Navegando en Literatura

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Somos un colectivo de profesionales apasionados por la Literatura, hemos emprendido un viaje sin retorno, las palabras son la brújula, los libros el ancla y el horizonte todos los lectores que navegarán en el océano de la imaginación.

Les deseamos que este 2025 esté lleno de nuevas lecturas y experiencias, y que el tiempo y sus responsabilidades les per...
01/03/2025

Les deseamos que este 2025 esté lleno de nuevas lecturas y experiencias, y que el tiempo y sus responsabilidades les permitan atrapar nuevos textos, libros y literatura. Y que la manera del pensamiento socrático, "solo sé que no se nada", nos despierte el hambre y la sed de navegar en los mares de la literatura universal y la belleza de sus letras. Pronto anunciaremos nuestros planes para el 2025, y esperamos que nos sigan acompañando en esta iniciativa que nació sin aspiraciones materiales y se materializó para quedarse con la complicidad de los que aman y se regocijan en la literatura. Un fuerte abrazo del equipo ampliado de Navegando en Literatura en este 2025.

Fotografía: biblioteca del congreso de Estados Unidos por elisank79 de Shutterstock. Derechos a su autor, sin uso comercial.



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ExilioEsta manía de saberme ángel,sin edad,sin muerte en qué vivirme,sin piedad por mi nombreni por mis huesos que llora...
07/27/2024

Exilio

Esta manía de saberme ángel,
sin edad,
sin muerte en qué vivirme,
sin piedad por mi nombre
ni por mis huesos que lloran vagando.

¿Y quién no tiene un amor?
¿Y quién no goza entre amapolas?
¿Y quién no posee un fuego, una muerte,
un miedo, algo horrible,
aunque fuere con plumas,
aunque fuere con sonrisas?

Siniestro delirio amar a una sombra.
La sombra no muere.
Y mi amor
sólo abraza a lo que fluye
como lava del in****no:
una logia callada,
fantasmas en dulce erección,
sacerdotes de espuma,
y sobre todo ángeles,
ángeles bellos como cuchillos
que se elevan en la noche
y devastan la esperanza.

Alejandra Pizarnik

OMETEPEVivir entre volcanes y lagunas,metamorfosear en agua, átomode viento, tiburón de linfa dulce.Conmutar. Ser de pol...
07/20/2024

OMETEPE

Vivir entre volcanes y lagunas,
metamorfosear en agua, átomo
de viento, tiburón de linfa dulce.
Conmutar. Ser de polvo. Ser de arcilla.
Prenderle fuego a la lujuria, oler
sin las fosas nasales una aurora.
Ser fruto. Ser semilla deleitosa.
Ser un coco que cae de palmera:
carnoso, tierno, puro, tropical.
A la madre naturaleza pido
que convierta en riachuelo mi existencia.
Necesito fundirme con mi patria,
que su linfa transcurra por mis venas.
¿Por qué no puedo transmutar en agua?
Me niego a interpretar mi humanidad
al lado de una llama fulgurante.

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Esta será mi venganza, poemario de William González Guevara, Nicaragüense.

William González lleva la fuerza de sus orígenes centroamericanos en el corazón como un pálpito infinito que evoca el territorio del dolor sonámbulo del emigrante. Se alimenta de la nostalgia amasada con la penumbra de todo lo perdido, y busca la esencia de su ser en el rastro que le queda al evocar su amada Nicaragua. Su poética es desgarrada y emocionante, se escuchan sus latidos con versos efervescentes, con la fuerza de muchas vidas a las que abraza y celebra. Es un poeta pleno de amor y de lava incandescente, capaz de conjurar la pena más profunda y volverla susurro esperanzado.

—Ana Merino

https://www.zendalibros.com/5-poemas-de-esta-sera-mi-venganza-de-william-gonzalez-guevara/



Se publica sin fines de lucro, ni propuesta de venta de libros, sino para difusión de la poesía de autores centroamericanos contemporáneos.

XXVIMe gustaríapoder decirte:Ven cuando quieras,te estaré esperando.Los barcos son asíson así los muellesy los viajeros....
07/19/2024

XXVI

Me gustaría
poder decirte:
Ven cuando quieras,
te estaré esperando.
Los barcos son así
son así los muelles
y los viajeros.

Te lo juro
me gustaría
poder decirte:
La nave que emprendimos
nos estará esperando
los días pasados
son como si no hubieran pasado nunca
las calles recorridas
están en el mismo lugar
las plazas
las fuentes
los árboles
cosas de la imaginación
cosas de la evocación
cosas de la nostalgia.

