11/13/2025
NOTA EDITORIAL .
“CUANDO EL GOBERNANTE SE CREE DUEÑO DE LA HISTORIA: PAIPA FRENTE AL PODER PERSONALISTA"
En democracia, el poder es temporal y debe ejercerse para servir y escuchar. Sin embargo, ciertos estilos de gobierno dan la impresión de que el mandatario cree gobernar como si fuese un rey, no un administrador al servicio de su pueblo. Es este el caso señalado por amplios sectores sociales en Paipa respecto al alcalde Germán Camacho, arquitecto, a quien algunos ciudadanos han empezado a llamar “el reyezuelito local”, en alusión a una forma de mando personalista, unilateral y poco dialogante.
Uno de los hechos que más marcó el inicio de su administración fue la demolición de casonas coloniales con más de dos siglos de historia. Aquella arquitectura no era solo tapia pisada: era memoria viva, testimonio de la identidad cultural de la ciudad.
Hoy, donde antes existía historia reconocible, hay un parqueadero público.
Se sustituyó el sentido por el vacío.
Se rompió una continuidad que daba rostro y pertenencia a Paipa.
La comunidad reaccionó.
La prensa documentó.
Se intentó silenciar la denuncia.
Pero las altas instancias judiciales recordaron lo esencial: en democracia no se persigue la palabra que vigila el poder.
A su vez, sobre la administración recaen una decena de acciones populares, impulsadas por el líder cívico Yesid Figueroa, que actualmente están en estudio en los juzgados administrativos de Duitama y Tunja.
Estas acciones no son un capricho: responden a preocupaciones profundas, entre ellas:
- El suministro irregular de agua en sectores urbanos, afectando la vida cotidiana de la comunidad.
- El Lago Sochagota, cuerpo de agua emblemático, hoy con señales visibles de abandono y deterioro.
- Las aguas termominerales, recurso natural único que exige protocolos claros de preservación, uso razonable y visión de futuro.
Y ahora se suma un nuevo punto de tensión social: la nueva plaza de mercado.
La obra, financiada con una inversión multimillonaria de impacto regional, tardó en construirse más de lo previsto y, a pesar de estar terminada, no ha sido puesta al servicio de la ciudadanía.
Sectores de la comunidad señalan que el problema no es técnico ni logístico, sino de ego y falta de diálogo: una ausencia de acuerdos entre el alcalde y la gobernación, entidad que aportó los recursos.
Mientras tanto, los comerciantes y habitantes esperan, exigen y reclaman respuestas claras.
Este panorama conecta a Paipa con un fenómeno observado incluso en grandes potencias.
Ahora durante la administración de Donald Trump, la súbita demolición con maquinaria amarilla del Ala Este de la Casa Blanca despertó un profundo rechazo de preservacionistas, políticos e historiadores que lamentaron la destrucción inconsulta de la edificación centenaria inaugurada en 1902, para construir un costoso y moderno Salón de Baile.
Entre las voces que se alzaron estuvieron la del Fondo Nacional para la Preservación Histórica
(National Trust for Historic Preservation) y la del historiador presidencial Douglas Brinkley que calificó el derrumbe como “doloroso” y lo comparó con “destrozar un cuadro de Rembrandt”.
El repudio a la acción fue compartido por figuras de la talla de la exsecretaria de Estado Hillary Clinton, la senadora Elizabeth Warren, la exfuncionaria Elaine Kamarck, que lo condenó como “una abominación", y el gobernador de California Gavin Newsom, que lo equiparó con “despedazar la Constitución.
Los admiradores de toda la vida del Ala Este, que era visitada por medio millón de visitantes al año, deploraron el hecho señalando que se derribó una herencia que nunca se podrá reparar con dinero.
Existió un consenso que la historia no debe moldearse al gusto del gobernante en turno.
Guardadas las proporciones, la lógica es la misma para Paipa: Cuando la autoridad personal sustituye el criterio patrimonial, la memoria colectiva se vuelve vulnerable.
Y lo que está en juego en Paipa no son solo edificios, lagos, termales o plazas.
Lo que está en juego es la identidad misma de un pueblo.
Una ciudad sin memoria es una ciudad que se desdibuja.
Un pueblo que deja de reconocerse en sus símbolos pierde el hilo que lo une a su historia.
Por eso, Paipa no está discutiendo el pasado: está defendiendo su futuro.
— Editorial de Amigos de Paipa SAP.