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👉🏻Lee más aquí: https://buenovela.onelink.me/nVxU/qqe5zf8lCapítulo Uno"Yo, Alfa Zane, rechazo a Kiara Grace como mi Luna...
09/09/2025

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Capítulo Uno
"Yo, Alfa Zane, rechazo a Kiara Grace como mi Luna y mi pareja. No quiero volver a ver tu cara nunca más, estás mu**ta para mí". Kiara gritó de dolor, pero ni una sola vez apartó la mirada de sus ojos. Sus ojos que antes estaban llenos de amor por ella de repente la miraban con repulsión y odio.
"Cómo.... ¿Cómo puedes hacerme esto? ¡Estoy embarazada de ti!". Zane pareció sorprendido por eso y de repente la miró con odio.
"¿Y cómo puedo estar tan seguro de que el bebé es mío? Te has estado acostando con cualquiera, ¿verdad? ¿Por qué no te vas a reunir con esos otros machos con los que te acuestas a ver si se creen tu pequeña historia de sollozos?". Los ojos de Kiara se abrieron de par en par y luego soltó un gruñido mientras su corazón se apretaba de dolor.
"¿De qué estás hablando? Yo nunca.... nunca me he acostado con nadie, excepto contigo". Ella podía oír los murmullos a su alrededor, pero su única atención estaba en él. El hombre que amaba, el padre de su hijo.
"Estoy cansado de oírte hablar, Kiara. Sáquenla de mi vista. ¡Desde hoy estás desterrada de mi manada!". Kiara se ahogó en sus gritos mientras los guardias se acercaban a ella y la agarraban de los brazos para luego arrastrarla bruscamente mientras ella se agitaba intentando zafarse de sus agarres.
"¡¿Cómo puedes hacerme esto, Zane?! ¡Dijiste que me amabas! ¡¿Cómo puedes hacerle esto a la mujer que amas?! Si me das la espalda, en cuanto abandone esta manada, estás mu**to para mí. No importa lo que digas, ¡nunca jamás te perdonaré!". Ella gritó con rabia, tristeza y desesperación mientras las lágrimas corrían por su cara, pero incluso con todo lo que dijo, él todavía se apartó de ella y se alejó.
Ella vio a su familia desde lejos. Las personas que se suponía que debían estar a su lado pasara lo que pasara también le habían dado la espalda. La única persona que corrió hacia ella fue su mejor amiga, Heather, con preocupación y lástima en sus ojos verdes.
"No te preocupes, no estás sola. Lo superaremos juntas", murmuró Heather mientras le agarraba la mano.
Todos permanecieron a su lado mientras la llevaban hacia las puertas de la manada. Kiara estaba demasiado agotada para resistirse, así que dejó que la llevaran hasta la puerta y, en cuanto llegaron, las empujaron a las dos antes de cerrar la puerta y marcharse.
Heather rodeó inmediatamente a Kiara con sus brazos mientras las lágrimas corrían por sus mejillas.
"No te preocupes, todo va a estar bien. Tú y yo vamos a sobrevivir al mundo exterior por nuestra cuenta. ¿De acuerdo?". Kiara estaba a punto de responder cuando sintió que un líquido corría por el interior de sus muslos.
Con manos temblorosas, bajó la mano y, al ver la sangre, soltó un grito de dolor.
"Zane, dijiste que me amabas, pero nunca me aceptaste con tu verdadero corazón debido a tu indiferencia y desconfianza. Si algo le pasó a nuestro hijo, ¡no te lo perdonaré en toda mi vida!".
~DOS AÑOS DESPUÉS~
Kiara hizo un gesto de dolor y cerró los ojos al recordar el pasado. Todas las emociones que sintió hace dos años de repente se le vinieron encima.
"¡Oye! ¿Estás bien?". Kiara se giró hacia la voz y vio a Heather mirándola con preocupación. Consiguió sonreírle, se levantó de la silla en la que descansaba y miró a su alrededor. ¿Dónde estaban todos los clientes?
"Si te preguntas a dónde fueron los clientes, reprogramé tu reunión y les pedí que vinieran mañana porque pude ver que estabas cansada". Kiara asintió y luego soltó un bostezo.
"Creo que debería volver a casa entonces. No me encuentro muy bien y solo quiero descansar". Heather asintió.
"Puedes irte, yo cerraré sola por hoy. Si necesitas algo, llámame, ¿bien?". Kiara le sonrió. Desde que ambas dejaron la manada, se habían mudado al lado humano de la ciudad, donde habían vivido los últimos dos años.
Heather era como una madre para Kiara, siempre preocupándose por su salud o por cómo se sentía; algo que Kiara agradecía mucho. Gracias a Heather, ella seguía dispuesta a vivir después de lo sucedido dos años atrás.
"Nos vemos más tarde", murmuró Kiara y luego cogió sus cosas antes de salir de la pequeña oficina. Respiró hondo mientras miraba fijamente la concurrida carretera que tenía por delante antes de aferrarse con fuerza a su bolso y caminar hacia la panadería.
-
Kiara soltó un suspiro mientras se sentaba en el suelo sucio y embarrado del cementerio. Con manos temblorosas, colocó la vela y el pastel sobre la tumba de su hijo, luego encendió la vela antes de respirar hondo y secarse las lágrimas.
"Me prometí a mí misma que no iba a llorar más, pero ¿por qué...? ¿Por qué sigo sintiéndome tan rota después de todos estos años? Me hubiera gustado que estuvieras a mi lado, hijo mío. Solo tú habrías podido llenar este vacío en mi corazón, pero tristemente....". Hizo una pausa cuando todas las emociones que había estado guardando en su interior se le atragantaron de repente en la garganta.
"Falleciste.... Moriste antes de que pudiera abrazarte. Por favor, perdona a mamá por no haberte cuidado bien". Dos años atrás, cuando descubrió que le corría sangre por los muslos, su mente se había quedado en blanco al instante mientras lloraba a lágrima viva. Heather había sido la que la había sacado del bosque, hasta el hospital más cercano, que estaba en la parte humana de la ciudad.
Antes de que llegaran, su hijo ya había mu**to. Kiara recordó lo destrozada que se sintió aquel día, si no hubiera sido por Heather, sabía que se habría quitado la vida ese mismo día.
Se secó las lágrimas y sopló la vela antes de levantarse.
"Feliz cumpleaños, Nikolas". Le dedicó una última sonrisa a la tumba antes de alejarse.
Cerró las puertas del cementerio tras de sí y estaba a punto de darse la vuelta cuando vio a un hombre de pie en medio de la carretera con el rostro desgarrado. Quería ignorarlo, pero entonces vio un remolque que se dirigía hacia él.
Sus ojos se abrieron de par en par mientras agitaba frenéticamente la mano hacia el hombre, intentando llamar su atención.
"¡¿Oye, señor?! ¡Quítate de la carretera!". Incluso el remolque le tocaba el claxon, pero el hombre parecía ajeno a su entorno.
"¡¡Oye!! ¡¿Estás sordo?!", volvió a gritar, pero siguió sin obtener respuesta.
Saltó agitada sobre sus pies mientras miraba entre el hombre y el remolque. ¡Se estaba acercando!
"¡A la m*erda!", murmuró antes de sujetar su bolsa con más fuerza y correr hacia él.
Por suerte, pudo empujar al hombre fuera de la carretera justo a tiempo. Ambos cayeron cerca de los arbustos cuando el remolque pasó a toda velocidad junto a ellos.
Kiara, que seguía respirando con dificultad, giró la cabeza para mirar fijamente al hombre que la miraba con los ojos muy abiertos, enfadado.
"Casi te matan. No importa por lo que estés pasando, ¡el suicidio no es la respuesta!". El hombre la miró fijamente durante un rato y de repente sonrió alegremente.
"Eres... ¿Eres mi ángel guardián?".