Me gustaría poder decirte:
Esta mañana llueve,
te estaré esperando
como si nada hubiera pasado nunca
como si Pinochet no hubiera asaltado la Casa de la Moneda
como si te hubieras ido hace solo media hora
a comprar tabaco.

Me gustaría poder decirte:
La vida está muy cara
pero los atardeceres siguen siendo rosa
hay niñas que quisieran ser palomas
pero deben ir al colegio
palomas que tienen tu gracia al despertar
tu gracia dormida
que es una gracia que no conocen
más que los que te vieron dormida una noche de verano
durante seis años
como yo.
Pero seguramente el hecho
de haberte visto dormida todas las noches de seis años
justamente me impide decirte:
Ven cuando quieras,
te estaré esperando
y seguramente
haberte visto dormida todas las noches de seis años te impide
volver al banco vacío
a la casa abandonada
al barco hundido.

Aunque sepas oscuramente
en las noches de invierno y de verano
que te estaré esperando
como si todas las cosas del mundo
ya nos hubieran pasado para siempre.

- Cristina Peri Rossi

ItacaCuando emprendas tu viaje a Itacapide que el camino sea largo,lleno de aventuras, lleno de experiencias.No temas a ...
07/18/2024

Itaca

Cuando emprendas tu viaje a Itaca
pide que el camino sea largo,
lleno de aventuras, lleno de experiencias.

No temas a los lestrigones ni a los cíclopes
ni al colérico Poseidón,
seres tales jamás hallarás en tu camino,
si tu pensar es elevado, si selecta
es la emoción que toca tu espíritu y tu cuerpo.

Ni a los lestrigones ni a los cíclopes
ni al salvaje Poseidón encontrarás,
si no los llevas dentro de tu alma,
si no los yergue tu alma ante ti.

Pide que el camino sea largo.
Que muchas sean las mañanas de verano
en que llegues -¡con qué placer y alegría!-
a puertos nunca vistos antes.

Detente en los emporios de Fenicia
y hazte con hermosas mercancías,
nácar y coral, ámbar y ébano
y toda suerte de perfumes sensuales,
cuantos más abundantes perfumes sensuales puedas.
Ve a muchas ciudades egipcias
a aprender, a aprender de sus sabios.

Ten siempre a Itaca en tu mente.
Llegar allí es tu destino.
Mas no apresures nunca el viaje.
Mejor que dure muchos años
y atracar, viejo ya, en la isla,
enriquecido de cuanto ganaste en el camino
sin aguantar a que Itaca te enriquezca.

Itaca te brindó tan hermoso viaje.
Sin ella no habrías emprendido el camino.
Pero no tiene ya nada que darte.

Aunque la halles pobre, Itaca no te ha engañado.
Así, sabio como te has vuelto, con tanta experiencia,
entenderás ya qué significan las Itacas.

Poema de Konstantino Kavafis


"José Arcadio Buendía conversó con Prudencio Aguilar hasta el amanecer. Pocas horas después, estragado por la vigilia, e...
07/17/2024

"José Arcadio Buendía conversó con Prudencio Aguilar hasta el amanecer. Pocas horas después, estragado por la vigilia, entró al taller de Aureliano y le preguntó: ‘¿Qué día es hoy?’ Aureliano le contestó que era martes. ‘Eso mismo pensaba yo’, dijo José Arcadio Buendía. ‘Pero de pronto me he dado cuenta de que sigue siendo lunes, como ayer. Mira el cielo, mira las paredes, mira las begonias. También hoy es lunes.’ Acostumbrado a sus manías, Aureliano no le hizo caso. Al día siguiente, miércoles, José Arcadio Buendía volvió al taller. ‘Esto es un desastre –dijo–. Mira el aire, oye el zumbido del sol, igual que ayer y antier. También hoy es lunes.’ Esa noche, Pietro Crespi lo encontró en el corredor, llorando con el llantito sin gracia de los viejos, llorando por Prudencio Aguilar, por Melquíades. Por los padres de Rebeca, por su papá y mamá, por todos los que podía recordar y que entonces estaban solos en la muerte..."

Gabriel García Márquez,
Cien años de soledad.

IXTan sólo aquel que levantó la lira,incluso entre las sombras,puede expresar, entre presentimientos,la alabanza infinit...
07/17/2024

IX

Tan sólo aquel que levantó la lira,
incluso entre las sombras,
puede expresar, entre presentimientos,
la alabanza infinita.

Tan sólo aquel que comió con los mu***os
la adormidera, la de ellos,
no volverá a perder
el más leve sonido.

