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19/07/2025

Disfruta tu plato favorito como si fuera único. Abraza con intención. Duerme con paz. No te guardes el “te quiero”, el “lo siento” o el “gracias”.
Porque al final, no te llevarás lo que compraste.
Te llevarás lo que hiciste sentir.
Y eso, eso sí es eterno.

*Atentamente: la vida.*

*La magia de los cuisillales*Cuando era niño, en Tanchachín, algo mágico ocurría cada vez que íbamos de excursión con mi...
02/02/2025

*La magia de los cuisillales*

Cuando era niño, en Tanchachín, algo mágico ocurría cada vez que íbamos de excursión con mis compañeros de la primaria. Nos llevaban a un lugar que siempre me llenaba de curiosidad: los *cuisillales*. Eran pequeñas montañas, no más de tres metros de altura, pero que escondían en su interior algo muy especial. No entendía bien por qué los maestros nos llevaban a ese lugar, pero había algo en el aire que me hacía sentir que estábamos explorando un sitio lleno de secretos antiguos.

Con nuestras manos pequeñas, cavábamos con entusiasmo, buscando algo que nos emocionaba descubrir. Cada vez que encontrábamos un trozo de barro, ya fuera un pedazo de un plato o una figura rota de unos 10 centímetros de altura, el corazón me latía más rápido. A veces, veía en esos fragmentos las huellas de un pasado lejano, de una cultura que alguna vez vivió allí y que dejó su huella para nosotros. Aquel barro, esas figuras, parecían hablar en un idioma mudo pero profundo, un idioma de historias no contadas.

Recuerdo la emoción de encontrar algo que sabía que no todos podrían haber visto, de sostener en las manos un pedazo de historia que había sido olvidado por el tiempo. Pero más que los objetos en sí, era la sensación de que estábamos conectando con algo mucho más grande, con una civilización que, aunque ya no estaba entre nosotros, seguía viva en las piezas que desenterrábamos.

Con los años, esos recuerdos de los cuisillales nunca se fueron. Hoy, a mis 35 años, me doy cuenta de lo increíble que fue haber tenido esa oportunidad en mi niñez. Ahora, con un poco más de conocimiento sobre la cultura huasteca, comprendo que aquellos fragmentos de barro que sacábamos con tanto entusiasmo pudieron haber sido parte de las ceremonias de un pueblo que vivió en estas tierras mucho antes que nosotros. Los huastecos, con su rica tradición, nos dejaron pistas que hoy podrían ayudarnos a entender más sobre ellos.

Es fascinante saber que en Tanchachín, en ese rincón de la Huasteca Potosina, la historia sigue guardada en esos pequeños montículos. Tal vez algún día, con la ayuda de expertos, podamos descubrir más sobre la vida de aquellos pueblos que habitaron esta región. Ojalá podamos desenterrar más de sus historias, para conocer y apreciar aún más la riqueza que guardan nuestros pueblos, y seguir aprendiendo de aquellos que nos precedieron.

21/12/2024

*Tanchachín, el corazón de la Huasteca*

En un rincón apartado de la Huasteca Potosina, donde el verde de la vegetación se mezcla con el azul cristalino de los ríos, se encuentra Tanchachín. Este pequeño pueblo, rodeado por montañas y selvas que susurran historias antiguas, ha sido mi hogar desde que nací. Mi nombre es M.p, y crecí aquí, entre las sombras de los árboles y el murmullo constante del agua que baja por las rocas. Un pueblo que, aunque pequeño, guarda en su corazón una de las maravillas naturales más imponentes de San Luis Potosí: la Cascada del Tamul.
La Cascada del Tamul, con su caída de agua imponente y su fuerza que resuena en el alma, fue el lugar que, durante años, me permitió ganarme la vida. Fui ranchero lanchero, como se le conoce en mi tierra, una de las personas encargadas de llevar a los turistas a conocer este paraíso oculto en la selva. Mi trabajo no solo consistía en transportar a los visitantes por el río Tampaón, sino también en compartir con ellos la historia y las leyendas de la región, esas que se han transmitido de generación en generación, entre susurros de abuelos y miradas curiosas de niños.

Recuerdo aquellos días con cariño. El río Tampaón, serpenteando entre las montañas, parecía un hilo de plata bajo el sol. Me encantaba escuchar las historias de los turistas, sus asombros al ver la cascada en toda su majestuosidad, mientras yo les contaba anécdotas de mi niñez, de cómo el río había formado parte de mi vida. Era un intercambio de vivencias, de emociones, de corazones conectados por la belleza natural que nos rodeaba. No se trataba solo de hacer dinero; se trataba de mostrarles a los demás lo maravilloso que era mi pueblo, Tanchachín.
Lo que más me llenaba de orgullo era ver a los turistas maravillados, con los ojos brillando al descubrir lo que para muchos era un rincón escondido del mundo. Era un trabajo que venía del alma, y lo hacía con el corazón. No importaba tanto el dinero, sino el transmitir el amor que sentía por ese lugar, ese rincón del mundo que me había visto crecer, que me había formado como persona.

