
03/08/2025
REFLEXIÓN
El Caracol y el Paso Firme.
En un bosque donde el sol apenas tocaba el suelo y las hojas susurraban secretos con el viento, vivía un pequeño caracol llamado Silvio. Su caparazón era pardo y no muy brillante, y su andar era tan lento que hasta las hormigas se burlaban de él.
—¡Nunca llegarás a nada a ese ritmo! —le gritaban desde la sombra de una piedra.
—¡El mundo te pasará por encima! —añadían las libélulas desde lo alto.
Pero Silvio no respondía. No por miedo, ni por tristeza. Simplemente, creía en algo que nadie parecía valorar: el poder del paso firme.
Un día, en el bosque se anunció una gran noticia: en la cima de la montaña más alta había brotado una flor dorada, única en su especie, capaz de curar cualquier enfermedad. Todos los animales decidieron emprender el viaje para verla, tocarla o simplemente decir que habían estado allí.
Los conejos salieron corriendo con sus patas fuertes. Las ardillas saltaron de rama en rama. Hasta las tortugas, con su lentitud, tomaron ventaja. Silvio, sin embargo, comenzó su camino como siempre: con determinación, con silencio… y con paso firme.
Los días pasaron. Los caminos eran duros. Las piedras afiladas, el sol implacable, la lluvia persistente. Algunos animales, confiados en su velocidad, tomaron atajos peligrosos. Otros se detuvieron por cansancio, orgullo o distracción. Y uno a uno, fueron abandonando el viaje.
Silvio, en cambio, no se detuvo. Cada mañana se despertaba, saludaba al sol, y avanzaba un poco más. No importaba si era un metro, un centímetro, o menos… él sabía que el verdadero logro no era la rapidez, sino la constancia.
Semanas después, bajo una bruma dorada en lo alto de la montaña, Silvio llegó. Su cuerpo estaba agotado, su caparazón tenía marcas del camino… pero sus ojos brillaban con una alegría profunda. Frente a él estaba la flor dorada, más hermosa de lo que jamás habría imaginado. Nadie más había llegado. Todos los demás se habían rendido.
Y entonces, mientras el viento acariciaba la cima, Silvio comprendió algo:
No se trata de llegar primero, sino de no rendirse.
No se trata de cuánto avances al día, sino de que sigas avanzando.
No se trata de correr, sino de caminar con propósito.
Desde ese día, Silvio no fue recordado por ser el más veloz, sino por ser el más sabio. Y muchos, al verlo pasar con su paso lento pero firme, ya no se reían. Lo miraban con respeto. Porque entendieron que a veces, quien parece más lento, es quien más lejos llega.
Reflexión:
El éxito no lo determina la velocidad, sino la perseverancia. El que camina con paso firme, aunque lento, puede conquistar las cimas más altas. Nunca subestimes la fuerza de la constancia.
El camino del perezoso es como seto de espinos; Mas la vereda de los rectos, como una calzada.
Proverbios 15:19
Aun los jóvenes se cansan, se fatigan, los muchachos tropiezan y caen; pero los que confían en el SEÑOR renovarán sus fuerzas; levantarán el vuelo como las águilas, correrán y no se fatigarán, caminarán y no se cansarán.
Isaías 40:30-31
Autor: Guillermo Soto Ramirez