Aunque el reflejo del estanque
se desvanezca muchas veces:
sabe la imagen.
Sólo en el reino doble
se volverán las voces
eternas y suaves.

XIII

Manzana en plenitud, pera y banana,
grosella… Todo esto habla
muerte y vida a la boca… Yo presiento…
Leedlo en el rostro de los niños

cuando las saborean. Esto viene de lejos.
¿Se va haciendo inefable en vuestra boca?
Fluyen hallazgos donde habían nombres,
de la pulpa con pasmo liberados.

Osad decir a qué llamáis manzana.
Este dulzor que primero se adensa
y luego, quedo, en sabor se erige,

claro, despierto, transparente se hace,
ambiguo, tierra, sol, cosa de aquí:
¡Oh, saber y sentir, dicha!, ¡qué grande!

De los Sonetos de Orfeo,
Rainer María Rilke.

𝐏𝐀𝐑𝐀 𝐒𝐄𝐑 𝐄𝐒𝐂𝐑𝐈𝐓𝐎𝐑-Podrás beber, fumar o drogarte. Podrás ser loco, homosexual, manco o epiléptico. Lo único que se preci...
07/13/2024

𝐏𝐀𝐑𝐀 𝐒𝐄𝐑 𝐄𝐒𝐂𝐑𝐈𝐓𝐎𝐑

-Podrás beber, fumar o drogarte. Podrás ser loco, homosexual, manco o epiléptico. Lo único que se precisa para escribir buenos libros es ser un buen escritor. Eso sí, te aconsejo no escribir drogado ni borracho ni haciendo el amor con la mano que te falta ni en mitad de un ataque de epilepsia o de locura.

-Un albañil puede habitar la casa que construye, decía más o menos Sartre, un sastre usar el traje que ha hecho: un escritor no puede ser lector de su propio libro. Un libro es lo que los lectores ponen en él. Ningún escritor puede agregar un sentido nuevo a sus propias palabras. Si puede hacerlo, debería escribir el libro otra vez.

- Lo mejor que se ha dicho sobre el cuento es lo que Edgar Poe escribió en su ensayo sobre Nathaniel Hawthorne. No pienso facilitarte las cosas reproduciéndolo. Tendrás que encontrarlo solo. Un escritor es un buscador de tesoros. Los descubre o no. Esa es la única diferencia entre la biblioteca de un escritor y el mueble del mismo nombre de las personas llamadas cultas.

-Podrás corregir tus textos o no corregirlos. Toltstoi escribió siete veces Guerra y Paz; Stendhal terminó La Cartuja de Parma en cincuenta y dos días. El único problema es cómo se las arregla uno para ser Toltstoi o Stendhal.

- Nadie escribió nunca un libro. Sólo se escriben borradores. Un gran escritor es el que escribe el borrador más hermoso.

-Los novelistas y los editores creen que una novela es más importante que un cuento. No les creas. Sólo es más larga.

-Los cuentistas afirman que el cuento es el género más difícil. Tampoco les creas. Sólo es más corto. El cuento es díficil únicamente para aquellos que nunca deberían intentarlo. Para Poe era facilísimo, para Cortazar, Chéjov o Hemingway también.

-No intentes ser original ni llamar la atención. Para conseguir eso no hace falta escribir cuentos o novelas, basta con salir desnudo a la calle.

-Podrás escribir: "Volvió a verla tres días más tarde", pero sólo a condición de saber perfectamente (aunque no lo digas) qué le pasó a tu personaje en esos tres días, y por qué fueron tres días y no una semana o un año.

-No es lo mismo ambigüedad que confusión. Una historia debe tener siempre un único final. Si quisiste sugerir dos o más desenlaces, esos desenlaces son un único final: se llama ambigüedad. Si nadie entiende ni medio se llama confusión.

-No describas sino lo esencial. La posición de un pie, en casi todos los casos, es más importante que el color de los zapatos.

-Lo que llamamos estilo sucede más allá de la gramática. No es lo mismo decir: "ahí está la ventana" que "la ventana está ahí". En un caso se privilegia el espacio; en el otro, el objeto. Toda sintaxis es una concepción del mundo.

-En el origen del conocimiento y de la literatura está el acto de contar. La crítica de la razón pura nos cuenta lo que Kant pensaba de los límites de la razón; los versos de La Eneida, la epopeya del Lacio; el teorema de Pitágoras, el cuadrado de la hipotenusa. El hombre es el único animal que cuenta.

-Cortázar solía decir que empezaba sus cuentos sin saber a dónde iba. No le creas. En sus mejores cuentos lo sabía perfectamente, aunque no supiera que lo sabía.

