04/08/2025
¿Sabías que Tabasco concentra más del 35 % del agua dulce superficial de todo México? Parece un privilegio, pero año con año se convierte en condena. Lloviendo más de 2,000 mm anuales —el doble que en Ciudad de México y casi lo mismo que en toda Alemania—, Tabasco es literalmente un pantano entre dos gigantes: el río Grijalva y el Usumacinta, los más caudalosos del país.
En 2007, Tabasco se inundó como nunca antes. Más del 80 % del estado terminó bajo el agua. Se estima que cayeron cerca de 1,500 milímetros de lluvia en menos de un mes, lo equivalente a llenar 4,000 albercas olímpicas por hora sobre un suelo que ya no podía absorber más. Pero no fue solo la lluvia. Fue el desfogue de presas como Peñitas —que opera en la cuenca del Grijalva— lo que terminó por desbordar los ríos.
Con los años se construyeron sobre humedales. Y la selva que podía amortiguar las lluvias se ha reducido a menos del 30 % de su extensión original. Así, cada frente frío o cada onda tropical —por insignificante que parezca en los pronósticos— es una amenaza. Porque ya no llueve como antes, pero sobre todo, ya no absorbemos como antes.
Carlos Pellicer escribió que en Tabasco “Soy más agua que tierra y más fuego que cielo”, y tenía razón. Porque aquí el agua no solo es elemento: es identidad, es memoria, es destino.
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