03/09/2025
Yo solo comparto.... No tengo ninguna opinión al respecto....
La sombra de la Colonia Morelos en Mérida Yucatán: el ascenso polémico de Elisa la Yuca y las raíces que nadie quiere ver
Redacción por Notimex
En los rincones de Mérida donde el bochorno es la sauna de todos los días y los secretos se cuentan de puerta en puerta, el nombre de Elisa la Yuca la influencer en redes sociales. Detrás del personaje que se ríe con acento exagerado, que dice “¡huay nene !”hay una historia más oscura, tejida con hilos de abandono, estigma y una ascendencia marcada por la marginalidad.
Nacida y criada en la colonia Unidad Morelos, al sur de la ciudad, en las cercanías del Parque de la Luna —un lugar simbólico, como un reflejo de lo que brilla en la noche pero no se ve de día—, Elisa creció en un entorno donde la supervivencia era más fuerte que la ley. Su padre, conocido en la zona como “El Lápiz”, ha vivido décadas vendiendo alcohol clandestino desde una silla de ruedas, figura emblemática de una economía informal que florece en los márgenes del orden. Su familia, según testimonios de vecinos, formó parte de la llamada “banda de la Neighbor”, una agrupación de carácter delictivo vinculada a robos, peleas y consumo de dr**as en las calles de Morelos, Vicente Solís y Azcorra.
“Pregúntale a cualquiera por allá. Todos saben quiénes son. Son de lo peor de la zona”, dice una vecina que pide no ser identificada. “Hasta los perros les ladran diferente”.
Y es precisamente de ese barrio, de esas calles peligrosas y techos de lámina, de donde emerge Elisa. No como víctima, sino como actriz principal de una transformación calculada. Porque, según quienes la han conocido fuera de las cámaras, la Elisa risueña, torpe y “yucatequita” de redes sociales no existe. En su lugar, hay una mujer calculadora, ambiciosa, con un acento fingido y una narrativa cuidadosamente construida para vender una imagen de inocencia que no le pertenece.
“Hicimos un proyecto juntas, ganamos dinero y ella quiso quedarse con todo. Éramos tres, y debió repartirlo”, reveló una examiga en una conversación filtrada que corre como pólvora en grupos de WhatsApp. “No es tonta. Es manipuladora. Y ahora se ríe de los que son como ella, pero de forma disfrazada”.
Incluso se le acusa de haber agredido físicamente a una mujer embarazada durante una riña en un antro del centro de Mérida, un hecho que nunca fue denunciado formalmente, pero que circula en círculos cercanos como prueba de su temperamento violento.
Su ascenso como influencer ha dividido al público. Para algunos, representa una voz popular, auténtica, que rompe con los cánones de la élite yucateca. Para otros, es la paradoja viviente: una mujer que se burla del “wiro” mientras lleva en la sangre el estigma de los que han sido tratados como tales durante generaciones. “Ella dice que los yucatecos son medio wiros… pero ¿y ella? ¿De dónde viene? ¿De dónde saca ese dinero?”, cuestiona un crítico anónimo en redes.
Lo más inquietante no es su pasado, sino la manera en que lo ha ocultado. Ha construido una marca sobre lo “típico”, lo “regional”, lo “autóctono”, mientras denigra su propia raíz. Finge torpeza, pero domina el algoritmo. Finge ternura, pero su historia está llena de bordes. Y en esa contradicción, muchos ven no solo hipocresía, sino el reflejo de una sociedad que premia la farsa sobre el talento, la imagen sobre la sustancia.
“Elisa la Yuca no es un fenómeno cultural. Es un síntoma”, afirma el sociólogo Rogelio Cámara. “Es la decadencia del reconocimiento en Yucatán.