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30/08/2025

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16
Al día siguiente, la alarma sonó como todos los lunes. Julieta no había sabido nada de Maximiliano Hawks, pero sabía que primero debía presentar su renuncia y esperar al menos 15 días para poder retirarse de su trabajo. Esperaba no encontrar ningún tipo de problema. Se vistió con uno de los vestidos que Tomás le había regalado; era hermoso, de un color verde botella que hacía resaltar sus propios ojos verdes. Decidió hacerse una cola alta con algunos rizos en las puntas; unos mechones sueltos enmarcaban su rostro, realzando su belleza y su esbelto cuello.

—Bueno, chica, estás lista —se dijo al espejo, tratando de darse ánimo. Tomó su cartera y se dirigió a la estación para tomar el metro.

Llegó temprano, como cada mañana. Preparó el café de su jefe y se sentó a revisar los pendientes, que se suponía no serían muchos. Poco menos de cinco minutos después, llegó Maximiliano, mirando a todos con desdén hasta que su mirada se cruzó con la de Julieta.

—Pensé que habías renunciado —dijo simplemente al verla hipnotizado por el hermoso vestido que cargaba puesto.

“Ella solo quiere llevarme la contraria” piensa detallando el vestido y queriendo comérsela allí mismo en ese escritorio.

—Soy una persona responsable, y primero tengo que presentar mi carta de renuncia a Recursos Humanos —respondió ella como si nada—. Buenos días, presidente Hawks —añadió cuando escuchó el portazo de su jefe. Una sonrisa traviesa floreció en su rostro.