-Los grandes novelistas aconsejan ignorar el final de la historia, no tener nada claro qué hará el personaje en el próximo capítulo, no atarse a un plan previo. A ellos sí podrás creerles, pero con moderación. Digamos, hasta llegar a la página 150. Más allá de eso, saber tan poco de tu propio libro ya es mera imbecilidad.

-Cuidado con Borges, Kafka, Proust, Joyce, Arlt, Bernhard. Cuidado con esas prosas deslumbrantes o esos universos demasiado intensos. Se pegan a tus palabras como lapas. Esa gente no escribía así: era así.

𝐀𝐛𝐞𝐥𝐚𝐫𝐝𝐨 𝐂𝐚𝐬𝐭𝐢𝐥𝐥𝐨, 𝐝𝐞 "𝐒𝐞𝐫 𝐞𝐬𝐜𝐫𝐢𝐭𝐨𝐫"
Un hermoso decálogo de consejos que tampoco conviene seguir al pie de la letra, como el mismo Abelardo advierte humorísticamente. Fue maestro de generaciones de escritores. Muy querido en su país. Genio en el manejo de la ironía, concepto que es necesario comprender para una lectura adecuada del texto... ....
"Abelardo Castillo descreía de los talleres literarios, al tiempo que dictaba el mejor taller de Buenos Aires. “¿Qué pensás que te puedo enseñar?”, me preguntó en la entrevista de admisión, después de que hubiéramos conversado durante dos horas sobre libros. Le dije que me bastaba con estar cerca, como si él fuera un árbol: algún fruto iba a caer donde yo lo pudiera tomar.

Este libro es como si alguien hubiera recolectado aquellos frutos y los hubiera colocado en un cajón de madera al alcance de todos. Frutos preciosos, como la idea de que corregir un texto implica la tarea espiritual de corregirse a uno mismo, que ser escritor es un modo de vivir, como se podía verlo en él y en su visión sobre Thomas Mann, Horacio Quiroga, Dante, Rilke, Marechal, Tolstoi y tantos otros"

Alejandra kamiya

Ya no juego a ser Hamlet."No me duele la soledad; bastante esfuerzo es tolerarse uno mismo y a sus manías. Noto que esto...
07/13/2024

Ya no juego a ser Hamlet.
"No me duele la soledad; bastante esfuerzo es tolerarse uno mismo y a sus manías. Noto que estoy envejeciendo; un síntoma inequívoco es el hecho de que no me interesan o sorprenden las novedades, acaso porque advierto que nada esencialmente nuevo hay en ellas y que no pasan de ser tímidas variaciones. Cuando era joven, me atraían los atardeceres, los arrabales y la desdicha; ahora, las mañanas del centro y la serenidad. Ya no juego a ser Hamlet."
''El congreso" Jorge Luis Borges

Yo voy a ser un escritor. Yo no voy a ser periodista, no voy a ser un abogado, no voy a ser un profesor. Aunque tenga qu...
07/11/2024

Yo voy a ser un escritor. Yo no voy a ser periodista, no voy a ser un abogado, no voy a ser un profesor. Aunque tenga que dedicar mi tiempo, para ganarme la vida, a esas actividades. Pero yo voy a ser un escritor. Y qué va a querer decir en mi vida "ser un escritor". Va querer decir lo siguiente: que yo voy a dedicar lo mejor de mi tiempo y lo mejor de mi energía a escribir. Y voy a buscar trabajos alimenticios que no sustituyan, que no estorben, que no perturben, esa dedicación fundamental a lo que es mi vocación. Si eso significa que voy a vivir con enormes dificultades materiales, pues que signifique eso. Pero yo sé que voy a ser infinitamente más "infeliz" en la vida si renuncio por razones prácticas a la literatura.

Mario Vargas Llosa.

«A veces, acostada en mi cama, pienso que voy a morir, que los seres que me rodean van a morir, y me entran ganas de emp...
07/11/2024

«A veces, acostada en mi cama, pienso que voy a morir, que los seres que me rodean van a morir, y me entran ganas de emprender mil cosas. Muchas veces, cuando escucho a personas hablar conmigo, pienso de repente que van a morir y eso me hace escucharlas de manera diferente. Las veo reducidas a lo que son, a lo que todos somos, y quiero librarles de su comedia, preguntarles por qué se agitan, por qué se toman en serio, por qué esos aires pretenciosos. Quiero decirles lo que es esencial para ellos; quiero que beban. Me encanta ese momento sutil y efímero en el que, después de unos tragos, la gente vacila, se suelta, en el que se deshacen de su ropa, de su teatro: todas las máscaras caen y finalmente, dicen cosas verdaderas. Puede que hablen de metafísica. Estamos constantemente provocados por una metafísica».

