
20/08/2025
Se me fueron los años sin darme cuenta. Se escaparon entre los hijos que crecían demasiado rápido, las responsabilidades que nunca terminaban, los silencios más largos que las conversaciones, las camas frías y esas tazas de café que siempre se quedaban olvidadas.
Me perdí entre sacrificios invisibles, sonrisas prestadas para no preocupar a nadie y promesas que nunca se cumplieron. Me convertí en sostén, en la mujer que escucha y aconseja, en la que carga con todos… pero que rara vez recibe un “¿cómo estás?”. Y un día, frente al espejo, entendí que ya era suficiente.
Hoy, cicatrices en el alma, me abrazo. Me abrazo fuerte porque descubrí que nunca es tarde para amarme, para elegir mi paz, para ponerme en primer lugar sin sentir culpa. Nunca es tarde para renacer, reconstruirme y reinventarme. Porque la dignidad, aunque la escondan los años, siempre encuentra la forma de levantarse.