A media mañana Julieta, se dirigió a la zona de descanso con sus compañeros de trabajo y los escuchó hablando. Trató de no prestarles atención; solo quería un café y regresar a su escritorio para terminar los papeles que Maximiliano necesitaba para una junta importante que tendrían esa misma semana.

—¿Pero escuchaste eso? —dijo una de las chicas del grupito reunido, viendo por el rabillo del ojo cómo Julieta se preparaba un café.

Muchas de las mujeres de la oficina no simpatizaban con la asistente del presidente; querían ser ellas quienes sirvieran de cualquier manera que el señor Maximiliano les permitiera. Pero él se había negado a cambiar a Julieta a cualquier otro departamento, lo que levantaba chismes y sospechas de que Julieta era la amante secreta de su jefe.

—Niña, pero si hasta tengo la prueba. Aquí hay un video que me pasaron de ella bailando como si no hubiera un mañana —continuó otra.

—Pues pásamelo a mí también —dijo un chico—. Ella siempre me ha gustado así que cualquier manera de verla es una bendición para mí.

—No seas bobo, ¿para qué te lo voy a pasar si ella ni siquiera te presta atención? —respondió otra del grupo.

—Porque quiero, y ya está. Pásamelo, quiero ver lo lindo que baila —responde el hombre.

—Querrás decir lo guarra que baila; parecía una de esas mujeres que contratas para que bailen en un tubo —comentó alguien más.

—Bueno, ya que ella está aquí, ¿por qué no le preguntan? —soltó una, dejando caer todo su veneno.

Todas se giraron para ver a Julieta, quien muy tranquilamente le daba un sorbo a su café. Sabía desde hacía rato que hablaban de ella; los chismes corrían como el agua en un río.

—¿Por qué me miran así? —preguntó ella pacíficamente, fingiendo inocencia.

“Estás mujeres eran demasiado predecibles”

—Queríamos que nos confirmaras si eras tú la que bailaba con ese vestidito brillante negro —dijo una de las chicas del grupito, Greta.

En realidad, querían humillarla como siempre, Julieta siempre intentó llevarse bien con ellas y tal vez entablar amistad, ellas simplemente rechazaron cada avance que Julieta intentó y la atacaron como si fuera el enemigo.

—No lo sé, no he visto el video —respondió Julieta encogiéndose de hombros—. Además, no veo como es algo que te incumbe, Greta.

—Por supuesto que no —respondió otra de ellas, Isabel, como si fuera obvio, aunque todos estaban pendientes de la hermosa asistente de su jefe y lo que hacía.

“¿De cuándo a acá la mujer respondía?” piensan algunos, Julieta era de las que callaba y lloraba. Nada más.

—Entonces, ¿por qué quieres saber si soy yo o no? Lo que yo haga en mis horas libres es exactamente eso: mis horas libres, mi problema —les explicó ella, haciendo énfasis en cada palabra—. No entiendo por qué tienen que verificar si soy yo o no. No es de su incumbencia, parecen viejas chismosas de barrio.

Un jadeo colectivo lleno el lugar por la respuesta de la asistente.

—¡Eres una perra engreída! —soltó una de ellas molesta—. Ya sabemos que eres tú en el video; se ve claramente que eres tú bailando como una pr******ta —se quejó, mirándola con asco.

Maximiliano había salido de su oficina para verificar un presupuesto con Julieta, pero no estaba sentada donde debería y se fue a buscarla cuando se topó con la puerta de la sala de descanso y comenzó a escuchar lo que decían.

—Ajá, ¿y? —preguntó Julieta con una máscara de hielo en su rostro, estaba cansada de que esas cacatúas siempre la atacarán. Pronto se iría y ya no las vería más no hacía falta tratar de llevar la fiesta en paz—. Sigue sin ser problema de nadie —repitió, como si las otras no hubieran entendido.

Eso solo enfureció más a todas mujeres, mientras que los hombres la miraban como si estuvieran orgullosos de su respuesta. ¿Qué le pasaba a la asistente del jefe? Nunca se había defendido de sus ataques.

—Te crecieron las espuelas, querida —cuestionó una de ellas, Iris, sin entender por qué Julieta se estaba comportando de esa manera. Siempre dejaba que la pisotearan.

“¿Qué cambio?” se preguntaban todos, mirándola entre sorprendidos y rabiosos, y algunos, aunque no quisieran admitirlo, con admiración.

—No lo sé —respondió ella simplemente—. Lo que sí sé es que deberían estar trabajando justo ahora; no querrían que el presidente Hawks las encontrara aquí en medio de su turno, llevan más de media hora en chismecitos que no les compete —dijo, girándose para irse.

