31/05/2025
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LA DESHUMANIZACIÓN DEL PLACER GENERA UN DESPROPÓSITO
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Escrito por: Oscar Francisco Rojas Nestárez, siervo de Jesucristo y expositor de la Palabra
CRISTO COMO EL CENTRO Y LA PALABRA COMO FUNDAMENTO
Introducción
Hace tiempo escuché una canción de Rabito, un siervo de Dios de Argentina, que decía: "Un pacto con Dios hicimos tú y yo", refiriéndose al matrimonio.
Esas palabras, cargadas de ternura y compromiso, no son solo poesía romántica; son un eco del cielo.
El matrimonio no es un simple arreglo social ni una tradición humana: es un pacto sagrado con Dios.
En ese pacto, la intimidad —que hoy llamaremos con reverencia unión marital o amor íntimo— no solo es válida, es bendita.
Y cuando se le despoja de su propósito original, cuando se la animaliza o se la comercializa, cuando se la deshumaniza… nace el despropósito.
Hoy, el Espíritu Santo nos quiere recordar que el placer en el matrimonio no es impuro, sino sagrado, humano, tierno y fiel.
1. El origen divino del deleite
El ser humano ha olvidado que el placer no nace de una simple necesidad biológica, sino de un diseño divino.
Dios no creó al hombre como un ser meramente impulsivo. Le dio alma, espíritu y sensibilidad.
Y en Génesis 2:24 dice:
“Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne.”
Este no es un texto biológico.
Es un pasaje espiritual, emocional y físico.
Ser “una sola carne” implica cohesión física, unidad profunda, intimidad sin culpa y sin vergüenza, todo en acuerdo mutuo —es decir, en consenso— pero dentro de un marco específico: de por vida y en exclusividad absoluta.
Cuando un hombre y una mujer se unen en pacto, no lo hacen solo por necesidad, sino por amor, entrega, fidelidad y propósito eterno.
2. El placer no es sucio; lo sucio es sacarlo del pacto
Vivimos en una sociedad que reduce todo a instintos incontrolables. Pero sabemos que todo lo que no se controla, se contamina.
Dios, en cambio, eleva el deleite a la categoría de santidad.
En Proverbios 5:18-19 encontramos palabras que confrontan toda visión vulgar de la intimidad:
“Sea bendito tu manantial, y alégrate con la mujer de tu juventud.
Como cierva amada y graciosa gacela, sus caricias te satisfagan en todo tiempo, y en su amor recréate siempre.”
Este texto no lo escribió un libertino. Lo escribió un sabio, inspirado por el Espíritu Santo.
No hay vulgaridad, hay ternura. Hay afecto. Hay entrega.
No dice: “tolérala”. No dice: “úsala”. Dice: alégrate… recréate.
El deleite no es sucio cuando hay fidelidad.
Lo sucio es convertirlo en:
Entretenimiento fuera del pacto,
Contenido comercial,
Imposición sin ternura,
Rutina sin amor.
3. El apóstol Pablo también lo afirma
En 1 Corintios 7:3-5, el Espíritu Santo, por medio de Pablo, nos recuerda que la unión marital es un acto de mutua entrega, no de dominio ni de negación:
“El marido cumpla con la mujer el deber conyugal, y asimismo la mujer con el marido.
La mujer no tiene potestad sobre su propio cuerpo, sino el marido; ni tampoco el marido tiene potestad sobre su propio cuerpo, sino la mujer.
No os neguéis el uno al otro, a no ser por algún tiempo de mutuo consentimiento…”
Este pasaje no habla solo de “derechos”.
Habla de cuidado mutuo, ternura, respeto y comunión.
Es un acto espiritual, donde ambos se entregan con humildad, sin egoísmo y con alegría.
4. El mundo deshumaniza el amor íntimo
Hoy, el mundo ha cambiado el diseño de Dios:
Lo vende como entretenimiento,
Lo transforma en contenido,
Lo arranca del compromiso,
Lo convierte en consumo.
Pero Dios quiere que el ser humano regrese al manantial original:
Una sola carne. Un solo lecho. Una sola fuente de gozo compartido.
La unión íntima en el matrimonio no es esclavitud, ni libertad sin freno.
Es un yugo santo llamado fidelidad.
Y cuando el deleite se enmarca en el pacto, se convierte en adoración.
Conclusión
Dios no le huye al placer. Le da forma, le da nombre y le da dirección.
Y ese nombre es fidelidad, y esa dirección es el matrimonio.
Lo sucio no es el placer conyugal.
Lo sucio es, profanarlo con engaño, o usarlo como moneda de cambio.
Lo santo es cuando hay entrega mutua, ternura sin culpa, y fidelidad sin fisuras.
Así comienza la humanización del placer:
Cuando recordamos que Dios lo pensó no para el pecado, sino para el pacto.
Hoy en día, ante tantos ataques de una sociedad de consumo que todo lo convierte en monedas, debemos estar alertas.
El matrimonio es el extintor de Dios contra el fuego de la fornicación.
Y la Biblia lo confirma:
📖 “Pero si no tienen don de continencia, cásense; pues mejor es casarse que estarse quemando” (1 Corintios 7:9).
Pero ten en cuenta algo: el matrimonio es para toda la vida.
No te cases por pasión, porque la pasión es breve. Y cuando se acaba, la realidad puede estrellarte contra un muro.
Sopesa bien los pros y los contras antes de casarte.
Proverbios 27:15 advierte que una mujer contenciosa es como una gotera constante.
Y Proverbios 22:24, en contrapartida, recomienda no juntarse con un hombre rencilloso.
Por eso, la recomendación final es esta:
✨ Pon a Dios dentro del matrimonio.
✨ No deshumanices la intimidad.
✨ Y para los jóvenes:
Busquen la comunión con Dios antes que el placer íntimo.
Eso no significa que el placer íntimo sea malo, sino que está reservado para el pacto del matrimonio.