Pero los años pasaron, y algo cambió. El turismo en Tanchachín creció, y con él, las expectativas. Lo que antes era una labor de amor y pasión por nuestra tierra, se transformó en una actividad comercial. Hoy en día, muchos de los que se dedican a llevar a los turistas a la Cascada del Tamul lo hacen solo por el dinero. Se ha perdido el alma de lo que alguna vez fue un trabajo lleno de significado. El amor por el lugar, por su historia, por su gente, se ha diluido en la búsqueda de ganancias rápidas. Ahora el pueblo se ha vuelto un lugar más turístico, más comercial, y en muchos casos, se ha olvidado la esencia de lo que realmente queríamos compartir con el mundo.
Tanchachín sigue siendo un lugar hermoso, con su cascada que sigue cayendo con fuerza y su río que sigue fluyendo, pero ahora, al caminar por sus calles o al ver las lanchas llenas de turistas, siento una tristeza profunda. Los valores que alguna vez nos unieron, ese deseo de mostrar lo que es realmente valioso, se han perdido. La conexión emocional con los visitantes ya no es la misma. Los jóvenes que hoy llevan a los turistas parecen más interesados en el dinero que en compartir una experiencia genuina.

Es mi esperanza que, algún día, los que ahora se dedican a este oficio recuerden por qué lo hacemos. No se trata solo de transportar personas de un lugar a otro, ni de mostrar una foto bonita para las redes sociales. Se trata de vivir y transmitir una experiencia única, de hacer sentir a cada visitante que, al igual que nosotros, se ha conectado con este pedazo de tierra, con este rincón de la Huasteca que es Tanchachín.
Hoy, más que nunca, me gustaría que los jóvenes de mi pueblo se enamoren de su trabajo, que vean en cada turista una oportunidad para compartir lo que tenemos de más valioso: nuestra cultura, nuestra historia, nuestra naturaleza. Que entiendan que, más allá del dinero, lo que realmente se gana es la satisfacción de haber mostrado, con cariño y respeto, lo mejor de nuestro hogar.

Tanchachín, con su Cascada del Tamul y su río Tampaón, sigue siendo un lugar lleno de magia. Y aunque los tiempos cambien, espero que el alma de nuestro pueblo nunca se pierda.

01/08/2024

En las tierras de Tanchachín, donde la tranquilidad y la naturaleza se entrelazan, existió una escuela primaria especial. En este lugar remoto y apartado de las preocupaciones del mundo, los niños acudían cada día con sonrisas en sus rostros y corazones llenos de ilusión.

En aquella escuela, no existían diferencias entre ellos. No importaba de dónde vinieran o qué tuvieran, todos eran iguales. La campana sonaba puntualmente a las 10:30 de la mañana, marcando el inicio del recreo que para los pequeños era mucho más que una pausa en las clases.

Salían corriendo hacia el patio, lleno de juegos tradicionales como el trompo, las canicas y los tazos. En ese breve lapso de media hora, la imaginación se desbordaba y el patio se transformaba en un escenario de aventuras sin fin.

Los más hábiles con el trompo mostraban sus destrezas mientras los curiosos aprendían nuevas técnicas. Las canicas saltaban de mano en mano, desafiando la gravedad y las estrategias de cada jugador. Los tazos, con sus diseños coloridos, eran intercambiados y coleccionados como tesoros únicos.

Pero más allá de los juegos, en ese recreo se forjaban amistades indestructibles. Se compartían no solo las meriendas, sino también risas, historias y secretos. No había espacio para la tristeza ni la soledad; Tanchachín era un refugio donde cada niño encontraba su lugar en la comunidad escolar.

Y así, entre risas y complicidad, los días pasaban rápidamente en la escuela de Tanchachín. Aquel recreo a las 10:30 de la mañana se convertía en un ritual sagrado, un oasis de felicidad en medio del aprendizaje diario. Los recuerdos de esos tiempos perdurarían en el corazón de cada niño, incluso cuando el tiempo los llevara por caminos distintos.

11/07/2024

Entre verdes y cristalinas aguas,
se reflejan las historias añejas y largas,
de hombres y mujeres de corazón valiente,
que enfrentan al destino con fe ferviente.

Tanchachín, tierra de susurros y cantos,
donde el viento lleva secretos y encantos,
los pájaros danzan al ritmo del río,
y el tiempo se detiene en su suave murmullo.

Pueblo eterno, de risas y p***s entrelazadas,
donde cada piedra cuenta sus propias jornadas,
bajo el cielo estrellado, donde la noche es más clara,
Tanchachín, un lugar donde el alma se prepara.

En cada callejón, en cada rincón escondido,
late la vida con su pulso compartido,
Tanchachín, tesoro de nuestra memoria,
donde la paz se encuentra en su eterna historia.

19/07/2023

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