—Al igual que tú —replicó otra, queriendo iniciar una pelea, molesta porque Julieta, por primera vez en tres años, respondiera a sus ataques.

—Las reglas de convivencia dentro de la empresa dicen que tengo 10 minutos libres, de los cuales llevo tres. Así que ya me voy, como pueden ver. Seguiré con mi trabajo —y se fue sin decir más.

Todos miraban como se iba, algunos maravillados, otros fascinados, y otros tantos con mucha envidia. Julieta pasó al lado de Max sin dirigirle la palabra lo que solo enojó más a Maximiliano. En el pasado ella acudía a él si las mujeres en la oficina la molestaban o si un hombre la acosaba y él solucionaría todo… ahora simplemente no sucedió así y no le gustó para nada.

—¿Qué se cree esa deslenguada? —preguntó una de ellas—. Cree que por venir con un vestido diferente puede hablarnos así ¿Con esa actitud? Montaremos una queja en Recursos Humanos.

—No sé si eso sea lo mejor —opinó otra—. Sabes perfectamente que hemos intentado sacarla muchas veces, y el presidente Hawks le sigue dando una y otra vez oportunidades. Yo sigo diciendo que es su amante secreta.

—¿Y usted cómo asegura eso, señorita River? —preguntó Maximiliano, entrando a la sala de descanso.

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29/08/2025

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15
Julieta se sentía tan mal que terminó vomitando dos veces más en el camino a casa. Tomás, muy amablemente, se detenía a un lado de la carretera mientras ella expulsaba hasta lo último que había en su estómago.

—Juro que no voy a beber más —decía entre arcadas.

—Eso lo dicen todos los borrachos, y luego, el próximo viernes, están de nuevo de juerga —se burló su mejor amigo.

—Se supone que eres mi amigo, pareces más mi enemigo —gimió ella de dolor estomacal de tanto vomitar—. Creo que ya no me agradas.

—Mentirosa —se rió Tomás mientras la ayudaba a ponerse en pie y soltaba su cabello—. Nadie te va a cuidar después de una borrachera como yo.

—En eso tienes toda la razón, me retracto —dijo, caminando con la ayuda de Tomás hacia el auto, con un poco más de color en sus mejillas.

Tomás la ayudó a volver al auto y siguió su trayecto hacia su casa. No quería llevarla hasta la casa de ella porque no sabía si se iba a encontrar con el im***il de Maximiliano Hawks. Nunca le agradó ese tipo; él no era lo suficientemente bueno para su niña. Julieta era una mujer soñadora, creía en el amor, a pesar de todo, creía en la justicia de la vida, pero Tomás Huntington sabía la verdad detrás de lo que hay en el mundo: lo feo, lo horrible, lo de terror, y sabía que el amor no existe, solo en los cuentos de hadas, en esos en los que tienen "felices para siempre" en la última página.

—Esta no es mi casa —habla Julieta cuando observó la opulenta sala, detallaba bien el lugar tratando de recordar donde se suponía que estaba, lo miró con escepticismo.

Habían llegado apenas unos minutos antes, subiendo por el ascensor, y ella se acababa de dar cuenta apenas ahora que no estaban no cerca de su apartamento, al entrar al departamento, de que esa no era su casa.

—No, no es tu casa. Es la mía. Pero es como si fuera tuya, así que úsala como quieras —Tomás hizo un gesto súper gracioso con las manos, y Julieta se lo tomó en broma y se echó a reír.

—Tengo hambre —dijo, viendo hacia todos lados, buscando la cocina.

—Ahora tenemos que bañarte, darte mucha agua y una píldora. Y si aún estás despierta, te hago un sándwich de queso a la parrilla.

—Eso gusta mucho. Está bien: baño, pastilla, agua —hablaba como un indio y empezó a marchar como un militar.

Tomás la grabó desde su teléfono porque sabía que al día siguiente se iba a divertir muchísimo con esto.

—Oh, cari, mañana me voy a divertir mucho —exclamó su amigo, divertido.

Efectivamente, como Tomás había pensado, Maximiliano, en cuanto dejó a Liliane en su casa, se dirigió rápidamente hacia la casa de Julieta. Necesitaba saber que ella estaba bien, sana y salva, pero nadie le abrió la puerta, lo que solo lo hizo enojar aún más de lo que ya estaba.

—¿Dónde estás? —pregunta Max al buzón de voz al ver que ella no contesta ni a la puerta ni al teléfono.

