
27/06/2025
“Mi papá no tenía en qué caerse mue* rto cuando conoció a mi mamá. Ella ya había viajado por el mundo, era cantante, elegante, con una presencia impresionante. Había estado en Nueva York, en La Habana… y él, en ese momento, trabajaba ordeñando vacas, ayudando en granjas, vendiendo chaparritas. Pero tenía un encanto que no se explicaba con dinero. Su autenticidad, su forma de ser… enamoró tan profundamente a mi mamá, que cuando se casaron, él se la llevo de luna de miel a una granja, pero para ella fue como si la hubiera llevado a las Bahamas. Así de fuerte era su amor por él. A veces me preguntan cómo la conquistó, y creo que la respuesta es simple: fue auténtico, fue real. Y eso, en un mundo lleno de apariencias, vale oro.”
“En casa no todo era risa, como muchos creen. A veces no había ni qué comer. Llegaban los abogados como si fueran el ‘señor Barriga’ de la vida real, y si no había para pagar la renta, pues había dos opciones: desalojo o que se llevaran lo poco que teníamos. A veces literal llegaban por el sillón. Cambiamos de casa muchas veces, no por lujo, sino por necesidad. Y aun así, mis papás siempre fueron muy discretos. Nunca los oí discutir por dinero. Yo era un niño, pero algo dentro de mí sabía que había amor, respeto, y un esfuerzo inmenso por mantenernos unidos… aunque la casa fuera de madera y jugáramos apostando a qué hora pasaba una rata por el techo.”
Esteban Valdés, hijo de Don Ramón, sobre cómo luchó para mantener su hogar con amor pese a las carencias de ese entonces.