
08/21/2025
El Mundo al Borde de su Propia Catástrofe: La Tierra de Dios No se Negocia.
Desde tiempos ancestrales, el destino de Israel ha sido inseparable de la promesa hecha por Dios a Abraham, patriarca del pueblo elegido. A través de los siglos, esa nación ha sido preservada con un celo que ninguna potencia humana ha podido doblegar. Para muchos, Israel es una piedra de tropiezo; para otros, la raíz de la bendición de las familias de la tierra.
Pero en todos los casos, su existencia no es un accidente histórico, sino un recordatorio vivo de la fidelidad inquebrantable del Creador.
Hoy, mientras el mundo se prepara para la 80ª Asamblea General de las Naciones Unidas —del 23 al 29 de septiembre—, la historia se enfrenta a un momento crítico. En esta cita, líderes de todo el planeta debatirán una cuestión que trasciende lo político: el futuro de la tierra de Israel. Detrás de discursos diplomáticos y aparentes gestos de paz, se esconde un proyecto que busca fragmentar el territorio israelí para instaurar un nuevo Estado llamado Palestina.
La pretensión humana frente a la soberanía divina
Lo que estas naciones parecen olvidar es que Israel no es simplemente una franja de tierra disputada: es herencia divina. El planeta entero pertenece a Dios, pero a Israel Él lo distinguió con promesa perpetua.
Tras la Segunda Guerra Mundial, los descendientes de Jacob regresaron a su tierra como espigas recogidas en un granero. Fue un regreso milagroso que confirmó lo que siempre estuvo escrito: Israel pertenece al Señor.
Algunos objetan las acciones de su pueblo, señalando errores y contradicciones. Pero Dios no es hombre para retractarse de lo prometido. La tierra fue pagada y re-pagada desde los días del rey David. Pretender despojar a Israel “en pos de la paz” es ignorar la raíz de la paz misma: la voluntad del Dios eterno.
Las consecuencias de un error histórico
En esta sesión, muchas naciones alzarán la voz al unísono para exigir una repartición que jamás les perteneció. Y, con ello, sin saberlo, encenderán la ira del Altísimo. Quienes promuevan tal agenda, quienes aplaudan el despojo, enfrentarán días de oscuridad: terremotos, catástrofes naturales, terrorismo desatado y un desconcierto social global. Los pueblos se preguntarán entonces: “¿Qué hemos hecho? ¿Por qué se nos vino este caos?”. Y la respuesta resonará clara: “Os repartisteis la tierra de Dios”.
Un llamado a las naciones y a los creyentes
Desde Emet Global, reafirmamos nuestro compromiso con la verdad: esta Asamblea General no será un capítulo más en los libros diplomáticos, sino el inicio de un nuevo tiempo de terror y juicio para las naciones que se levanten contra Israel. Una por una, verán consecuencias de su decisión.
A los creyentes alrededor del mundo, les decimos: permanezcan atentos y en oración. La sesión número 80 definirá en qué lado de la historia se encuentra cada país. Los que respalden a Israel serán preservados; los que lo ignoren o lo despojen, pagarán un gran precio.
Nadie puede repartirse lo que es de Dios
Los hombres pueden escribir resoluciones, levantar banderas y firmar tratados, pero no tienen autoridad para negociar la tierra de Dios. Ningún político, ningún consejo, ninguna potencia global puede anular una promesa eterna.
Estamos, sin duda, ante el umbral de un nuevo capítulo en la historia del planeta. Una era donde los gobernantes creen poder colocarse por encima de la soberanía divina. Pero ese error costará caro.
Emet Global se despide con una advertencia solemne: no juegues con lo que es del Altísimo. Compártelo, difúndelo, despierta a quienes amas. El mundo necesita recordar que hay un límite que el hombre no puede cruzar. Y ese límite se llama Israel, la muestra viva De Dios en medio e todas las naciones.
Column by: Frum / NY.
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