Julieta estaba casi en coma durante todo el día mientras Tomás la vigilaba para que si mejor amiga no sé ahogara en su propio vómito, a las tres de la tarde una Julieta ojerosa se levantó

Se vio y notó que posiblemente Tomás la había cambiado de ropa, lo que no recordaba era de quién era esa ropa y donde estaba. Bien sabía que tomas se mudaba demasiada veces en sus palabras se aburría de estar en un solo lugar.

—Qué bueno que estás despierta y en el mundo de los vivos —dijo su amigo entrando con una pequeña bandeja en las manos— traje jugo de naranja, pastillas para el posible dolor de cabeza y algunas galletas, cari.

—Gracias —murmura ella tomando la pastilla y posterior el jugo con avidez.

Notaba que no le dolía tanto la cabeza para la cantidad de alcohol que había ingerido la noche anterior.

—Te bañaste, tomaste casi medio litro de agua y comiste sándwich de queso a la parrilla mientras veíamos el diario de Noa —me cuenta mi amigo y solo podía taparme los ojos con las manos de la vergüenza— lloraste durante casi toda la película y luego es como si te hubieran desenchufado y te dormiste así que te traje a tu cuarto.

—Eso es… estúpido de mi parte y lo siento. No volveré hacerlo —prometió la joven muy apenada.

—Oh, no. Cari, puedes hacer de nuevo cuando quieras —sonríe de oreja a oreja— sobre todo si puedo grabar tu sexy trasero haciendo cosas graciosas.

Y luego le muestra un humillante momento a su mejor amiga en donde ella estaba más roja que un tomate.

—¿Qué más hice? —le pregunta a su amiga ya temblando de miedo.

—No sé si recuerdas esto, pero… vomitaste los zapatos de ese jefe sexy y desgraciado que te martillea —le cuenta— la verdad sea dicho, fue lo más épico de la noche.

—¡Oh, por Dios! —Julieta miró horrorizada en dirección a su amigo— ¿Puede esto ser más humillante?

—Estoy seguro de que no —se ríe su amigo entre dientes— pero no te preocupes por eso, todos hacemos cosas vergonzosas cuando estamos ebrios.

—¡Yo no soy así! —ella tenía ganas de llorar.

¿En quién se estaba convirtiendo?

—Cari, que el mundo no se ha caído —le señala Tomás— solo has bebido, no es nada del otro mundo. He visto peores espectáculos que el que diste ayer —se encoge de hombros— deja de auto flagelarte y vístete que iremos a mí taller —le dicta órdenes para distraerla en su domingo.

—¿No podemos solo dormir y comer comida chatarra? —pregunta esperanzada.

—Estas caderas nunca han comida procesada, cari no sé qué locuras dices —pone los ojos en blanco.

Ella resopla, pero le hace caso; se come sus galletas y se cambia de ropa por uno de sus jeans y camisa básica que había dejado en una de sus muchas casas una vez y salí para encontrarme con él, no estaba segura de que pudiera retener algo de desayuno, pero eran tocino frito, un café expreso, pan tostado y huevo revuelto y lo devore todo.

—Estaba delicioso, gracias Tom- Tom —le habla con una sonrisa brillante.

—De nada, cari. Toma estos lentes, el sol estará fuerte —le pide dándole uno de Dolce & Gabana.

Pasaron el día en su taller porque Tomás tomó a Julieta como su conejillo de indias. También le regaló ropa muy hermosa de colecciones pasadas y todas cumplían con su cometido: hacer resaltar sus ojos, su figura de reloj de arena y su cabello azabache.

Por su parte, Maximiliano estaba que cortaba y no echaba sangre, había intentado llamar durante toda la mañana a Julieta y su línea salía fuera de servicio.

—En tres minutos quiero saber en donde está mi asistente —manda a Marcelo a que averigüe, el hombre era un ex- Seals y era su jefe de seguridad. Si alguien podía conseguirla era él. Marcelo asiente y se retira.

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27/08/2025

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14
—¡Julieta! —exclama sorprendido y hasta un poco enojado.

Sacudió sus zapatos para quitar el exceso y la miró preocupado de que estuviera demasiado intoxicada y tal vez deba hacer un viaje a urgencias.

—Lo siento —dijo en un murmullo muy bajito y avergonzada.

Sus mejillas ya rosadas a causa del alcohol se pusieron más rojas por la vergüenza.

—¿Estás mejor? —pregunta Max hundiendo el ceño, Julieta por un momento pensó que estaba preocupado por ella, pero eso era imposible.

Julieta sacudió la cabeza despejando las telarañas de su mente, no le dio tiempo de contestar cuando un auto plateado de lujo se estacionó frente a ellos y le tocó la bocina.

