
04/08/2025
Tú, que llevas años cargando con todo:
la casa limpia, la comida lista, los pendientes al día, el hijo bañado, el marido atendido, el jefe contento… y tú, rota por dentro.
Te dijeron que podías con todo. Que eras fuerte. Que eras mujer.
Y tú… te lo creíste.
Te convertiste en chef, enfermera, chofer, psicóloga, secretaria, animadora infantil, consejera matrimonial, cuidadora de todos… menos de ti.
Y nadie lo notó.
Nadie ve cuando lloras calladita en el baño.
Nadie ve cuando te duele la espalda, el alma, el cuerpo entero.
Nadie te dice: “oye, ¿y tú cómo estás?”
Porque ya se acostumbraron a que tú estés.
Y la verdad, mujer… ya basta.
La casa puede esperar. El hijo va a crecer. El marido si se quiere ir, se va. El trabajo te reemplaza en dos días.
Pero tú…
Tú no tienes reemplazo.
Tú no puedes seguir dejándote para después.
Porque cuando tu cuerpo grite lo que tu boca calla, nadie va a aplaudir que fuiste una supermujer.
Van a preguntar por qué no te cuidaste.
Así que suelta la escoba.
Ponte esa ropa que te encanta, ve al parque, duerme un poquito más, apaga el celular, come rico, sal con tus amigas, invierte en ti, en lo que te gusta, en lo que te sana.
Y si te dicen que estás siendo egoísta…
sonríe.
Porque por fin estás siendo justa contigo.