
15/08/2025
Dicen que la vida es como un tablero de ajedrez.
Cada movimiento que haces puede cambiarlo todo en un instante.
Un paso en falso, y puedes perder a tu mejor pieza.
Muchos hombres aprenden ajedrez para cuidar a su Reina.
Entienden que un error puede costarles lo más valioso.
Pero las mujeres también deberían aprender este gran juego.
Porque la Reina es poderosa… pero no es lo único.
Sí, perderla duele, y cambia toda la estrategia del juego.
Sí, la partida se complica, y el avance se vuelve lento.
Pero incluso sin Reina, el tablero sigue lleno de posibilidades.
Existen otras piezas esperando el momento de convertirse en algo más.
Y en el ajedrez, hasta el peón más humilde puede crecer.
Ese pequeño que parecía insignificante,
puede llegar a coronarse Reina.
Y si no hay coronación, igual se puede seguir jugando.
Porque la partida no termina cuando la Reina desaparece del tablero.
El juego solo acaba cuando el Rey no puede moverse.
Mientras el Rey esté en pie, la batalla continúa.
A veces, la vida te arrebata a tu Reina: un trabajo que amabas,
una relación, una oportunidad soñada.
Y en ese momento piensas que todo está perdido.
Pero el tablero de la vida siempre tiene caminos ocultos.
Nuevas piezas, nuevos aliados, nuevas estrategias para seguir adelante.
Tal vez la jugada no sea la que esperabas.
Tal vez el avance sea más lento y doloroso.
Pero mientras tengas movimiento, no estás derrotado.
La clave es no rendirse después de una gran pérdida.
Es aprender a jugar incluso con lo que queda en pie.
Porque la verdadera derrota no es perder a la Reina.
Es abandonar el juego antes de que llegue el jaque mate.