—Preciosa, vamos —el recién llegado, Tomás vio la que se lío su mejor amiga y casi rompe a reír, pero mantuvo su fachada seria todo el tiempo desafiando a Max de decirle algo.

—Tomás… —Julieta suspiró aliviada— sabía que no me ibas a abandonar. Díselo al retrógrada de mi jefe —señala un poco más a la izquierda de donde de verdad está Maximiliano.

La furia que tenía Max hace unos momentos volvió con fuerza y solo apretó las manos en puños.

—Yo la llevo —dijo Max en lo que se supone no hay derecho a réplica.

Una delicada figura emergió de la nada posicionándose al lado de Maximiliano.

—¿Por qué tardas tanto, amor? —pregunta de forma inocente enganchándose a su brazo.

Julieta abrió muchos los ojos sorprendida de ver a Liliane a por eso estaba en el dichoso club, no era por ella después de todo y su corazón solo se apretó más en su pecho.

“¿Me siguió al baño y posterior afuera del club estando acompañado de su prometida?” pensó.

¿Se volvió loco o qué?

Tomás vio todo desde adentro de su auto apunto de salir para ayudar a su amiga.

—Liliane —habla Max tan conmocionado de verla que las preguntas se le pierden por un segundo— ¿Qué…?

—Muy bien, me voy —habla Julieta sintiéndose más sobria por un momento, ocultó con su cabello su cara para que nadie viera las lágrimas que se acumulaban en sus ojos. Esto era humillante.

—Sube, hermosa —dijo Tomás con un voz baja y gutural muy seria queriendo golpear la perfecta cara de Maximiliano Hawks.

Julieta sabía que Tom estaba molesto y no precisamente con ella., así que se apresuró a salir antes de empeorar todo.

—Que tenga buenas noches, presidente Hawks —inclina un poco la cabeza en señal de respeto y se sube en el auto sin ningún tropiezo, gracias a Dios. No quería pasar vergüenza delante de la insípida prometida.

Tomás no lo piensa dos veces y arranca el coche dejando en la acera al id**ta de Maximiliano y por lo que vio, también a su prometida. En cuanto el auto se alejó de ellos Max hervía de rabia y se soltó del agarre de Liliane como si quemará y ella tembló de miedo, se gira y la enfrenta.

—¡¿Qué carajos haces aquí?! —pregunta Max con inquina a Liliane.

Liliane tembló físicamente donde estaba de pie frente a lo que parecía el mismísimo diablo, tuvo que dar su posición a conocer cuando vio que casi llevaba a esa mujer a no sé dónde. Si del cuerpo de esa mujer hablaban no podía competir con esa ella, Liliane era delgada de pocas curvas y aquella mujer tenía pechos grandes, piernas largas, muslos gruesos y sin un poquito de grasa para por lo menos burlarse de ella… la belleza de la asistente de Max era inigualable y ella no sabía cómo competir con eso.

En comparación ella no tiene nada y eso solo la llena de odio y rencor hacia esa tal Julieta Persson que le quiere quitar a su prometido.

—Yo… bueno, es que… —traga saliva tratando de pensar que decir.

En ese momento solo actuó, no pensó en las consecuencias.

—¿Me estás siguiendo? —pregunta Max cortando sus balbuceos molestos y se acerca un paso a ella de manera amenazadora.

—No hablemos aquí, por favor —murmura ella solo para Max viendo a su alrededor que no le quitaban los ojos de encima— no es el lugar adecuado para esto, ¿podemos irnos a un lugar más privado?

—¿No es adecuado? ¿Un lugar más privado? —cuestiona Max, enderezándose cada vez más con una de las esquinas de su labio inclinada hacia arriba y tomando más altura si eso es posible y si Liliane era sincera se veía aterrador.

Resopla incrédulo al detallarla, de repente se da media vuelta y camina hacia dónde tiene su auto sin decirle ni una palabra más, sintiéndose muy insegura sobre qué hacer lo sigue dudosa.

¿Él no piensa dejarla tirada allí verdad? El chófer la dejó aquí porque insistió en que Maximiliano la llevaría a casa.

Max sube a su auto sin mirarla y ella intenta abrir la puerta del copiloto y estaba cerrado, ríe nerviosamente y golpea un poco el cristal para que él note que ella aún sigue afuera, aún había ojos encima de ellos y Liliane se ponía cada vez más nerviosa.

Max ni siquiera la ve mientras enciende el auto y cuando iba a arrancar la vocecita de ella llega a sus oídos.

—No me dejes aquí, después de todo lo que hice por ti —ella dice con voz lastimera que a Max solo le provocó un profundo rencor por la mujer—… y ¿me vas a dejar tirada en un club a estas horas por culpa de una mujerzuela? —susurra ella a través de las lágrimas.

