11/14/2025
La luz del sol de La Habana, que una vez fue un faro de vibrante vida, ahora pintaba sombras alargadas sobre la fachada desvaída del edificio y el esqueleto de un coche que alguna vez rugió con orgullo por estas calles. Era un coche viejo, un clásico americano que había visto días mejores, ahora abandonado y despojado de sus ruedas, como un sueño olvidado a la mitad de una frase.Manuel se detuvo junto al automóvil, apoyándose en su capó abollado. La carrocería oxidada emitía un calor residual, un recuerdo de un motor que ya no arrancaba, de viajes que ya no se hacían. Él, como el coche, se sentía a la deriva, desprovisto de una parte esencial, incapaz de seguir adelante con la misma determinación.
Miró a su alrededor. Las ventanas rotas de los edificios, los grafitis descoloridos, el rastro de suciedad en la acera. Era una belleza melancólica, una ciudad que se aferraba a su pasado con una tenacidad admirable, pero que también mostraba las cicatrices de esa lucha.
En ese momento, un joven pasó a su lado, con la mirada perdida en algún punto lejano, quizás soñando con un futuro que no incluía coches averiados o corazones rotos.........
Fotos: Luis Angel Paez Perez Barbosa