- Françoise Sagan

"Je ne renie rien. Entretiens 1954-1992"
Editorial: Editions Stock
Traducción: KNB


En este domingo recordamos al escritor estadounidense William Cuthbert Faulkner (25 de septiembre 1897 - 6 de julio de 1...
07/07/2024

En este domingo recordamos al escritor estadounidense William Cuthbert Faulkner (25 de septiembre 1897 - 6 de julio de 1962), mejor conocido como William Faulkner. Fallece en Byhalia, Misisipi, Estados Unidos.
Fue escritor de novelas, cuentos y ensayos, pero también incursionó en el cine con guiones y obras de teatro.
Recibió el premio Nobel de Literatura en 1949 y el Pulitzer en 1955 y en 1963. Así mismo recibió dos veces el premio National Book Award, en 1951 y en 1955.
Algunos han afirmado que la literatura de América del siglo XX no sería la misma sin la influencia y trabajos de Faulkner en sus obras, incluidos García Márquez, Vargas Llosa, Juan Carlos Onetti, Juan José Saer y Carlos Fuentes. Todos ellos lo mencionan como fuente importante de enriquecimiento e influencia en sus obras. Jorge Luis Borges hizo la traducción al español de Las palmeras salvajes en 1940.
Entre las novedades técnicas más relevantes introducidas en las obras de Faulkner se pueden citar: la inclusión de múltiples narradores, el monólogo interior, la oralidad en la narración y la narración no-lineal o con saltos en el tiempo y el uso de temas locales que se convierten en universales.
Es considerado universalmente como uno de los más importantes escritores de la tradición experimental del siglo XX junto a James Joyce, Franz Kafka, Virginia Woolf y Marcel Proust. Se podría afirmar que con Faulkner la literatura en América dió un enorme salto universal.

«Parte I

La embarcación —una yola con una vela remendada y ajada de tanto faenar a la intemperie— enfiló la entrada encajonada dos niveles más allá y por debajo de nosotros mientras esperaba yo con los remos en alto, mirando por encima del hombro, y George se sujetaba con fuerza al pilote, largándole sin descanso versos de Milton a Everbe Corinthia. Cuando dio el último bordo la yola me volví a mirar a George. Pero ya iba bien entrado en su recital del segundo discurso de Comus, su rostro avieso y bien levantado, brillante la tarde en su tez rubicunda.

—Déjalo ya, George —dije. Pero nos mantenía inmóviles, sujeto como estaba al pilote, con la gorra reluciente en la mano, barbotando aquellas necedades espléndidas en sus cadencias como si la esclusa, el Támesis, el tiempo y todo lo demás le pertenecieran a él por entero, mientras Sabrina (o H**e, o Chloe, o el nombre por el cual estuviera interpelando a Corinthia en ese momento), con su fina piel de lechera y su cabello como aguamiel vertida a la luz del sol, esperaba por encima de nosotros con uno de los vestidos de la interminable sucesión de vestidos bellamente estampados que lucía, la mano presta en la palanca y un ojo atento a George, el otro a la yola, diciendo «Sí, milord» cuando era oportuno, cuando George hacía una pausa para recuperar el resuello.

Orzó la yola y se alejó del muelle; el timonel dio una voz para que se enterasen en la esclusa.

—Ya basta, George —dije. Pero él seguía sujeto al pilote con todo su espléndido e incongruente abandono. Everbe Corinthia se encontraba por encima de nosotros, la mano presta en la palanca, ladeando un tanto la cabeza y empezando a dar muestras de cierta preocupación, y mirándolas alternativamente a ella y a la yola y vuelta a empezar pensé en el mucho tiempo que habíamos pasado así los dos desde aquel día, tres años antes, en que, acobardada, pero con la cabeza bien alta, ella nos abrió la esclusa por vez primera, mientras George retenía inmóvil el esquife al tiempo que la apostrofaba recitando metáforas tomadas de Keats y Spenser.

La tripulación de la yola nos volvió a dar voces, retenida la yola y con las velas aplanadas contra el mástil, aproada.

—¡Suelta de una vez, id**ta! —dije, y clavé los remos—. ¡La esclusa, Corinthia!

George me miró. Corinthia estaba mirando a la yola con los dos ojos.

—¿Qué pasa, Davy? —dijo George—. ¿También tú has de empujar a los cerdos de Circe al mar? En tal caso, ¡ábrenos, super-gadarena!