Max se queda apretando el volante tan fuerte que sus nudillos se pusieron blancos, y luego de lo que le parece a Liliane eterno, Max le quita el seguro a la puerta con bastante lentitud.

Ella entra muy rápido por si se arrepiente luego y se va a colocar el cinturón cuando Maximiliano arranca de golpe y Liliane se tambalea dentro del coche.

—No me gustan los chantajes, Liliane —habla Maximiliano sin dejar de ver el camino por el que conduce, apretando el acelerador— no vuelvas a jugar esa carta en un momento como ese.

—Lamento mucho que pensar esas ideas… No era un chantaje —dijo ella con voz lastimera— tenía miedo, Maxi.

Maximiliano simplemente no respondió y puso los ojos en blanco por ese ridículo apodo. El resto del camino se hizo en total silencio, y ella no se atrevió a abrir la boca para no seguir dañando aún más la relación que tenía con él. Tenía que lograr casarse con él sí o sí, y el primer paso ya estaba listo. Lo malo era que Max no se dejaba manipular con lagrimitas y palabras edulcoradas, así que la situación estaba siendo más difícil de lo que ella pensaba.

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26/08/2025

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13
—Ya estoy perdiendo la cabeza —murmura para sí misma la pelinegra— ¡Chupitos de vodka! —le pide al bartender que hacia cosas fantástico con sus vasos.

El chico asintió y luego de servir un par de tragos de manera artística le sirvió una hilera de 8 vasos de vodka puro guiñándole un ojo coqueteando con ella. Julieta se bebió uno de golpe y arrugó la cara, hacía mucho que no bebía porque a Max no le gustaba el olor y ella trataba de complacerlo en todo… y hablando del diablo.

Lo vio al otro lado de la barra con un vaso con líquido ambarino en sus manos, me levantó la mano en un falso brindis y yo puse los ojos en blanco y me bebí otro trago más. Pensó que tal vez se iría.

—Linda, me dejaste botado en la pista —dijo Tomás poniendo una mano en mi espalda alertando su presencia.

Julieta se gira y le sonríe radiantemente tratando de ocultar el malestar de ver a Max al otro lado de la barra sin quitarle la vista de encima, en menos de unos segundos ya estaba rodeado de todo tipo de mujeres pidiendo su atención a gritos.

—Sigamos bailando luego de tomarnos estos chupitos —le da uno a Tomás y agarra un tercero para ella.

Tomás no se dio cuenta el lío que cargaba Julieta en su cabeza ni tampoco de cuantos chupitos llevaba la niña y no sabía que alguien quería estrangularlo hasta ver su vida escapar bajo su propia mano.

“Es el mismo tipo con el que la vi hoy en la entrada de su edificio” piensa Max recordando al moreno con el que la vio está misma mañana.

“¿Ya me reemplazó?” se pregunta.

“Luego de tres años siendo su amante no entiendo cómo es que ella decide de buenas a primeras terminar nuestro acuerdo de esta manera” Maximiliano no lograba entender que había pasado Julieta siempre juró ser suya.

—Oye, guapo —se acerca una chica con los senos operados y un vestido aún más corto que el de Julieta si eso era posible— ¿Necesitas compañía?

—No —respondió con lo que se puede calificar como gruñido, como un témpano de hielo sin quitar la vista de Julieta.

La chica hizo un mohín y miró la dirección en la que Maximiliano lanzaba dagas y ve a la linda chica de cabello oscuro con un moreno muy guapo lo que solo la hizo molestar y retirarse.

—Creo que se te subió el ultimo trago a la cabeza —le dice tomas al oído de Julieta para que pudiera escucharlo.

Si alguien de lejos los veía parecían un par de amantes compartiendo confidencias, y es por eso que Max apretaba su vaso corto en un agarre mortal, un aire frío cubrió a quienes lo rodeaban y se alejaron rápidamente de él.

Tomás veía muy borracha a su amiga y sabía que no podían pasar más tiempo en el club antes de que comenzará a vomitar como una fuente.

—Estoy bien —se baja del taburete y se enreda con sus propios pies y casi cae de bruces contra el suelo.

Tomás la ayuda con una risita decidiendo que la fiesta se acabó.

—No, no lo estás. Vamos —la tomó de la cintura y la sacó del club sin mirar atrás preocupado por su bienestar— creo que sería buena idea llevarte a un hospital, no quiero que tengas un coma etílico.

Y van saliendo del club bajo la atenta mirada casi hecha dardos de Maximiliano Hawks.

—Estoy bien. ¡Que continúe la fiesta! —grita cuando Tomás la suelta en la acera.

Muchos gritan gustosos porque para ellos la fiesta comenzaba apenas.

