20/10/2025
"En la niñez pasé hambre de posguerra. Hambre de verdad.
Esa hambre resignada, naturalizada. Y garantizada por sistemas humanos de dominio. La base de la comida era el trigo, que se producía en el pueblo, legumbres y pescado.
Las frutas eran manjar sólo para postre de ricos. Nosotros comíamos del campo: castañas, almendras, tunas, frambuesas, avellanas, aceitunas, que buscábamos por los campos. La leche y el queso eran de cabra. El pan era de harina de maíz, durisimo. Todo se hacía en casa. Con tanta escasez, se racionaba.
No había huevo, carne, pastas, fiambres, ni la gran diversidad de verduras de aquí. Sólo había papas, cebolla, ajo, tomate, habas y boniatos. Y hierbas silvestres, que mi madre conocía muy bien, y usaba para las comidas: Cerraja, Vinagrera, Hinojo, Tomillo, Menta, Romero, etc.
Era muy común llevar un pedacito de pan duro en el bolsillo. Cuando daba esa hambre, lo 'vuelteabamos' en la boca hasta disolverlo, engañando el paladar.
Comíamos, disciplinados en una sartén grande, tooodos los 11 que éramos en la familia. Y cada uno tenía mentalmente delimitada su porción, que respetaba bajo la mirada paterna.
Un día, migas. Otro, 'gachas'. Otro, guiso...
Repetido en círculo sin fin.
Sólo en fiestas se variaba a un arroz o papas fritas. El arroz con leche era postre único para las fiestas, y algunos lograban, en invierno, carnear un cerdo. Entonces, allí si era manjar comer tocino frito, morcilla o manteca de grasa.
Era hambre de escasez, no de nutrientes. Ninguno fuimos desnutido. Éramos 9 niños y 2 adultos. El azúcar, arroz, aceite eran racionados a razón de medio kg por niño por mes (por el gobierno). Los padres se las arreglaban para organizar y llenar la mesa siempre con lo básico. Eso fue allá entre 1950 y 1960 en mi pueblito español.
Llegar a Argentina y ver la abundancia disponible fue increíble! Caminar por las calles con tantos olores a comida, comidas que desconocíamos. Ver tantas frutas y verduras, carnes, pescados, mariscos, quesos y golosinas en el mercado central de Mendoza, me hizo creer en el paraíso.
Me robé un durazno en una verduleria. Y pororo en el mercado central. Uy, qué ricoooooo, por Dios! No sabía que se pagaba, jajaja... Todo se pagaba. Me retaron, me explicaron y me di cuenta, a mis ocho años, de que todo se paga. Hay que ganarselo.
Desde entonces, hubo abundancia de comida en la mesa de mis padres. Muuuuucha abundancia, casera en el principio, pero, con esa abundancia, también creció la comodidad, y la desidia, y el mercado externo se metió en la familia campesina. Bebidas gaseosas, licores, fiambres y golosinas invadieron los paladares. Pastas, postres y carnes reemplazaron cereales y verduras. Y fuimos mutando en cultura, costumbres, gustos, y asumimos un consumismo de hambre biológica, hartos de comida, de gusto y placer culinario. Desnutridos, carentes y sin nuestra resistencia natural.
Caímos en cuenta de nuestra realidad. Vivíamos en el campo con abundancia y variedad, pero estabamos enfermando, y la disconformidad nos enfrentó a la emigración y deseo de cambios.
Darse cuenta no fue fácil. Emigrar por el hambre es normal. Emigrar por desconformidad, por emociones o idealismos, es más complejo, y arrastra, tras de ese impulso, mucho dolor y rabias...
Después de muchas décadas, después de muchos cambios en el consumo, del consumismo puedo decir que HAMBRE NO ES LO MISMO QUE DESNUTRICIÓN. Que comer no es nutrirse. Que pobreza no es sinónimo de hambre o desnutrición.
El rico es el más desnutrido. Si, el más lleno. El más lleno y carente. Los pueblos más abundantes, más productivos, más biodiversos, más desarrollados, son hoy los más desnutridos, enfermos y debilitados en su biología.
Costó toda una vida darse cuenta. Costó experimentarlo, perder lo perdido, para darse cuenta de lo ganado. En ese 'darse cuenta' y cambiar el modelo de consumo, junto al modelo de pensar en el hambre como aliciente para engullir cualquier cosa, aunque se le llame comida...
La selectividad con sentido biológico, saludable, es el don más valioso e inteligente del humano. Desprenderse de la adictiva comida es un acto heroico, inteligente y racional, que pocos son capaces de lograr.
Gran desafío al potencial de la psiquis humana, apegada al gusto, placer y autonomía individualista....
Es el cambio. Es el gran cambio. El necesario cambio."
Ana Perez desde Argentina