01/23/2025
En nuestra naturaleza humana, buscamos respuestas fuera de nosotros mismos, anhelando protección, guía y significado. Esto nos lleva a menudo a crear o aferrarnos a conceptos, deidades y sistemas externos que, aunque bien intencionados, pueden desviarnos de la verdad esencial: el refugio más puro, seguro y eterno está en Dios. No un dios inventado o limitado por ideas humanas, sino el Dios verdadero, infinito y omnipresente, quien es la fuente de todo lo que existe.
La creación de deidades ajenas es un reflejo de nuestra necesidad de llenar un vacío espiritual. Pero ese vacío no puede llenarse con ídolos, rituales vacíos o ideas que nos alejan de nuestra esencia divina. Estas construcciones humanas no son malas por sí mismas, pero cuando se convierten en un sustituto del verdadero Dios, caemos en la ilusión de que nuestra salvación depende de algo externo. Esto nos deja vulnerables y perpetúa la desconexión de nuestra verdadera naturaleza espiritual.
Dios no está lejos ni escondido detrás de misterios inalcanzables; está presente en cada aliento, en cada célula, en el universo entero. Cuando dejamos de buscar soluciones en deidades externas o construcciones humanas y nos volvemos hacia la verdad interna, reconocemos que Dios no solo es el creador de todo, sino también el centro de nuestra propia existencia. Somos templos vivos, portadores de su chispa divina.
La humanidad debe despertar a esta realidad: no necesitamos mediadores, estatuas ni sistemas complicados para acercarnos a Dios. Él está más cerca de nosotros que nuestra propia respiración. Al abrir nuestros ojos a esta verdad, encontramos que el refugio no está en lo externo, sino en lo interno, en la conexión directa y genuina con la fuente divina.
Este reconocimiento nos libera del miedo, la dependencia y las divisiones que hemos creado. Nos lleva a comprender que la verdadera solución a cualquier problema, sea personal o colectivo, comienza con la reconexión con Dios, con el amor y la verdad que Él representa. Esta comprensión no solo transforma nuestras vidas, sino que también nos da el poder de transformar el mundo.
El mensaje es claro: deja de buscar fuera lo que ya está dentro.