Y de un empujón nos alejó del pilote. Yo no había tenido la intención de apartarnos. Aun cuando la hubiera tenido, podría haber contrarrestado el brusco movimiento si Everbe Corinthia no hubiese abierto la esclusa. Pero en efecto la abrió, y se volvió a mirarnos y se sentó en tierra, a pesar del vestido limpio que llevaba. El esquife salió despedido debajo de mí; tuve una fugaz imagen de George, que seguía sujeto con un brazo alrededor del pilote, las rodillas casi pegadas al mentón y la gorra en la mano en alto, y también vi un instante una sombra alargada y veloz que se llevaba la sombra de un bichero al pasar sobre la esclusa. Luego bastante ajetreo tuve, atento sobre todo a la mejor manera de guiar el esquife. Pasé disparado entre las compuertas, llevándome conmigo esa imagen de George, la gorra reluciente aún galantemente en alto, como el gallardete de proa en un barco de guerra, al tiempo que desaparecía bajo la superficie. Me quedé flotando entonces, casi del todo quieto, en el agua encalmada, mientras los ojos redondos de dos hombres me miraban en silencio desde la yola.

—Ha perdido al compañero, señor —dijo uno de ellos en tono civilizado.

Sin que me diera cuenta, me habían arrastrado hasta la amura por medio de un bichero, y de pie en el esquife pude ver a George. Estaba de pie en el camino de sirga, y allí estaba también Simon, el padre de Everbe Corinthia, junto con otro hombre; él era el del bichero, cuya sombra había visto yo en la esclusa. Pero solo vi a George, con su aviesa fealdad y su cabeza redonda y muy oscura a la luz del sol. Uno de los tripulantes de la yola seguía hablando.

—Aguante, señor. Échale una mano, Samuel. Eso es. Ahora ya puede. Dale una vuelta, a ver si el compañero…

—¡Idiota, id**ta, eres id**ta de remate! —dije. George se plantó a mi lado, escurriéndose la ropa empapada, mientras nos miraban Simon y el otro, Simon con un rostro gris y ceniciento como el hierro y un bigote gris y ceniciento como el hierro, que le daba el aire de un toro envejecido que otease con malhumor y estulticia el campo por encima de un seto en invierno, y el otro, más joven, con un rostro colorado y capaz, vestido con un traje de ciudad, duro y curtido como un tablón. Corinthia seguía sentada en el suelo, llorando sin poder contenerse, aunque en silencio—. Eres id**ta de remate. Eres un id**ta sin remedio.

—Estos caballeretes de Oxford… —dijo Simon con una voz áspera, asqueado—. Estos caballeretes de Oxford… Hay que ver.

—Bueno, bueno —dijo George—. Yo diría que no he causado estragos muy graves en su esclusa —se puso en pie y vio a Corinthia—. ¡Cómo, Circe! —dijo—. ¿Son las lágrimas culminación del destino que en ti se ha cumplido?

Se dirigió hacia ella dejando un reguero de agua sobre la tierra apisonada y la tomó del brazo. Se dejó sujetar y el brazo se movió, aunque ella siguió sentada en el suelo, mirándole con ojos arrasados en lágrimas, sin poder contenerse. Tenía la boca entreabierta y permanecía sentada en una actitud de paciente desesperación, derramando lágrimas puras como el cristal. Simon la miró con el bichero en el puño enorme, nudoso; lo había tomado de manos del otro, que estaba en ese momento afanado en el mecanismo de la esclusa, y comprendí que tenía que ser el hermano que trabajaba en Londres, del cual nos había hablado Corinthia una vez. La yola se encontraba en ese momento en la esclusa, los dos rostros nos observaban por encima del pretil como dos cabezas cortadas y en fila, en silencio.

—Vamos, vamos —dijo George—. Te vas a manchar el vestido si sigues ahí sentada.

—Arriba, muchacha —dijo Simon con esa voz áspera y tan suya, en la que en cambio no había asomo de mala voluntad, como si la aspereza fuese tan solo el medio a través del cual se expresaba. Corinthia se puso obedientemente en pie sin dejar de llorar y se dirigió al aseado palomarcito de la casa en la que vivían. El sol se inclinaba sesgado sobre la casa y sobre la ridícula estampa de George, que me estaba mirando.

—Bueno, Davy —dijo—. Si no te conociera bien, diría que… por la cara que se te ha puesto, estás mu**to de envidia.

—No me digas… —dije—. Serás id**ta. Estás más loco que una cabra.

