21/12/2024
*Tanchachín, el corazón de la Huasteca*
En un rincón apartado de la Huasteca Potosina, donde el verde de la vegetación se mezcla con el azul cristalino de los ríos, se encuentra Tanchachín. Este pequeño pueblo, rodeado por montañas y selvas que susurran historias antiguas, ha sido mi hogar desde que nací. Mi nombre es M.p, y crecí aquí, entre las sombras de los árboles y el murmullo constante del agua que baja por las rocas. Un pueblo que, aunque pequeño, guarda en su corazón una de las maravillas naturales más imponentes de San Luis Potosí: la Cascada del Tamul.
La Cascada del Tamul, con su caída de agua imponente y su fuerza que resuena en el alma, fue el lugar que, durante años, me permitió ganarme la vida. Fui ranchero lanchero, como se le conoce en mi tierra, una de las personas encargadas de llevar a los turistas a conocer este paraíso oculto en la selva. Mi trabajo no solo consistía en transportar a los visitantes por el río Tampaón, sino también en compartir con ellos la historia y las leyendas de la región, esas que se han transmitido de generación en generación, entre susurros de abuelos y miradas curiosas de niños.
Recuerdo aquellos días con cariño. El río Tampaón, serpenteando entre las montañas, parecía un hilo de plata bajo el sol. Me encantaba escuchar las historias de los turistas, sus asombros al ver la cascada en toda su majestuosidad, mientras yo les contaba anécdotas de mi niñez, de cómo el río había formado parte de mi vida. Era un intercambio de vivencias, de emociones, de corazones conectados por la belleza natural que nos rodeaba. No se trataba solo de hacer dinero; se trataba de mostrarles a los demás lo maravilloso que era mi pueblo, Tanchachín.
Lo que más me llenaba de orgullo era ver a los turistas maravillados, con los ojos brillando al descubrir lo que para muchos era un rincón escondido del mundo. Era un trabajo que venía del alma, y lo hacía con el corazón. No importaba tanto el dinero, sino el transmitir el amor que sentía por ese lugar, ese rincón del mundo que me había visto crecer, que me había formado como persona.
Pero los años pasaron, y algo cambió. El turismo en Tanchachín creció, y con él, las expectativas. Lo que antes era una labor de amor y pasión por nuestra tierra, se transformó en una actividad comercial. Hoy en día, muchos de los que se dedican a llevar a los turistas a la Cascada del Tamul lo hacen solo por el dinero. Se ha perdido el alma de lo que alguna vez fue un trabajo lleno de significado. El amor por el lugar, por su historia, por su gente, se ha diluido en la búsqueda de ganancias rápidas. Ahora el pueblo se ha vuelto un lugar más turístico, más comercial, y en muchos casos, se ha olvidado la esencia de lo que realmente queríamos compartir con el mundo.
Tanchachín sigue siendo un lugar hermoso, con su cascada que sigue cayendo con fuerza y su río que sigue fluyendo, pero ahora, al caminar por sus calles o al ver las lanchas llenas de turistas, siento una tristeza profunda. Los valores que alguna vez nos unieron, ese deseo de mostrar lo que es realmente valioso, se han perdido. La conexión emocional con los visitantes ya no es la misma. Los jóvenes que hoy llevan a los turistas parecen más interesados en el dinero que en compartir una experiencia genuina.
Es mi esperanza que, algún día, los que ahora se dedican a este oficio recuerden por qué lo hacemos. No se trata solo de transportar personas de un lugar a otro, ni de mostrar una foto bonita para las redes sociales. Se trata de vivir y transmitir una experiencia única, de hacer sentir a cada visitante que, al igual que nosotros, se ha conectado con este pedazo de tierra, con este rincón de la Huasteca que es Tanchachín.
Hoy, más que nunca, me gustaría que los jóvenes de mi pueblo se enamoren de su trabajo, que vean en cada turista una oportunidad para compartir lo que tenemos de más valioso: nuestra cultura, nuestra historia, nuestra naturaleza. Que entiendan que, más allá del dinero, lo que realmente se gana es la satisfacción de haber mostrado, con cariño y respeto, lo mejor de nuestro hogar.
Tanchachín, con su Cascada del Tamul y su río Tampaón, sigue siendo un lugar lleno de magia. Y aunque los tiempos cambien, espero que el alma de nuestro pueblo nunca se pierda.