
14/08/2025
A MUCHOS NOS SUCEDE DIARIAMENTE.
Eran las cinco y media de la tarde cuando Don Ernesto llegó a la casa de su hija.
No era la primera vez que la visitaba sin avisar; y no era la primera vez que la encontraba igual: frente a la laptop, con el teléfono pegado a la oreja, hablando de plazos y entregas.
—Hola, papá… pasa —dijo Mariana, apenas levantando la vista—. Estoy cerrando un informe.
Él dejó una bolsa con pan y un paquete de galletas sobre la mesa.
Se sentó en el sillón y esperó en silencio.
Los minutos pasaban. Desde el pasillo, escuchó cómo ella tecleaba sin parar, como si ni siquiera recordara que él estaba ahí.
Miró alrededor. Sobre un mueble, había fotos de Santiago, su nieto, con la sonrisa grande y el pelo despeinado.
Las más nuevas eran de hacía más de un año.
—¿Y el niño? —preguntó, cuando ella bajó un momento.
—En su cuarto, haciendo tarea —contestó sin dejar de mirar la pantalla.
Don Ernesto suspiró.
—Hija… yo sé que trabajas por él. Pero tu hijo no necesita solo cosas.
Ella levantó la vista, confundida.
—También necesita verte. Escucharte. Sentir que estás ahí… ahora, no después. Porque el trabajo siempre va a estar ahí, pero él… crece mientras no lo miras.
Mariana guardó silencio. Su padre se puso de pie y tomó la bolsa de pan.
—Bueno, no te molesto más —dijo, con una media sonrisa—. Solo quería verte.
Cuando abrió la puerta para irse, ella lo miró y sintió un n**o en el estómago.
En ese instante, escuchó que Santiago reía solo en su cuarto. Y se dio cuenta de que hacía semanas que no se sentaba a reír con él.
No solo estaba perdiendo tiempo con su hijo… también con su papá.
—Papá… —lo llamó antes de que saliera— ¿No quisieraas quedarte a cenar?
Él sonrió. Esa noche comieron los tres juntos. El pan que él había traído estaba tibio… y la risa de la familia también.
"El tiempo que no das hoy, mañana ya no existe. No dejes que lo urgente te robe lo irremplazable."