22/10/2025
Jose Dujovne, del Archivo de Rivera, trae al Museo un cuadro con una fotografía antigua 📸
Diecinueve hombres vestidos para la ocasión miran a la cámara. Debajo, una inscripción escrita a máquina: “Acontecimiento que hizo época en Rivera. Año 1914”.
“Es la foto de la visita a Rivera del escritor Peretz Hirschbein”, explica Jose ✍
A los días manda un archivo digital de “Fun vayte lender” (“De tierras lejanas”, en ídish), el libro que publicó Hirschbein al retornar a New York (1916), narrando sus viajes por las colonias judías en Argentina y Brasil 📕🇦🇷
Le pedimos a Mirta Lischinsky de Rubin si podía traducir el capítulo en que hablaba de Rivera, titulado “Idealistas”, y así lo hizo.
109 años después de ser publicado, en conjunto con el Archivo de Rivera, les compartimos para leer en castellano este escrito, el primero que describe la vida en la localidad, a tan solo nueve años de su fundación.
¡Muchas gracias Jose por rastrear estas joyas de nuestro pasado! ❤
¡Muchas gracias Mirta por la traducción de este precioso escrito! ❤
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Peretz Hirschbein (1880-1948), contemporáneo de I.L. Peretz y J.N. Bialik, fue un exitoso dramaturgo que revitalizó el teatro ídish en el Imperio Ruso.
Posteriormente regresó a sus raíces rurales escribiendo memorias de viajes a poblados campesinos, entre ellos “De tierras lejanas”.
Estuvo en Rivera durante dos ocasiones, visitas que son mencionadas en los libros “Afán de medio siglo” y “Pioneros”, cuya lectura recomendamos.
Para conocer más sobre su biografía: https://encyclopedia.yivo.org/article/1083
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DE PAÍSES LEJANOS
Peretz Hirschbein
– ¿Qué lleva Ud. sobre el carro de importante, Reb Id? (Saludo en idish cuando se dirige a otro judío)
– Je-je, yo llevo un ropero con espejo para mi esposa. Una bolsa de harina creo yo, je-je. Me tiraron una bolsa de harina, je-je...
– Bien, ¿y qué más?
– Más... Se comenta que todos vamos a estirar los pies, si va continuar de esa manera. – Así se bromea mientras estamos hambrientos.
Los colonos judíos tienen paciencia y esperan que quizá algún día sus ilusiones se hagan realidad. Pero los caballos y las vacas no pueden esperar, y cuando visité “Montefiore” el fuerte viento del sur les secó los huesos.
IDEALISTAS
Judíos fuertes con espaldas anchas de la Gobernación de Iekaterinas Laver del Imperio Ruso fueron quienes fundaron la Colonia Montefiore en la lejana Argentina.
Hace nueve años atrás, el primer grupo de 11 familias, arrancadas con sus raíces de la tierra rusa, llegaron con sus capitales y su idioma.
Las persecuciones y discriminaciones a sus hijos, a quienes no permitían estudiar en las escuelas rusas, fueron las causas que hicieron romper sus lazos con su tierra natal y emigrar a países lejanos.
En la actualidad Rivera tiene 271 colonos: alrededor de 300 familias.
Se colonizaron de una manera diferente a las otras colonias. La Jewish sólo les compró la tierra. Casas, animales y herramientas de trabajo fueron financiados por los mismos colonos. Por tal motivo, consiguieron ante la Jewish administrarse solos sin su intervención.
Es así que sus viviendas son mejores que las de otras colonias judías, también mejor distribuidas, formando grupos.
En cambio la tierra que distribuyó la Jewish y comprada a precios muy altos, no resultó tan buena. Arriba arena marrón y abajo piedras calizas.
El clima de la zona es muy caprichoso; cuando los sembrados florecen, suele helar; cuando tienen sus espigas, viene granizo.
También suelen aparecer langostas perdidas de otras zonas.
Los vientos del sur con ráfagas muy fuertes, suelen provocar voladuras de los techos de las casas y también fríos muy intensos.
