
06/29/2025
A veces nos preguntamos si realmente estamos donde deberíamos estar, si este momento,
con todas sus luces y sombras, es el lugar correcto para nosotros. Y es una pregunta que nace
de lo más profundo, una que no siempre tiene una respuesta inmediata. Pero hay una verdad
silenciosa que la vida nos susurra si aprendemos a escucharla: estás exactamente donde
necesitas estar. No por casualidad, no por error, sino por un diseño invisible que muchas
veces solo entendemos cuando miramos hacia atrás.
La vida tiene una manera muy particular de enseñarnos. A veces lo hace con abrazos y otras
con desafíos. Hay momentos en los que todo parece fluir, donde las oportunidades se
presentan, los vínculos se fortalecen y sentimos que por fin estamos alcanzando eso que tanto
soñamos. En esos momentos es fácil sentir gratitud, confiar en el proceso, disfrutar. Pero
también hay momentos en los que todo parece derrumbarse, donde lo que parecía seguro se
desarma, donde el rumbo se pierde, donde duele, donde uno se siente pequeño ante lo que
sucede. Y es ahí, justo ahí, donde muchos creen que se equivocaron, que están en el lugar
incorrecto, que fallaron.
Pero no. Incluso en ese momento, estás en el lugar correcto. Porque el crecimiento no siempre
se da en el confort, muchas veces se da en la incomodidad. Porque las pruebas no vienen para
castigarte sino para pulirte, para enseñarte algo que solo puedes aprender atravesándolas. Y
no es una frase linda para consolarte, es una verdad profunda que quienes caminan con
conciencia pueden reconocer con el tiempo.
Cuando uno empieza a observar su vida desde un nivel más alto, más maduro, más sabio, se
da cuenta de que todo, absolutamente todo, tuvo un propósito. Cada caída, cada pérdida,
cada aparente desvío, fue un llamado a mirar hacia adentro, a soltar algo viejo, a abrazar algo
nuevo. No siempre lo vemos en el momento, claro que no, pero más adelante, cuando la
tormenta pasa, cuando vuelve la calma, entendemos. Y ahí todo cobra sentido.