo árbol donde, según las leyendas, los De León habían colgado a una mujer de la familia Márquez acusada de brujería. Fue entonces cuando lo entendieron.
—Nuestros ancestros… se amaron —dijo Luna.
—Y los quemaron por ello —añadió Elías.
Frente al árbol, realizaron el mismo ritual del altar. Esta vez, el fuego no fue enemigo, sino arma. El cielo se iluminó y un fuego blanco descendió, envolviendo el pueblo. No quemó casas, ni bosques. Quemó odio, secretos, pactos antiguos.
Los padres de ambos aparecieron, gritando entre las llamas. Pero no ardían… se deshacían. Como cenizas de un pasado podrido.
Epílogo: El humo que queda
Nadie supo qué ocurrió exactamente esa noche. El pueblo quedó en silencio. Los pocos que sobrevivieron hablaban de un incendio que no dejó rastro. Solo Elías y Luna seguían allí. Juntos. Caminando hacia el amanecer.
El fuego no pudo separarlos. Ni la sangre. Ni el miedo.
Y si alguien te dice que vio a una pareja caminando entre las sombras del bosque, tomados de la mano, con ojos que brillan como brasas… tal vez los viste.
Porque el amor verdadero no muere. Solo arde más fuerte.