Simon se había ido a la esclusa. Las dos cabezas calladas asomaron despacio, como si algo las empujase poco a poco y las alejase del suelo, y Simon por fin se agachó con el bichero sobre la esclusa. Se incorporó con el inerte anonimato de lo que había sido la gorra galante de George en el extremo de la herramienta, y se lo alargó. George la tomó con la misma seriedad.

—Gracias —dijo.

Metió la mano en el bolsillo y dio a Simon una moneda.

—Por el uso y desgaste del bichero —dijo—. Y acaso como bálsamo para curar su justificada decepción, ¿eh, Simon? —Simon resopló y se volvió a la esclusa. El hermano no nos quitaba ojo de encima—. Le estoy muy agradecido —dijo George—. Espero no tener que devolverle el favor en especie —el hermano dijo algo, breve y serio, con una voz lenta y agradable de oír. George me volvió a mirar—. En fin, Davy.

—Venga, vámonos.

—Bien dicho. ¿Dónde está el esquife? —dijo, y me quedé mirándolo de nuevo fijamente, y él durante un momento me miró del mismo modo. Entonces dio un grito, una sonora carcajada, mientras las dos cabezas nos miraban desde la yola, más allá de la granítica y despectiva espalda de Simon. Poco me faltó para oír a Simon pensar: «Estos caballeretes de Oxford… Hay que ver»—. Davy, ¿es que has perdido el esquife?

—Está amarrado un poco más abajo, señor —dijo la voz bien educada desde la yola—. Los caballeros se han bajado en marcha como si fuera un taxi, sin mirar atrás.



Caía la tarde de junio sesgada sobre mi hombro y daba de lleno en el rostro de George. No quiso aceptar mi chaqueta.

—Seguro que remando entro en calor —dijo. La gorra antes reluciente descansaba entre sus pies.

—¿Por qué no tiras eso al agua? —le dije. Remaba de firme, mirándome. El sol le daba de lleno en los ojos, prestando a las manchas amarillas de los iris el aire de fugaces chispas, refulgentes como la mica—. Esa gorra —dije—. ¿Para qué la vas a conservar?

—Ah, ya. ¿Y despojarme del símbolo de mi alma? —retiró un remo del tolete, alcanzó la gorra, la recuperó y la colgó en la proa, donde quedó encajada con una especie de arrogancia galante y disoluta—. El símbolo de mi alma, de las profundidades rescatado por…

—Querrás decir rescatado de un lugar en el que no debía estar, gracias a un empleado público que no quiso ver el lugar de su pública ocupación así ensuciado.

—Al menos reconoces la simbología —dijo—. Y que fue el imperio quien la salvó. Así que algo le ha de importar al imperio. Demasiado vale para que uno se deshaga de ella. Aquello que salva uno de la muerte o del desastre le será por siempre muy querido, Davy; eso no me irás a decir que no lo sabes. Además, no te lo permitiré. ¿Cómo es eso que decís los americanos?

—Pamplinas, eso es lo que decimos. ¿Y por qué no servirnos del río un rato? Lo tenemos ya pagado.

Me miró.

—Ah. Eso es… Bueno, qué diantre, eso es americano, ¿verdad? Es una forma de ver las cosas.

Pero al final se dejó llevar por la corriente. Se acercaba una barcaza remolcada desde el camino de sirga. Nos quitamos del medio y la vimos pasar, carente de todo signo de vida, con solemne implacabilidad, como un descomunal y estéril catafalco, los caballos de anchas ancas seguidos por un muchacho con la chaqueta remendada y con un palo pelado para azuzarlos, avanzando con estolidez por el camino. Nos dejamos ir hacia atrás. Sobre la obra mu**ta de la barcaza, un rostro inmóvil con una p**a apagada entre los dientes nos contempló con ojos desprovistos de todo pensamiento.

—De haber podido elegir —dijo George—, me hubiera gustado más que me rescatara del agua ese individuo. ¿No te lo imaginas empuñando el bichero sin ninguna prisa y pescándote sin haberse quitado la p**a de los labios?

—Entonces tendrías que haber elegido mejor tu sitio. Pero a mí me parece que no estás en situación de quejarte.

—Pero Simon dio muestras de estar molesto. No de sorpresa, ni de preocupación: solo de estar molesto. No me hace ninguna gracia que me devuelva a la vida un hombre que maneja con tanto fastidio el bichero.

—Haberlo dicho en su momento. Simon no tenía la obligación de rescatarte. Podría haber cerrado las compuertas hasta acumular una buena cantidad de agua y haberte alejado de sus predios como quien tira de la cisterna sin haber tenido que tocarte, ahorrándose las molestias y la ingratitud. Aparte de las lágrimas de Corinthia.