“Arriba arena y abajo piedras”. Sin embargo, los colonos cultivan la tierra, y está ajeno a ellos la idea de abandonar la colonia.
Llegué allí, desde Buenos Aires, a la mañana, muy temprano, viajando en tren, durante 14 horas. Era una de esas mañanas frías y ventosas. A través de la niebla amarilla y polvorienta, los campos recién cultivados se ven verdes, la hierba sobresale del suelo y me recuerda a los campos lituanos entre Vilna y Grodno.
Un grupo de personas mayores, me reciben en la Estación que se encuentra en el centro de la colonia. En forma solemne, me dieron la bienvenida.
A la Cooperativa de la colonia me llevaron. Estaba colmada de colonos. Afuera, en los alrededores: carros, sulkys y caballos. Como un día de mercado en un pueblo pequeño. Los colonos más alejados del centro, son los que vienen a realizar sus compras. Ese día también vinieron a escuchar el informe del representante que viajó para reunirse con los Directores de la Jewish, sobre la difícil situación de los colonos.
Al escuchar el informe del mensajero que regresó de Buenos Aires, me sumergí de inmediato en la vida interior de la colonia. Su situación se me hizo evidente en el instante.
Las personas pudientes, que llegaron a esta tierra y que con sus propios capitales, se financiaron su instalación, tenían que recurrir a la Jewish, que en su momento, no aceptaron su ayuda, ni consejos para hacer producir la tierra.
De las palabras citadas de los mismos colonos, llegué a la conclusión que las tierras no fueron bien cultivadas, se usaron métodos antiguos y no se hicieron estudios de la calidad del suelo.
Otros presentes, manifestaron que les falta animales y no disponen de dinero para adquirirlos. Uno expresó que sus tierras no son buenas y no sabe qué hacer. Quisieran plantar viñedos, pero está el problema de las heladas que a veces se anticipan, tuve vides y sus frutos se congelaron.
En resumen, los colonos no podían volver a cultivar su tierra y se resolvió pedir un préstamo a la Jewish y también la colaboración de sus agrónomos para asesoramiento.
El agrónomo E fue enviado, estuvo un corto tiempo, pero los asesoró satisfactoriamente. Los organizó para que plantaron árboles alrededor de los campos, para protegerlos de los fuertes y fríos vientos, En algunas chacras, se pusieron los árboles uno cerca del otro, formando como una pared, con la esperanza de poder plantar viñedos.
El agrónomo E se fue poco tiempo después de Argentina. Se hizo muy querido y popular en las colonias por sus buenas enseñanzas. Según los colonos, estas circunstancias no fueron muy bien recibidas por la Jewish y fue despedido. Retornó a Europa.
Pero las raíces de sus ideas y sus árboles, continuaron creciendo y los colonos continuaron esperando mejores tiempos.
En la colonia, el idioma que más se habla es el ruso. Por el contrario, en la biblioteca los libros son en su mayoría en idish. También hay un grupo amante del teatro, preparan y representan obras.
Con estas actividades sociales, los jóvenes no se aíslan en sus campos, contribuyendo a su mejor adaptación a la vida de la colonia.
Hubo tiempos en que jóvenes abandonaron a sus padres y se fueron a la ciudad en busca de mejores condiciones de vida. En la época que he visitado la colonia, muchos de ellos, retornaban a sus hogares para ayudar a sus padres a plantar árboles para mejorar la productividad de sus chacras.
En los jóvenes todavía perdura el espíritu del ruso-judío idealista, que contribuyó a superar los muchos obstáculos que encontraron en su camino.
Fue muy difícil para ellos terminar el colegio secundario y que posteriormente les prohibieron presentarse al examen final. Eso es lo que está sucediendo en Rusia.
Pero mucho más difícil es arar la tierra, sembrar y/o plantar y más tarde no poder cosechar.
Cada vez que pienso en la Colonia de Rivera, en la lejana Argentina, mi corazón teme por el destino de su idealismo, buena vejez y noble juventud.
¡Cómo quisiera que mi miedo fuese en vano!