05/22/2025
Lo mucho que cuesta no hacer nada
Dicen que “no hacer nada” es fácil. Pero pocas veces lo logramos de verdad.
Para mí, no hacer nada es uno de los trabajos más difíciles.
Cuando intento estar presente, mi mente se escapa hacia todo lo que debería estar haciendo.
Llegan las preocupaciones, el dolor de cabeza —mi primer síntoma— y, sin darme cuenta, ese simple pensar se convierte en un estrés constante, silencioso… que si no lo detengo, se instala.
Y ese estrés se queda.
Se vuelve parte del cuerpo.
Empieza a doler el cuello, la espalda, el pecho.
Empieza a doler el alma.
Todo por no saber parar.
A veces, el verdadero reto no es hacer más, sino aprender a simplemente estar.
Porque descansar no es sentarse con el celular mientras la mente sigue corriendo.
Descansar es respirar profundo, soltar el control y permitirse existir en el presente.
Y eso, en este mundo acelerado, es un acto valiente.
Pero cuando no lo hacemos, cuando la mente no encuentra silencio y el cuerpo no encuentra pausa, aparecen señales más fuertes como:
Ansiedad.
Comemos sin hambre, buscando calmar lo que no entendemos.
Aumentamos de peso sin notarlo. Llega la obesidad, el exceso de grasa, la presión alta, el azúcar descontrolada…
Y entonces entendemos que no parar también es una decisión.
Una que se paga caro.
El cuerpo grita lo que la mente calla.
Y muchas veces, solo aprendemos a detenernos… cuando ya estamos rotos.
- Yesli Funez