
09/06/2025
En 1951, un hombre rapado, descalzo y sin camisa apareció en el escenario de Broadway. Caminaba con paso firme, irradiando autoridad, y con una sola frase se apoderó del teatro: “¿Quién soy yo para que una mujer me contradiga?”
Era Yul Brynner. Y aunque ese personaje, el Rey Mongkut de Siam, lo consagró como leyenda, su verdadera historia comenzaba muy lejos del brillo de las luces.
Brynner nació en Vladivostok, Rusia, en 1920, en medio del caos posterior a la revolución. Su padre lo abandonó cuando era niño, y su madre, actriz frustrada, lo llevó a Harbin (China) y luego a París. Creció entre idiomas, culturas y penurias. Fue trapecista, se rompió la espalda en un circo y terminó estudiando actuación con discípulos de Chéjov. Durante la Segunda Guerra Mundial, trabajó como locutor en La Voz de América, enviando mensajes a la Rusia ocupada.
El papel que cambiaría su vida llegó inesperadamente: El Rey y Yo. Lo interpretó más de 4.600 veces, ganó un Oscar en 1956 y lo convirtió en su segunda piel. Fue Ramsés II en Los Diez Mandamientos, el líder de Los Siete Magníficos, y el primer pistolero robot del cine en Westworld. Pero siempre volvía al escenario. Siempre volvía a Siam.
Murió en 1985. Pero antes de partir, grabó un mensaje: “No fumes. Yo soy prueba de lo que puede hacer.” Ese fue su último acto. El más humano de todos.
Detrás del ícono, había un niño huérfano. Un acróbata roto. Un rey sin corona que, aun así, logró dejar huella en los reinos del teatro y del cine.