12/07/2025
INFORMATIVO TRAGICOS PERÚ
Durante más de dos décadas, el nevado Huascarán, la montaña más alta del Perú, guardó en sus entrañas heladas el cuerpo del montañista estadounidense William Stampfl. Era el 24 de junio de 2002 cuando una avalancha sepultó a Stampfl y a sus compañeros Matthew Richardson y Steve Erskine, silenciando una aventura que pretendía ser épica.
Aquel accidente marcó el fin de una expedición y el inicio de una larga espera teñida de incertidumbre para sus seres queridos. La nieve lo cubrió todo: los cuerpos, las esperanzas, las respuestas. La montaña, inmensa y majestuosa, se convirtió en tumba silenciosa. Pero el hielo no olvida.
En junio de este año, 22 años después del accidente, Jennifer Stampfl recibió una llamada que parecía salida de un sueño: habían encontrado los restos de su padre. La noticia la dejó sin palabras. El glaciar, en su lento retroceso por el cambio climático, había dejado al descubierto el cuerpo de William, aún con ropa y equipo de escalada intactos, como si el tiempo no hubiera pasado.
Este hallazgo no solo conmueve por lo trágico y poético, sino que nos recuerda la fragilidad humana ante la naturaleza. El Huascarán no es solo una cima por conquistar, sino también un guardián de historias que, con el paso del tiempo, decide cuáles revelar y cuándo.
Hoy, la familia Stampfl puede cerrar un ciclo. El cuerpo regresa, pero también lo hace una parte de la memoria congelada por el dolor. La montaña habló. Y con su susurro de hielo, devolvió algo más que restos: devolvió paz.