01/12/2025
A veces no entendemos por qué Dios permite ciertos procesos en nuestra vida. Sentimos que nos están desarmando, que nos están aplastando, que lo que un día creímos tener seguro se derrumbó de un momento a otro. Y es fácil pensar que eso significa que fallamos… pero no siempre el quebranto es señal de derrota; a veces es simplemente el Alfarero dando forma de nuevo.
El barro no entiende el propósito, pero el Alfarero sí. Él ve lo que nosotros no alcanzamos a ver. Donde nosotros vemos errores, Él ve oportunidades. Donde nosotros vemos ruina, Él ve un nuevo diseño. No se desespera con nosotros, no se cansa, no nos descarta. Nos toma con suavidad, nos humedece con gracia, y vuelve a empezar… no porque no sirvamos, sino porque aún no hemos llegado a la forma que Él soñó.
Y eso es lo maravilloso: que en sus manos incluso lo roto tiene sentido. Lo que pensamos que nos destruía, Dios lo utiliza para fortalecernos. Lo que parecía final, Él lo convierte en inicio. Y aunque el proceso duele, las manos que nos forman son fieles, pacientes, llenas de amor. No nos presionan para destruirnos, sino para prepararnos. No nos desarman para avergonzarnos, sino para reconstruirnos con propósito.
Así que si hoy te sientes como barro agrietado, recuerda esto: no estás siendo aplastado, estás siendo moldeado. No estás siendo descartado, estás siendo transformado. Tu historia no terminó… apenas está comenzando en las manos del Alfarero. Porque todo lo que Dios toca, lo renueva. Y todo lo que Él empieza, lo termina. 🏺🤍