—Las lágrimas, es cierto. Corinthia cuando menos me tendrá de ahora en adelante una ternura especial.

—Sí, pero si al menos no hubieras salido, o si al menos no te hubiera dado por caerte en esa sucia esclusa solo por completar un simple gesto. Pienso…

—Tú no pienses, mi buen David. Cuando tuve la posibilidad de agarrarme al esquife y dejarme transportar sano y salvo y con mansedumbre, al tiempo que tuve la posibilidad de denunciar a los estúpidos diosecillos, a cambio de un precio tan exiguo como es una pasajera inmersión en esta… —soltó un remo y sumergió la mano en el agua, sacudiéndola luego y alzándola con burlesca grandilocuencia—. ¡Oh, Támesis! —dijo—. ¡Oh, poderosa cloaca de todo un imperio!

—Endereza el rumbo —le dije—. He vivido en América lo suficiente para conocer un poco cómo es el orgullo de los ingleses.

—Y por tanto consideras que un chapuzón en esta cloaca repugnante que ha regado estas tierras desde mucho antes de que quien las hizo tuviera necesidad ninguna de inventarse a Dios… una roca en torno a la cual el hombre y todo su quejumbroso clamor se revuelven hasta enfangarse en la inmundicia…

Veintiún años teníamos entonces; así hablábamos cuando vagabundeábamos por esas tierras apacibles en las que se adormecen en la verde petrificación las antiguas y espléndidas hazañas de la sangre, los espíritus de los valerosos que se perdieron, aletargados en cada árbol y en cada piedra. Y es que aquello era en 1914, y en los parques las bandas de música tocaban «Valse Septembre», y las chicas y los jóvenes paseaban en las barcas por los ríos, a la luz de la luna, y cantaban «Mister Moon» y «There’s a Bit of Heaven», y nos sentábamos ante uno de los ventanales de Christ Church, con el susurro de las cortinas al caer la tarde, y hablábamos de la valentía y del honor y de Napier y del amor y de Ben Jonson y de la muerte. Al año siguiente, en 1915, las bandas tocaban «God Save the King», y el resto de los jóvenes y otros que no lo eran tanto cantaban «Mademoiselle d’Armentières» metidos hasta las rodillas en el fango, y George había mu**to.

Se marchó en octubre, suboficial en el regimiento del que sus familiares eran coroneles por herencia. Diez meses después lo vi sentado con un ordenanza tras una chimenea en ruinas, en las afueras de Givenchy. Llevaba los auriculares de un teléfono pegados a las orejas y comía algo que agitó al saludarme cuando nosotros pasamos a la carrera y nos refugiamos en el sótano que estábamos buscando.»

Algunas de sus obras:

Novelas
La paga de los soldados (Soldiers' Pay, 1926)
Mosquitos (Mosquitoes, 1927)
Sartoris (1929). Su primera versión sin cortes, Banderas sobre el polvo, fue publicada en 1973.
El ruido y la furia (The Sound and the Fury, 1929)
Mientras agonizo (As I Lay Dying, 1930)
Santuario (Sanctuary, 1931)
Luz de agosto (Light in August, 1932)
Pilón (Pylon, 1935)
¡Absalón, Absalón! (Absalom, Absalom!, 1936)
Los invictos (The Unvanquished, 1938)
Las palmeras salvajes (The wild palms - If I Forget Thee Jerusalem, 1939)
El villorrio (The Hamlet, 1940) [Trilogía de los Snopes I]
Desciende, Moisés (Go Down, Moses, 1942)
Intruso en el polvo (Intruder in the Dust, 1948)
Réquiem para una mujer (Requiem for a Nun, 1951).
Una fábula (A Fable, 1954)
La ciudad (The Town, 1957) [Trilogía de los Snopes II]
La mansión (The Mansion, 1959) [Trilogía de los Snopes III]
La escapada o Los rateros (The Reivers, 1962)

Colecciones de cuentos
Estos trece (1931)
Doctor Martino y otras historias (1934)
Gambito de caballo (1949)
Cuentos reunidos (Collected Stories, 1950)
Grandes bosques (1955)
Historias de Nueva Orleans (1958)
The Uncollected Stories of William Faulkner (1979). Edición de Joseph Blotner. Publicado bajo el impreciso nombre Relatos por la editorial Anagrama.

Texto: Fragmento del cuento "La pierna" de William Faulkner. Notas biográficas: equipo de Navegando en Literatura. Múltiples fuentes.
Fotografía: tomado del sitio web de Library of America.














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