—Estas perfecta, cari, pero déjame llevarte… a otro club —miente Tomás.

—Sí, otro club. Esa idea me encanta —aprueba ella de inmediato, al recordar a Max rodeado de mujeres y sin quitarle la mirada de encima.

La mente de Julieta ya daba vueltas y no se sentía tan bien como hace unos minutos atrás.

—Dejé el carro a la vuelta porque había muchos carros aparcados —la mira cauteloso— no creo que puedas caminar cuadra y media en ese estado, con tacones y sin que pegues la nariz de piso, cari.

—Es muy probable —contesta la Julieta borracha, empezando a mirar todo doble— me quedo aquí o mejor… regreso al club, allí todo es mejor, el ruido acalla mi mente.

—Luego hablamos de eso, no te muevas de aquí —le instruye como hermano mayor a su hermanita pequeña— voy por el auto y vuelvo.

Maximiliano no puede aguantar mucho más tiempo al verla salir con ese tipejo de pacotilla y paga la cuenta para irse, Liliane lo vio entrar al baño con esa mujer y estuve apunto de entrar hasta que la vio salir corriendo, sigue en las sombras viendo cada paso que da Maximiliano Hawks sin salir de la oscuridad de su escondite.

—Vamos a casa —demanda Maximiliano Hawks apareciendo frente a ella y ella sintió que era Acto de magia.

Julieta parpadea una vez y luego dos veces más tratando de enfocar a un solo Max, porque si uno ya es un dolor de cabeza no se imagina tres…

“Tal vez no debí tomarme más chupitos” pensó la chica un tanto bizca tratando de verlo bien.

—No me iré contigo a ninguna parte —refunfuña ella luego de pensar su respuesta.

La verdad se había quedado callado al menos tres minutos, pero ella sintió que no había pasado más que un par de segundos y Maximiliano esperó con paciencia su respuesta, aunque las ganas de cargarla en su hombro seguían allí.

—Te dejaron sola, ese hombre con el que andabas te dejó botada en la acera y sola, Julieta, ¿ese es el tipo de hombre que quieres ahora? —gruñe enojado e incrédulo.

“¿Cómo no la llevó a casa en el estado que está?” se pregunta Maximiliano muy enojado.

—¡Nadie me ha dejado sola! —golpea el suelo con su tacón, enojada como una niña malcriada— vete en un espejo, Maximiliano, tú si que me has dejado botada por una mujer insípida y estúpida —dijo con celos en su voz.

—No te comportes como una niña malcriada, te llevo a tu casa —repite está vez en un tono más suave tratando de que razone, aunque verla celosa era adorable, pero no pensaba decirle nada de eso— necesitas descansar y tomar agua, Julieta. Déjame llevarte.

—¿Por qué? ¿Ahora sí te importo? En tres años no te ha importado mi bienestar —indaga Julieta— ¿Por qué siempre se hace su voluntad? ¡Oh, deidad divina! Deja me hinco a tus pies para rezarte —y luego rompe a reír por sus palabras ebrias!

A Max le encantaría que ella se arrodillara y no precisamente a rezarle.

—No, porque no pienso dejarte aquí sola en medio de la noche —le recrimina— como ya hicieron.

—Tomás jamás me abandonaría… a diferencia de otros —dijo con retintín y muy enojada, su acento británico se hacia más notorio a medida que hablaba súper borracho

“Así que se llama Tomás”

—Entonces… ¿Dónde está? —pregunta con desdén viendo de derecha a izquierda a ver si lo veía— ¿Dónde está tu nueva conquista?

Estaba a punto de decirle que Tomás no es su conquista, pero de repente se le olvidó.

—No es de tu incumbencia, chismoso —le recrimina Julieta.

¿Desde cuándo se volvió tan deslenguada?

—No soy un chismoso como tú dices, Julieta, solo quiero que estés bien —suspira cansado de estas peleas absurdas— eres una mujer molesta cuando estás borracha y no me había dado cuenta.

Julieta se desinfla como un globo, sus palabras le dolieron mucho, ya no hay furia en su mirada, pero si una profunda tristeza y Maximiliano tragó grueso al ver sus ojos brillar con lágrimas no derramadas y se sintió como un a**o por ser él quien ponía esas lágrimas en sus ojos.

—Yo hubiera estado bien si no te hubiera conocido, Maximiliano Hawks —le contesta con un n**o en la garganta.

Su estómago estaba revuelto, demasiado para su gusto y solo se inclinó y expulsó parte del alcohol que había en su estómago en los zapatos italianos hechos a mano del magnate millonario. Olvidándose de su pelea mientras vomitaba encima de su jefe.

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